jueves, 31 de diciembre de 2015

Fin de 2015

Hace exactamente dos años comencé a escribir en este blog. Mi primer artículo se tituló exactamente como este pero con el año 2013 y no con el 2015. Qué rápido pasa el tiempo o eso me parece a mí. Aunque eso del tiempo es relativo, ya lo pronosticó Einstein en su famosa teoría. En el fondo todos los años tardan lo mismo en pasar y en agotarse. Todos los días duran lo mismo desde que el mundo es mundo, o no quién sabe. Sí sé que para mí este año que ya se está acabando ha tenido dos velocidades bien diferenciadas. Una primera velocidad, de vértigo por cierto, fue la que hizo que de enero a julio los días pasaran volados, sin tiempo para disfrutarlo ni para darme cuenta de que estaban pasando. Otra velocidad se dio a partir de julio, y más concretamente en septiembre, cuando todo cambió ya que no tenía la universidad en el horizonte de octubre sino más bien la vida laboral: esa vida que por desgracia todavía no ha hecho acto de presencia salvo por el hecho de estar en el paro como decenas de miles de españoles, entre ellos muchos jóvenes.

En apenas unas horas las casas, hoteles, restaurantes y salas de fiestas se llenarán de familiares, amigos, desconocidos y clientes para celebrar el final del 2015 y dar la bienvenida al 2016. Qué raro queda escribir el nuevo año cuando todavía no ha llegado. Pocas horas para pensar o hacer nada que no sea prepararse para la cena de Nochevieja, en familia, con amigos o en soledad, que de todo tiene la viña del señor, y para las campanadas que darán la bienvenida al nuevo año como es tradición en este país al que llamamos España. Bueno eso de que es tradición vamos a dejarlo porque desde hace ya unos cuantos años se ha instalado la costumbre y tradición absurda y ridícula de celebrar el año nuevo a las doce del medio día del día treinta y uno o en la media noche del treinta, justo un día antes de que ocurra de verdad. No sé a quién se le ocurrió la idea, ni me importa porque no es el culpable de humillar a la gente y hacer que hagan el ridículo, pero sí me gustaría que todo aquel que celebra esas “preuvas” intente reflexionar sobre ese hecho y que le busque sentido. Yo no puedo hacerlo (encontrar un sentido a celebrar antes de cuando toca al fin de año, igual de absurdo y ridículo me resultaría celebrar mi cumpleaños en septiembre siendo en abril como es).

Esas “preuvas” no es más que un síntoma más de una sociedad que hace tiempo perdió el rumbo y no sabe muy bien donde se dirige. No me resigno a en un día como hoy seguir siendo crítico. No voy a usar este día para desear mis mejores deseos a todo el mundo, lo conozca o no, por redes sociales como también es costumbre ya. No voy a caer en la trampa de por un día dejar de ser la persona que soy y creerme mucho más concienciado con la sociedad y acordarme de la gente que lo pasa mal o de pedir deseos para que la gente en general viva en paz, no pase hambre y sea feliz. No. Pediré algo que parece que hace tiempo que nadie pide a juzgar por cómo va la sociedad. Pido para el 2016 que a cada cual se le otorgue aquello que merece, ni más, ni menos. Pero eso no ocurrirá. Será un deseo tirado a la basura como lo son la mayoría. Y además los deseos que se dicen el público en voz alta o se escriben para que todo el mundo vea y lea lo buena persona que se es, no se cumplen. Son las normas de los deseos.

Como todos los años llegará medianoche y como todos los años desde los televisores se nos dirá cuál es el ritual de las campanadas, como si no lleváramos varias generaciones asistiendo a lo mismo año tras año. Me gustaría que un año hubiera algún presentador que se arriesgara y se riera de todos nosotros equivocándonos a posta. Creo que se causaría un caos que haría que este país se fuera a la mierda. No hay que olvidar que si no nos dices qué debemos hacer y cómo, no sabemos hacer nada (para ejemplo no hay más que darse cuenta de que Telecinco es una de las cadenas más vistas de este país, con programas como Sálvame, MYHYV y GH entre los más seguidos; programas que matan neuronas como Hitler mataba judíos). También me gustaría que un año cayera tal niebla sobre Madrid que el reloj de la puerta del Sol no se pudiera ver ni a cinco metros y nadie pudiera ver las campanadas por televisión, ni en directo. En este último caso no sé qué pasaría. A lo mejor las repetíamos al mediodía del primero de enero.

Para mí esta noche será como las últimas 25 noches de fin de año de mi vida. La pasaré en familia, aunque cada vez con menos familia ya que mis primos se van cada uno a sus respectivos pueblos de sus familias políticas, cosa que nunca han hecho, será que ahora está de moda pasar una Nochevieja rural rodeado de paletos (aunque también es cierto que seguramente en los cotillones que se hagan en Madrid capital habrá mucho más paleto que allí). Supongo que también tendrá su encanto, yo no se lo veo. Cenaremos en mi casa mis cuatro abuelos, mis padres y mi tío soltero. Mañana será el primer día del año y llegarán también las tradiciones, éstas ya de verdad: el concierto de Año Nuevo de Viena que no me pierdo desde que tengo uso de razón; los saltos de esquí desde Garmisch en los Alpes, aunque no sé si este año habrá mucha nieve para que los puedan celebrar; y la enorme tarde de sillón apoltronado delante de la televisión viendo películas infumables en las que la felicidad y el amor, junto con los pétalos de rosa y el aroma a fresas recién cortadas lo inunda todo.

Las tradiciones de otros serán tomarse un buen chocolate con churros para dar la bienvenida a la mañana y empalmar la noche de juerga, fiesta y desmadre a lo loco y sin cabeza que se desarrollará a partir de las doce de la noche una vez la última uva haya llegado al estómago y empiece a ser digerida. Hace unos años envidiaba a todos aquellos que habían tenido la oportunidad de salir en Nochevieja para asistir a una macro fiesta, que no es ni más ni menos que un botellón en una sala cubierta donde las copas cuestan un riñón, material y metafóricamente. Ahora doy gracias de no haber ido nunca a ese tipo de fiestas que lo único que consiguen es degradar al ser humano a su nivel más bajo, aunque algunos las defiendas como una manera de divertirse (es una pena que la sociedad considere esas fiestas como una manera de diversión, pero ya dije antes que la sociedad lleva perdida unos cuantos años, sino una generación completa).

Yo veré el concierto de Año Nuevo de Viena, como siempre. Leeré y quizá escribiré tal y como estoy haciendo en este instante. Tengo, por cierto, que acabar una novela que empecé este año que ya está a punto de expirar y que la verdad hace tiempo que se me fue de las manos y que soy incapaz de controlar; aunque llevo unos meses bastante centrado en su redacción y creo que quizá en un mes esté completamente acabada y lista para publicar. Esto de publicar es un verdadero sueño, algo que sé que es más improbable que que me eche novia este año. Nunca se tira la toalla aunque cada vez está más cerca (no de publicar si no de lo otro).

No sé muy bien qué pedir para el 2016. Sé que va a ser un año determinante en mi vida. Sé que no va a ser como los anteriores. De hecho este 2015 que se acaba y que espera ya a que el Reloj de la Puerta de Sol dé las campanadas para certificar su muerte, ya ha sido diferente a los anteriores. Dije al principio que ha tenido dos velocidades en mi vida. Y es así. Si la primera mitad del año, pendiente del Proyecto Fin de Carrera en la Escuela y de aprobar todas las asignaturas (asignaturas maría por cierto por mucho que muchos digan que eran complicadas y difíciles de sacar, seamos sinceros por una vez), se me pasó volado y de manera muy intensa. La segunda mitad de este año ha sido muy diferente. Ya no había un PFC que estuviera en mi cabeza constantemente, no quitándome el sueño ya que el sueño me lo han quitado otros asuntos, asuntos que realmente sí eran importantes, pero estaba la cuestión de empezar a trabajar, de encontrar trabajo.

Este 2016 al que le quedan apenas unas horas para ver la luz, o mejor dicho ver la oscuridad de la noche, ya que todos los años nacen de madrugada, al menos sus semanas iniciales las preveo semejantes, sino clavadas, a la segunda mitad de 2015 para mí. No hay trabajo todavía en España para aquellas personas que estamos buscando uno, al menos en la ingeniería civil. Bueno sí lo hay, pero primero están aquellos que tienen un expediente realmente deslumbrante, que se lo han currado como esclavos su libertad, deslomándose y sudando la gota gorda, pero que han sabido vivir y disfrutar todo en su justa medida; luego entran a trabajar aquellos a los que papi o mami (aunque en mi carrerea lo más normal hasta ahora era que fuera papi) les han conseguido colocar en sus propias empresas o con amigos, a los que llaman contactos; luego vienen los de expediente académico también esplendoroso y brillante pero que no han sabido hacer otra cosas que dedicarse a ello en cuerpo y alma y viven amargados e infelices; y supongo que por último empiezan a trabajar, siempre que no tengan que irse a otro país a hacerlo por encontrarse con condiciones laborables que solo son superadas a peor por los fabricantes de balones de la FIFA de Bangladesh, los que ni tenemos un expediente reluciente, ni tenemos “contactos” ni nada por el estilo.

Supongo que 2016 será el año en el que empiece a trabajar y pueda por fin demostrar lo que valgo, aunque no tenga un título de inglés por Cambridge, o una matrícula de honor en alguna asignatura o no esté matriculado en un máster carisisisimo de una universidad privada de nombre en inglés tan repelente como un niño vestido con pantalón corto en pleno enero para ir al colegio. Supongo vamos. Pero de momento eso no me preocupa, al menos hoy. Hoy toca despedir a 2015 como se merece y desear que 2016 sea mejor, siempre mejor. Espero que 2016 traiga a España una mejor situación económica real para aquellos que lo pasan mal mes a mes. Espero que 2016 acabe con los políticos faltos de alturas de miras y de sentido de estado. Espero que 2016 sea un año en el que de verdad se afronten los problemas de la sociedad, no ya solo desde las instituciones públicas del Estado, sino desde la propia sociedad que es la que mueve el mundo y la que debe regir su propio destino. Espero ante todo que 2016 marque un cambio de tendencia en una sociedad masificada, individualista y egoísta que solo se acuerda de los refugiados sirios cuando ve a un niño pequeño muerto en una playa, o de los niños pobres que hay en este país cuando el Padre Ángel sale por televisión. Para que todo mejore debemos mejorar todos y cada uno de manera individual y no pensar en que si el vecino no cambia yo tampoco tengo porqué cambiar.

Aunque antes de ponerme a escribir el artículo me propuse no hacerlo excesivamente largo, al final como casi siempre que me pongo a escribir me he pasado. Debo terminar. Espero que 2015 acabe bien, le quedan pocas horas ya así que si hasta ahora no ha ido mal no la jodamos en el tiempo de descuento como quien dice. Espero también que 2016 sea un buen año. No voy a pedir riquezas, ni salud, ni prosperidad a mansalva para todo el mundo, ya lo he dicho antes. Pido que 2016 sea un año tranquilo que cada uno obtenga aquello que merezca, que aunque parezca un deseo injusto creo que es todo lo contrario. Pero ante todo pido para 2016 felicidad que es un sentimiento objetivo ya que para cada persona la felicidad es de una manera; solo pido que  cada persona que lea este blog, o este artículo (poca gente de todas maneras), sea feliz sin matices y encuentre la felicidad si no la tiene a día de hoy.

Por todo esto deseo (aunque hasta mediados de febrero o así se puede seguir deseándolo):

¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO 2016!!!

Caronte.

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