Una
de mis grandes aficiones es viajar, hacer turismo, y cada vez que tengo la
ocasión intento buscar alguna escapada, ya sea de un día o de un fin de semana,
para conocer sitios nuevos o redescubrir otros y admirarlos de manera diferente
a como lo hice la primera vez que los visité. Además de vez en cuando, sobre
todo cuando me agobia algún asunto, mi mente planea viajes y escapadas a
lugares exóticos y lejanos. En estas escapadas mentales, siempre me imagino
acompañado ya sea de mis mejores amigos (que no son muchos, cinco o seis,
pero eso sí muy buenos), ya sea acompañado por mi pareja (en este caso mi mente
si trabaja más porque no tengo).
Hoy
me gustaría hablar de la última escapada que hice, en este caso acompañado de
un par de esos buenos amigos y unos primos de uno de ellos. El destino de esa
escapada fue la ciudad que desde que la visite por primera vez, ha sido a la
que más he vuelto y a la que siempre me apetece volver: Toledo. Toledo una de las ciudades más mágicas de España. Una de
las ciudades con historia de Europa. La ciudad que sin duda más sentimientos me
inspira, tanto buenos como malos, de cuantas he visitado en mis 22 años de
vida.
Cervantes
dijo de Toledo: “Toledo, solar hispano, crisol de la raza íbera. Dichoso aquel
que naciera español y toledano”, y es cierto. Toledo, la ciudad imperial, la
ciudad de las tres culturas: cristiana, musulmana y judía. Toledo la Ciudad
Imperial. Quien nazca en Toledo, nacerá en un lugar cuyo simple nombre inspira
historia, poder, misterio, belleza.
Toledo
tiene además uno de los perfiles más singulares, no solo de España, sino
probablemente del mundo. Llegando desde Madrid, la orografía del terreno impide
ver Toledo casi hasta el último momento, pero cuando aparece en el horizonte lo
hace con verdadera fuerza, y se clava en tu retina y ahí se queda para siempre.
Quien ve Toledo una vez no la olvidará nunca. Una vez te desvía en la autovía y
entras en el municipio de Toledo, ya sabes que estás en un sitio especial.
Pasas la plaza de toros y el magnífico Hospital de Tavera, sede del Archivo de
la Nobleza, y ahí está la puerta principal de acceso a la ciudad, la Puerta de Bisagra, imponente, regia,
imperial; que parece querer decir a cualquiera que se atreva a atravesarla, que
a partir de su umbral descubrirá unas calles llenas de historia.
Traspasada
la Puerta de Bisagra, nuestros pasos se encaminaran hacia una larga cuesta,
como tantas otras que el viajero se encontrará en esta ciudad y que también son
signo de distinción de Toledo y que marcan al turista. Esta larga cuesta pasa
al lado de la Puerta del Sol, en esta no hay un reloj que marque el cambio de
año como pasa en su homónima de Madrid, desde la cual hay una hermosa vista del
primer nivel defensivo de la ciudad y de toda la parte baja de la misma. Y al
final de la cuesta: Zocodover, que
para es para los toledanos como Sol para los madrileños, un lugar de encuentro,
lleno de vida, de turistas, de jóvenes y viejos. Zocodover siempre ha sido
durante los siglos un lugar de mercado, de intercambio, de vida, de expresión
popular. Además para mí Zocodover es el lugar que, cuando he ido con mis
amigos, ha servido de punto de encuentro con nuestro anfitrión toledano.
Desde
Zocodover se puede decidir hacia donde encaminar nuestros pasos, aunque la
decisión no es sencilla. Quien quiera experimentar la grandeza del poder Real
de España, sin duda deberá encaminarse hacia el Alcázar, quizá el buque
insignia de esta magnífica ciudad. El
Alcázar, que tantos momentos históricos ha vivido en primera persona, y que
tanto ha sufrido en sus propias piedras las heridas de las guerras. El mismo
edificio que durante el sinsentido y la sinrazón de la Guerra Civil sufrió uno
de los asedios más duros y largos de la guerra, que se saldó con su casi total
destrucción en el año 1936.
El
Alcázar, sede actual de unos de los museos más importantes de Europa en su
género, el Museo del Ejército. Anteriormente este museo se alojaba en el Salón
del Reinos de Madrid, cerca del Museo del Prado. Sin embargo, y con buen
criterio, hace años se decidió dar un uso más digno al Alcázar de Toledo y ya
de paso restaurarlo completamente y a fondo, que languidecía añorando mejores
tiempos pasados, y alojar en él al Museo
del Ejército. Hace tres años que tuve la oportunidad de visitar dicho museo
y por tanto el Alcázar, y he de decir que es realmente uno de los museo más
interesantes que he visitado en mi vida, no solo por su contenido, sino por
supuesto también por su continente. Recomiendo sinceramente su visita porque
merece bastante la pena.
Y
aquí acabo mi primera parte de Mi Visión de Toledo, en el Alcázar,
probablemente el edificio más representativo de esta magnífica ciudad y el que
le da a su bellísimo perfil uno de sus rasgos más potentes y significativos. El
Alcázar. Toledo.
Caronte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario