Y en el principio nacemos y con nuestra muerte llega el final. Estos son el punto inicio y la meta de nuestra vida. Vida jalonada toda ella de otros muchos principios y finales, muchos de los cuáles se escapan a nuestra capacidad de elección e incluso no nos damos cuenta que los vivimos. El diccionario María Moliner da las siguientes definiciones: principio, acción de principiar (comienzo, iniciación); final, punto de una cosa o de una acción tras el cual ya no o se hace más de esa cosa o esa acción. Una vez que he sido exacto dando la definición precisa de lo que es un principio y un final, la realidad es que cada persona tiene su propio concepto de estos términos. Cada uno entendemos como principio o final de algo, cosas muy diferentes según nuestras propias vivencias personales.
Como he dicho al
principio nuestro nacimiento marca el principio de nuestra vida. Este principio
no está en nuestras manos elegirlo, viene y ya está, y sólo cuando empezamos a
tener uso de nuestra razón, avanzados ya los años, entendemos nuestro
nacimiento como el principio de nuestra vida. Esta concepción de principio de
nuestra vida, llega con los años, una vez se ha madurado y se comprende que
nuestra vida constituye simplemente un periodo de tiempo ínfimo en la
humanidad. Como todo período de tiempo, nuestra vida no es eterna, al menos a
nivel terrenal, otra cosa muy distinta es lo que venden las religiones, una
vida más allá de la terrenal, donde hoy no voy a entrar, como decía, nuestra
vida no es eterna y tiene un final. Sin embargo y a diferencia de lo que pasa
con nuestro principio, nuestro nacimiento, de nuestro final no tendremos nunca
constancia de que se produce. La muerte nos llega y debemos aceptarlo, pero no
sabremos si estamos muertos o no, solo nuestros seres queridos podrán saber que
nuestro punto final fue tal o cual día, nosotros simplemente entraremos en el
sueño eterno que muchos poetas predicen. Por mucho que queramos saber cuándo
llegará nuestro final, sólo el destino lo sabe; incluso alguien que decida
acabar con su vida antes (o no) de tiempo suicidándose, aceptando la
inviolabilidad del destino, tampoco sabrá si ese ha sido su punto final o no.
Sabemos cuando iniciamos nuestra andadura por este mundo, pero no cuál será
nuestra meta, cuando terminaremos esta carrera de obstáculos que es la vida.
La vida y la
muerte, son principios y finales sobre los cuáles no podemos decidir. No son
los únicos. Sin embargo hay otras muchas cosas sobre las que sí podemos decidir
tener un principio y/o un final. Una de las primeras cosas que decidimos, ya de
semi-adultos, es la carrera que queremos estudiar, y decidimos sobre cuándo
empezarla, otra cosa ya es saber cuándo la vamos a terminar y poner punto final
a nuestro periplo universitario. Otro principio sobre el que sí podemos decidir
es, sobre cuándo iniciar un viaje, y además en este caso también podemos elegir
cuándo terminarlo. En el fondo son las situaciones y experiencias vitales, las
únicas sobre las que sí podemos elegir cuando iniciarlas, y en casi todos las
casos cuando ponerles en punto final. Son casi todas situaciones relativamente
poco importantes en nuestra vida, de su principio o final no depende nuestra
verdadera felicidad, basada fundamentalmente en aspectos y hechos sobre los que
no tenemos capacidad alguna de decisión.
Hay principios y
finales que dependen de terceras personas sobre las que no tenemos posibilidad
de influir. Un ejemplo claro de esto es la vida de los políticos. Un político
sólo podrá comenzar su andadura en la vida pública si sale elegido en unas
elecciones, y pondrá punto final a la misma por la misma razón, si los
ciudadanos le retiran su apoyo. Sólo hay una excepción a esto, y se da en los
EEUU en el segundo mandato de un presidente, éste sabe cuándo es el punto final
de su presidencia, porque está estipulado en su constitución. En el fondo, esto
es algo parecido también a un examen de conducir para obtener el carnet, sabes
cuál es el principio del mismo pero no cuando acabará y mucho menos con qué
resultado. Sobre estos principios y finales, no se puede hacer gran cosa sino
esperar a que se produzcan y estar preparado para los inesperados finales,
aunque por mucho que puedas intuir un final nunca se está lo suficientemente
preparado.
Los principios y
finales más duros, sin lugar a dudas, son los que dependen de nosotros mismos y
de que nos demos cuenta de cuándo empezar, y a su vez de cuándo llega el final
de algo. En el amor por ejemplo ocurre esto. Una relación de pareja es algo que
incumbe a dos personas, y por tanto para que haya un principio en una relación,
ambas personas interesadas deben estar de acuerdo. No basta simplemente con que
una de las dos personas desee empezar una relación con la otra, esto no es
suficiente, la otra persona también tiene que querer dar comienzo a la relación.
Es cierto que en las relaciones de pareja, no siempre es posible establecer un
principio concreto y exacto, es complicado medir ese punto de inicio: la
primera cita, el primer beso, la primera vez que se hace el amor. ¿Cuál es
exactamente el principio del amor? Es posible que un chico considere que su
amor por una persona, y por tanto su relación con ella, da comienzo el mismo
día que la ve por primera vez. En este punto creo que cada miembro de la pareja
establece un principio propio en la relación, y ambos principios son el mismo
al fin y al cabo. En el amor, todos queremos que haya un principio, pero no que
haya un final. Sin embargo los finales, en el amor, también existen. Algunos
llegan con la muerte, y ahí se acaban; si bien es cierto que hay amores que ni
siquiera la muerte es capaz de vencer, y duran mientras uno de los miembros de
la pareja siga con vida. Pero también es verdad que los finales existen, y en
el amor éstos son muy dolorosos, sobre todo si uno de los dos no quiere que
llegue, o no lo ha visto venir. Es en este punto donde más duele darse cuenta
del final, porque éste además no suele ser abrupto como un acantilado frente al
mar, sino que puede alargarse en el tiempo sin siquiera mostrar signos de estar
llegando. Si para que el amor se materialice en una relación, son dos personas
las que se tienen que poner de acuerdo para que haya un principio, sin embargo
para que haya un final en una relación sólo se necesita que una de esas dos
personas lo quiera así. Eso es lo duro del final en el amor, que muchas veces
no podemos evitarlo por nosotros mismos, ya que es la persona a la que amamos
la que decide que ha llegado el final. El amor es como un carro del que es
necesario que tiren dos personas a la vez, en el momento en que una de ellas
deja de tirar el carro deja de avanzar, porque la otra persona no es capaz sola
de vencer el peso del carro. El amor es cosa de dos y ambos tienen que buscar
dar comienzo a una relación, y son ambos los que si se aman deben evitar que
haya un final en esa relación. Sin voluntad, en el ámbito del amor, no hay
principio y por tanto tampoco un final. Quizá sea lo mejor para no sufrir, pero
sin amor no hay vida.
En la amistad también
se da una situación muy parecida a la que he expuesto en relación a las
relaciones de pareja, con las oportunas diferencias claro está. Amistad y
relaciones de pareja, por ser ambas relaciones entre dos personas, tienen sus
similitudes, y en ambas se necesitan dos personas para que haya un principio y
sólo es necesario una para que exista final. Sin embargo hay un pequeño matiz a
todo esto y es que en la amistad, no siempre se da uno cuenta de donde está el
principio, a veces un amigo se hace con la convivencia, otras veces por
compartir gustos y aficiones, y casi siempre sin darse uno cuenta. Para mí la
amistad es uno de las relaciones personales más intensas de cuantas se dan en
nuestra vida, y por tanto debe ser una de las más sinceras y sobre todo
sagradas, ya que se suele poner mucha confianza en un amigo y si esta es alguna
vez traicionada, el dolor es muy profundo. Así como un amigo se hace con el
tiempo y cuando quieres darte cuenta esa persona, que en un principio era
compañero de clase o de academia, ha pasado a ser tu amigo o amiga; si el
principio de la amistad es algo difuso (aunque a posteriori siempre hay un
primer recuerdo en el que se supone empezó la amistad entre dos personas) el
final puede ser muy rápido, y de un día para otro te das cuenta que esa persona
a la que has considerado tu amigo, y has querido como un hermano, ha traicionado
tu confianza y te ha fallado, y es en ese preciso instante cuando la amistad
puede llegar a tornar incluso en odio. Es en ese momento cuando la amistad
llega a su fin. Los finales en la amistad no son recuperables como lo pueden
llegar a ser en una relación de pareja, cuando un amigo te falla y te deja
tirado cuando más lo puedes necesitar se acaba todo porque se quiebra la
confianza, puntal fundamental de la amistad. Sin ese puntal llega el final y no
hay retorno.
No existen, a lo
largo de la vida de las personas, principios y finales comparables a los que se
dan en las relaciones interpersonales. De éstos te acuerdas siempre. Siempre
queda en la memoria el primer amigo que se tuvo, o el primer enemigo público
número uno; la primera chica con la que haces el amor siempre permanecerá en tu
corazón por muchos años que pasen, a no ser que los susodichos estén lo
suficientemente borrachos para que su disco duro se autoformateé, en ese caso
no cuenta ese acontecimiento; siempre estará presente en uno mismo la primera
vez que cortó con una novia, su primer punto final en una relación, o su
primera cita. Y esto es así porque todo lo que tiene que ver con las personas
está indiscutiblemente ligado a los sentimientos, a no ser que seas un falso y
te relaciones con la gente simplemente para aprovecharte de ella (gente
miserable que creo que es minoría, aunque conozco un ejemplo claro del que
alguna vez hablaré). Todo lo que tiene que ver con los sentimientos tiene un
principio ilusionante, mientras que sus finales suelen ser muy amargos, a veces
muy duros, incomprensibles incluso.
No he querido
hablar aquí de los principios y finales que a lo largo de nuestra vida son casi
testimoniales, porque creo que esos en el fondo son casi intrascendentes,
aunque no por ello poco importantes: siempre se puede citar como imborrable el
principio del partido de fútbol entre España y Holanda en el pasado Mundial de
Fútbol de Sudáfrica del año 2010, momento en el cual España se paralizó y todos
los cerebros de los españoles (los que tienen claro) prestaron atención
únicamente a las televisiones, y sus corazones hervían de nerviosismo e ilusión,
sentimientos que se transformaron en euforia desmedida y desbocada, cuando el
árbitro (por cierto menudo cabrón) pitó el final del partido que nos convirtió
en Campeones del Mundo de Fútbol (claramente mucho más importante que ganar un
compatriota gane un Premio Nobel). Tampoco me he querido referir a los
principios entendidos como normas morales y éticas que cada persona puede tener,
porque ese es un campo mucho más complejo y que da para muchos debates, los
cuáles siempre generan controversia.
Los principios y
finales son acontecimiento que nos encontraremos constantemente en nuestras vidas,
y tendremos que ser capaces de enfrentarnos a ellos por mucho vértigo que nos
den. Hemos de ser capaces de saber darnos cuenta de cuando nos topamos con un
principio de algo importante para poder sacar todo el provecho del mismo y
guardarlo siempre en nuestro recuerdo. También, si por desgracia llega un final
de esos amargos, debemos saber recuperarnos pronto del mismo por si se cruza
ante nosotros otro principio, de estos finales indeseables y dañinos siempre
hay que aprender para poder evitar llegar otra vez en el futuro a otro final
semejante. Principios y finales son esenciales en nuestras vidas, porque en el
fondo nuestra propia vida se basa en ellos porque como dije al comenzar este
post: Y en el principio nacemos y con nuestra muerte llega el final.
Caronte.