viernes, 28 de febrero de 2014

Oportunidad perdida (continuación)

Era diciembre, el último día de clase, y el profesor les había pedido que pensaran en las diferentes tradiciones navideñas entre Francia y España, y que dijeran qué tradiciones seguían cada uno en estas fechas. Venciendo la timidez que le provocaba saber que mandar christmas es algo que mucha gente tiene por raro y antiguo, él dijo esto mismo. En ese mismo instante ella se asombró como solía hacerlo muchas veces, sin quitar su bellísima sonrisa de la cara, y le dijo que le mandara uno esta Navidad. De primeras él pensó que ella estaba de cachondeo intentando quedarse con él, y tomarle el pelo, sin embargo después de la academia ella le volvió a insistir y le dio su dirección para que pudiera mandar el christmas. Él se quedó completamente descolocado con eso. No sabía cómo reaccionar. No sabía qué pensar de esa extraña petición. Fue algo que estuvo en su cabeza dando vueltas un par de días y que le sumió en una nube extraña, y le hizo pensar que a lo mejor sí podía tener una oportunidad con ella si algún día su timidez y su miedo le dejaban pedirla que se tomaran algo.

Esta timidez, y la falta de seguridad en sí mismo hicieron que nada de esto ocurriera. Él le mandó el christmas, escrito en francés como ella se lo pidió y en el que le dijo que si quería podían quedar un día a tomar algo, y esperó que al menos por whatsapp ella le diera las gracias y le dijera que le había gustado, pero nada. Pasados unos días él se decidió a preguntarla por el móvil si le había gustado el christmas pero no contestó. Si la seguridad en sí mismo era poca de por sí, tras esto, pensó que la había cagado, que ella tenía novio, que se había equivocado de cabo a rabo. Pensó que todo lo que hasta entonces había sentido estando con ella habían sido meras ilusiones e imaginaciones suyas. Pensó que la complicidad que durante los meses anteriores pensaba que había entre ellos era pura invención de su subconsciente, que las miradas que ella le echaba muchos días no habían existido, que las bromas que ella hacía con él jamás pasaron. En definitiva se sintió como un completo idiota.

Pasadas las vacaciones de Navidad, y de vuelta a la academia después de no haber obtenido respuesta alguna sobre el christmas mandado, fue ella la que le dijo que sentía no haberle dicho nada sobre ello. Él volvió a la academia con la intención de no exponerse más a ella, de mostrar algo más de distancia para no volver a sentirse como un imbécil, aunque tuviera que evitar mirarla todo lo posible. Sin embargo esta espontanea decisión por parte de ella de irle a explicar porqué no le había dicho nada, le dejó pasmado. No se lo esperaba la verdad. La explicación que le dio, aunque rocambolesca, era creíble, o al menos eso quiso pensar él. Le dijo que había tenido un problema con el móvil y que tuvo que comprarse uno nuevo y cambiarse de compañía telefónica y debido a todas las gestiones que tuvo que hacer no pudo usar el móvil durante las Navidades más que para llamar. Sí, es cierto que la explicación es absurda, pero a él le dio igual. Le dio igual porque fue ella la que quiso disculparse, fue ella la que le dio explicaciones sin que él las pidiera, y con esa sonrisa él no pudo más que quitarle importancia al asunto.

Esta reacción le dejó completamente confundido ya que no se la esperaba. Él pensaba que el christmas no le había gustado, y por tanto que había hecho el idiota como ya he dicho. Pero esta reacción por parte de ella, hizo que todo volviera a cambiar y que él volviera a ilusionarse con que algún día venciera a la timidez y el miedo al rechazo y la pidiera quedar a tomar algo. Sin embargo, nunca consiguió vencer a ese miedo, nunca derrotó a su timidez.

Un día, todo lo anterior cambió radicalmente. Una broma fue la dinamita que derrumbó el castillo de naipes. Una broma que él nunca se perdonaría haber hecho, pero que como otras muchas hasta entonces se hacían entre ellos. Una broma inocente, pero que a ella no le gustó, no le sentó bien, pero que no era muy diferente al tonteo que habían tenido durante muchas clases en las que unas veces era ella la que se metía con él para reírse un poco, y otras veces era él quien la chinchaba para que ella mostrara esa sonrisa que iluminaría la noche más oscura de los tiempo. Con esa broma acabó todo. Nunca comprendió muy bien por qué, pero fue así. Ni siquiera pidiéndola perdón al final de la clase y por whatsapp en un par de ocasiones, consiguió que ella le volviera a dirigir la palabra como lo hacía antes de esa tarde.

A partir de ese día, las tardes en la academia ya no volvieron a ser lo mismo para él. Ya no iba ilusionado a clase porque, aunque la mayoría de la gente era la misma, el ambiente ya no era igual: ella ya no estaba igual de divertida con él, ya no había esas miradas que había antes (o que él imaginaba que había) e incluso evitaba sentarse a su lado, cosa que él también empezó a hacer. Desde aquella broma, la academia no era ya una válvula de escape de la universidad, era otra batalla en la que él intentaba no relacionarse mucho con ella para no sentirse idiota. Si antes no se atrevió nuca a pedirla si tomaban algo algún día, ahora ya ni siquiera se atrevía a preguntarla por qué estaba así con él. La poca confianza en sí mismo que ella le había procurado se esfumó como una montaña de arena durante un vendaval. No es que no quisiera verla, porque era imposible que eso pasase, ya que le seguía gustando mucho, incluso a veces cuando ella no mirada o estaba haciendo cualquier cosa, él se quedaba unos segundos mirándola, desviando la vista si ella dejaba lo que estuviera haciendo para que no le descubriese. Lo que no quería era volver a sentirse como un mierda que no había tenido valor para decirla nada en todos los meses anteriores, para acabar fastidiándola del todo por una broma. ¡Dichosa broma!, la de vueltas que le habrá dado a la puñetera broma.

Pero si esa broma le atormentaría durante muchos días y le golpearía constantemente la cabeza y el corazón, aún peor fue ver cómo ella empezaba a acercarse cada vez más a otro de los compañeros de clase de francés, al que estudiaba ingeniería industrial, con quien él también se llevaba bien porque era la única persona con la que compartía tipo de estudios. Lo que empezó a sentir cuando veía cómo ella cada vez se relacionaba más con el industrial, fue una sensación que él nunca había experimentado hasta entonces, y que no supo calificar. Le molestaba la actitud de ella, más aún teniendo en cuenta que el industrial se había pasado el primer trimestre del curso detrás de otra chica que no siguió en el segundo. Era un sentimiento extraño lo que él sentía, era algo que estaba en su interior y no sabía decir dónde, sin en el corazón, en la cabeza, o en las propias entrañas, porque era de ahí de donde él sentía que salía todo. Le jodía enormemente ver cómo el industrial si había tenido el suficiente valor, quizá también algo más de práctica, para relacionarse más con ella y caerle simpático.

La gota que colmó sus esperanzas y su propia autoestima fue ver cómo en los descansos entre las dos horas de clase, el industrial la acompaña a comprar al “chino” de la esquina cualquier cosa, bajo pretexto de que también quería comprarse algo. Fue entonces cuando él se dio cuenta de que su falta de valor, su timidez y ese miedo a ser rechazado por ella (en general tenía miedo a ser rechazado por cualquier chica que le gustase), habían hecho que esta oportunidad que la vida y el azar le habían puesto en bandeja se le escapara, como se escapa el agua de nuestras manos si intentamos cogerla. Se dio cuenta de que si no cambiaba las cosas en su mente, si no ganaba autoestima, la próxima vez que se le planteara una oportunidad como esa volvería a dejarla escapar por imbécil, por cobarde. Él sabe que, si no cambia,  la próxima vez que una chica como ella se cruce en su camino volverá a perder la oportunidad de estar con alguien y no acabar solo en la vida, cosa que le aterra y que sabe que no podrá soportar en el futuro, como a día de hoy ya le pasa.

Oportunidades así no ocurren todos los días, y eso él lo sabe, aunque a veces también piensa, como antes he comentado que quizá todo esto no fuera más que imaginaciones suyas, y el que ella se portara de manera tan divertida y cercana con él fuera sólo la manera de ser de ella. Sin embargo esta oportunidad, la más clara que nunca se le había puesto delante de las narices, voló. Esta oportunidad se perdió, y él sabe por qué. Lo que no sabe es si se le plantearán más oportunidades como esta; muchas veces piensa que no, que esta era la buena, que chicas así no abundan, y menos teniendo en cuenta que no se relaciona con muchas.

Sólo queda esperar que la vida le haga cambiar, que deje a un lado la timidez y destierre al miedo a lo más profundo de su ser, para que el día en que sus pasos se vuelvan a cruzar con una chica como ella, él le eche el valor suficiente y pase a la accione. Porque como sus amigos le dicen: ¿qué tienes que perder? Pero él ya ha perdido una oportunidad de no estar solo.


Caronte.

jueves, 27 de febrero de 2014

Oportunidad perdida

Quizá él se apuntó a la academia por aprender, o mejor dicho refrescar el francés que dio en el colegio y que ya estaba languideciendo en algún rincón de su saturado cerebro. Pero también en posible que se apuntara a la academia por necesidad: porque el francés es uno de los dos idiomas obligatorios que exigen en la oposición para ingresar en la Carrera Diplomática. Sin embargo, y secretamente, él sabía que aparte de por estas razones había una más poderosa todavía y es que lo que realmente buscaba apuntándose a la academia de francés era conocer gente nueva y diferente para así poder ampliar el grupo de personas en el que se movía. Pero aún más en secreto guardaba para sí una razón más, bueno más que razón era una esperanza que él tenía, que era el conocer alguna chica y a lo mejor empezar alguna relación con ella.

La academia de francés a la que se apuntó se encuentra en la Plaza de Santo Domingo, en Madrid. Plaza que antaño y por la sinrazón constructiva que en ciertos años, no muy lejanos por cierto, regía a los gobernantes y ciudadanos de la ciudad, estaba ocupada por una inmensa estructura de hormigón que servía de parking a trabajadores y habitantes de la zona. Por suerte en las últimas reformas de la ciudad aquel parking pasó a la historia. Él no eligió la academia por el sitio, la verdad, ya que ésta está al ladito de la Gran Vía, calle que suele evitar siempre que sale a dar una vuelta solo por Madrid, ya que en ella solo es capaz de ver a chavales de su edad, y más jóvenes también, acompañados por sus parejas, y esto a le hace sentir y pensar que de los 22 años que lleva vividos ha tirado por la borda y malgastado la mejor parte de ellos. Ver a estas parejas cada vez que sale a dar una vuelta por el centro para airearse e intentar no pensar en sus problemas lo único que le trae a la mente son malos pensamientos y presagios de que se va a quedar solo, y que nunca conocerá a esa chica que le llegue a hacer perder el sentido. Como he dicho si hubiera sido por la localización él no hubiera elegido esta academia. Sin embargo sí la eligió, y esto es algo de lo que no se arrepiente, aunque en los últimos tiempos está empezando a cambiar de parecer.

Si él no hubiera escogido esta academia, no hubiera conocido a las personas con las que a día de hoy comparte las tardes de los lunes y miércoles, y le sirven de vía de escape de una cárcel sin rejas ni imposición de permanencia como es la universidad. Si él no hubiera escogido esta academia no la hubiera conocido a ella.

Como todo primer día en un sitio nuevo donde tiene que conocer gente, él estaba nervioso, ya que nunca se ha sentido cómodo conociendo y relacionándose con gente nueva, quizá por falta de práctica y algo de timidez inicial también. Como persona precavida que es y a la que no le gusta llegar tarde a clase, y menos si es el primer día, él se presentó en la academia quince minutos antes de la hora, para evitar sustos con el metro y, además para saber qué clase le había tocado. Una vez ubicado y realizada una primera inspección de toda la academia se sentó en la zona de cafetería a esperar a que llegara la hora. A medida que se acercaban las seis de la tarde, hora de comienzo de la clase, se iba poniendo más nervioso y más esfuerzos tenía que hacer para controlar esos nervios. Hasta que llegó el profesor. Un hombre, joven, alto, muy francés en definitiva. Una vez que él vio que el profesor iba a ser un hombre, parte de sus nervios se calmaron, y no es que tuviera nada contra las profesoras, todo lo contrario teniendo en cuenta que en la universidad todos son hombres, nada de eso, él prefería un hombre porque se sentía algo menos tímido y seguro de sí mismo. En el fondo, le hubiera dado igual si hubiera sido una mujer quien le hubiera dado clase.

Una vez todos los que estaban esperando al profesor se hubieron sentado en el aula, que, por cierto, parecía una pecera ya que tenía un enorme ventanal que daba a los pasillos de la academia y a través del cual todo el mundo podía verles a todos. Como digo, una vez estuvieron todos sentados y el profesor iba a comenzar a presentarse, llegó ella. Ella, con sus botas, sus vaqueros ajustados y una blusa. Ella con esa piel morena, y ese pelo castaño suelto, como a él le gustaba en las chicas. Ella, sonriendo, como casi siempre llegaba a la academia. Desde el primer momento que él la vio algo cambió en el aire que respiraba, lo notaba más ligero, más fácil de respirar; algo cambió también en su interior, nunca había sentido una atracción tan fuerte por una chica hasta entonces, le habían atraído otras chicas que había conocido, sí, pero no tanto como ella.

Durante el descanso que el profesor propuso que hicieran para que las dos horas de clase no se pasaran tan pesadas, todos salieron fuera de clase, a la puerta de la calle. Este ritual se repetiría todos los días, y gracias a ello fue conociendo y relacionándose con el resto de sus compañeros, hay que decir que la mayor parte de ellos eran bastante más mayores que él, salvo tres de ellos. Entre los compañeros de su edad estaba ella, cosa que él ya se imaginaba, lo que no pensaba es que fuera dos años más joven y que estudiaba biología. Los otros compañeros de su edad, más o menos, eran un chaval que estudiaba ingeniería industrial, dos años menor que él, y una chica que acabada de empezar la universidad. Los descansos de mitad de clase, rápidamente se convirtieron en una oportunidad para ir cogiendo soltura con sus compañeros y relacionarse con ella, preguntándola por la carrera, y por otras nimiedades, simplemente para poder oír su voz y que ella le mirara, para poder sumergirse en esos grandes ojos castaños, esos ojos que le enamoraron rápidamente.

Poco a poco, los días iban pasando y las semanas se sucedían a una gran velocidad, debido a que él solo quería que llegaran los lunes y los miércoles para ir a la academia y poder verla; para que ella le sonriera, para que bromeara con él, para sentarse al lado suyo y poder lanzarla secretas y furtivas miradas. Las clases en la academia eran divertidas, el grupo de gente en el que el azar le había puesto, aunque de muy diversas edades y profesiones o estudios, le resultaba cómodo, le gustaba. Gracias a este grupo de personas él cada día se sentía mejor, se olvidaba de sus problemas, las semanas se pasaban más rápidamente. Él sabía que esto no solo se debía al grupo de clase, no, había una razón mucho más fuerte para que su humor hubiera cambiado tanto y se sintiera tan bien: ella. Los días que ella no iba a clase se pasaban más lentos y eran menos divertidos que los días que ella sí iba. Lo que él más deseaba de las clases de francés era poder verla sonreír, contemplar su sonrisa, sus ojos, su cuerpo. Ese cuerpo perfecto, cuerpo que él deseaba tanto como un preso desea la libertad. Sin embargo, en el fondo, él sabía que su timidez le iba a impedir conseguir ese cuerpo; la timidez y el miedo a mostrar sus sentimientos y ser rechazado, el miedo a ir más allá y pedirla quedar un día después de clase para tomar algo por la Gran Vía.

Sería mentira decir, que lo único que a él le atraía de ella era su cuerpo. No. Iba mucho más allá que una simple atracción física. Cada vez que la iba conociendo un poco más él se daba cuenta que ella había sido muy diferente a él, y que sus gustos no coincidían en muchas cosas con los suyos; pero eso también le atraía de ella porque él había llegado a la conclusión que sus propios gustos no eran normales y eran esos gustos, que él mismo consideraba raros, los que habían hecho que estuviera solo y que no tuviera mucha confianza en sigo mismo. En muchos sentidos y aspectos ella era muy diferente a él: era mucho más habladora, menos tímida, más divertida, más activa y sobre todo le gustaba más salir que a él. Todas estas diferencias la convertían en una chica muy atractiva para él; la convertían en una chica que le podía llegar a cambiar y hacerle más “normal”. Sin embargo hubo un hecho que hizo que todo cambiara.

Continuará….


Caronte.

domingo, 23 de febrero de 2014

Guardiana de la cultura

La tarde estaba fría, como corresponde a un 22 de febrero, pero no tanto como para que caminando a buen ritmo la bufanda terminara sobrando. El Paseo de Recoletos, uno de los bulevares más bonitos que tiene Madrid, estaba como siempre lleno de paseantes que intentan despejar sus mentes dándose una vuelta acompañados, o como en mi caso solos. El gran bulevar asimétrico que es este Paseo me condujo desde la boca de metro de Banco de España hasta la verja de uno de los edificios más imponentes que hay en Madrid, como es la Biblioteca Nacional. Santuario de la cultura, de la palabra, del conocimiento, durante más de trescientos años. Este edificio siempre ha ejercido una especial atracción conmigo, no sabría describir el porqué pero cada vez que paso por delante de su fachada mis pasos se ralentizan como influidos por un campo magnético que hace que mi alma quisiera traspasar sus muros y zambullirse en el mar de cultura que hay en su interior.

La Biblioteca Nacional de España, desde que fuera fundada en 1711 por el rey Felipe V (el primer Borbón), ha sido un gran faro para la cultura y el saber en este país. Desde hace ya más de trescientos años ha ido atesorando y guardando tras sus muros cantidades ingentes de material bibliográfico y cultural. A día de hoy la Biblioteca Nacional se sigue quedando en depósito con un ejemplar de todas y cada una de las obras que se publican en España. Pero a pesar de que se nombre pueda llevarnos a pensar que sólo se guardan libros, como en cualquier otra biblioteca que podamos conocer, esto no es del todo cierto. Si es cierto que el mayor tesoro de la BN es su enorme colección de libros de todos los siglos, desde incunables a las primeras ediciones de “Manolito Gafotas”, pasando por ediciones exclusivas de las grandes obras de la literatura española y universal. Sin embargo, el tesoro de la BN no se basa exclusivamente en los libros, aquí también se guardan mapas, documentos sonoros, grabados, fotografías, publicaciones periódicas (revistas y periódicos), estampas, carteles y vídeos en todos los formatos antiguos y modernos.

La sede actual de esta centenaria institución es un impresionante edificio neoclásico de finales del siglo XIX, de la época de la reina Isabel II. A pesar de las enormes dimensiones del edificio, la Biblioteca Nacional ocupa dos tercios del mismo, quedando el tercio restante como sede del Museo Arqueológico Nacional (actualmente en obras). La parte ocupada por la BN da al Paseo de Recoletos. Una de las razones por las que siempre me he sentido atraído por este edificio y su contenido ha sido su magnífica fachada y su regia escalinata salpicada por dos estatuas de grandes pensadores de este país como Alfonso X el Sabio y San Isidoro. Ambos parecen querer guardar los tesoros de la biblioteca y con su rostro enfadado y de pocos amigos advierten a los visitantes que ese no es un lugar de broma, que la cultura y el saber son dos pilares fundamentales en la vida de todo ser humano y que hay que cuidarlos como oro en paño. Tanto San Isidoro como Alfonso X el Sabio se enfrentan en una estática batalla con Cristóbal Colón que les mira desde lo alto de su columna en el centro de la plaza que lleva su nombre.

Como buen edificio neoclásico que es, la BN este quiere asemejarse a un templo griego y esto es lo que parece en su cuerpo central justo encima de las tres puertas de entrada que hay al final de la escalinata: un magnifico templo griego, sede de la sabiduría. Estoy seguro que mucha gente pasa por delante de la verja que rodea este majestuoso edificio sin sentir nada por ello, ignorando todo lo que guarda y que solo unos pocos afortunados pueden contemplar y admirar. Esta es otra de las razones por las que este edificio me atrae tanto, por todo lo que guarda y que el común de los mortales nunca podremos ni tocar ni ver, a menos que se haga alguna exposición de los tesoros de la BN. Envidio sobremanera a aquellos que tienen el enorme privilegio de poder sostener en sus propias manos cualquiera de los incunables que guarda la biblioteca, o alguno de los grabados de Goya, o alguno de los dos códices de Leonardo da Vinci que se encontraron en 1964 entre los fondos de la misma.

Supongo que esta atracción tan tonta que siento por este bello edificio y lo que éste significa es difícil de comprender, también es para mí difícil de explicar. Como he dicho, siempre que paso por delante de la BN reduzco mi paso para poder sentir como San Isidoro o el Rey Sabio parecen llamarme y animarme a entrar y descubrir todos los tesoros que este cofre guarda. Espero que la BN sigua siendo un gran foco cultural en un Madrid que poco a poco se está convirtiendo en una ciudad apática y sin alma; una ciudad que va perdiendo todo aquello que un día la llevó a ser un referente cultural donde podían convivir en un mismo espacio la cultura punk con Valle-Inclán, el heavy metal con Goya o Velázquez, lo clásico con lo moderno, sin que se molestaran entre sí y compartiendo unos con otros su visión de la cultura, enriqueciéndose mutuamente. Sin embargo cada vez Madrid se va muriendo un poquito más, y lugares como la BN van entrando en una especie de sueño en piedra del que será muy difícil despertarles sin terminan sucumbiendo a los designios del olvido.

No permitamos que estas grandes sedes del saber y de la cultura se conviertan en sarcófagos de piedra, bonitos y lustrosos por fuera para que los turistas puedan hacer fotos, pero muertos por dentro, convertidos en salas mortuorias llenas de polvo, donde el eco de los pasos solitarios se propague de sala en sala hasta que el silencio se lo coma. Yo quiero una ciudad de Madrid con edificios vivos, y no mausoleos donde languidecen los ancianos recordando viejos tiempos y contando historias a un auditorio vacío. La Biblioteca Nacional es, como otros muchos grandes edificios de Madrid, un lujo y como tal deberíamos de ser capaces entre todos de cuidarla y darla vida para que no caiga en la oscuridad de los edificios olvidados.


Caronte.

sábado, 22 de febrero de 2014

Best seller sin calidad alguna

Cualquier persona que esté habituada a leer sabe que cualquier libro que se denomine best seller siempre tiene que ser cogido con pinzas. No voy a ser yo una de esas típicas personas que denosta por sistema cualquier libro que sale a la vente bajo la publicidad de best seller, pero voy a hacer una excepción con “La biblioteca de los muertos” de Glenn Cooper, libro que me he terminado hace un par de día. Hacía ya casi un año que este libro estaba en las estanterías de mi habitación esperando su turno para ser leído, y la verdad es que tenía ganas de leerlo, básicamente para ver si la gran publicidad y repercusión que seguía al libro y al autor, merecían la pena. Una vez leído he de decir que el libro me ha parecido una pérdida de tiempo.

Por resumir un poco la historia del libro (que para colmo es el primero de una trilogía), basta decir que trata sobre la inviolabilidad del destino, basándose en que tanto las fechas de nuestro nacimiento como la de nuestra muerte están fijadas por éste. A partir de este tema, el autor de “La biblioteca de los muertos” intenta urdir una trama ambientada temporalmente en tres periodos diferentes de la historia: la Edad Media (siglos VIII y XIII), los años 40-50 del siglo pasado, y la actualidad (año 2009). Como he dicho, el autor intenta urdir una trama decente, pero tristemente, a mi manera de ver, no lo consigue. El autor plantea una serie de asesinatos al parecer cometidos por un asesino en serie que va dejando su firma: una postal con la fecha de la muerte. En el libro se narra, como parte principal de la trama, la investigación de estos asesinatos que empiezan a tener conexiones extrañas con el pasado. Sin embargo el lector no se va a sentir atraído por esta especie de novela policíaca que se empieza a plantear, porque no tiene gancho ni interés.

Para mí esta novela es como un collage de fragmentos que el autor ha ido escribiendo en sus tiempos libres sin conexión literaria entre ellos. La única parte del libro que me ha merecido la pena leer y que me llamaba algo la atención era la que estaba ambientada en la Edad Media, las demás han sido una pérdida de tempo absoluta. El autor ha intentado en “La biblioteca de los muertos” crear una especie de thriller policiaco, mezclado con fantasía histórica, y lo único que creo ha creado es una mezcla infumable de capítulos sin calidad literaria alguna. La parte más extensa del libro que es la que se desarrolla en la actualidad, no tiene ni pies ni cabeza; es como si el autor hubiese querido dar un aire moderno a una novela que hubiera tenido más sentido si estuviera completamente ambientada en la Edad Media. Otro asunto flojo de esta novela, a parte de la trama, son los personajes que están muy poco desarrollados; creo que si el autor hubiera puesto un poco más de empeño podría haber creado unos personajes mucho más profundos, porque, a pesar de lo poco dibujadas que están sus personalidades, se ve que podrían dar mucho más juego que el que dan. Y es una pena porque el personaje principal, Will, inspector del FBI, es un tipo muy peculiar, lo que pasa es que no me termina de convencer porque el autor se queda muy en la superficie de su personalidad. Vuelvo a repetir, me da la sensación que el autor ha ido escribiendo “La biblioteca de los muertos” es ratos libres sin tener una visión global de lo que quería conseguir.

Por norma general no me gusta hablar mal de ningún libro, película, escritor o cantante, pero hay contadas ocasiones como es el caso de “La biblioteca de los muertos”. No me ha gustado nada, considero su lectura una pérdida de tiempo. Para que os hagáis una imagen de cómo es el libro, tengo que decir que de sus 430 páginas me podía haber ahorrado las 250 primeras sin ningún problema, porque no ocurre absolutamente nada de interés hasta entonces. Este libro ni engancha, ni emocional, ni tienes ansiedad por pasar la página y saber qué les ocurre a los personajes. No tiene nada de interés. Ni siquiera considero que esté bien escrito, como he dicho es como collage que ha hecho el autor juntando capítulos, muchos de los cuales terminan por desconcentrar y desorientar al lector dentro de la propia trama.

Como dije al principio no suelo juzgar como mal libro a un best seller de primera, pero este la verdad es que ha sido toda una decepción. Supongo que libros como este terminan siendo muy vendido por la abrumadora publicidad que les dan. Hay muchos libros, muy buenos, desconocidos para el gran público, que debido a que no tienen las carísimas campañas de márquetin no tienen la difusión que deberían tener por calidad; mientras que por el contrario libros sin ninguna calidad literaria ni interés terminan copando los puestos de libros más vendidos. Sin lugar a dudas mi recomendación para este libro es que nadie a quien le guste la lectura de verdad pierda el tiempo con este libro, porque estará malgastando un tiempo precioso que debería emplear en leer otros muchos libros de mucha más calidad, muchos de ellos desconocidos. “La biblioteca de los muertos” es un libro que no creo que vaya a recordar en el futuro.

Caronte.

viernes, 21 de febrero de 2014

Todos los viernes

Los viernes son los últimos días de la semana laboral o lectiva. Los viernes suelen ser los días que todo el mundo quiere que lleguen, y para los que, desde el lunes, todos hacen planes. Para mí los viernes son días en los que tengo sentimientos muy encontrados, opuestos: por un lado los odio porque lo único que me traen son dos días por delante en los que, por norma general, no suelo tener nada que hacer, mientras que por otro son una vía de escape de la universidad, bueno en verdad de la Escuela.

En cierto modo, los viernes me sirven de liberación, ya que hasta el lunes no tengo que volver a la universidad, a la Escuela, y por tanto no tengo esa ansiedad que muchos días me termina saturando. El estar alejado de la Escuela me supone estar alejado de un ambiente en el que no quiero estar, en el que no estoy cómo, y al que no quiero en el fondo pertenecer. No quiero convertirme en aquello que parece que la Escuela quiere que seamos: élite sin contacto con la realidad, élite a la que le dará igual todo y que solo se preocupará por su propio pellejo y que si para salvar ese pellejo tiene que pisar la cabeza a alguien lo hará sin dudarlo. Esta élite es la que la mayor parte de la gente parece querer ser; por suerte he podido encontrar un oasis de personas que no son así, aunque son pocas la verdad, y son estas personas con las que me quedaría para toda la vida y gracias a las cuales puedo soportar mejor este ambiente tan bueno.

Pero no es simplemente en ambiente general de la Escuela del que sin dudarlo dos veces ni pensarlo escaparía con los ojos cerrados, si es que tuviera el valor suficiente (que no lo tengo). No. Hay otro ambiente del que los viernes me despido hasta el lunes siguiente. Este ambiente es raro, tenso, falso; un ambiente en el que, como si estuviera representando una obra de Lope de Vega, tengo que intentar controlar todo lo que en el fondo me gustaría decir y hacer porque si lo dijera y lo hiciese es posible que el equilibrio logrado, y en cierta manera forzado en los últimos años, cayera por tierra. Un asunto que hace especialmente tenso y agobiante este ambiente para mí es un tema personal que tengo con una persona que un día consideré mi amigo, pero que resultó ser un falso, un persona con múltiples caras que usaba según le conviniera para conseguir algo; una persona en la que intenté apoyar en un momento difícil y en la que no encontré soporte y que por tanto me hizo mucho daño. Lo peor de esta persona es que sigue estando en el mismo grupo que yo y ver la falsedad que demuestra con todo el mundo me resulta irritante; hay ocasiones en las que me gustaría decirle a la cara lo falso e hipócrita que es, pero prefiero no perder las formas y aguantarme callado. A veces esto último es complicado de hacer, pero bueno. Por esto los viernes son esa válvula de escape que me permite reducir la tensión y la presión que se va generando en mi interior durante toda la semana y que si no existieran no dudo de que ya hubiera explotado hace tiempo, llenando todo de vísceras muy difíciles de limpiar.

Pero si por un lado los viernes me sirven de vía de escape y de desconexión de la Escuela, también significan tener tiempo libre. Aunque es cierto que la carrera que estudio (Ingeniería de Caminos) no deja mucho tiempo libre debido a la enorme carga de estudio que tenemos, desde el viernes por la tarde hasta el domingo hay muchas horas, y a mí esas horas se me hacen eternas. Es muy duro que con 22 años el peor día de la semana para mi sea el viernes, cuando todo la gente de mi edad lo único que desea es que lleguen los viernes, ya sea porque llegue el fin de semana, porque tienen planes con sus parejas o porque salgan con sus amigos a tomar algo. Para mí que lleguen los viernes significa no tener casi nunca planes. Pocos son los fines de semana al año en los que tengo algún plan que hacer, ya sea porque vaya al cine con algún amigo de la universidad (en realidad son dos las personas con las que voy alguna vez al cine, cosa que les agradezco enormemente), siempre que pueda, o porque quede con los únicos amigos que tengo en Madrid. Pero para mí aun es peor que llegue el viernes y no poder hacer ningún plan típico de parejas, salir a dar una vuelta, ir al cine a ver cualquier chorrada que echen, salir a cenar, etc. No puedo hacer esto porque no tengo pareja; esta situación, en la que tanta gente está, me lleva afectando mucho tiempo, y hace que no desee que lleguen los viernes porque esto implica soledad, pasar el fin de semana en mi casa muerto de la risa, ¿o era del asco?; esto implica que si quiero salir a dar una vuelta tengo que hacerlo solo porque no quiero molestar, ni ser un pesado con los únicos amigos que tengo, que también tienen su vida.

Por todo esto los viernes son días raros, grises, son días que quiero, y a la vez no quiero, que lleguen, ya que casi todos los viernes significan para mí abandonar una cárcel semanal, para meterme en otra de fin de semana. Cárceles ambas más mentales que físicas, lo sé, pero de las que en muchas ocasiones soy incapaz de escapar. Al menos sé que de todos los fines de semana que tiene el año hay un puñado que gracias a mis amigos son menos duros y siento menos la soledad. Creo que nunca seré capaz de pagar a mis amigos de verdad que, aunque sea por una tarde, me liberen de mi cárcel, ya sea porque quede para ir al cine, a tomar un bocata de calamares a la Plaza Mayor y un chocolate con churros a San Ginés, a tomar algo en Alcalá de Henares, o a pasar el día en Toledo.

Que se acabe ya el viernes, que el sábado pase pronto para que llegue el domingo y que éste de paso al lunes lo más rápido posible, para aunque tenga que volver a la Escuela, y tener que ver el careto de alguna persona a la que me gustaría no volver a ver el pelo, al menos esté con los pocos amigos que tengo y podamos bromear entre nosotros, para que así la cárcel sea un poco menos cárcel.


Caronte.

jueves, 20 de febrero de 2014

Muertos de tercera

El pasado 6 de febrero se produjo en territorio español, digan lo que digan el Ministro del Interior, el director de la Guardia Civil o el sursuncorda, un hecho tan lamentable y vergonzoso que a todos los españoles nos debería hacer reflexionar sobre qué moral y ética estamos dejando que se imponga en esta sociedad. Creo que es obvio que estoy hablando de la trágica muerte de, hasta la fecha y que se sepa, 15 personas que querían ser libres y poder tener una vida mejor. Desde el pasado 6 de febrero en este país se han ido sucediendo declaraciones, a cada cual más estrambótica y lamentable, con las que se ha intentado quitar dramatismo a un asunto de la máxima gravedad.

La muerte de 15 personas, en las condiciones tan lamentables en que se produjeron, debería hacernos sonrojar a todos y hacer que se nos cayera la cara de vergüenza por tener unos políticos y unas autoridades que están muy por debajo del umbral de lo que se diría decente. Los 250 inmigrantes que el pasado 6 de febrero intentaron entran en España lo único que quería era encontrar la libertad, y un futuro que simplemente por ser africanos se les niega, incluso en sus propios países de origen. Futuro es lo que todo inmigrante busca desde el momento que toma la decisión de abandonar su hogar y a sus seres queridos, la tierra en que nació, y lanzarse a lo desconocido. Es complicado para los que nacemos en una sociedad occidental desarrollada, en este caso Europa que es donde pretendían llegar estas 15 personas, qué es no tener futuro; y es complicado porque en sociedades como la nuestra, desde que nacemos tenemos prácticamente asegurado todo: sabemos que vamos a tener un futuro, mejor o peor, es cierto, pero sabemos que lo tendremos y solo dependerá de nosotros cómo será ese futuro. Sin embargo aquellas personas que deciden emigrar y convertirse en inmigrantes en otro país, no lo hacen por gusto, o como alguna ministra iletrada de este gobierno nos ha intentado colar, para mejorar nuestra visión del mundo y enriquecerla; todas aquellas personas que deciden dejarlo todo atrás lo hacen porque no tienen esperanza, ilusión, futuro.

Creo que cualquier persona con un poco de sensibilidad, corazón, alma, se puede imaginar qué tuvieron que sentir esas personas cuando el 6 de febrero, tras haber intentado pasar por tierra la frontera entre Marruecos y España en Ceuta, decidieron lanzarse al mar y llegar nadando a territorio español y mientras intentaban llegar a nado a la orilla verse rodeados por disparos de la Guardia Civil, que en vez de socorrer a estas personas usaron contra ellas material antidisturbios (hecho confirmado por el Ministro del Interior, y negado por el director de la Guardia Civil), sin lugar a dudas siguiendo órdenes de mandos superiores. Seguro que cualquier persona normal puede imaginarse cómo debe ser morir sintiendo angustia, miedo, terror y frío, porque el agua del Mediterráneo en invierno y a las 8:00 de la mañana está bastante fría.

Muy pocos estómago, decencia, y escrúpulos han demostrado tener aquellas personas que se supone deben asegurar el buen funcionamiento de este país, desde el Ministro del Interior, hasta el más raso de los diputados del PP que han tenido la suficiente desfachatez para salir corriendo a defender a capa y espada a la Guardia Civil (que iba armada con pistolas de pelotas de goma) e ignorar a las los 15 seres humanos que habían perdido la vida de manera tan triste. Pero quien en este suceso ha mostrado una actitud más prepotente y altiva, ha sido el director de la Guardia Civil (por cierto amigo íntimo de Rajoy, así que olvidémonos de dimisiones o ceses); como digo la actitud de este señor me ha resultado repulsiva y sobre todo miserable, porque hay que ser miserable para decir que las ONGs debería preocuparse más de los agentes de la Guardia Civil heridos cada vez que hay una manifestación o un altercado y menos por otros asuntos, entiendo que por otros asuntos se refiere claramente a los 15 seres humanos que han perdido la vida intentando encontrar un futro para ellos (traducido a la jerga fachosa del PP los 15 negratas de mierda que vienen a España a robar y delinquir).

No me gustaría frivolizar sobre un tema que me parece muy serio y de suma gravedad. Sé que la inmigración ilegal no debería ser un problema único de España, Italia, o los países del sur de Europa; sé que la Unión Europea debería implicarse mucho más de lo que lo hace, no solo dotando a los países que más inmigración recibimos con más medios, sino luchando de manera activa en los países de origen de todos estos inmigrantes donde la mafias se enriquecen a costa de arriesgar las vidas de seres humanos vendiéndoles la ilusión de un futuro mejor. Sin embargo la Unión Europea, aunque se implicara más, nunca sería culpable de que desde algún mando superior de la Guardia Civil se decidiera usar material antidisturbios directamente sobre personas indefensas y desarmadas que intentan llegar a tierra nadando, dando como resultado la muerte de 15 de ellas. La responsabilidad de estas trágicas muertes recae sobre el Gobierno de España, y sobre los responsables últimos de los agentes de la Guardia Civil, como son su Director General y el Ministro del Interior, pero teniendo en cuenta que ambos dos parecen salidos de una foto en blanco y negro de los años 60, los años más fascistas de la dictadura franquista, pues es lógico que no vaya a haber ninguna dimisión ni ningún cese. Esto es España; en cualquier país decente, no sólo estas personas habrían asumido responsabilidades sin que nadie se las pidiera, sino que la sociedad estaría clamando por que se asumieran responsabilidades por tamaña tragedia.

Otro asunto lamentable relacionado con esta tragedia es el leve y sutil tratamiento informativo que ha tenido en los informativos de TVE, la televisión pública de todos. No es novedad que el PP, que controla la televisión en todas y cada una de las comunidades en las que gobierna, haya manipulado los informativos de TVE, desde que cambió a todo el equipo directivo del ente RTVE, se ha venido observando un descenso más que notable en la calidad informativa y en el nivel de frivolidad que a veces se muestra en los informativos dando más trascendencia a “noticias” absurdas más propias de TeleCinco, que a noticias y sucesos de interés general. Como no podía ser menos, en este asunto la cobertura de TVE ha sido tan sutil que casi se citaba en los informativos de manera casual y sin ganas de profundizar en la información como queriendo que la noticia pasara pronto y que la gente no se diera ni cuenta de ella. Se han dedicado más minutos a analizar el partido de Champions del FC Barcelona que a interesarse por la muerte de 15 seres humanos en las aguas del Estrecho de Gibraltar.

Antes de acabar también me gustaría reseñar la miseria moral y ética de nuestra clase política, y hablo por parte de los dos partidos principales de este país, aunque por haber ocurrido gobernando la derechona, ha sido el PP el que más ha mostrado esa poca altura moral. Y es que estoy más que seguro que si en vez de que hubieran muerto 15 inmigrantes ilegales negros, estas muertes hubieran sido de cadetes españoles del ejército del aire muertos en un atentado terrorista, por poner un ejemplo, la situación hubiera sido más que diferente. En primer lugar el PP hubiera sacado a pasear ese espíritu patriota que tan interiorizado tiene y se hubiera puesto en punta de lanza para honrar a los caídos por España; y en segundo lugar, el PP estaría anunciando con suma celeridad una investigación exhaustiva para coger a los responsables de la matanza. No quiero que se me malinterprete por esto último que he dicho: para mí ambos sucesos serían igual de trágicos, y ambos merecerían la misma respuesta por parte de nuestras autoridades. Pero para el PP, los cadetes muertos serían víctimas honrosas que merecerían todos los honores que el Estado puede otorgar; mientras que los 15 inmigrantes muertos no son más que muertos de tercera clase. Por otro lado, siempre que pasa algún suceso de este tipo, en el que el PP muestra se verdadera cara, el PSOE siempre intenta sacar tajada diciendo que son ellos los únicos que se preocupan de verdad por las personas más desfavorecidas. Y es en este momento cuando empieza la batalla del “y tú más”, que por cierto ya cansa.

Para acabar simplemente me gustaría pedir a quien tenga en su mano hacer algo, que lo haga. Que estos dramas derivados de la inmigración se acaben, no solo en España sino también en otros países del sur de Europa como Italia o Grecia. Pido que los países europeos se impliquen en solucionar un problema muy complejo como es la inmigración, que depende de muchas variables y cuya solución no se puede alcanzar luchando de manera individual. Las personas que arriesgan su vida metiéndose en pateras atestadas y peligrosas, que intentan cruzar una frontera saltando una valla o en los bajos de un camión, no vienen a Europa a delinquir, vienen a buscar un futuro que se les niega desde que nacen y que les venden las mafias al otro lado de nuestras fronteras. De verdad intentemos presionar a la casta política de este país para que se involucren más en este asunto y no se vuelvan a producir este tipo de tragedias, y que no vuelva a morir ni una persona más por intentar encontrar un futuro. Espero también que la mentalidad de nuestros políticos cambie para que no vuelvan a tratar a estos muertos como muertos de tercera.


Caronte 

sábado, 15 de febrero de 2014

Decepcionado con Capote y su "A sangre fría"

Es muy complicado leer una obra consagrada por la crítica internacional y los lectores, y quedarte con un mal sabor de boca después de ello. Esto mismo es lo que me ha pasado con “A sangre fría”, de Truman Capote. Tenía muchas ganas de leerme este libro por lo que todo el mundo decía de él: que si era una obra maestra de su género, que si trataba con mucha profundidad temas bastante espinosos, etc. Da la casualidad que un día dándome una vuelta con unos amigos por la Cuesta del Mollano, cerca de Atocha en Madrid, en uno de sus numerosos puestos de libros de segunda mano, rebuscando entre las cajas atestadas de libros que los libreros tienen expuestas al aire libre, me di de bruces con una edición de este libro del Círculo de Lectores del 1972, y además a muy buen precio 1,50 €. Sin pensármelo dos veces lo compré, ya que estaba en mi lista de libros pendientes.

A sangre fría” es uno de esos libros que llaman tanto la atención entre el público que pronto se convierten en clásicos de la literatura. Por otro lado esta obra de Capote es especial, ya que no es simplemente una novela al uso, “A sangre fría” es un relato real, muy bien documentado de un trágico y traumático hecho que ocurrió en los EE.UU., concretamente en la ciudad de Holcomb en el estado de Kansas en el año 1959. Este fatídico hecho fue el asesinato de cuatro miembros de una misma familia, los Clutter dos adultos y dos de sus cuatro hijos, en su propia casa, por parte de dos individuos que no tuvieron ningún reparo en cometer estos crímenes tan atroces. En su día este asesinato tuvo muchísima repercusión en la sociedad americana, y Truman Capote y la escritora Harper Lee decidieron ir hasta Kansas para poder realizar una crónica detallada de cuanto sucedió. Para realizar dicho trabajo se tuvieron que ganar la confianza de la sociedad de Holcomb y alrededores, cosa que no fue fácil, así como entrevistarse en numerosas ocasiones con los dos asesinos que cometieron el crimen y con los agentes de policía encargados de la investigación del mismo.

He de decir que como trabajo de investigación periodístico, “A sangre fría” es un magnífico ejemplo de crónica exhaustiva y bien hecha, pero a mí no me ha terminado de convencer. Quizá ha sido así por la traducción de esta edición, que desde mi punto de vista es pésima, pero este libro no me ha terminado de convencer, no me ha llegado, no veo la obra maestra por ningún lado. “A sangre fría” está estructurada en cuatro partes. En una primera en la que se narra cómo fueron las últimas horas de los Clutter y se retrata a los cuatro miembros asesinados de esta familia, profundizando bastante en su personalidad y forma de ser. En esta primera parte también se presenta a los dos asesinos, Dick y Perry, y se narra su viaje hasta la casa de los Clutter y cómo sucede el terrible crimen. La segunda parte narra la reacción de Holcomb al conocer lo sucedido con los Clutter, así como la investigación policial, y los pocos avances que se producen en la misma por falta de pistas; en esta parte la narración se centra en los perfiles personales de los asesinos, en su pasado. En la tercera parte se narra cómo se logra dar caza a los dos asesinos, mientras que en la cuarta y última parte se cuenta la estancia en la cárcel, el juicio y la ejecución de los mismos.

Mi opinión sobre “A sangre fría” es bastante clara: me ha decepcionado. Si tengo que destacar alguna parte creo que lo mejor del libro se da en la segunda y cuarta parte, donde la narración es bastante más viva y ágil y la historia se desarrolla en un único escenario. En estas dos partes, Capote saca a pasear su maestría narrativa y despliega un amplísimo conjunto de recursos literarios para novelar una cruda realidad, un suceso terrible y duro; no hay que olvidar que todo el libro está escrito en tercera persona lo que hace que el autor tenga que cuidarse mucho de poner opiniones personales. Por su parte la primera parte del libro, en la que se introduce toda la historia, y se narra la vida de los Clutter y el viaje de los asesinos hasta Holcomb, se hace muy pesada. Ha habido momentos, durante mi lectura del libro, en que pensé en dejarlo porque se me estaba haciendo tedioso, en parte por la traca de lugares, personas, nombres que iban apareciendo sin darme un respiro para poder asimilar todo lo que estaba leyendo. Es probable también, como antes he dicho, que la traducción haya influido en mi opinión sobre esta primera parte; pero creo que aún así, esta parte es más que saltable. Tras esta primera parte lenta y tediosa, llegó la segunda, más ágil y fácil de leer, con la que la narración ganó en intensidad y ritmo. Pero esto duró poco porque en la tercera parte se para en seco el ritmo y volvemos a una narración (o traducción) farragosa e interminable, en lo que lo único que quieres es que llegue un punto y aparte para dejar de leer un rato. Por suerte la última parte del libro recupero la intensidad narrativa y Capote culmina la narración de manera extraordinaria con unos monólogos tan profundos como interesantes, de lo mejor del libro.

No dudo que “A sangre fría” sea una de las grandes novelas del siglo XX, o al menos, una referencia en su género. Sin embargo yo he quedado bastante decepcionado, me esperaba algo más; quizá en unos años vuelva a coger este libro y a releérmelo, aunque muy probablemente escoja una mejor traducción o incluso su versión original, en cierto modo para averiguar si el libro es en realidad como me ha parecido en este primera lectura o en verdad es una obra maestra. Truman Capote siempre fue una figura atractiva, por su forma de ser, por sus crónicas periodísticas, y por novelas como “Desayuno en Tiffany’s”, y ha inspirado numerosos libros y películas sobre su vida (como la que le dio el Oscar a Philip Seymour Hoffman, recientemente fallecido, por su magistral interpretación de Capote); pero a mí Capote no me ha terminado de gustar. Quizá mis gustos deban madurar algo más con el tiempo y dentro de unos años y unas cuantas docenas de libros pueda apreciar esta obra.


Caronte

viernes, 14 de febrero de 2014

14 de febrero

14 de febrero, cuadragésimo quinto día del año, no creo que a nadie se le escape el santo cuya onomástica se celebra hoy: San Valentín. En España será uno de los pocos santos cuyo día se sabe casi todo el mundo, junto con San José (19 de marzo), San Fermín (7 de julio) y Santiago (25 de Julio). Este día 14 de febrero es desde hace ya muchas décadas un día consagrado por excelencia a ensalzar el consumismo del amor y de la pareja. Grandes y pequeños comercios, bares, restaurantes, discotecas, hoteles, casas rurales; todo tipo de establecimientos que vendan u ofrezcan algún tipo de mercancía de consumo, preparan la semana del 14 de febrero como si de la semana de Reyes se tratara, y bombardean las retinas de todos con publicidad destinada no solo a las parejas sino a cualquiera que pase por delante de los escaparates de las tiendas o de las fachadas de los bares y restaurantes. En fin el 14 de febrero es un día señalado en el calendario de todos: de los que lo celebran, de los que creen que es un día más, de aquellas personas que lo odian.

Yo creo que el 14 de febrero no es un día más del calendario, y no es porque tenga pareja o este enamorado, que por desgracia no es mi caso, sino porque este día para bien o para mal no deja indiferente a nadie. Hay parejas que están enamoradas y que aprovechan este día para hacer lo que harían cualquier otro día del año, pero aprovechan el merchandising sanvalentinesco y tienen un detalle el uno con el otro algo más curioso y, también hay que decirlo, más moña. Para estas parejas San Valentín no es más que un día en el que van a demostrarse su amor como lo harían el 20 de mayo (San Baudilio), el 8 de julio (Santa Priscila) o el 18 de noviembre (San Odón), pero con la salvedad de que por ser San Valentín el patrón de los enamorados, como he dicho tendrán un detalle algo más hortera, moña y divertido que de costumbre. Algo similar pasa en la festividad de San Jorge (Sant Jordi), en algunas zonas de España cuando en las parejas, ellos regalan una rosa y ellas un libro. Luego hay personas que, aun teniendo pareja, se hacen las independientes, las anti-fiestas-masivas, y se enclaustran en su casa durante este día y, desde mi punto de vista, haciendo un gran ejercicio de cinismo dicen que durante el mismo no hacen nada con sus parejas porque para ellos no es un día especial. Hay otro grupo de personas a demás, para las que este día no trae buenos pensamientos o vibraciones y prefieren alejarse todo lo posible de las preparaciones y celebraciones que el mundo hace durante los días previos al 14 de febrero.

Para mí el 14 de febrero es, sinceramente, una fecha mala. Mala porque no tengo pareja ni estoy enamorado, y por tanto, me gusten las celebraciones de San Valentín o no, no puedo compartir este día con nadie a quien amar, ni que me ame. Es cierto que considerar este día como uno clave en la pareja a lo largo del año, es demasiada exageración, y aquellas parejas que así lo consideren, desde mi punto de vista, o son muy jóvenes e inmaduras, o no saben valorar lo que tienen día a día y por eso tienen que aprovechar el 14 de febrero para mostrar sus “sentimientos”. A pesar de que pueda sonar como un tópico, creo que en una pareja todos los días deberían ser importantes y todos los días se debería valorar qué significa tener pareja. Es posible que esté muy equivocado, teniendo en cuenta que ni tengo ni he tenido nunca pareja, pero creo que tener a alguien, a quien te encuentras por el mundo, que sabes que te ama, para quien eres la persona más importante sobre la faz de la tierra, para quien tus problemas son sus problemas; tener a alguien con quien compartir inquietudes, preocupaciones y problemas, a quien poder amar; tener a alguien que sabes que no te va a fallar es algo que tendría que valorarse día a día, y no únicamente, y de manera más acusada, un simlpe día al año.

Los 14 de febrero son días en los que solo tengo ganas de escuchar a Sabina (en general lo escucho cuando estoy más bajo de ánimos de lo normal), canciones como Calle melancolía, La canción más hermosa del mundo; son días en los que prefiero estar solo, no hacer nada, no pensar, solo imaginar, soñar; son días, por qué no decirlo, tristes y melancólicos. Los 14 de febrero son días en los que me gustaría tener pareja, para al menos poder decir con conocimiento si San Valentín es una moñada o no; pero no la tengo, y por lo tanto tengo que aguantar a todas aquellas personas que sí la tienen y para los que este día sí es un poco diferente, ya sea porque lo celebren o porque no. Y me gustaría tener pareja en San Valentín para incluso no celebrarlo porque para mi pareja y para mí fuera un día más en nuestra relación, como lo serían el 13 o el 15 de febrero. No soy de esas personas que en San Valentín critican a todas las personas que lo celebran, ni me molesta que muestren su amor y que durante los días previos en todos los sitios nos ataquen con publicidad sobre “El día de los enamorados”. No, no me molesta; no creo que a nadie le haga mal una celebración como San Valentín, aunque a día de hoy sea meramente un reclamo comercial. Hoy mismo por ejemplo el metro con el que he llegado a la Universidad estaba completamente forrado con publicidad del perfume “Amor, amor”, bueno completamente forrado no, el vagón en el que yo iba, ha dado la casualidad (o quizá no) que era el único que no llevaba esa publicidad. En cierto modo envidio a aquellas parejas que pueden celebrar este día, o no hacerlo, por el mero hecho de que estas personas pueden decidir o no hacer algo.

A aquellos que dicen que no celebran San Valentín porque no es más que un producto creado por las grandes superficies comerciales, les digo que tienen razón, que es verdad, que es absurdo tener un día para celebrar el amor con tu pareja, porque todos los días deberían ser así. Por otra parte a aquellos que dicen que San Valentín es el día más importante para ellos y sus parejas, les digo que entonces su relación no es una pareja, simplemente salen con una persona con la que se acuestan de vez en cuando, y nada más; porque si el 14 de febrero es el día más importante en su relación, en ella no hay amor, y no puede considerarse una pareja.

Puede que el 14 de febrero, San Valentín, el “Día de los enamorados”, no sea más que un producto comercial muy bien explotado, sobre todo, por los departamentos de marketing de las grandes superficies, destinado únicamente a ampliar las ganancias de cualquier tipo de negocio. También es seguro que lo que en San Valentín se vende como amor, en el fondo no lo es del todo, ya que el amor es sentirte en otra persona, verte reflejado en los ojos y la mirada de una mujer, o de un hombre, saber que sin esa persona a la que amas la vida está menos viva, y tiene algo menos de sentido. Es muy posible también, que solo haya escrito tópicos sobre este día; y es seguro que lo que escribo lo he hecho imaginándome qué es el amor porque de momento no he podido experimentarlo en mi propio corazón, aunque espero poder hacerlo algún día.

¡¡¡¡¡¡¡Feliz cuadragésimo quinto día del año!!!!!!!..........o no.


Caronte.

martes, 11 de febrero de 2014

Días de esos

Hoy Madrid se ha levantado sin ganas de despertarse. Hoy el día se ha despertado gris, frío, lluvioso y ventoso. Hoy el día se ha vestido con sus mejores galas de invierno. Pero qué esperemos que pase en pleno mes de febrero, en pleno invierno. Hoy es uno de esos días en que el gris del cielo se ha colado en mi alma, en lo más profundo de mi ser; el frío ha congelado mis ánimos; el viento ha traído recuerdos tristes y que ya estaban casi olvidados; y la lluvia ha hecho que estos recuerdos volvieran a estar vivos y presentes en mi mente. Si hubiera tenido un aviso de que hoy el día iba a jugarme esta pasada, no me hubiera levantado, para qué.


Hoy es uno de esos días en que me pregunto si de verdad estoy haciendo lo que quiero con mi vida, y como ya dije en otro post, si las decisiones que han jalonado mi vida hasta el momento han sido acertadas o no. Esta mañana en la universidad, entre clase y clase, mis pies casi sin yo quererlo me han acercado hasta una de las pocas ventanas al exterior que tiene mi escuela, y desde allí, he podido ver llover. La lluvia me ha hipnotizado, como lo pueden hacer las piernas de una chica, la sonrisa de tu pareja, o la inmensidad del cielo estrellado en una noche rasa de verano. He estado un rato parado delante de la ventana, mirando los edificios del complejo presidencial de La Moncloa, los pinos de la Dehesa de la Villa, intentando entrever las colinas más allá, pero imposibles de divisar debido a las nubes y la bruma invernal. Estando ahí parado me han venido a la cabeza muchos recuerdos, buenos, malos, nostálgicos, perdidos e irrecuperables. En ese momento he sabido que el humor del día se había apoderado de mi alma. Hoy es uno de esos días en los que uno se dedica a poner patas arriba su vida, a echarse en cara las decisiones tomadas y las decisiones que dejó de tomar por cobarde. Hoy es uno de esos días en los que me pongo a revisar todo lo que he hecho en mi vida, lo bueno y lo malo, y es entonces cuando me doy cuenta que si pudiera volver atrás un par de años habría algunas cosas que cambiaría, y otras que viviría mejor.

Mientras escribo esto estoy escuchando al maestro de maestros, a Sabina. En días como hoy es el único que me escucha, y que hasta me entiende. Escuchar sus letras me hace darme cuenta de que la vida está para vivirla, y para hacerlo con ganas; que toda experiencia es buena, incluso aquellas que te hacen daño, o con las que te has equivocado. Las canciones de Sabina son perfectas para días grises, en los que aprovechas para hacer balance. He intentado ponerme a estudiar, a hacer algo de lo que tengo pendiente de la universidad y de la academia de francés, pero me ha sido imposible. Hoy no es un día en que mi corazón me deje hacer lo que mi mente de dice. Hoy solo me vienen a la mente los problemas personales que siguen latentes en mí, aquellos que más daño han hecho y que, de vez en cuando, siguen machacándome como un martillo pilón que intenta clavar algo en un suelo rocoso. Las cuestiones más importantes en mi vida son las que tiene que ver con las personas, y en especial con las personas a las que quiero, mi familia y mis amigos. Por suerte mi familia siempre ha estado y está ahí para todo. No son problemas familiares los que en días como hoy vienen a mi mente, como los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras del Cuento de Navidad de Dickens. No.

Los fantasmas que acuden a mí en días grises como hoy tienen que ver con aquellas personas a las que quiero, y que no forman parte de mi familia: mis amigos. Mientras veo como se va apagando la luz grisácea con la que hoy nos ha deleitado el día desde la ventana de mi habitación, me echo en cara la actitud que he tenido con algunos de esos amigos, en particular con tres de ellos que siempre han estado ahí, en momentos buenos y sobre todo en momentos difíciles durante mi paso por la universidad. Por querer más de lo que se merecía otra persona, a quien casi desde que le conocí consideré, intenté tratar (algo que quizá no siempre conseguí) y quise como a un hermano, desatendí y desprecié a esas otras personas que sí han demostrado siempre que merecían y merecen la pena. Por suerte, me di cuenta de esta situación, y pude revertirla. Ahora son a estas personas, que siempre estuvieron ahí, a las que no cambiaría por nada; por suerte son a estas personas, y a un par de ellas más a las que con el tiempo he redescubierto, a las que quiero y a las que creo puedo llamar amigos. No puedo evitar, sin embargo, que a veces como hoy ha ocurrido me invada la nostalgia y la melancolía y esos fantasmas se me vuelvan a aparecer y me invadan los remordimientos y la culpa por no haber tratado y querido como amigos a esas personas que siempre se preocuparon por mí. Tampoco puedo evitar que me vengan a la cabeza momentos buenos que pasé con aquél al que un día tanto quise, como a un hermano, y tenga la esperanza de al menos poder volver a dirigirle la palabra, pero pronto estos sentimientos mutan, y recuerdo el daño que en un momento malo de mi vida siento que me causó y pienso que toda aquella “amistad” fue falsa, y que en el fondo nunca existió por su parte, esto hace que lo único que quiera es no saber absolutamente nada de aquella persona.

Sin embargo, no todos los días son como este, grises y fríos. Por suerte en este país, la mayor parte de los días son soleados y por tanto alegres. Y los fantasmas y las preocupaciones, que en días grises vagan con total libertad por el mundo, tienen muchas más dificultades para entrar en los corazones de las personas, aunque hay veces que también lo consiguen.

Hoy es uno de esos días que si no pasaran, no se notaría. Hoy es uno de esos días que sólo quiero escuchar la música de Sabina, para poder aprender de él, que sabe más de la vida que yo, o de la familia Strauss, para dejarme llevar por sus melodías y poder volar por encima de las nubes para poder ver que el gris siempre está compuesto por blancura, para ver que el Sol siempre sale, aunque hoy no se haya pasado por Madrid a saludad, para poder sentirme libre en vez de enclaustrado en esta Escuela de Caminos, que hoy se ha mimetizado con el gris de las nubes y de mi ser. Hoy es uno de esos días en los que yo no soy yo.


Caronte.

sábado, 8 de febrero de 2014

La Gran Estafa Americana

Para hacer la crítica de “La Gran Estafa Americana­­­­ he tenido que dejarla reposar en mis meninges unos días para poder digerirla perfectamente y escribir una crítica lo más objetiva posible. Esta película era una de las más esperadas de este año y es una de las favoritas a los Premios Oscar del próximo 3 de marzo. Debido a estas grandes expectativas tanto por parte del público como de la crítica he preferido no dejarme guiar por la primera impresión que me dio la película en el cine. Hace ya unos días que la vi, y “La Gran Estafa Americana” me sigue pareciendo un pequeño caos.

He de decir que cumple con la mayor parte de las expectativas que había levantado, aunque también es verdad que desde mi punto de vista a la película le sobran algunos diálogos innecesarios que hacen que en ocasiones se haga un poco pesada y larga. El director de la cinta, David O. Russell, vuelve a demostrar que le ha pillado el tranquillo a Hollywood y a esto de dirigir y con esta película ya lleva tres nominaciones a los Oscar a mejor dirección desde 2010. En “La Gran Estafa Americana” vuelve a repetir parte del reparto de sus anteriores películas, como Jennifer Lawrence y Bradley Cooper (“El lado bueno de las cosas”), y Amy Adams y Christian Bale (“The Figther”). Estos cuatro actores conforman un reparto más que excepcional y en el fondo son los que hacen que esta película haya sido tan esperada y aclamada. Hay que destacar que O. Russell ha conseguido, con esta película, que nominen a los cuatro actores para los Oscar, teniendo Jennifer Lawrence muchas opciones de ganar su segunda estatuilla.

En el plano interpretativo me gustaría destacar la actuación de Christian Bale (el actor de la última trilogía de Batman, y que ya ganó el Oscar por “The Figther”) que borda su papel de estafador profesional tanto en el ámbito de los negocios como en el privado. Además su cambio físico para interpretar a este personaje es impresionante: ha pasado de ser un “tío bueno macizorro “, hablando mal y pronto, a ser un señor gordo con una panza digna del mejor Sancho. Hace unos años este cambio físico tan radical le hubiera casi servido en bandeja de plata un Oscar, pero este año la cosa está bastante reñida. Sin lugar a dudas, para mí, el personaje más histriónico de la película es el que interpreta Bale, y a su vez el que más me ha gustado y al que mas me he creído. Por su parte Bradley Cooper, digno ganador del Oscar con “El lado bueno de las cosas” donde hizo un papel muy convincente, en esta ocasión le he visto demasiado sobreactuado, como intentando caer bien, dándole un toque cómico a su personaje que lo único que consiguió es que me cansara de él. Por parte del elenco femenino de actrices, Amy Adams hace un muy buen papel, sólido y convincente, probablemente es el personaje más creíble de toda la película; y Jennifer Lawrence, que ya ganó su primer Oscar con “El lado bueno de las cosas” y que puede repetir este año, hace un papel que para mi gusto está demasiado forzado y rebuscado, y en el fondo no le veo demasiado sentido, esto no quita para que sea el personaje más divertido de toda la película, y Jennifer Lawrence lo hace muy bien, aunque no está para Oscar. Como apunte adicional al reparto hay que decir que hay una aparición estelar durante la película, una especie de cameo que nadie se espera, por parte de Robert de Niro, que como siempre es una delicia verle actuar, aunque en este caso sean escasos 10 minutos.

Como ya he apuntado, el desarrollo de la película me ha parecido caótica, no te llegas a perder, porque está bastante bien contada a pesar de los flashbacks que se permite hacer O. Russell para presentarnos la vida de los dos principales protagonistas (Bale y Adams). Es por esta razón sobre todo, por la que pienso que la película se hace más larga de lo deseable, teniendo en cuenta que algunas regresiones al pasado son bastante innecesarias. Además hay diálogos sobre todo en los primeros cuarenta minutos, que me da sensación de que o los guionistas o el director no supieron calibrar su impacto en la película, porque hacen que el principio de la misma resulto tedioso y casi difícil de aguantar. Una vez planteada la historia de los personajes principales, e incorporados los secundarios (Cooper y Lawrence), la película se anima, y empieza a avanzar a mayor ritmo dándole vida a los personajes y levantando los ánimos de los espectadores. Aunque la película va cogiendo ritmo hasta el final, David O. Russell, de manera exótica e inexplicable, por decir algo, se permite en algunos momentos pararlo en seco, meter un diálogo como los del principio de la película, y volver a retomar el ritmo frenético que termina por imponerse en la película. El ritmo que O. Russell logra imprimir a la película, lo consigue gracias en gran parte a la magnífica banda sonora (no original) de la misma, por los estrafalarios trajes y vestidos que visten los personajes, por el ambiente en el que se empiezan a mover éstos, por el choque entre la mujer y la amante de protagonista (Lawrence, Adams y Bale, respectivamente), por las escenas tan inesperadas que el espectador va viendo pasar por la pantalla, etc.

La combinación de todo esto, como ya he dicho, me resultó un pequeño caos. Caos porque, aparentemente no hay un orden a la hora de contar la historia, caos a la hora de presentar a los personajes, caos por la interrupción del ritmo de la película con diálogos impertinentes. Dicho lo cual, también quiero añadir que en el ámbito interpretativo “La Gran Estafa Americana” es muy buena, tiene grandes actores jóvenes que van cogiendo el relevo de los viejos, y que en el fondo son las futuras caras del cine. La historia también es interesante, ya que en parte es real, y muestra la corrupción desde un punto de vista algo más cómico, que es de agradecer. Lo único que no me gustó de “La Gran Estafa Americana” es su principio, que me resultó cargante y duro de aguantar, los cambios de ritmo injustificados que hace O. Russell, y la sensación de película caótica que te deja en el cuerpo. Si alguien quiere ir a verla que lo haga, se lo recomiendo, aunque yo saliera a medias, más que nada porque es una de las grandes favoritas para los Oscar de este año, aunque sinceramente una vez vista no creo que vaya a ser la triunfadora. Hasta la próxima.


Caronte.

jueves, 6 de febrero de 2014

Novela negra "made in Spain"

El último libro que me he terminado de leer, hace unos días, “Memento mori” ha sido una más que grata sorpresa. La verdad es que conozco pocas obras de novela negra/policíaca de autores españoles, no es un género que en España se haya explotado habitualmente. La razón de esto está, según mi punto de vista, en nuestra personalidad, somos un país luminoso, alegre, fiestero, lleno de gente que busca alegrías en los libros o descubrimiento personal, aprendizaje sobre la vida; y aunque la novela negra puede tener, y de hecho tiene, todo esto último que he dicho, los escritores españoles parece que han preferido tirar por otros caminos. Que conste que con esto no digo que en España no haya grandes novelistas de novela negra como Lorenzo Silva, Francisco González Ledesma, Alicia Giménez Bartlett, o Eduardo Mendoza (en este caso de manera más estrambótica); sino que no tenemos tanta tradición como en otros países como Inglaterra, Irlanda, EE.UU., o países nórdicos donde gusta más este tipo de novela, y de donde son los grandes autores de este peculiar y adictivo género.

Como he apuntado al principio “Memento mori” ha sido un grandísimo descubrimiento, y por ello doy las gracias al diario El País, ya que fue gracias a una de sus colecciones veraniegas como conseguí este libro. Para no mentir la verdad es que no esperaba gran cosa de este libro por varias razones, algunas ya expuestas como que en España no tenemos mucha tradición de este tipo de literatura, pero también porque su autor César Pérez Gellida, era un total desconocido para mí y además “Memento mori” era su primera novela. Pero bueno, olvidé todos estos prejuicios y empecé a leerlo. Aquí empezaron a llegar las sorpresas.

La primera sorpresa que me encontré fue la inusual localización de la novela: Valladolid. Inusual no porque Valladolid no sea adecuada para una novela negra, sino porque según la poca experiencia que tengo en novela negra, éstas se suelen desarrollar en grandes ciudades muy conocidas tanto dentro como fuera de los países de origen de las novelas. La verdad es que César Pérez Gellida conoce y describe Valladolid de manera impecable, tanto que incluso yo, que sólo he tenido la oportunidad de visitar la ciudad en una ocasión y en pleno verano, me he sentido tele-transportado hasta la antigua capital de España. La segunda sorpresa que te encuentras nada más empezar, es la primera escena, vivida directamente desde el punto de vista del asesino de la novela, en este caso Augusto Ledesma. Esto fue algo nuevo para mí ya que en todas las novelas negras que me he leído hasta la fecha, la identidad del asesino siempre ha sido uno de los secretos mejor guardados, y en esta sin embargo se te presenta en el primer capítulo. Algo muy original y creo que innovador.

Las siguientes sorpresas se van descubriendo a lo largo del libro, y tienen mucho que ver con los personajes. Estos personajes están simplemente ligeramente perfilados pero cualquier lector podrá relacionar a cada personaje con una persona que conozca porque, y esta es otra diferencia de esta novela respecto de otras, son personajes normales. Bueno esto no es todo cierto, hay un personaje que, para mi gusto, destaca por encima del resto y ese es Carapocha. Sin embargo Carapocha no es el personaje principal de la novela, este papel recae en Ramiro Sancho. El primero es un personaje tan, tan peculiar que es imposible que no despierte simpatía en el lector: sus historias sobre Rusia y la KGB, sobre la Stasi, sus amplios conocimientos sobre asesinos en serie, su sentido del humor, su ironía. No se queda atrás el inspector Sancho que da buena réplica a Carapocha en la novela. Sin embargo Carapocha guarda una de las sorpresas más desconcertantes de la novela, pero esa la dejo para que la descubran aquellos que se sumerjan en las páginas de este libro.

César Perez Gellida junta en esta novela además varios elementos que me han parecido magníficos e innovadores. Uno de ellos es la música. Este libro, aunque parezca chocante tiene banda sonora, a lo largo de toda la novela se suceden nombres de cantantes, grupos, canciones, e incluso alguna estrofa de éstas últimas está reproducida en sus páginas. Esta banda sonora es además la del asesino, la que escucha para prepararse para sus crímenes y para relajarse tras haberlos perpetrado. Algo macabro sí. Pura novela negra. Otro de los elementos más característicos de esta novela, y que le da un carácter diferente al resto, es la firma que el asesino deja en todos sus crímenes: una poesía. Para quien esté acostumbrado a la novela negra, este tipo de firma del asesinato puede resultar, cuanto menos, inusual; para mí es simplemente genial. También es genial el desconcertante uso de “alter egos” de la novela, Pílades y Orestes, que sólo se va entreviendo al final de la misma y que otra vez vuelve a dejar al lector con la boca abierta.

En el ámbito más personal, el principio de la novela a mí me pareció un poco lioso, algo complicado, sin embargo pasados los tres primeros capítulos empieza a coger un ritmo bastante ágil que no decaerá hasta el final. Durante el desarrollo de la novela aparecen multitud de personajes y enlaces con el pasado, necesarios para conocer el presente, que forman una trama bastante bien urdida y llevada, cosa que creo es muy difícil, y que creo que es de admirar en César Pérez Gellida, siendo “Memento mori” su primera novela. Otra cosa buena de la novela que quiero apuntar es la relación de personales que se da al principio de la misma y que debido a que son muchos, es de agradecer tener un sitio donde saber quién es quién.

Por acabar, simplemente decir que “Memento mori” me ha proporcionado un grato descubrimiento y buenos momentos de lectura en el metro. Había momentos de la novela en los que no quería soltarla. Me dar las gracias al autor esta novela, y animarle a que siga inventado historias tan cinematográficas como esta, ya que la historia que se cuenta en las páginas de este libro podría perfectamente haber sido el guión de un par de capítulos de una serie de TV, de CSI o Mentes Criminales. Sin embargo, y aunque me haya gustado bastante, he de reconocer que todavía está lejos de los grandes autores del géneros como John Connolly, Petros Markaris, o Philip Kerr. Aun así “Memento mori” es una novela admirable por su calidad, teniendo en cuenta que es el desvirgamiento del autor en la escritura, una de las artes más complicadas e inaccesibles para el común de los mortales. Espero que si alguno se anima a leerla la disfrute y se enganche al género negro que es uno de los más fascinantes que existen.


Caronte.