El último libro
que me he terminado de leer, hace unos días, “Memento mori” ha sido una más que grata sorpresa. La verdad
es que conozco pocas obras de novela negra/policíaca de autores españoles, no
es un género que en España se haya explotado habitualmente. La razón de esto
está, según mi punto de vista, en nuestra personalidad, somos un país luminoso,
alegre, fiestero, lleno de gente que busca alegrías en los libros o descubrimiento
personal, aprendizaje sobre la vida; y aunque la novela negra puede tener, y de
hecho tiene, todo esto último que he dicho, los escritores españoles parece que
han preferido tirar por otros caminos. Que conste que con esto no digo que en
España no haya grandes novelistas de novela negra como Lorenzo Silva, Francisco
González Ledesma, Alicia Giménez Bartlett, o Eduardo Mendoza (en este caso de
manera más estrambótica); sino que no tenemos tanta tradición como en otros
países como Inglaterra, Irlanda, EE.UU., o países nórdicos donde gusta más este
tipo de novela, y de donde son los grandes autores de este peculiar y adictivo
género.
Como he apuntado
al principio “Memento mori” ha
sido un grandísimo descubrimiento, y por ello doy las gracias al diario El
País, ya que fue gracias a una de sus colecciones veraniegas como conseguí este
libro. Para no mentir la verdad es que no esperaba gran cosa de este libro por
varias razones, algunas ya expuestas como que en España no tenemos mucha tradición
de este tipo de literatura, pero también porque su autor César Pérez Gellida,
era un total desconocido para mí y además “Memento
mori” era su primera novela. Pero bueno, olvidé todos estos prejuicios
y empecé a leerlo. Aquí empezaron a llegar las sorpresas.
La primera sorpresa
que me encontré fue la inusual localización de la novela: Valladolid. Inusual
no porque Valladolid no sea adecuada para una novela negra, sino porque según
la poca experiencia que tengo en novela negra, éstas se suelen desarrollar en
grandes ciudades muy conocidas tanto dentro como fuera de los países de origen
de las novelas. La verdad es que César Pérez Gellida conoce y describe
Valladolid de manera impecable, tanto que incluso yo, que sólo he tenido la
oportunidad de visitar la ciudad en una ocasión y en pleno verano, me he
sentido tele-transportado hasta la antigua capital de España. La segunda
sorpresa que te encuentras nada más empezar, es la primera escena, vivida
directamente desde el punto de vista del asesino de la novela, en este caso Augusto Ledesma. Esto fue algo nuevo
para mí ya que en todas las novelas negras que me he leído hasta la fecha, la
identidad del asesino siempre ha sido uno de los secretos mejor guardados, y en
esta sin embargo se te presenta en el primer capítulo. Algo muy original y creo
que innovador.
Las siguientes
sorpresas se van descubriendo a lo largo del libro, y tienen mucho que ver con
los personajes. Estos personajes están simplemente ligeramente perfilados pero
cualquier lector podrá relacionar a cada personaje con una persona que conozca
porque, y esta es otra diferencia de esta novela respecto de otras, son
personajes normales. Bueno esto no es todo cierto, hay un personaje que, para
mi gusto, destaca por encima del resto y ese es Carapocha. Sin embargo Carapocha no es el personaje principal de la
novela, este papel recae en Ramiro Sancho.
El primero es un personaje tan, tan peculiar que es imposible que no despierte
simpatía en el lector: sus historias sobre Rusia y la KGB, sobre la Stasi, sus
amplios conocimientos sobre asesinos en serie, su sentido del humor, su ironía.
No se queda atrás el inspector Sancho que da buena réplica a Carapocha en la
novela. Sin embargo Carapocha guarda una de las sorpresas más desconcertantes
de la novela, pero esa la dejo para que la descubran aquellos que se sumerjan
en las páginas de este libro.
César Perez
Gellida junta en esta novela además varios elementos que me han parecido magníficos
e innovadores. Uno de ellos es la música. Este libro, aunque parezca chocante
tiene banda sonora, a lo largo de toda la novela se suceden nombres de
cantantes, grupos, canciones, e incluso alguna estrofa de éstas últimas está
reproducida en sus páginas. Esta banda sonora es además la del asesino, la que
escucha para prepararse para sus crímenes y para relajarse tras haberlos
perpetrado. Algo macabro sí. Pura novela negra. Otro de los elementos más característicos
de esta novela, y que le da un carácter diferente al resto, es la firma que el
asesino deja en todos sus crímenes: una poesía. Para quien esté acostumbrado a
la novela negra, este tipo de firma del asesinato puede resultar, cuanto menos,
inusual; para mí es simplemente genial. También es genial el desconcertante uso
de “alter egos” de la novela, Pílades
y Orestes, que sólo se va entreviendo
al final de la misma y que otra vez vuelve a dejar al lector con la boca
abierta.
En el ámbito más
personal, el principio de la novela a mí me pareció un poco lioso, algo
complicado, sin embargo pasados los tres primeros capítulos empieza a coger un
ritmo bastante ágil que no decaerá hasta el final. Durante el desarrollo de la
novela aparecen multitud de personajes y enlaces con el pasado, necesarios para
conocer el presente, que forman una trama bastante bien urdida y llevada, cosa
que creo es muy difícil, y que creo que es de admirar en César Pérez Gellida,
siendo “Memento mori” su
primera novela. Otra cosa buena de la novela que quiero apuntar es la relación de
personales que se da al principio de la misma y que debido a que son muchos, es
de agradecer tener un sitio donde saber quién es quién.
Por acabar,
simplemente decir que “Memento mori”
me ha proporcionado un grato descubrimiento y buenos momentos de lectura en el
metro. Había momentos de la novela en los que no quería soltarla. Me dar las
gracias al autor esta novela, y animarle a que siga inventado historias tan cinematográficas
como esta, ya que la historia que se cuenta en las páginas de este libro podría
perfectamente haber sido el guión de un par de capítulos de una serie de TV, de
CSI o Mentes Criminales. Sin embargo, y aunque me haya gustado bastante, he de
reconocer que todavía está lejos de los grandes autores del géneros como John
Connolly, Petros Markaris, o Philip Kerr. Aun así “Memento mori” es una novela admirable por su calidad,
teniendo en cuenta que es el desvirgamiento del autor en la escritura, una de
las artes más complicadas e inaccesibles para el común de los mortales. Espero
que si alguno se anima a leerla la disfrute y se enganche al género negro que
es uno de los más fascinantes que existen.
Caronte.
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