Hace exactamente
dos años comencé a escribir en este blog. Mi primer artículo se tituló
exactamente como este pero con el año 2013 y no con el 2015. Qué rápido pasa el
tiempo o eso me parece a mí. Aunque eso del tiempo es relativo, ya lo
pronosticó Einstein en su famosa teoría. En el fondo todos los años tardan lo
mismo en pasar y en agotarse. Todos los días duran lo mismo desde que el mundo
es mundo, o no quién sabe. Sí sé que para mí este año que ya se está acabando
ha tenido dos velocidades bien diferenciadas. Una primera velocidad, de vértigo
por cierto, fue la que hizo que de enero a julio los días pasaran volados, sin
tiempo para disfrutarlo ni para darme cuenta de que estaban pasando. Otra
velocidad se dio a partir de julio, y más concretamente en septiembre, cuando
todo cambió ya que no tenía la universidad en el horizonte de octubre sino más
bien la vida laboral: esa vida que por desgracia todavía no ha hecho acto de
presencia salvo por el hecho de estar en el paro como decenas de miles de
españoles, entre ellos muchos jóvenes.
En apenas unas
horas las casas, hoteles, restaurantes y salas de fiestas se llenarán de
familiares, amigos, desconocidos y clientes para celebrar el final del 2015 y
dar la bienvenida al 2016. Qué raro queda escribir el nuevo año cuando todavía
no ha llegado. Pocas horas para pensar o hacer nada que no sea prepararse para
la cena de Nochevieja, en familia, con amigos o en soledad, que de todo tiene
la viña del señor, y para las campanadas que darán la bienvenida al nuevo año
como es tradición en este país al que llamamos España. Bueno eso de que es
tradición vamos a dejarlo porque desde hace ya unos cuantos años se ha
instalado la costumbre y tradición absurda y ridícula de celebrar el año nuevo
a las doce del medio día del día treinta y uno o en la media noche del treinta,
justo un día antes de que ocurra de verdad. No sé a quién se le ocurrió la
idea, ni me importa porque no es el culpable de humillar a la gente y hacer que
hagan el ridículo, pero sí me gustaría que todo aquel que celebra esas “preuvas”
intente reflexionar sobre ese hecho y que le busque sentido. Yo no puedo
hacerlo (encontrar un sentido a celebrar antes de cuando toca al fin de año,
igual de absurdo y ridículo me resultaría celebrar mi cumpleaños en septiembre
siendo en abril como es).
Esas “preuvas” no
es más que un síntoma más de una sociedad que hace tiempo perdió el rumbo y no
sabe muy bien donde se dirige. No me resigno a en un día como hoy seguir siendo
crítico. No voy a usar este día para desear mis mejores deseos a todo el mundo,
lo conozca o no, por redes sociales como también es costumbre ya. No voy a caer
en la trampa de por un día dejar de ser la persona que soy y creerme mucho más
concienciado con la sociedad y acordarme de la gente que lo pasa mal o de pedir
deseos para que la gente en general viva en paz, no pase hambre y sea feliz.
No. Pediré algo que parece que hace tiempo que nadie pide a juzgar por cómo va
la sociedad. Pido para el 2016 que a cada cual se le otorgue aquello que
merece, ni más, ni menos. Pero eso no ocurrirá. Será un deseo tirado a la
basura como lo son la mayoría. Y además los deseos que se dicen el público en
voz alta o se escriben para que todo el mundo vea y lea lo buena persona que se
es, no se cumplen. Son las normas de los deseos.
Como todos los
años llegará medianoche y como todos los años desde los televisores se nos dirá
cuál es el ritual de las campanadas, como si no lleváramos varias generaciones
asistiendo a lo mismo año tras año. Me gustaría que un año hubiera algún
presentador que se arriesgara y se riera de todos nosotros equivocándonos a
posta. Creo que se causaría un caos que haría que este país se fuera a la
mierda. No hay que olvidar que si no nos dices qué debemos hacer y cómo, no
sabemos hacer nada (para ejemplo no hay más que darse cuenta de que Telecinco
es una de las cadenas más vistas de este país, con programas como Sálvame,
MYHYV y GH entre los más seguidos; programas que matan neuronas como Hitler
mataba judíos). También me gustaría que un año cayera tal niebla sobre Madrid
que el reloj de la puerta del Sol no se pudiera ver ni a cinco metros y nadie
pudiera ver las campanadas por televisión, ni en directo. En este último caso
no sé qué pasaría. A lo mejor las repetíamos al mediodía del primero de enero.
Para mí esta noche
será como las últimas 25 noches de fin de año de mi vida. La pasaré en familia,
aunque cada vez con menos familia ya que mis primos se van cada uno a sus
respectivos pueblos de sus familias políticas, cosa que nunca han hecho, será
que ahora está de moda pasar una Nochevieja rural rodeado de paletos (aunque
también es cierto que seguramente en los cotillones que se hagan en Madrid
capital habrá mucho más paleto que allí). Supongo que también tendrá su
encanto, yo no se lo veo. Cenaremos en mi casa mis cuatro abuelos, mis padres y
mi tío soltero. Mañana será el primer día del año y llegarán también las
tradiciones, éstas ya de verdad: el concierto de Año Nuevo de Viena que no me
pierdo desde que tengo uso de razón; los saltos de esquí desde Garmisch en los
Alpes, aunque no sé si este año habrá mucha nieve para que los puedan celebrar;
y la enorme tarde de sillón apoltronado delante de la televisión viendo
películas infumables en las que la felicidad y el amor, junto con los pétalos
de rosa y el aroma a fresas recién cortadas lo inunda todo.
Las tradiciones de
otros serán tomarse un buen chocolate con churros para dar la bienvenida a la
mañana y empalmar la noche de juerga, fiesta y desmadre a lo loco y sin cabeza
que se desarrollará a partir de las doce de la noche una vez la última uva haya
llegado al estómago y empiece a ser digerida. Hace unos años envidiaba a todos
aquellos que habían tenido la oportunidad de salir en Nochevieja para asistir a
una macro fiesta, que no es ni más ni menos que un botellón en una sala cubierta
donde las copas cuestan un riñón, material y metafóricamente. Ahora doy gracias
de no haber ido nunca a ese tipo de fiestas que lo único que consiguen es degradar
al ser humano a su nivel más bajo, aunque algunos las defiendas como una manera
de divertirse (es una pena que la sociedad considere esas fiestas como una
manera de diversión, pero ya dije antes que la sociedad lleva perdida unos
cuantos años, sino una generación completa).
Yo veré el
concierto de Año Nuevo de Viena, como siempre. Leeré y quizá escribiré tal y
como estoy haciendo en este instante. Tengo, por cierto, que acabar una novela
que empecé este año que ya está a punto de expirar y que la verdad hace tiempo
que se me fue de las manos y que soy incapaz de controlar; aunque llevo unos meses
bastante centrado en su redacción y creo que quizá en un mes esté completamente
acabada y lista para publicar. Esto de publicar es un verdadero sueño, algo que
sé que es más improbable que que me eche novia este año. Nunca se tira la
toalla aunque cada vez está más cerca (no de publicar si no de lo otro).
No sé muy bien qué
pedir para el 2016. Sé que va a ser un año determinante en mi vida. Sé que no
va a ser como los anteriores. De hecho este 2015 que se acaba y que espera ya a
que el Reloj de la Puerta de Sol dé las campanadas para certificar su muerte,
ya ha sido diferente a los anteriores. Dije al principio que ha tenido dos
velocidades en mi vida. Y es así. Si la primera mitad del año, pendiente del Proyecto
Fin de Carrera en la Escuela y de aprobar todas las asignaturas (asignaturas
maría por cierto por mucho que muchos digan que eran complicadas y difíciles de
sacar, seamos sinceros por una vez), se me pasó volado y de manera muy intensa.
La segunda mitad de este año ha sido muy diferente. Ya no había un PFC que
estuviera en mi cabeza constantemente, no quitándome el sueño ya que el sueño
me lo han quitado otros asuntos, asuntos que realmente sí eran importantes,
pero estaba la cuestión de empezar a trabajar, de encontrar trabajo.
Este 2016 al que
le quedan apenas unas horas para ver la luz, o mejor dicho ver la oscuridad de
la noche, ya que todos los años nacen de madrugada, al menos sus semanas
iniciales las preveo semejantes, sino clavadas, a la segunda mitad de 2015 para
mí. No hay trabajo todavía en España para aquellas personas que estamos
buscando uno, al menos en la ingeniería civil. Bueno sí lo hay, pero primero
están aquellos que tienen un expediente realmente deslumbrante, que se lo han
currado como esclavos su libertad, deslomándose y sudando la gota gorda, pero
que han sabido vivir y disfrutar todo en su justa medida; luego entran a
trabajar aquellos a los que papi o mami (aunque en mi carrerea lo más normal
hasta ahora era que fuera papi) les han conseguido colocar en sus propias
empresas o con amigos, a los que llaman contactos; luego vienen los de
expediente académico también esplendoroso y brillante pero que no han sabido
hacer otra cosas que dedicarse a ello en cuerpo y alma y viven amargados e
infelices; y supongo que por último empiezan a trabajar, siempre que no tengan
que irse a otro país a hacerlo por encontrarse con condiciones laborables que
solo son superadas a peor por los fabricantes de balones de la FIFA de
Bangladesh, los que ni tenemos un expediente reluciente, ni tenemos “contactos”
ni nada por el estilo.
Supongo que 2016
será el año en el que empiece a trabajar y pueda por fin demostrar lo que
valgo, aunque no tenga un título de inglés por Cambridge, o una matrícula de
honor en alguna asignatura o no esté matriculado en un máster carisisisimo de
una universidad privada de nombre en inglés tan repelente como un niño vestido
con pantalón corto en pleno enero para ir al colegio. Supongo vamos. Pero de
momento eso no me preocupa, al menos hoy. Hoy toca despedir a 2015 como se
merece y desear que 2016 sea mejor, siempre mejor. Espero que 2016 traiga a
España una mejor situación económica real para aquellos que lo pasan mal mes a
mes. Espero que 2016 acabe con los políticos faltos de alturas de miras y de sentido
de estado. Espero que 2016 sea un año en el que de verdad se afronten los
problemas de la sociedad, no ya solo desde las instituciones públicas del
Estado, sino desde la propia sociedad que es la que mueve el mundo y la que
debe regir su propio destino. Espero ante todo que 2016 marque un cambio de
tendencia en una sociedad masificada, individualista y egoísta que solo se
acuerda de los refugiados sirios cuando ve a un niño pequeño muerto en una
playa, o de los niños pobres que hay en este país cuando el Padre Ángel sale
por televisión. Para que todo mejore debemos mejorar todos y cada uno de manera
individual y no pensar en que si el vecino no cambia yo tampoco tengo porqué
cambiar.
Aunque antes de
ponerme a escribir el artículo me propuse no hacerlo excesivamente largo, al
final como casi siempre que me pongo a escribir me he pasado. Debo terminar.
Espero que 2015 acabe bien, le quedan pocas horas ya así que si hasta ahora no
ha ido mal no la jodamos en el tiempo de descuento como quien dice. Espero
también que 2016 sea un buen año. No voy a pedir riquezas, ni salud, ni
prosperidad a mansalva para todo el mundo, ya lo he dicho antes. Pido que 2016
sea un año tranquilo que cada uno obtenga aquello que merezca, que aunque
parezca un deseo injusto creo que es todo lo contrario. Pero ante todo pido
para 2016 felicidad que es un sentimiento objetivo ya que para cada persona la
felicidad es de una manera; solo pido que cada persona que lea este blog, o este
artículo (poca gente de todas maneras), sea feliz sin matices y encuentre la
felicidad si no la tiene a día de hoy.
Por todo esto
deseo (aunque hasta mediados de febrero o así se puede seguir deseándolo):
¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO
2016!!!
Caronte.