lunes, 28 de abril de 2014

Aquella fotografía

Hace cuatro años hice una escapada a Toledo con tres amigos de la universidad. Los cuatro teníamos muchas ganas de hacerlo. Era primero de carrera y nos habíamos conocido ese mismo año. Nos hicimos amigos, pasábamos muchas horas juntos en la escuela, en la cafetería, en la academia. El grupo lo formábamos cuatro personas, dos chicas y dos chicos. En aquel entonces nos llevábamos muy bien y nos lo pasábamos muy bien juntos, éramos amigos. Por esta razón decidimos ir un sábado a Toledo a pasar el día ya que una de las chicas vivía allí. Y para aquella magnífica ciudad fuimos.

Aquella escapada fue la primera vez que yo cogía un autobús para ir a alguna ciudad de viaje, nunca antes había ido a una estación de autobuses. Quedé en el metro con las otras dos personas con las que iba a ir a Toledo, y que vivían en Madrid. Fue muy emocionante para mí, era la primera vez que hacía algo semejante con nadie; nunca hasta la fecha había organizado, ni hecho nada así con amigos. En aquel momento sentía una especie de nerviosismo y alegría que llevaba muchos años sin sentir. Era feliz porque iba a pasar un día entero lejos de Madrid y de la Escuela, con los amigos a los que quería. Aquel día todo parecía que iba a salir a la perfección. Pasados los años me doy cuenta que aquello que un día tuve casi lo he perdido; que los que los cuatro que participamos en aquel viaje algún día tuvimos, lo hemos casi perdido.

Los avatares de la Escuela hicieron que los cuatro que estuvimos en aquel viaje y que parecíamos inseparables, un grupo majo de buenos amigos, nos separáramos inevitablemente debido a que los dos chicos pasamos a segundo de carrera, y las dos chicas con muy mala suerte y desgraciadamente tuvieron que pasarse al nuevo plan de estudios, tuvieron que pasarse a “Bolonia”. La Escuela da y quita cosas, en primero nos dio a los cuatro la oportunidad de conocernos, de pasar muy buenos ratos juntos, de divertirnos mucho, de ser amigos; pero en segundo nos quitó todo eso separándonos en cursos diferentes, dificultándonos así seguir en contacto. La Escuela es eso.

Sin embargo, cada vez que recuerdo aquel viaje a Toledo, siento todavía más melancolía y añoranza. Fui un día fantástico. Nos lo pasamos muy bien, como atestiguan las fotos que nos sacamos y que los cuatro que estuvimos allí tenemos guardadas. Ahora que lo estoy recordando más, fuimos cuatro hasta la hora de la comida cuando se nos unió otro compañero más de clase que empezaba también a ser amigo, y que también vivía fuera de Madrid, cerca de Toledo. Pero hasta la hora de comer estuvimos los cuatro solos paseando por Toledo. Antes de comer bajamos a la zona del río, por detrás de San Juan de los Reyes, y recorrimos durante un rato una pequeña senda que discurre muy cerca de la margen derecha del río Tajo. Fuimos hasta el río porque la chica que vivía allí nos dijo que era un lugar muy bonito, y tenía razón, era bonito y tranquilo para estar entre amigos. Tras andar un rato cerca del río subimos hasta el Puente de San Martín, aquel día fue la única vez que yo he estado encima de ese puente y que lo he cruzado. Fue en ese puente donde decidimos pedir a alguien que pasara por allí que nos tirara una foto a los cuatro todos juntos. Foto que cada vez que miro me hace sentir triste, me hace recordar aquel día en que tan bien me lo pasé, me hace darme cuenta de que hoy no se podría volver a repetir aquella foto. Cada vez que miro la foto y veo a las tres personas que salen en ella conmigo, se me forma un nudo en la garganta.

En la foto apenas sale nada de Toledo. La foto fue tomada entes de comer, por la mañana, por eso sólo aparecemos cuatro personas. El día era gris por eso no se ve el cielo azul. En el fondo de la fotografía se puede ver el valle del Tajo a su paso por la ciudad imperial, el río no se ve. Los cuatro amigos estamos apoyados en la piedra gris que conforma el paramento del puente, junto a una bola ornamental de piedra. Las dos chicas aparecen abrazadas, como buenas amigas, y mostrando una gran sonrisa. Se lo estaban pasando bien. Al lado de ellas estaba yo y a continuación el otro amigo con quien estuvimos allí. A pesar de que el cielo estaba cubierto de mañera extraña, como si no quisiera mostrar todo su esplendor por miedo a perderlo, hacía calor, como atestigua que en la foto aparezcamos todos con los abrigos colgados del brazo. Las dos chicas salen sonriendo, al igual que yo que me lo estaba pasando realmente bien, pero el otro amigo no sonríe del todo, en su cara aparece una especie de sonrisa que no termina de serlo. En ese momento, parece que no estaba del todo a gusto; parece que estuviera pensando en otra cosa, o en alguna otra persona, como comparando lo que en ese momento estaba viviendo con su vida diaria; parece que no estuviese allí posando para salir en una foto.

Cada vez que miro la fotografía me doy cuenta de cómo hemos cambiado todos desde entonces. Han pasado cuatro años de aquello y los cambios físicos en todos nosotros son más que visibles, algunos de los cuales son bastante radicales. Yo mismo en la foto aparezco mucho más gordito de lo que estoy ahora, vistiendo además poco acorde a la edad que tenía entonces; menos mal que con el tiempo cambié eso, y aunque no visto de manera muy moderna ahora, al menos no parezco un viejo como parece en la fotografía. No soy el único que físicamente ha cambiado. Las chicas están casi igual, salvo quizá por el corte de pelo que lleven ahora; siguen igual de guapas. También ha cambiado mucho el otro chico de la foto, entonces llevaba el pelo largo, con melenilla de león, no excesivamente larga, pero lo suficiente para que cuando se lo cortó al final de ese mismo año se le notara bastante el cambio; también llevaba un pendiente en la oreja izquierda, pendiente que con los años fue poniéndose menos, hasta que en los dos últimos años ya no se pone, supongo que porque por mucha convención que tuviera para llevarlo, las personas cambian y también dejan de usar cosas si a otras personas no les gusta (se llama falta de personalidad).

Sin embargo a pesar de que los cambios físicos son los que más se notan con el tiempo, son los que se han producido en la personalidad de los cuatro que salimos en la foto los que más nos han cambiado. En la foto de la que hablo salen cuatro amigos que se querían, quizá alguno no sólo por simple amistad, sino que había algo más en el fondo a punto de salir (como saldría con el tiempo), y que se lo pasaban muy bien juntos. Si hoy se tuviera que repetir la fotografía ninguno de nosotros seríamos las mismas personas, ni si quiera seríamos amigos entre nosotros. Las cosas cambian, las cambia el tiempo, las cambian las personas. Por aquel entonces sólo yo estaba soltero y sin haber tenido nunca pareja, las otras tres personas que aparecen conmigo en la fotografía sí tenían y habían tenido. Hoy en día vuelvo a ser yo el único que sigue en la misma situación, sin pareja y sin haberla tenido en estos años; sin embargo no tienen la misma pareja de entonces, ni mucho menos. Muchas cosas pasan durante cuatro años y esta es una muestra de ello. Tampoco las relaciones entre nosotros son las mismas de entonces. A la única persona a la que a día de hoy sigo viendo a diario, el otro chico de la foto, es a la única a la que no quiero ver ni en pintura, en su día le consideré mi mejor amigo y creí que podía ser un gran apoyo en mi vida, pero el día que necesité ese apoyo no estuvo. Con las dos chicas, debido al carácter destructivo que tiene la Escuela donde estudio, fui perdiendo poco a poco contacto, aunque con una de ellas no del todo ya que comparto con ella taquilla en la escuela, y me gustaría seguir haciéndolo hasta que acabemos. Con la otra chica, la falta de contacto en la escuela terminó por eliminar la amistas y la relación. Ahora apenas la veo. Esto es respecto a mí, pero entre ellos no creo que las cosas vayan mejor, aunque quizá fuera lo mejor, no lo sé. Solo sé que en esa fotografía aparecíamos cuatro amigos que nos llevábamos bien y nos lo pasábamos bien; cuatro personas que por entonces querían ser amigos, al menos yo sí quería tenerlos de amigos durante la carrera y después de ella también porque no había tenido muchos hasta entonces.

Esa misma fotografía fue la que decidimos las dos chicas y yo regalarle al otro amigo, con un marco muy chulo y divertido. Se nos ocurrió que era un buen regalo, con bastante significado: una foto en la que estábamos cuatro amigos pasando un buen día en Toledo, disfrutando. A mí, aquel regalo que le hicimos me hizo mucha ilusión porque quería mucho a esa personas, le tenía como mi mejor amigo, con el tiempo incluso le llegué a considerar como un hermano para mí. Echando la vista atrás pienso que quizá todo aquello fue puro teatro, pero el regalo se lo hicimos con mucho cariño, para que tuviese un recuerdo bueno de aquel día. Sin embargo, ahora que han pasado tantos años de aquellos días, cuando apenas tengo relación con las personas que salen en esa foto, salvo con la chica que es mi compañera de taquilla (también comparto taquilla con otros dos amigos de verdad, la taquilla es una taquilla patera); cada vez que me acuerdo de aquel regalo que le hicimos a ese “amigo”  pienso que tiene que ser muy duro para él mirar esa foto, si es que la sigue conservando, y darse cuenta que ya no tiene a nadie de los que salimos en ella, que ha ido perdiendo poco a poco, con los años, a las tres personas que salimos con él. Despreció nuestra amistad llegado un momento y todo en la vida tiene sus consecuencias. Dejó de interesarse por conservar a aquellos amigos, yo pienso que debido a su propio orgullo pensó que éramos nosotros los que debíamos luchar por esa amistad, que él no tenía que hacer nada. Pero a pesar de que piense que debe ser duro mirar esa fotografía a día de hoy, no creo que él sienta mucho la verdad, nunca sintió nada. Me da pena porque un día le llegué a querer como un hermano, y yo al menos sí intenté mantener una amistad con él, pero no hubo reciprocidad. Me da pena porque un día, cuando ya él apenas tenía relación con las dos chicas con las que estuvimos en Toledo le pregunté si había cambiado la foto del marco, y me contestó que nunca lo haría porque era un regalo y los regalos no se tocan. No creo que a día de hoy ese marco con aquella fotografía siga estando en su habitación, pero como tantas otras cosas.

Pero nada ni nadie somos inmunes al poder del tiempo. Si el tiempo es capaz de convertir en polvo a la más dura roca, que no será capaz de hacer con las personas. El tiempo nos cambia a todos, y hace mostrar su verdadera cara a aquellas personas que llevan puesta una máscara. El tiempo es el único que termina sacando la verdadera cara de las personas, y muestra la falsedad de algunas. El tiempo también cicatriza heridas, pero no las cura, porque por muchos años que pasen, el daño que una persona hace a otra podrá ser olvidado si esa persona dañina sale de su vida, pero si vuelven a verse las caras el dolor siempre volverá y a lo mejor la herida inferida vuelve a abrirse. El tiempo tiene la facultad de amortiguar el dolor, de hacer olvidar a la mente y al corazón un suceso o a una persona; pero por muy fuerte que sea el tiempo, y por mucho que pase, nunca podrá vencer a los sentimientos, ya sean buenos o malos, de las personas. El tiempo ha hecho que aquel viaje que un día hice a Toledo se fuera solapando con otros viajes que he hecho a posteriori a esa maravillosa ciudad con otras personas. El tiempo ha hecho que cada vez que miro aquella foto que nos hicimos en el Puente de San Martín, la nostalgia y el dolor que antes sentía sean ahora menos intensos. Pero el tiempo no podrá hacerme olvidar aquel viaje, porque en ese momento me lo pasé muy bien; y tampoco podré olvidar aquella fotografía porque, al menos yo, me la hice porque realmente quería tener un recuerdo bonito de aquella escapada. Pero seguro que no a todos los que salimos en esa foto nos ha pasado lo mismo.


Caronte.

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