martes, 28 de enero de 2014

Prosa con mayúsculas

Hace un año más o menos, en mi tarea casi rutinaria de investigar en librerías e internet posibles títulos literarios que leer, me topé con este. No suelo ser muy amigo de los premios literarios que todos los años se conceden en España, ya que últimamente la mayoría de ellos están, digámoslo así, edulcorados, y casi nunca los títulos premiados tienen la calidad suficiente como para merecer galardones que en su día tuvieron reconocido prestigio. Sin embargo, me pareció muy curioso y hasta la fecha desconocido hasta mí que hubiese un premio literario llamado “Café Gijón”, esto fue lo primero que me llamo la atención. Una vez descubierto este premio me puse a mirar qué libros y autores habían sido premiados con este premio. No conocía a ninguno, y me dije empezamos muy bien. Mirando los títulos premiados me fijé especialmente en este “El Palacio Azul de los Ingenieros Belgas”, cuyo título me pareció de lo mas inusual y raro que había visto nunca, y sin embargo me llamó poderosamente la atención. El título me pedía a gritos que me interesara más por él, y así lo hice. Me costó muchos meses encontrar un ejemplar en las librerías, cosa que supongo tienen esos libros que son buenos pero no muy conocidos por no tener una mega campaña de promoción detrás. Cuando di con él estaba con otros libros y tenía otras lecturas pendientes, por lo que muy a mi pesar pasó a lista de espera.

En “El Palacio Azul de los Ingenieros Belgas” puse muchas expectativas, tenía muchas ganas de leerlo, esperaba mucho de él. Me lo terminé ayer, una semana me han durado sus más de trescientas páginas. Nunca antes un libro, no sólo cumplía con las expectativas que tenía de él sino que las superaba de manera tan amplia como lo ha hecho este. Esta novela, o mejor dicho este “novelón”, es mucho más que mera literatura, es un magnífico ejercicio de escritura, en el que su autor Fulgencio Argüelles demuestra que es un grandísimo narrador y que posee una prosa que solo unos pocos autores son capaces de imitar. Lo que este libro me ha hecho experimentar hacía tiempo que no lo vivía y sentía. Esta novela hace que te sumerjas en la misma historia, que la estés viviendo como un personaje más que habita el palacio azul de los belgas. Soy un lector de vagón de metro, es donde más horas de lectura echo, y había días que los túneles, la gente, el ruido y el traqueteo del vagón desaparecían por completo y daban paso al verde valle del norte de España, a las minas de carbón, al pueblecito y al palacio de los belgas donde se desarrolla la historia de la novela.

El título de esta novela es a la vez tan genérico y a primera vista simple, como misterioso y sugerente. Nos invita a descubrir este edificio, donde una vez dentro conoceremos a las dos familias de ingenieros belgas que lo habitan, así como a los sirvientes de las mismas. El protagonista y narrador de esta historia es Nalo un joven entusiasta de la vida que pierde a su padre en la mina y que gracias a su abuelo entra a trabajar como ayudante de jardinero en el Palacio, bajo las ordenes y enseñanza de Eneka. La novela, narra el camino de descubrimientos vitales que sigue Nalo. En este camino Nalo descubrirá el amor gracias a tres mujeres: su hermana, la hija de uno de los ingenieros belgas y la ayudante de la cocinera del palacio azul; descubrirá también la sabiduría y el deseo por saber más y más sobre la vida; descubrirá como los acontecimientos y los momentos que se viven a lo largo de la vida no son simples sino que entrañan otros acontecimientos; descubrirá como un momento pueden ser varios momentos a la vez; descubrirá también la sinrazón del ser humano y que éste es capaz de lo mejor y lo peor.

Hilando con la coloridad que le da al libro su título, diré que en las páginas de este libro se pasará por todas las gamas de tonalidad del azul, iremos desde un azul muy vivo, alegre, dinámico; hasta un azul mezclado con gris casi imperceptible, un azul que ha perdido parte de su vida debido al paso del tiempo debido al paso de la propia vida. Esta novela no es de un único personaje, sino de muchos, todos ellos pasan por la vida de Nalo y dejan parte de ellos en él: Eneka el jardinero, que le enseñara todo lo que sabe de las plantas y las flores, pero también de la vida y de esa mariposa que todo alguna vez sentimos dentro de nosotros y que Nalo tendrá que saber encontrar; Cosme, el abuelo, el señor de los silencios al principio de la novela, pero que en el ambiente revolucionario de la misma acaba por despertar de su letargo y se pone a construir su utopía como un loco; Lucía, la hermana de Nalo, la musa Caliope para Eneka, una mujer tomada por loca por no seguir los convencionalismos sociales, por amar la poesía y creer en el amor; la señorita Julia, ayudanta de la cocinera del palacio azul; Alipio, Basilio el ruso, las familias belgas. Todos estos personajes cuentan, y tienen algo que decir; todos son parte de Nalo y todos ayudan a que este descubra la vida.

Esta novela trata del amor, de la vida, y de las revoluciones que se viven a lo largo de nuestra existencia. Revoluciones no solo físicas, como las revoluciones que en la última parte del libro harán que se tambalee todo el mundo de Nalo, y haga temblar las columnas del palacio azul; sino también revoluciones internas en cada uno de los personales que les llevarán a tomar decisiones que harán que sus vidas tomen uno u otro camino, que será complicadas de tomar y ante las cuales no siempre es fácil responder. Este libro emana también mucha sensualidad y amor; puedo decir sin equivocarme que las escenas de amor y pasión que hay en el libro son de las más bellas y profundas que he leído nunca.

Fulgencio Argüelles ha creado con esta novela un mundo íntimo, en el que uno se embulle inmediatamente cuando empieza a leerla, y del que a veces es muy complicado salir. He de advertir que esta no es una novela fácil de leer a simple vista, debido a que si uno ojea sus páginas no encontrará diálogos, no porque no los haya sino porque Argüelles urde una magnífica prosa en la que embebe los diálogos y los hace formar parte de un todo-uno de un elemento compacto como es este libro. Pero esta impresión de “mazacote” queda totalmente disipada una vez comenzamos a leer, y se empiezan a suceder las historias y la vida de los personajes, las imágenes coloridas del palacio azul, los amores y desamores, los sabios refranes de la abuela Angustias.

En definitiva, quien quiera saber más de la historia de “El Palacio Azul de los Ingenieros Belgas” que lea esta preciosa novela, una de las pocas, como ya he dicho, que han superado con creces las expectativas que puse en ella antes de leerla. Con este novelón se demuestra el enorme talento que tienen algunos autores de este país y que no siempre es valorado por el público en general, porque así como el Palacio Azul es un misterio para la mayoría de los personajes de la novela, este libro pasará también pasará inadvertido para la mayoría de los lectores que preferirán best sellers en vez de calidad. Espero que si alguno se topa alguna vez con este libro lo disfrute tanto como yo.


Caronte

domingo, 26 de enero de 2014

La ladrona de Libros

La primera película que he ido al cine a ver este 2014 ha sido “La ladrona de libros”, y por tanto la primera crítica cinematográfica que voy a hacer en este blog va a ser de esta película. En primer lugar quiero decir que soy una persona a la que le gusta el cine, y en particular me gusta ver películas en el cine, pero la verdad es que a lo largo del año voy menos veces de las que me gustaría, ya sea por falta de tiempo o por escasez de películas que realmente me apetezca ver. En los últimos años he tenido la inmensa suerte de ir más al cine ya que en la universidad he conocido a algunos amigos a los que también les gusta más o menos el mismo tipo de películas que a mí.

Para ir al cine a ver una película me fijo en tres factores: que salgan actores a los que admiro sea cual sea la faceta interpretativa que tengan que hacer; que la película la dirija uno de los directores que me gustan; y por último que la temática de la película sean quienes sean los actores y el director me llame la atención, y en este último aspecto no pongo reparos a priori a ningún género. “La ladrona de libros” fue una película de cuya existencia me enteré después de las nominaciones a los Premios Oscar, nominaciones que siempre suelo seguir para ir pensando quienes pueden ser los ganadores y echar la porra que organizan en mi Escuela. En particular descubrí esta película y la añadí a mi lista de películas que quería ver, debido al compositor de su banda sonora: John Williams, el más grande de todos los compositores que ha visto el cine, y que con 48 nominaciones y 5 Oscar es toda una leyenda. Una vez descubierta la película vi el tráiler, y descubrí que uno de sus protagonistas era Geoffey Rush, uno de mis actores favoritos desde “Piratas del Caribe”, donde su hilarante interpretación del capitán Barbosa daba perfecta respuesta a la de Johnny Deep.

Por tanto tenía dos razones de peso para ir a ver “La ladrona de libros”. He de decir que posteriormente me enteré de que era una adaptación de un libro best seller, cosa que en principio no tiene porqué ser mala, ahí quedará para la posteridad “El Señor de los Anillos”. Luego con todos estos ingredientes fui a ver la película con muchas expectativas, quizá algo malo pero bueno. He de decir que estas expectativas no llegaron a cumplirse en todas las dos horas que dura la película. No se me hizo pesada pero durante toda la película estuve esperando algo que la hiciera brillar, algo que justificara mis expectativas, pero nada, no llegó nada de lo que yo esperaba. La película es interesante sí, pero nada del otro mundo, está muy dirigida a niños pequeños, a familias, es como un gran cuento, con una gran moraleja, pero no llega a profundizar en algunos temas que trata.

Una vez vista la película creo que me voy a leer el libro, si tengo tiempo, un día de estos, para ver si es que la película es una mala adaptación y le falta fondo y sustancia en la manera de contar la historia, o es que el mismo libro es igual de vago y superficial en el análisis de los principales temas que trata como lo es la película. En el plano de las interpretaciones, la verdad es que solo sobresale la pequeña actriz protagonista que es la única que parece que disfrutó rodando la película, ni Emily Watson, ni Geoffrey Rush, los protagonistas adultos de la película tienen su actuación más brillante, a mí no me transmitieron nada, me quedé frío, respuesta nula que dirían los médicos. En lo relativo a John Williams y su banda sonora, supongo que su nominación al Oscar es por cumplir una tradición y para dar algo de prestigio este año a la categoría, porque yo no he oído la banda sonora, comparada con otros trabajos suyos en los que ha hecho verdaderas obras maestras (“Parque Jurásico”, “Stars Wars”, “E.T.”, etc.), este trabajo no debería tener casi ni consideración de banda sonora; y digo esto sintiendo una grandísima admiración por John Williams, y sin que este ejemplo vaya a emborronar mi imagen de él.

La verdad sea dicha, salí un poco defraudado de ver esta película, pero es lo que puede pasar si te creas una serie de expectativas que durante la película no se confirman, pero es el riesgo que se tiene. Esto no quiere decir que la película sea un bodrio absoluto, como en su día me pareció “The Artist”, la película está bien para ir a verla en familia, con niños, para jóvenes adolescentes; es una película que termina conmoviendo a cualquiera con sentimientos, he de reconocer que yo al final de la película terminé emocionándome y con un nudo en la garganta. Pero no es una película que quiera volver a ver la verdad, no es de las que me va a dejar un buen recuerdo, vamos que no me voy a acordar de ella a no ser que relea esta crítica. Es una pena que saliera con esta sensación del cine, habida cuenta que sus protagonistas son grandes actores consagrados y como he dicho Geoffrey Rush es para mí uno de mis preferidos, pero en esta ocasión la verdad es que no logra sacarme esa admiración que otras películas suyas me han sacado.

Lo único positivo de mi primera visita al cine de este año ha sido poder volver a ver una sala de cine llena de gente, pero llena de verdad, sin exagerar; familias enteras, parejas, grupos de amigos, gente sola como yo; tan llena estaba la sala que antes de empezar la película durante la publicidad previa y los tráilers  lo único que se oía era a la gente masticar y comer palomitas, alucinante. Esto es algo que llevaba tiempo sin ver, y quizá quiera decir que las cosas van un poco mejor para la gente y se anima a ir al cine, o simplemente que la película ha sido estrenada hace solo una semana, y todavía es novedad. Pero me da igual la razón, la buena noticia es que el cine estaba lleno, y parece que a la gente que fue conmigo a ver la película le gustó porque al terminar hubo algunos aplausos, es cierto que fueron, pero fueron aplausos a fin de cuentas.

Aquí concluyo esta primera crítica de cine, espero poder hacer más, lo que querrá decir que he ido más veces al cine este año. Ya tengo echado el ojo a varias películas que se van a ir estrenando a lo largo de este 2014, y de las cuales si la universidad me deja tiempo, y si no también, iré escribiendo alguna reseña con el sabor de boca que me hayan dejado que espero sea mejor que el que me ha dejado “La ladrona de libros”. He de advertir también que no me considero un gran conocedor del mundo del cine y que tengo mi propio criterio de elección de películas y un gusto muy diverso con respecto a las mismas, dicho queda; que nadie busque en estas críticas algo que no sea una opinión personal porque no lo va a encontrar, si alguien quiere buen criterio que se apunte a alguna asociación de cine que seguro ahí hay gente con mejor gusto. Hasta la próxima.


Caronte

Toledo (Parte III)

Hoy voy a concluir este viaje particular y especial por Toledo, guiado por mis recuerdos de todas las visitas que he realizado a esta histórica ciudad. No por ser la última parte de este viaje, es la menos importante, porque si me pedís mi opinión los lugares de los que me toca hablar hoy son para mí los que más me gustan de Toledo porque es ellos vamos a hacer un viaje por el tiempo y recorreremos las tres culturas que en su día convivieron en esta magnífica parte de la geografía española.

Recuerdo que nos quedamos en la Puerta del Cambrón, en el oeste de la ciudad, muy lejos ya de la Catedral, el Alcázar, o Zocodover, en lo que  hace siglo sería una periferia, alejada de los centros de poder, un suburbio podríamos decir. Pero no todos los suburbios tienen al lado uno de los mejores ejemplos de arquitectura gótica isabelina de España. Me refiero al Monasterio de San Juan de los Reyes, mandado construir por los Reyes Católicos en el año 1477. Entrando por la Puerta del Cambrón, el Monasterio se yergue ante nosotros con toda majestuosidad, y muestra su gran esplendor como si hubiera sido acabado ayer; si bien es cierto que su imagen exterior podría llegar a pasar desapercibida, sobre todo desde dentro de las murallas, no pasa lo mismo si se admira desde fuera de las mismas. Desde la otra orilla del río, fuera de las murallas, la nave de su iglesia resalta por encima de cualquier otro edificio con sus pináculos y parece que llama nuestra atención y nos anima a entrar y visitarla. Pero la verdadera belleza de San Juan de los Reyes reside en su interior: desde el mismo momento en que ponemos un pie en su iglesia, nuestra vista se dirige hacia el techo a admirar su altura, sus columnas y la blancura de la piedra con la que está construida; pero no es San Juan no es solo su iglesia, también es su magnífico claustro de dos pisos. Un último apunte antes de seguir nuestro camino, en la fachada de la iglesia que da a la Puerta del Cambrón, se puede admirar unas cadenas colgadas que en su día pertenecieron a presos liberados por los Reyes Católicos.


Hacemos un pequeño alto en nuestro recorrido normal por la ciudad, para ir a ver uno de los monumentos más importantes de Toledo, desde el que se tiene una visión diferente de la ciudad. Aconsejo al visitante curioso que descienda hacia el río Tajo por unas escaleras que hay detrás de San Juan y se deje llevar por su intuición hasta alcanzar el Puente de San Martín, antaño una de las vías de salida y acceso a la ciudad, uno de los dos únicos pasos medievales que había sobre el Tajo. Desde este magnífico puente, hoy en día usado únicamente por peatones, se tiene una vista inmejorable del abrazo apasionado que el Tajo da a Toledo. El puente está jalonado por dos grandes torres que lo enmarcan y le dan su carácter. Para los amantes de la fotografía, en este puente se obtiene una de las fotografías más típicas de Toledo, con San Juan al fondo.

Volviendo sobre nuestros pasos hasta San Juan y dejando atrás este Monasterio, el más bonito de Toledo para mí, y encaminamos nuestro pasos siguiendo la fachada del mismo, pasando por el ábside y las dependencias monásticas, y enfilamos la calle de los Reyes Católicos. Cada vez que he caminado por esta calle, de casas bajas y muy bien conservadas y jardines tapiados, siempre ha invadido mi alma una especie de calma, de tranquilidad, inducida quizá por la cantidad de tesoros que guarda. El primero que nos encontramos al poco de dejar atrás San Juan, es un lugar algo escondido a primera vista: la Sinagoga de Santa María la Blanca. Como ya dije en esta ciudad convivieron en paz durante siglos cristianos, musulmanes y judíos, y todos ellos tenían sus lugares de vida y culto religioso, y esta sinagoga es ejemplo de esto último. Para poder admirar este magnífico templo hay que atravesar una tapia, tras la cual tenemos un pequeño jardín con unos árboles tan altos que parece que quieren ocultar este tesoro y guardarlo para sí. Santa María la Blanca fue construida en 1180 y sirvió a los judíos hasta 1390 cuando se les expropió y pasó a manos de la Iglesia Católica, otra muestra más de la intolerancia religiosa y supremacía que ha tenido siempre la Iglesia en este país. Recuerdo que la primera vez que pasé a Santa María la Blanca, tuve la sensación de cambiar de país, de viajar lejos, a oriente, a otra cultura, a otro momento de la historia; sus arcos de herradura son una de las cosas más bellas que se pueden ver en Toledo.

Una vez admirada la belleza de esta sinagoga, nuestro paso deben continuar por la calle de los Reyes Católicos hasta llegar a su final, donde nos recibe un amplio parque con vistas al desfiladero del Tajo. En este parque uno puede hacer descansar a sus pies, cosa que éstos agradecerán porque a partir de aquí la ciudad vuelve a subir; pero también debemos hacer descansar a nuestra alma después de tanta belleza e intentar hacer hueco a todo lo que nos queda. Lo primero es otro edificio vestigio de los judíos, como es la Sinagoga del Tránsito, situada justo al final o al principio, como se quiera mirar, de la calle de los Reyes Católicos. Si Santa María la Blanca nos dejó estupefactos, esta no puede más que ser admirada con tremenda humildad por sus visitantes, cuyos cuellos sufrirán para admirar el magnífico artesonado mudéjar del techo, y el trabajo de yesería de sus paredes. Esta sinagoga alberga el Museo Sefardí de Toledo, en el que se puede intentar comprender el modo de vida de los judíos españoles.

Justo al lado de la Sinagoga del Tránsito está la Casa-Museo del Greco, uno de los pintores más importantes de la historia de la pintura, cuyos cuadros han inspirado a muchas generaciones de pintores, y son reconocibles a simple vista. En todas las ocasiones que he estado a la Ciudad Imperial, este museo siempre ha estado en obras, pero éstas ya se han acabado, y este año 2014, con motivo del cuarto centenario de la muerte de este magnífico toledano de adopción, el museo vuelve a abrir sus puertas, así que vuelvo a tener un motivo más que justificado para volver. Toledo aparte de ser el Alcázar, la Catedral y el Tajo, es el Greco; y a su vez El Greco es Toledo. Cerca de su casa-museo, en la parroquia de Santo Tomé, se encuentra una de sus obras más importantes, famosas y conocidas en el mundo: El entierro del Conde de Orgaz. Este cuadro es de gran tamaño y es una de las obras pictóricas más complejas realizadas por El Greco, llena de detalles algunos de ellos muy complejos de ejecutar, y simbolismo. Es muy recomendable entrar al menos una vez a admirar esta obra maestra de la pintura universal.

Tras haber visto este cuadro, parte de la historia de la pintura, entramos en la calle de Santo Tome, llena de tiendas de todo tipo de recuerdos de esta ciudad, en especial de espadas, mazapanes, y objetos de damasquinado, objetos y productos, resultado de las más antiguas tradiciones y oficios de esta ciudad. Es fácil imaginarse esta calle hace siglos, llena de vida, de voces y olores precedentes de las diversas tiendas y puestos, casi como ahora, pero sin turistas orientales que caminan en manadas. Ya estamos acabando nuestro periplo por Toledo, por su historia, por sus calles. Pero antes de terminar, me gustaría hablar de otro edificio muy singular como es la Mezquita del Cristo de la Luz. Es muy posible que el simple nombre de este edificio cause confusión, ¿cómo se puede llamar una mezquita, lugar de culto musulmán, con el nombre cristiano de Cristo? La respuesta se obtiene simplemente pensando dónde nos encontramos, Toledo, en esta ciudad vivieron las tres principales culturas monoteístas durante siglos, como ya he indicado, y las tres dejaron su legado en forma de edificios, cultura, comidas y tradiciones, aunque al final se impusiera el cristianismo. Este pequeño pero magnífico edificio data del año 999. Hace más de mil años que fue construido, y es de los pocos vestigios musulmanes que quedan en esta ciudad. Gracias a varias fundaciones ha sido recientemente restaurado y hoy en día se puede volver a admirar su belleza. Para llegar a este edificio desde donde estábamos hay que cruzarse prácticamente toda la ciudad, debemos pasar por delante de la Iglesia de San Ildefonso, y continuar callejeando por calles no más anchas que una abertura de brazos, hasta casi salirse de la ciudad, ya que la mezquita se encuentra pegada al segundo nivel de murallas, muy cerca de la Puerta del Sol.

Aquí podría acabar nuestra visita a esta pequeña y a la vez enorme ciudad como es Toledo. Sin embargo hay algo que quien de verdad se haya quedado prendado de esta ciudad debe hacer antes de abandonarla, como es admirarla una vez más desde la distancia, con una perspectiva general de su conjunto histórico-artístico monumental. Un amante de la belleza en todas sus representaciones debe llevar sus pasos hasta el mirador de la ciudad, para ello lo más cómodo es coger un coche, seguir la carretera que bordea al Tajo, e ir admirando el perfil de esta ciudad. Cualquier punto de esta carretera es bueno para obtener una vista general de la ciudad, pero el mejor es cuando Alcázar, Catedral e Iglesia de San Ildefonso nos miren directamente desde la otra orilla. Desde este mirador se puede contemplar toda la magnanimidad y plenitud de esta ciudad, se puede ver su historia, imaginar el poder que guardó en un tiempo ya lejano, pretérito. Contemplar de esta vista al atardecer es doblemente hermoso: una vez hermoso por la propia ciudad de Toledo, y dos veces hermoso por el sol, por los últimos rayos de luz del día, aquellos que pueden hacernos temer que no vuelvan a salir, aquellos que nos hacen desear que vuelva a amanecer para vivir. Desde este mirador Toledo se alza ante nosotros como una Reina antigua, como una corona de tres puntas: la Catedral, el Alcázar y San Ildefonso.


Aquí me despido de Toledo, bueno en realidad nunca me he despedido porque siempre sé que voy a volver. Volveré seguro para poder seguir contemplando su belleza, para poder seguir sintiendo que camino por calles que han vivido mucha historia. Volveré, con mis amigos y algún día seguro que también con mi pareja. Volveré y seguiré disfrutando de esta ciudad, de Toledo y de su gente. Espero que no haya sido muy pesado en estos tres capítulos sobre Toledo, y mis impresiones sobre la ciudad. Yo siempre que he estado he disfrutado mucho de esta ciudad, y tengo muy buenos recuerdos de ella y de la mayoría de la gente con la que la he visitado en estos años; aunque también hay recuerdos amargos, recuerdos que en su día fueron muy dulces pero que el tiempo y la vida han cambiado su sabor.

Solo deseo que todo el mundo que vaya a Toledo se quede con las ganas de volver, o que al menos siempre le quede un recuerdo grato de esta parte de España y su historia. Desde aquí doy las gracias a todas las personas que alguna vez han estado conmigo en Toledo, y que han hecho posible que pueda recordar tan bien cada rincón de esta ciudad.


Caronte

sábado, 18 de enero de 2014

Toledo (Parte II)

Toledo es en gran parte su Alcázar, pero también mucho más. Toledo también es el Tajo. El Tajo, que abraza a la ciudad, la guarda, la protege. Ese río Tajo que nace en los Montes Universales, y va a morir al Atlántico en Lisboa. Pero mientras el Tajo vive, ama a la ciudad de Toledo; y ese amor se materializa con el abrazo que le da. Y al Tajo se asoma el Alcázar, sin dirigimos nuestros pasos hacia la parte trasera de éste nos encontramos con un parque desde el cual tenemos unas vistas increíbles del río y de la Academia de Infantería, que desde la otra orilla se enfrenta en duelo singular al Alcázar. Desde este mismo parque también podemos ver el Castillo de San Servando, magnifica construcción que data del siglo XI.

Pero volvamos a la plaza de Zocodover, y desde ahí encaminemos nuestros pasos hacia la calle del Comercio. A partir de aquí empezaremos a descubrir ese Toledo, mágico, histórico, misterioso. Esta calle nos conducirá de manera más o menos directa a la Catedral, sin embargo por aquí no nos encontraremos con ella de frente, sino que habrá un momento en el que su torre de aguja ya nos señale su posición y con un simple ejercicio de orientación, casi sin quererlo, llegaremos hasta su fachada. Pero antes nos encontraremos una especie de callejón, la calle Chapinería que da a la entrada del Reloj de la Catedral, sitio por el cual se accede de manera general a la misma. Quien haya visitado Toledo pero no haya entrado en su Catedral, ha perdido el tiempo.

La Catedral de Toledo es sin duda alguna uno de los templos cristianos más imponentes de cuantos hay en España; además tiene la consideración honorífica de Catedral Primada, título que en la Edad Media hacía de esta diócesis la más importante de España, y por tanto la más poderosa y rica. Diócesis en la que todos los religiosos con ambición querían sentarse. Se dice que la Diócesis de Toledo es la más rica del mundo después únicamente de la de Roma. Esto no es de extrañar si nos damos una vuelta por el interior de la Catedral. Quien adentre sus pasos en la ella podrá contemplar una de las obras góticas más hermosas que hay en Europa, terminada en 1493 pero comenzada a construir en 1226. Al igual que el Alcázar, la catedral de Toledo no solo es hermosa per se, sino por los innumerables tesoros que guarda. Uno de los elementos que a mí en su día más me impresionó fue el transparente situado detrás del altar y formado por un impresionante grupo escultórico barroco capaz de dejar sin aliento a cualquiera. Mención aparte tiene la Custodia, una impresionante obra de orfebrería que en Corpus Christi sale a desfilar por la engalanadas calles de Toledo, en una de las escenas y fiestas más bonitas y de mayor devoción de España.

De la catedral se sale por la puerta de los leones y torciendo a la derecha vamos hacia la plaza del Ayuntamiento, que es también la de la Catedral. Esta plaza es prácticamente el centro geográfico del Toledo amurallado, y su aspecto no ha cambiado en siglos. Podemos imaginarnos a la gente poderosa de la ciudad caminar por ella, a judíos, cristianos, a comerciantes vendiendo sus productos. Esta plaza está jalonada por tres grandes edificios: la ya citada Catedral, el Ayuntamiento y el Palacio Arzobispal. Catedral y Ayuntamiento enfrentan sus fachadas, como ocurre en la mayor parte de los pueblos españoles, el poder civil y el divino frente a frente. Para los que conozcan Madrid el edificio del Ayuntamiento de Toledo se les asemejará bastante al viejo edificio del Ayuntamiento de Madrid en la Plaza de la Villa; y es que ambos son muy parecidos. Por cierto para aquellos a los que les guste la fotografía el mejor sitio para retratar la Catedral y poder captar toda su magnitud y belleza, el mejor sitio es debajo del Ayuntamiento, y la mejor hora del día como ocurre con todas las catedrales debido a su disposición es pasado el medio día, cuando su hermosa fachada asimétrica está completamente iluminada por el sol.

Saliendo de la plaza del ayuntamiento justo por la calle de enfrente de la catedral, podemos encaminarnos por callejuelas laberínticas hacia la Iglesia de San Ildefonso. Esta iglesia con aires de catedral se alza en una pequeña plaza de la cual parece querer salirse para encontrar más espacio y que se la puede contemplar mejor. Después de la Catedral, esta es probablemente una de las iglesias más grandes de Toledo, y también una de las más impresionantes por sus dos torres gemelas que se alzan por encima de los tejados, y desde las cuales se tiene una de las mejores perspectivas de la ciudad, en especial de la propia Catedral, con la que parece mantener una silenciosa rivalidad. Rivalidad por el hecho de que la Iglesia de San Ildefonso es la sede de los jesuitas en Toledo, y no debe ser desconocido para nadie que jesuitas y curia romana no siempre se han llevado bien que digamos.

Si nos alejamos de San Ildefonso en dirección hacia la derecha, las calles de Toledo empiezan a descender ligeramente. Nuestro camino por la historia se hará más sencillo. En la parte norte del centro de Toledo, en la cornisa elevada encima de la Puerta de Bisagra, se encuentra uno de los lugares más misteriosos de Toledo. Un lugar que perfectamente nos puede llevar varios siglos atrás, al XV o al XVI, a la época de mayor esplendor de España, a la época de los espadachines, pero también a una época oscura en la que el poder de la Iglesia era casi ilimitado. Estoy hablando de los cobertizos, calles muy estrechas algunas de las cuales techadas, en las que no caben tres personas dadas la mano. Calles que en invierno apenas ven la luz del sol. Calles que si de día son misteriosas, de noche llegan a ser incluso macabras. Calles en las que todo puede llegar a ser posible. Estas calles se articulan alrededor del Convento de Santo Domingo, y en alguna de ellas nos encontramos con travesaños de madera formando cruces, y hornacinas con imágenes de santos. Esta es una zona de Toledo en la que se escucha el silencio, en la que el viento habla, en la que tu cuerpo buscará el calor pero no lo encontrará.

Dejando atrás esta zona escalofriante, pero muy recomendable, ya que no suele tener muchos turistas, y en la que se huele la historia de Toledo, vamos a dirigirnos bordeando prácticamente la cornisa hacia otra de las puertas de entrada a la ciudad: la Puerta del Cambrón. El camino desde los cobertizos es casi recto y además cuesta abajo, más fácil de caminar después de haber pasado por la experiencia de los cobertizos. Este es buen punto para descansar, ya sea dentro de las murallas o fuera de las mismas y admirar esta puerta, que si bien queda siempre en segundo lugar si la comparamos con la de Bisagra, pero que tiene una historia nada desdeñable ya que su origen es musulmán, algo que no debe sorprender sabiendo donde estamos. A nivel personal, fue en esta puerta, más concretamente en un bar cercano a la misma, donde la primera vez que estuve en Toledo con amigos nos paramos a descansar y tomar algo para recuperar fuerzas. También es cierto que de las tres personas con las que tome algo allí, a día de hoy solo tengo relación con una de ellas, pero esta persona es una de mis mejores amigas, los demás supongo no merecían la pena.

La Puerta de Bisagra es buen sitio para poner otro punto y seguido a mi relato sobre Toledo. Estoy agotado después de caminar por toda la ciudad, por esas calles estrechas, laberínticas, empinadas. No penséis que queda poco, porque para el último capítulo he dejado la parte de la ciudad que a nivel personal más me gusta por la historia que guarda, por ser una zona de casas más bajas, y calles algo más anchas y por tanto más luminosas. Pero todo esto ya os lo contaré lo mejor que pueda en el siguiente capítulo.


Caronte.

jueves, 16 de enero de 2014

Toledo (Parte I)

Una de mis grandes aficiones es viajar, hacer turismo, y cada vez que tengo la ocasión intento buscar alguna escapada, ya sea de un día o de un fin de semana, para conocer sitios nuevos o redescubrir otros y admirarlos de manera diferente a como lo hice la primera vez que los visité. Además de vez en cuando, sobre todo cuando me agobia algún asunto, mi mente planea viajes y escapadas a lugares exóticos y lejanos. En estas escapadas mentales, siempre me imagino acompañado ya sea de mis mejores amigos (que no son muchos, cinco o seis, pero eso sí muy buenos), ya sea acompañado por mi pareja (en este caso mi mente si trabaja más porque no tengo).

Hoy me gustaría hablar de la última escapada que hice, en este caso acompañado de un par de esos buenos amigos y unos primos de uno de ellos. El destino de esa escapada fue la ciudad que desde que la visite por primera vez, ha sido a la que más he vuelto y a la que siempre me apetece volver: Toledo. Toledo una de las ciudades más mágicas de España. Una de las ciudades con historia de Europa. La ciudad que sin duda más sentimientos me inspira, tanto buenos como malos, de cuantas he visitado en mis 22 años de vida.

Cervantes dijo de Toledo: “Toledo, solar hispano, crisol de la raza íbera. Dichoso aquel que naciera español y toledano”, y es cierto. Toledo, la ciudad imperial, la ciudad de las tres culturas: cristiana, musulmana y judía. Toledo la Ciudad Imperial. Quien nazca en Toledo, nacerá en un lugar cuyo simple nombre inspira historia, poder, misterio, belleza.

Toledo tiene además uno de los perfiles más singulares, no solo de España, sino probablemente del mundo. Llegando desde Madrid, la orografía del terreno impide ver Toledo casi hasta el último momento, pero cuando aparece en el horizonte lo hace con verdadera fuerza, y se clava en tu retina y ahí se queda para siempre. Quien ve Toledo una vez no la olvidará nunca. Una vez te desvía en la autovía y entras en el municipio de Toledo, ya sabes que estás en un sitio especial. Pasas la plaza de toros y el magnífico Hospital de Tavera, sede del Archivo de la Nobleza, y ahí está la puerta principal de acceso a la ciudad, la Puerta de Bisagra, imponente, regia, imperial; que parece querer decir a cualquiera que se atreva a atravesarla, que a partir de su umbral descubrirá unas calles llenas de historia.

Traspasada la Puerta de Bisagra, nuestros pasos se encaminaran hacia una larga cuesta, como tantas otras que el viajero se encontrará en esta ciudad y que también son signo de distinción de Toledo y que marcan al turista. Esta larga cuesta pasa al lado de la Puerta del Sol, en esta no hay un reloj que marque el cambio de año como pasa en su homónima de Madrid, desde la cual hay una hermosa vista del primer nivel defensivo de la ciudad y de toda la parte baja de la misma. Y al final de la cuesta: Zocodover, que para es para los toledanos como Sol para los madrileños, un lugar de encuentro, lleno de vida, de turistas, de jóvenes y viejos. Zocodover siempre ha sido durante los siglos un lugar de mercado, de intercambio, de vida, de expresión popular. Además para mí Zocodover es el lugar que, cuando he ido con mis amigos, ha servido de punto de encuentro con nuestro anfitrión toledano.

Desde Zocodover se puede decidir hacia donde encaminar nuestros pasos, aunque la decisión no es sencilla. Quien quiera experimentar la grandeza del poder Real de España, sin duda deberá encaminarse hacia el Alcázar, quizá el buque insignia de esta magnífica ciudad. El Alcázar, que tantos momentos históricos ha vivido en primera persona, y que tanto ha sufrido en sus propias piedras las heridas de las guerras. El mismo edificio que durante el sinsentido y la sinrazón de la Guerra Civil sufrió uno de los asedios más duros y largos de la guerra, que se saldó con su casi total destrucción en el año 1936.

El Alcázar, sede actual de unos de los museos más importantes de Europa en su género, el Museo del Ejército. Anteriormente este museo se alojaba en el Salón del Reinos de Madrid, cerca del Museo del Prado. Sin embargo, y con buen criterio, hace años se decidió dar un uso más digno al Alcázar de Toledo y ya de paso restaurarlo completamente y a fondo, que languidecía añorando mejores tiempos pasados, y alojar en él al Museo del Ejército. Hace tres años que tuve la oportunidad de visitar dicho museo y por tanto el Alcázar, y he de decir que es realmente uno de los museo más interesantes que he visitado en mi vida, no solo por su contenido, sino por supuesto también por su continente. Recomiendo sinceramente su visita porque merece bastante la pena.

Y aquí acabo mi primera parte de Mi Visión de Toledo, en el Alcázar, probablemente el edificio más representativo de esta magnífica ciudad y el que le da a su bellísimo perfil uno de sus rasgos más potentes y significativos. El Alcázar. Toledo.


Caronte.

jueves, 9 de enero de 2014

Decisiones

¿Si pudiésemos elegir, decidiríamos nacer? ¿Y una vez que hemos nacido, podemos decidir sobre el destino de nuestra vida? Las decisiones son una parte esencial de nuestro desarrollo personal. Tenemos que decidir desde el momento en el que somos conscientes de nuestros actos; desde que podemos optar por diferentes opciones. Sin tomar decisiones no podemos vivir, es algo intrínseco al ser humano. Las decisiones traen consigo el acierto o el error; y sólo acertando y errando aprendemos a distinguir qué decisiones son buenas, o malas, a priori.

No estoy hablando de decisiones como qué desayuno hoy, si churros o tostadas; o qué me pongo para ir al teatro, o qué película voy a ver al cine. No. Las decisiones de las que estoy hablando son aquellas que van a modificar de manera sustancial nuestra vida y nuestra forma de ser; aquéllas que nos van a llevar por caminos largos, que pueden acabar o no en éxito; aquéllas que no se toman en unos minutos, sino que llevan un largo período de reflexión. Estas decisiones son aquellas que tienen que ver con nuestro futuro profesional, con la familia, con tu pareja, con tu futuro personal. Son decisiones que no son fáciles de tomar, y de las que nunca, hasta pasado mucho tiempo, vamos a estar seguros. A pesar de esto, si acertamos con ellas y nos llevan por buen camino, nos harán felices.

Saber tomar una decisión, y acertar con ella, es una combinación que muy pocas personas logran a lo largo de su vida. La mayoría de las personas, incluyéndome yo mismo, solo tomamos unas pocas decisiones acertadas a lo largo de nuestra existencia. La mayor parte de las decisiones que tomamos las personas durante nuestra vida no se pueden calificar de éxito completo, y lo más seguro es que una decisión que califiquemos de acertada en un principio, con el tiempo se convierta en fallida. De esto no nos damos cuenta hasta que la decisión que hemos tomado produce un fruto, a la vista del cual juzgamos.

Los seres humanos somos además muy inseguros casi siempre, sí es cierto que hay personas que están muy seguras y confían en sí mismas, o que se lo hacen. Nunca sabemos si la decisión que tomamos nos va a llevar por el buen camino. Yo por ejemplo, desde que acabé la enseñanza obligatoria tenía claro qué carrera universitaria quería estudiar, Ingeniería de Caminos, y todos mis profesores y personas que me conocían y sabían cómo era me animaban a ello diciéndome que podía hacer cualquier cosa. Terminado el bachillerato así lo hice, decidí meterme a estudiar "Caminos". El primer año fue tedioso, horrible; tuve que dedicar más horas a estudiar que las que había dedicado hasta entonces. Viendo que algunas asignaturas me iba a ser imposible aprobarlas sin ayuda, decidí apuntarme a una academia para que me enseñaran a aprobar esas asignaturas. Y las aprobé. La academia me ayudó a aprobar todo primero en septiembre, lo que implicó que casi no tuviese verano/vacaciones. Segundo fue casi igual de duro que primero, salvo por el echo de que no iba de nuevas y ya conocía como se las gastaban los profesores; también decidí apuntarme a la academia para sacar algunas asignaturas y, como pasó en primero, esto me ayudó a terminar de aprobar todo segundo en septiembre. Por segundo verano consecutivo tuve que estudiar gran parte de las vacaciones.

A medida que iban pasando los cursos, desde primero, me fui dando cuenta de que algo estaba fallando. Es cierto que aprobar la carrera, la aprobaba, con ayuda de academia pero aprobaba, luego el problema no estaba en que yo no pudiese con la carrera. No saber por qué no terminaba de ilusionarme con la carrera, sabiendo que la iba sacando aceptablemente bien; el ver cómo todas las personas que me conocían se asombraban de que llevara la carrera a "curso por año", y que eso a mi no me produjera orgullo alguno (sabiendo que a algunos amigos a los que quiero les estaba costando bastante sacar algunas asignaturas), hacía que me comiera mucho la cabeza.

Llegado cuarto curso, ya supe perfectamente qué me pasaba. Sinceramente, creo que lo he sabido desde siempre. En bachillerato, aunque se me daban bien todas las asignaturas, siempre destacaba en las de letras (Historia, Literatura y Filosofía), y éstas eran las que más me gustaban. Creo que siempre he sabido, aunque tuvieron que pasar cuatro años de universidad, que era alguien de letras, de humanidades, aunque los números siempre se me dieron bien. Me equivoqué a la hora de decidir qué carrera estudiar. Tomé una decisión fallida. Si pudiera volver al pasado, al momento de elegir qué carrera estudiar, las únicas dudas que tendría serían si estudiar Historia, Periodismo, o Ciencias Políticas.

Sin embargo, aunque la decisión que tomé fue errónea, y me ha llevado a pasar algunos momentos muy malos en la universidad (hay días que siguen siendo muy malos), no me arrepiento de ella. Gracias a mi error, si algún día tengo hijos, sabré decirles que tomen las decisiones que su corazón les diga; que aunque su razón les diga que quizá un camino sea mejor para su futuro, puede que la alternativa que propone el corazón les lleve a ser felices, y a encontrarse a gusto consigo mismos.

En mi caso, esta es una de las decisiones erróneas que he tomado en mi vida, no es la única pero creo que es bastante ilustrativa de cómo durante toda nuestra vida debemos enfrentarnos a la elección de un camino u otro. Las decisiones que tomamos nos llevan por caminos largos que parecen acertados, pero pueden acabar fallando (como ha sido mi caso). Sin embargo puede que la decisión que tomemos nos lleve a la felicidad. Sería bueno que todas las decisiones que tomáramos fueran acertadas, pero pensar esto sería de ilusos. De las decisiones, de si son acertadas o erróneas se aprende, y en el fondo esto es la vida: un largo camino de aprendizaje.

Caronte

sábado, 4 de enero de 2014

Año nuevo, vida.......la misma de siempre

Pues ya estamos en el año 2014. El Reloj de la Puerta del Sol cumplió como se esperaba; los cuartos produjeron las mismas equivocaciones de siempre y desde todos los rincones del planeta se enviaban los mismos deseos para el nuevo año. Pero estos buenos deseos duran lo que tarda en pasar el primero de enero; una vez llega el día 2, todo vuelve a la misma rutina y realidad del 30 de diciembre. El paréntesis de los días de Nochevieja y Año Nuevo se acaba rápido.

El día de Año Nuevo siempre se pasa muy rápido. Para algunos, como es mi caso, es un día de levantarse no muy tarde para ver en directo el concierto de Año Nuevo que da la Filarmónica de Viena; para otros es una prolongación de la noche de fin de año, ya que han estado de fiesta toda la noche celebrando el nuevo año. Yo nunca he pertenecido a este segundo grupo, he sido más "tradicional", y como cada año me levanté para ver el concierto de Año Nuevo, y la verdad es que mereció la pena. Este año el concierto estuvo bajo la batuta de Daniel Barenboim, y la verdad es que como uno de los grandes directores que está hecho no defraudó. El concierto ha sido uno de los mejores de los últimos años, con una elegancia y precisión a la hora de interpretar cada pieza que está al alcance de muy pocos directores y de casi ninguna orquesta. 

La verdad es que no hay mejor manera de empezar un nuevo año que escuchando la música de la familia Strauss, por lo menos para mí; aunque supongo que habrá mucha gente, sobre todo jóvenes, que lo que prefieren es estar toda la noche en una discoteca o semejante, bailando con una música a un volumen ensordecedor, y aparecer en sus casas a las 10 de la mañana y acostarse un rato. Para gustos los colores, pero a mí no me busquéis en esos lugares esa noche.

Sin embargo, toda la energía y los buenos deseos con los que se empieza el año, se acaban el día 2, cuando todo el mundo, salvo algún desfasado que siga por ahí perdido, tenemos que volver a la realidad cotidiana de nuestras vidas. Y ahora ya sí que sí, porque pasado el día de Año Nuevo ya queda poco de Navidad, sólo la noche y el día de Reyes, pero ya no es lo mismo. Cuando pasan la Nochebuena y el día de Navidad, todos nos consolamos diciendo que todavía faltan muchos días de fiesta por llegar; pero el día 2 de enero, que todavía falte el día de Reyes por llegar, nos sabe de poco a todos. A pesar de esto el día de Reyes es uno de los mejores del año. Es el día de la ilusión y la felicidad, seas o no un crío. Aunque también es un día y sobre todo una noche, la de Reyes, de mucha tensión y trabajo para sus Majestades de Oriente, que tienen que repartir los regalos en muchas casas por España sin que los más peques se enteren y se despierten.

Pero, ni el concierto de año nuevo para algunos, ni la noche de fiesta para otros, ni siquiera la ilusión que genera la llegada de los Reyes Magos, es suficiente para alargar en el tiempo los momentos de tranquilidad e ilusión que genera el Año Nuevo. Y es que es poner la televisión, leer los periódicos o escuchar la radio, y darte cuenta de que seguimos viviendo la misma vida de siempre y teniendo que aguantar a una serie de personajes que nos amargan a todos la existencia. Sinceramente creo que debería existir una norma o ley universal por la que en estas fechas navideñas, no salieran en la televisión políticos. Mucha gente se ahorraría alguna que otra úlcera estomacal. Y digo esto porque a parte de las repercusiones del discurso de Nochebuena del Rey, estos son días en los que apenas hay noticias políticas, cosa que sinceramente se agradece.

Ha sido entrar el año 2014, y ni siquiera hemos tenido dos días de tregua y paz, sin políticos tocando la marrana. Que les costará esperar a que pase el día de Reyes para volver a sus mierdas. Parece que algunos no están a gusto si no arman bronca política, o salen en los telediarios. Por ejemplo, el señor Artur Mas y las cartas que, para aumentar aun más la tremenda nube de humo creada para intentar ocultar su enorme fracaso político al frente de la Generalitat de Cataluña, ha enviado a una serie de primeros ministros europeos, saltándose cualquier norma existente de protocolo -ese protocolo que él tanto esgrime para no asistir a actos públicos con miembros del gobierno central-. ¿De verdad se creerá el señor Mas que esas cartas llegan a destino? Que iluso sería si lo hiciese; aunque claro viviendo en la ilusión que vive se lo creerá.

Me da a mi que este año 2014, aunque le echemos muchas ganas, va a ser igual que el que hemos dejado atrás. Vamos a seguir gobernados por un gobierno que parece sacado de la época más negra del franquismo, de los años 50, un gobierno casi de blanco y negro. Un gobierno que promueve leyes, que en cualquier país de nuestro entorno europeo desarrollado, estarían obsoletas. Seguiremos teniendo un Ministro de Justicia, que defenderá una ley del aborto que lo único que está haciendo es dividir a la sociedad, pero que esperamos de alguien que iba de cordero pero ha resultado ser un buen lobo. Seguiremos teniendo que soportar a un Ministro de Educación, que menosprecia al que no es un genio, y manda a la mierda a quien no pueda pagarse la universidad. Podría seguir ministro a ministro pero necesitaría mucho tiempo, sobre todo si tengo que hablar del Ministro Mortadelo/Montoro. También podría hablar de la hipotética oposición que debería haber, pero es que no existe, el PSOE está desaparecido, hundido, y no saldrá a flote hasta que no se quite a todos los lastres.

Para acabar ya, que creo que por hoy es suficiente, me gustaría hacer una pequeña petición a los Reyes Magos. Esta petición no es para mí, que tengo una familia que me quiere y que por suerte tiene trabajo y unos muy buenos amigos a los que quiero. No, no es para mí la petición. Lo que les pido a los Reyes Magos es: que traigan mucha fuerza y ganas de tirar hacia delante a todas aquellas personas y familias que realmente lo está pasando mal; que todos seamos un poquito más felices que en 2013; y aunque sé que esto último va a ser muy difícil que los políticos españoles bajen de sus pedestales de poder y empiecen a ver la realidad desde abajo y se comporten como lo que son, personas elegidas para mejorar la vida de la gente y no para jodérsela.

Por último espero Sus Majestades de Oriente pasen por vuestras casa y os dejen muchos regalos.
¡¡¡¡¡Felices Reyes!!!!!

Caronte