sábado, 27 de febrero de 2016

Esperando que Oscar decida

Ya va otro año más, y este ya es el tercero, en el que comento en el blog mis predicciones para los premios más ansiados por el mundo del cine, por actores, directores, guionistas, músicos, peluqueros y toda la demás farándula que los rodea. La 88 edición de los Oscar de Hollywood se celebra mañana en el Teatro Dolbly (anteriormente Kodak) de Los Ángeles. Vuelvo a vivir estor días con cierta incertidumbre, ya que a pesar de que no tengo nada que ver con el mundo del cine, ni formo parte de la farándula que acabo de nombrar, sí me considero un gran cinéfilo, aunque a veces mis gustos no coincidan con los de la mayoría y muchas veces las películas que yo considero dignas de ser premiadas son denigradas por los grandes gurús del cine y los críticos más selectos cuyo intelecto e inteligencia están a años luz de las mías.


Para mi sorpresa, ya que no esperaba hacerlo ya este año, también espero el resultado de la gala del cine más famosa y más llena de nervios del mundo con interés económico, ya que por séptimo año consecutivo he participado en la porra oficial de los Oscar que organiza el Cineclub de mi Escuela, donde desde hace ya unas semanas que he vuelto muy a mi pesar, esta vez no para malgastar mi tiempo en proyectos absurdos y asignaturas desfasadas sino para ganarme el pan mío de cada día y levantar España, que la veo yo últimamente muy ruinosa y zarrapastrosa (nótese la ironía por favor, si es que se sabe qué es eso visto lo visto últimamente). No voy a negar la ilusión que me hizo darme cuenta de que otro año más iba a poder echar la porra de los Oscar e intentar ganar los eurillos que me podría reportar el premio, aunque me huelo que hay gato encerrado porque me niego a pensar que en seis años no haya ganado ni en una ocasión haciendo el estudio tan exhaustivo que realizo los días previos. Pero vamos al grano.

La 88 edición de los Premios de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, es decir los Oscar, viene con polémica. El racismo, o lo que los actores negros han venido a llamar racismo de la Academia por falta de nominados de color. Sé que lo que voy a decir puede llegar a ser usado en mi contra en algún momento, y sin lugar a dudas malinterpretado por aquellas personas que quieran hacerme daño. Pero me da igual, voy a entrar en la polémica. Yo no veo racismo en la edición de este año. Veo justicia. La igualdad no es que todo el mundo tenga lo mismo, sean negros, hispanos, europeos, caucásicos, orientales, mujeres, niños, ancianos, etc. No. La igualdad es que todo el mundo tenga lo que se merece. Y yo considero que este año no había muchas opciones para que un actor de color se colara entre los nominados en esas cuatro categorías. Qué le vamos a hacer. ¿Es duro? Puede que ser. ¿Es injusto? Desde luego que no. Quiero que con total sinceridad cada cual piense el nombre de cinco actores y cinco actrices de color que realmente merezcan la pena. Morgan Freeman, Denzel Washintong, Woopi Wholberg... ¿Hay más que realmente lo valgan?

Los Oscar no son cuestión de razas, color de piel, religión (aunque en este punto probablemente se generan silencios incómodos; nadie habla de que la mayoría del cine de Hollywood dale del bolsillo de judíos), o preferencias sexuales. Los Oscar deberían de ser simplemente la fiesta del cine, donde los mejores en cada campo reciban el mayor premio del mundo del celuloide. Basta de distraer la atención. Cuando haya un actor negro de la talla de Jack Nicholson o Marlon Brando me lo decís; y lo mismo cuando haya alguna actriz negra de la talla de Meryl Streep. Y ahora llamarme lo que queráis, me da igual.

Voy con mis predicciones. Esta 88 edición de los Oscar creo que está bastante clara en cuanto a favoritos individuales y películas en general. Habrá sorpresas como siempre porque los académicos son así, siempre hacen alguna para que se hable durante un tiempo de tal o cual premio, o de tal o cual injusticia. Ahí no voy a entrar porque no me merece la pena. Este 2016, aunque se premien películas de 2015 va a ser probablemente el año de Leonardo Di Caprio, sin lugar a dudas. Ya puede haber alguna película que arrase en número de estatuillas, o polémicas, o descuidos, o provocaciones durante la gala, que el lunes solo se hablara de Di Caprio. Siempre y cuando, claro está, termine de llevarse su tan ansiado Oscar. ¿Se lo merece después de tantas nominaciones? No lo sé. De verdad que no lo sé. Yo no he visto “El Renacido”, ni tampoco me llama la atención, pero los que saben dicen que ha hecho un papelón. Supongo que ya se lo debería haber llevado antes, y si lo hace ahora no será más que porque sus rivales quizá no han estado tan a la altura. De todas maneras Di Caprio no es mi actor fetiche, es más está lejos de serlo, pero quizá sí se lo merezca.

No puedo hablar mucho de las candidaturas de actores porque este año la verdad es que las películas que he visto han sido más de historias que de interpretaciones. El Oscar a Mejor Actor está casi cantado para Di Caprio y no creo que vaya a haber sorpresas. Pero en las otras tres categorías supongo que los ganadores serán los esperados. El Oscar a Mejor Actriz estará entre la ya veterana Kate Blanchett por “Carol” y Brie Larson por “La Habitación”; no he visto ninguna de las dos películas aunque la primera sí me hubiera gustado verla. Los mejores actores de reparto (ambas categorías) probablemente sean Alicia Vikander por “La Chica Danesa” y Sylvester Stallone por “Creed”. La primera creo que merecerá totalmente la estatuilla aunque también aquí puede haber sorpresas. El segundo supongo que la recibirá más que por merecerlo en esta ocasión, cosa que no pongo en duda porque no he visto la película ni la voy a ver, por servir de homenaje de uno de los actores imprescindibles de Hollywood de las últimas décadas.

Tema Mejor Pellícula y Mejor Dirección. Aquí me voy a mojar un poco más porque sí que he visto algunas de las candidatas. Entre las ocho cintas nominadas al Oscar a Mejor Película de 2015 he visto tres de ella: “Marte”, “El puente de los espías” y “Spotlight”. Me han gustado mucho las tres. Me hubiera gustado también ver “Brooklin” y “La Gran Apuesta”, pero no lo he hecho (básicamente porque para la primera quiero esperar a leerme el libro en la que se basa y la segunda se me ha pasado el tiempo ya). Sin embargo ninguna de estas películas es la favorita. Este papel lo tiene “El Renacido” y supongo que se lo llevará, aunque preferiría que fuera “Spotlight”, esa grandísima historia que pone de mala leche e indigna pero que demuestra que un puñado de hombres y mujeres valientes y justos pueden cambiar un poco las cosas. El Mejor Director pues supongo que será Iñárritu por “El Renacido”, aunque sigo diciendo que tengo la impresión de que esta película está muy sobrevalorada. Aquí voy a volver a quejarme del desprecio que siguen teniendo los Oscar por Spielberg, ya que a pesar de que su película es una de las nominadas a mejor cinta del año, él no está nominado a mejor director. Ocurrencias absurdas de Hollwood.

En el apartado de guiones creo que “Spotlight” se llevará el Oscar a Mejor Guión Original, mientras que “La Gran Apuesta” hará lo propio con el de Mejor Guión Adaptado. Y aquí no creo que vaya a haber muchas sorpresas como sí que las espero en las categorías mencionadas en el párrafo anterior. Aunque luego con la Academia nunca se sabe y termina por hacer chorradas, o barbaridades según se quiera considerar y calificar algunas de las decisiones más polémicas de los últimos años. En las categorías más técnicas hay una grandísima favorita que a la postre creo que será la ganadora absoluta de la noche, con permiso de Di Caprio, al menos por número de premios. Esta película es “Mad Max: Furia en la carretera” una película de esas de culto, es decir o la amar o la aborreces, que según parece está muy bien hecha, al menos técnicamente. Comento brevemente la categoría de Mejor Película de Animación para decir algo evidente y es que Pixar volverá a conseguir un Oscar por “Del Revés” su última creación, aunque a mí no me produjera ningún sentimiento de admiración cuando la vi.

Pero mañana a miles de kilómetros de mi casa, y a nueve horas de diferencia, en Hollywood se librará quizá la última gran batalla del cine clásico. Dos titanes del mundo cinematográfico se miden en una de esas categorías que suelen pasar desapercibidas pero que yo siempre es la primera que suelo buscar tanto cuando salen las nominaciones como cuando se anuncias los premios. La batalla por el Oscar a Mejor Banda Sonora se lo disputarán, sin desmerecer a los otros tres nominados, Ennio Morricone y John Williams. A veces es muy injusta la vida y dos grandísimos monstruos de la música deben verse las caras frente a frente. Para los dos será probablemente su última ocasión, sus últimos Oscar Morricone tiene 87 años y Williams 84. Williams sabe lo que es ganar un Oscar, lo ha hecho en cinco veces, habiendo sido nominado 50 veces; Morricone por su parte es autor de quizá unas de las mejores bandas sonoras de la historia del cine, pero sólo tiene un Oscar en su haber, y es el honorífico. Mañana uno de los dos ganará un Oscar, de eso no hay duda, pero quién será es un misterio.

No puedo elegir entre Morricone o Williams porque admiro a ambos. De Morricone me apasionan bandas sonoras como la de “El Bueno, el Malo y el Feo”, “Por un puñado de dólares” o por supuesto por la magnífica “La Mission”. Pero es que el maestro John Williams ha compuesto la música de películas que siempre llevaré en mi retina; músicas que siempre resuenan en mis oídos y que todo el mundo puede tararear. De Williams son obra las músicas de “E.T.”, “Tiburón”, “La Guerra de las Galaxias”, “Harry Potter”, “Indiana Jones”, “Superman”, “La Lista de Schindler”, “Parque Jurásico”, “Salvar al Soldado Ryan” o “Solo en Casa”. No puedo elegir. Por un lado creo que Ennio Morricone merece ganar de verdad un Oscar. Pero por otro lado John Williams es y será siempre mi compositor favorito de bandas sonoras, un dios terrenal de la batuta y la armonía que ha puesto música a muchas de mis películas favoritas. ¿Ganará el mejor? No, porque eso implicaría que los dos compartirían el premio y no puede ser. Ojalá no pierdan ambos, aunque estando la decisión en manos de la Academia todo puede pasar.

Ya no hay más que decir. La suerte ya está echada. Los nombres de los ganadores de cada una de las categorías de la edición 88 de los Oscar ya está impreso en las tarjetas correspondiente dentro de los sobres lacados bajo atento resguardo del notario de turno. Las estatuillas doradas también están ya listas para caer en las manos de sus nuevos propietarios y decorar dando distinción y prestigio alguna estantería. Para algunos serán las primeras estatuillas, para otros no pero harán que sí y las recibirán con la misma ilusión que aquella primera. Yo como siempre esperaré a la mañana del lunes para saber quiénes han sido los ganadores y juzgar la justicia o injusticia que se haya podido repartir durante la gala. Podré o no ganar la porra de los Oscar de mi Escuela, pero eso es casi secundario. Solo falta esperar a mañana cuando todo se decidirá y tendremos y perdedores o derrotados, ilusiones y decepciones, y por supuesto no faltarán las voces que dirán que se han cometido verdaderas barbaridades, entre ellas a lo mejor la mía, pero que me callaré. Sólo falta que Oscar decida con quien se va. Suerte a los nominados y que ganan los mejores.


Caronte.

martes, 16 de febrero de 2016

No vale (2 de 2)



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La chica les explicó que ahora tocaba poner en común lo que cada grupo había decidido por separado:

– Ahora debéis elegir conjuntamente y de nuevo por consenso y unanimidad elegir cinco objetos de los que tenéis entre ambos. Habéis coincidido en algunos pero hay algunos en los que diferís. Debéis acordar únicamente cinco objetos. Volvéis a tener diez minutos para discutir entre vosotros y decidir, no sólo qué cinco objetos cogéis definitivamente sino el orden de importancia de los mismos.
Dicho lo cual los dos grupos pusieron en común sus decisiones. Dio la casualidad de que los dos compartían tres de los cinco elementos y que dos de ellos eran los dos primeros de la lista y en el mismo orden: oxígeno primero y luego agua. Solo diferirían por tanto en dos objetos. El grupo de nuestro joven candidato tenía el mapa celeste y la radio; dos objetos que el grupo contrario no habían nombrado pero que habían sopesado previamente.

Los compañeros de grupo de nuestro candidato llevaron la voz cantante. Él todavía no encontraba su sitio en la prueba. No estaba ni cómodo, ni suelto, ni determinado, ni tan siquiera ilusionado; en la presentación que había hecho la mujer de recursos humano de la Multinacional les había hablado un poco de la beca, de la actividad de la compañía y de lo que harían durante el año de becarios, y esto le había desmoralizado un poco. Ese no era el trabajo o la oportunidad que deseaba, por eso ahora durante la dinámica se dejaba más o menos llevar por sus compañeros y rivales. Hacía lo que podía. Intervenía ligeramente siempre que le dejaban. Hacía comentarios más o menos obvios para apoyar a sus compañeros a defender los objetos que su grupo había escogido.

Al final acordaron entre los ocho los cinco objetos: oxígeno, agua, leche en polvo, mapa celeste y radio FM. Una vez hecho lo cual la chica que dirigía la prueba volvió a hablarles y a pedirles que uno de entre ellos defendiera el por qué habían escogido los objetos que había escogido. Nuestro candidato calló como lo hace eternamente un muerto y ni se movió para intentar pasar desapercibido. No quería ser él el que tuviera que hablar. Por suerte en su grupo de cuatro había un chaval bastante echado para adelante que hablaba y razonaba bien, y además no lo hacía desde una posición de superioridad o prepotencia, sino todo lo contrario.

Tras la defensa de los cinco objetos por parte de este chaval, la cosa cambió radicalmente. Probablemente ninguno de los ocho candidatos se esperaban nada de lo que a continuación vino. Desde luego nuestro joven candidato no lo esperaba. Al acabar la defensa de los cinco objetos escogidos él pensó que todo había acabado y que la suerte estaba echada, aunque confiaba más bien poco en la suerte y menos ese día en el que sabía que nada le estaba saliendo como esperaba ni como se había imaginado. Pero no era así.

– Bien, pues ahora ha habido un problema. – Comenzó a decir la chica que había dirigido la prueba todo el rato, como si formara parte también de la tripulación de la fatídica nave espacial estrellada en la Luna. – Desde la base en la Luna os dicen que no podéis ir todos. Uno de vosotros se tiene que quedar por diferentes motivos, que dan igual en estos momentos.

Los ocho aspirantes quedaron relativamente en shock. Realmente ninguno se esperaba ese cambio en los acontecimientos. A todos les pilló por sorpresa. A decir verdad nuestro joven candidato, que ya se esperaba cualquier cosa, sí que tenía en mente, aunque en un lugar bastante remoto, dicha posibilidad. Ya había oído algo por el estilo en algunas pruebas de selección, pero aún así, que después de haber hecho dos grupos independientes en los que ya se había discutido, y tras haber discutido luego en general con el resto de candidatos, ahora viniera esto no estaba no ya en sus planes sino que por lo que veía por las caras de sus compañeros de proceso de selección tampoco en la de ninguno de ellos.

– Tenéis veinte minutos para que cada uno defienda por qué no debe ser él quien se quede atrás ya sea porque tiene más capacidad física para llegar a la base lunar, o por sus conocimientos técnicos, o por su resistencia mental. Lo que queráis. – Siguió explicando las condiciones de esta parte la chica. – Eso sí, ninguno se puede postular voluntariamente para quedarse y debéis elegir democráticamente como siempre.

Escuchar estar últimas palabras le hizo pensar a nuestro joven candidato que todo era una especie de broma. ¿Cómo se podía elegir democráticamente que una persona se quedara abandonada en medio de la luna? ¿De verdad estaba en un proceso de selección en el que se estaba pidiendo que se dejara morir, porque en definitiva es lo que conllevaba la decisión a tomar, a alguien? No se lo podía creer.

Antes de que la chica que dirigía la prueba les dijera que el tiempo había comenzado, uno de los chicos que había en la mesa alzó la mano tímidamente como para preguntar algo. La chica le dio paso y éste dijo:

– Antes de nada me gustaría dejar claro que a quien se deje atrás se le recoge una vez hayamos llegado todos a la base lo antes posible.

Los demás candidatos asistieron y aceptaron dicha obviedad. El problema es que nuestro joven aspirante seguía sin creerse lo que estaba oyendo. ¿De verdad estaban sus compañeros de proceso de selección dispuestos a asumir dicha prueba y sus condiciones? Era surrealista. No cabía en sí de indignación y asombro. Todo aquello le pareció, irónico, mezquino y ante todo absurdo, ya que no comprendía en qué el ponerse de acuerdo en ver quién se queda abandonado en la Luna podía determinar que una empresa escogiera a una u otra persona para una beca. Todo le pareció anormal.

Nuestro candidato se quedó pensativo mientras dos de sus compañeros empezaron a hablar y a intentar dar los argumentos más sólidos y firmes posibles para demostrar que ellos no debían ser dejados atrás. ¡Coño, ni ellos ni ninguno de los ocho!, pensó para sí mismo nuestro joven aspirante. No podía aceptar lo que estaba escuchando. Él sería el tercero en tener que dar su punto de vista y en defenderse para no quedarse tirado como un perro abandonado por unos dueños inmisericordes sin corazón ni conciencia.

Sin embargo cuando tuvo que hablar, y después de que dos de sus compañeros ya lo hubieran hecho y dicho que ellos tenían buenas condiciones físicas como para llegar lo antes posible a la base y volver a por quién se quedara atrás y que también podían aportar buen ambiente y ánimos ante una decisión de ese calibre, decidió hacerlo sin pelos en la lengua. Su posibilidad de conseguir la beca estaba ya bajo mínimos y nada podía perder.

– Yo no voy a participar en la decisión. – Dijo nuestro joven candidato mirando a todos y a nadie a la vez.
– Eso no vale. Hay que decidir, para eso estáis aquí. – Dijo la chica que dirigía la prueba, de manera inmediata al ver la reacción de nuestro candidato.
– Yo no. No puedo ponerme por delante de ninguno de mis compañeros para salvarme. No lo voy a hacer. Y mucho menos voy a votar que otro lo haga en mi lugar. No. – Siguió él vehementemente y ligeramente indignado con la situación y también con la propia actitud tanto de la chica que llevaba la prueba como con sus compañeros que aceptaban todo como si aquello fuera algo normal.
– En eso consiste la prueba. Sabíais a lo que veníais. – Dijo la chica de manera fría y seria, como si todo eso fuera mera rutina para ella.
– Yo venía a una dinámica de grupo, no a decidir sobre la vida de nadie aunque todo esto sea ficticio. No voy a participar de este juego. Si eso me elimina me da igual. Antes está mi conciencia. No voy a aceptar esto porque sí. – Dijo él insinuando, en su modo de decirlo, que el resto de sus compañeros, mudos y en silencio, sí asumían y aceptaban ese juego.
– Todos pensamos como tú, pero es lo que hay y lo que tenemos que hacer. Ya se ha dicho que se vuelve a por quien se quede atrás. – Dijo uno de los chicos que también participaban en la dinámica de grupo y que todavía no había hablado.
– Me parece bien, pero yo no voy a participar en esto. Ya no. Ni voy a dar argumentos para salvarme el pellejo ni a votar luego para que haya consenso en que alguien se quede. No valgo para eso. – Contestó él no solo mirando al chico que había hablado sino también al resto de sus compañeros.
– Bueno pues se tomará nota de esto y ya está. – Dijo la chica de selección mientras la otra, la que en todo el proceso y la prueba no había abierto la boca seguía tomando notas en su cuaderno.

El proceso de selección siguió. Sus compañeros de dinámica no pusieron más objeciones y simplemente le ignoraron. Alguno en algún momento volvió a recalcar que quien se quedara sería recogido de vuelta lo antes posible y que se quedaría con todo lo necesario para poder resistir solo en la Luna. Él guardó silencio y escuchó al resto de sus compañeros. Oyó y vio como los chicos intentaban ante todo sobrevivir y decían lo fuerte que eran tanto física como mentalmente, y lo bien que se orientaban, y lo estupendos que eran. Las chicas fueron más taimadas y tímidas. Hablaron menos y se tiraban muchas menos flores que ellos. Es más una de ellas, la primera que habló, fue tan sincera que terminó por señalarse como la más idónea para quedarse sola.

Esa oportunidad no fue desaprovechada por el mismo chico que al principio había puesto la condición de que se volvería a por quien se quedara atrás, que inmediatamente y tras haber escuchado a todos dar sus argumentos y defenderse señaló a la primera chica como la candidata para quedarse sola. Ella, la pobre, había dicho que no necesitaba mucho alimento para sobrevivir, ni agua, que no era muy resistente físicamente pero que sí tenía los nervios muy templados y era muy calmada, con mucha fuerza mental.

Los restantes chicos aceptaron la propuesta del improvisado verdugo y apoyaron casi sin fisuras la propuesta. Hubo incluso algún comentario de tono relativamente machista que pareció ser ignorado, cosa de esperar siendo las chicas minoría. La otra chica restante también aceptó que su compañera de género fuera la sacrificada.

Sin embargo si hubo algo que a nuestro aspirante le tocó la moral y le pareció ruin es que una decisión como esa terminara envuelta en la manta de la democracia. Para probablemente limpiar sus conciencias, pensó él, se sometió a votación la decisión. Obviamente la chica señalada no habló al haber aceptado al principio todas las condiciones de la prueba. Él tampoco alzó la mano, simplemente vio con resignación como se producía todo y pensó que eso no valía. Pero que valga o no una cosa es lo de menos mientras haya gente que sí le de validez.

Terminado el proceso y la prueba con el resultado de un abandono en la superficie Lunar y una promesa de volver a por quien se ha dejado atrás, la chica del proceso de selección les agradeció a todos su tiempo y les dijo que en breve se comunicarían con ellos para decirles si seguían en el proceso de selección o no y para en el caso de que siguieran adelante citarles para una entrevista ya más al uso.

Nuestro candidato sabía ya muy bien que él no estaría entre los citados para una posible futura entrevista. Tampoco le importaba visto lo visto. No quería trabajar en la Multinacional por dos razones: la primera porque la presentación que les habían hecho a los ocho candidatos sobre el funcionamiento de la beca no le había terminado de convencer y no le entusiasmaba mucho; y segundo porque visto la dinámica de grupo que había tenido que realizar y sobre todo la última parte de la misma en la que tendría que haber aceptado como algo normal el abandonar a alguien a su suerte, le había asqueado.

No. Sabía que la Multinacional no le llamaría para seguir adelante con el proceso de selección. Pero a él le daba igual. No se sentía para nada mal. Había actuado como creía que tenía que actuar en el momento decisivo. Es cierto que no se sentía orgulloso de cómo le había salido en general la primera parte de la dinámica de equipo teniendo en cuenta de que los acontecimientos le habían superado y sus compañeros parecían mucho más versados y con más experiencia en dichas lides. Eso era lo que más le fastidiaba, no haber estado a la altura de sus propias expectativas. Pero eso ya daba igual.

La dinámica de grupo terminó. Los ocho candidatos se levantaron de sus asientos y siguieron de nuevo a la chica que les había ido a buscar a la base de la torre donde después de bajar de nuevo en los ascensores panorámicos y ver como la Capital quedaba envuelta en una especie de bruma artificial compuesta probablemente a partes iguales de contaminación y niebla invernal, les dejó y se despidió de ellos.

La chica insular subió de nuevo a la planta donde se había llevado a cabo la prueba de selección. En la misma sala la esperaba su compañera con el cuaderno de notas lleno de garabatos, apuntes, comentarios e ideas sobre los candidatos. Juntas de nuevo comentaron un poco cómo habían visto a los chavales. La que había dirigido toda la prueba lo primero que hizo fue comentar lo que trataron y definieron como incidente con nuestro joven candidato y su insumisión:

– Nunca me había pasado esto. Nunca había dado con un chaval tan necio y absurdo.
– Yo tampoco, pero es algo que entra dentro de las posibilidades. Siempre hay gente idealista por el mundo. – Dijo con sorna la otra chica.
– Pues la ostia que se va a llevar cuando vea la realidad va a ser buena. Que él no estaba para decidir sobre la vida de otra persona ha dicho. ¡Menudo iluso! – Comentó casi indignada la primera chica.
– Supongo que no vale, ¿no? – Comentó la otra.
– Supones bien: no vale. Lógicamente. Es más no le vamos ni a llamar. Siendo tan listo como es seguramente ya se imagina el resultado. ¿Para qué perder tiempo en gente así de insumisa? – Dijo de manera cruel la primera chica de nuevo, regocijándose en sus propias palabras.
– Perfecto. – Comentó la otra chica apuntando algo en su cuaderno de notas.

Mientras tanto los ocho candidatos se despidieron entre sí y se desearon cínica e hipócritamente suerte, o eso es lo que a nuestro joven aspirante le parecieron las palabras de sus rivales. Él se marchó hacia el metro solo. Los otros candidatos fueron en la dirección contraria: llevaban destinos diferentes.

Antes de volver a meterse en las profundidades de la tierra en el metro de la Capital, nuestro candidato paseó alrededor de las cuatro grandes torres que se erguían en esa zona de la ciudad. Las contempló desde el suelo mirando hacia arriba en varias ocasiones y notando tensión en su cuello al hacerlo. Rodeó las torres y recorrió los jardines, se sentó en varios bancos a la fría sombra de las torres y vio a mucha gente entrar y salir de ellas y fumar en las entradas de las mismas pasando frío. Creyó que sentiría envidia de ver a toda esa gente trabajar en un sitio tan ostentoso como ese, pero no fue así. Él se sentía más sencillo, su vida y su futuro no estaba en ese mundo aunque hubiera estudiado para pertenecer a él.

Al final se dirigió ya sí hacia el metro no sin antes volver a mirar hacia la torre de la Multinacional y dirigir sus ojos hacia más o menos la planta donde había tenido lugar la dinámica de grupo para decir en voz muy baja, sólo audible para él mismo, que eso no valía. Que no valía ni él ni lo que había vivido.

Caronte.

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domingo, 14 de febrero de 2016

Nadie se acuerda de San Eleucadio

Hace ya doce horas que comenzó el cuadragésimo quinto día del año y nadie se ha acordado de felicitar al Eleucadio más cercano que se tenga. ¡Qué poca vergüenza tenemos de verdad! No sé cómo podemos vivir tranquilos sabiendo que habrá gente hoy que dirá: “es mi santo y nadie se acuerda de mí”. Me imagino también al propio santo allá donde esté diciendo: “vaya panda de gentuza hay en la tierra que no se acuerdan de mí y sin embargo sí lo hacen de ese repipi de Valentín que nunca hizo nada y se ha llevado todo el mérito”. Pobre Elecuadio, qué habrá hecho este griego que fue convertido al cristianismo por San Apolinar y que fue obispo de Rávena entre los años 100 a 112 sucediendo a San Aderito. Es lamentable que podamos seguir hoy despiertos y con la cabeza alta tras haber ignorado a este mártir de la Iglesia.

No. De San Eleucadio nadie se acuerda porque hoy 14 de febrero es San Valentín a todos los efectos y en todo el globo terráqueo. No hay sociedad ni país, occidentalizado claro, que no celebre este día con moñerías absurdas y anormales. San Valentín es el patrón de los enamorados; pero también lo es de las grandes superficies comerciales y de restauración que ven como la ignorancia de la gente les permite aprovecharse de ellos y de sus bolsillos sobre todo para hacer dinero entre la campaña de Navidad y la de Semana Santa. Esto es así, es una verdad como un templo, y como todo buen axioma científico no es necesario explicación ni demostración.

¿Por qué celebra la gente San Valentín? Pues supongo que porque a las mujeres les hace ilusión recibir siempre regalos y halagos por parte de sus parejas, pero como le haría ilusión que fuera un 24 de junio fuera el santo que fuera; y también me imagino que los hombres habrán claudicado ante semejante día en parte porque saben que si no cumplen con lo que se supone deben de cumplir se quedan sin un polvo casi seguro, y claro no se pueden desaprovechar ocasiones tan claras, aunque ello suponga comprar regalos cuanto menos ridículos que tienen la utilidad en el mismo lugar donde perdieron encalló el arca de Noe, es decir, en ninguna parte.

Pero aún así se celebra San Valentín. A mí no me molesta que se celebre el amor con un día al año; en el fondo también hay un día al año en el que se celebra el día del padre y otro en el que se conmemora el día del trabajo y no pasa nada. Lo que pasa es que me parece de una ignorancia suprema que se celebre este día como el día del amor, cuando el amor o se siente todos y cada uno de los días de nuestra vida, o no es dicho sentimiento. Pero claro el amor en los tiempos que corren es un sentimiento infravalorado. Ahora todo el mundo es capaz de amar, no ya una vez en su vida, sino decenas y a decenas de personas. Es una pena. No hay mayor ignorancia que creerse todas estas patrañas que año tras año nos han ido inculcando los medios de comunicación y los grandes gurús del marketing empresarial global.

Obviamente cada cual es libre de celebrar su amor en pareja como guste. No voy a ser yo, que no tengo pareja, quien vaya a decir como cada enamorado debe celebrar su amor ni qué día debe ser dicha celebración. En el fondo cada cual es libre de hacer lo que le plazca y de asumir las imposiciones que quiera como propias y creerse que no son imposiciones sino decisiones libremente tomadas de manera individual. Me hace mucha gracia ver en la televisión en diferentes reportajes, o leer en el periódico algunos artículos, sobre San Valentín casi diez días antes de que se produzca. Y en el mismo grado me produce la misma pereza salir por el centro a dar una vuelta y encontrarme en todas las tiendas, da igual lo que vendan, escaparates decorados con tonos rosas, corazones, angelitos con arcos y flechas rojas e imágenes de animalitos bebés con cara de peluche. ¿De verdad así se celebra que uno está enamorado? Es absurdo.

Hay quien podrá pensar que este (refiriéndose a mí) piensa así porque está amargado, porque no tiene pareja, porque nunca ha celebrado San Valentín y porque no moja. Es verdad. No puedo negar nada de lo anterior. Quizá, como buen miembro de una sociedad hipócrita y necia, el día que me eche novia celebraré como el que más este 14 de febrero reservando en un restaurante que me sacará un riñón por una cena que cualquier otra semana del año me costaría al menos un 25% menos y me gastaré un dinero ingente en un regalo moñas a más no poder, con muchos tonos rosas y rojos, con dibujos de corazones y angelitos monísimos, que me costará muchos días de darle al coco para estrujarme los sesos y que mi novia quede alucinada por la grandiosidad de mi regalo que debería reflejar la cantidad de amor que la profeso. Lo dicho, una ridiculez como un campo de fútbol. Pero claudicaría claro.

No puedo negar nada de lo que he dicho en el párrafo anterior porque es cierto, un día como hoy yo estoy amargado. No obstante yo también celebro a mi manera San Valentín, pero con mi mano hueca (aquí que cada cual saque sus conclusiones sobre esto). Tampoco negaré que habrá un día que me gustará celebrar este día de los enamorados y que lo haré como el que más. No. Esto sí que no es verdad. Si puedo evitarlo los 14 de febrero intentaré estar lo más tranquilamente posible con mi pareja en casa pasando el día como otro cualquiera, porque en el fondo deberá ser un día cualquiera en mi vida con ella. Es que de verdad me parece de lo más absurdo consagrar un único día al año a celebrar que se está enamorado con una cena especial o con un regalo más hortera que de costumbre pudiendo hacer esto mismo cualquiera de los otros 364 días del años.

Sé que suena a tópico decir que el amor hay que celebrarlo a diario con tu pareja y todo lo demás. Estos tópicos me parecen igual de absurdos que celebrar San Valentín como norma y obligación. Pero aún así el tópico este es cierto. ¿O no nos damos cuenta de que a día de hoy en San Valentín ya no se celebra el amor sino simplemente la obligación de amar y demostrar ese amor? El Día de San Valentín ya no sorprende. No hay pareja de enamorados, o simplemente de copuladores, que no sepa que para el 14 de febrero tendrá alguna sorpresa. ¿Y qué sorpresa puede darse sabiéndose de antemano que se tendrá una sorpresa? Ninguna. La sociedad se ha vuelto anormal. Y lo digo con todas las palabras: somos ANORMALES.

Yo no me creo que en una pareja la chica, llegado el 14 de febrero, se asombre de que su novio le lleve un ramo de flores, sea cual sea la clase, con una tarjeta romántica y un estuche de bombones con forma de corazón además de algún regalo inservible que genere ilusión ficticia. Todo es simple postureo. Todo está impostado. Igual que el chico esperará poder mojar al final de la noche y si no lo hace quedará completamente decepcionado. San Valentín ya no es, aunque tampoco creo que lo haya sido nunca, una celebración espontánea en la que se demuestra un amor sincero con detalles extraordinarios. San Valentín no es ni más ni menos que un día en el que la sociedad, o gran parte de ella representada principalmente por los jóvenes sin juicio ni criterios propios, se deja llevar por prejuicios y se comporta como una masa irracional que solo piensa en consumir lo que sea y en follar, dicho de la manera más explícita posible.

Que sí que esto que escribo lo hago desde la más absoluta amargura, generada por la soledad de un 14 de febrero sin pareja. No lo voy a negar, no ya porque sea verdad, sino porque no negándolo aquellos que me acusan de eso mismo se enfadan aún más al ver que a quien intentan atacar asume el ataque sin problema alguno (¡qué hipócrita estoy hecho, de verdad!). Pero vamos quien siga creyendo que celebra San Valentín porque ama con locura como nunca antes ha amado y por eso mismo tiene que celebrarlo hoy, se engaña a sí mismo y lo único que demuestra es que para él o ella un día como hoy no es más que una obligación y que el amor que dice sentir es más falso que un billete de siete euros.

Pero vamos hace tiempo que me di cuenta de que lo que piense la gente, sobre todo si es gente a la que no conozco y que se comporta como un ser irracional y demuestra con sus actos su nivel intelectual, me la refanfinfla. San Valentín es para aquellas parejas que prefieren el qué dirán, que si no celebran su amor por todo lo alto un único día al año creen que no se quieren lo suficiente, que no saben amarse si no es en días especiales como este. Allá todo aquel que celebre este día como si no hubiera mañana, y que mañana ya no se comportará como hoy porque será 15 de febrero y ya no habrá cajas de bombones en forma de corazón, tarjetas con animalitos y peluches y angelitos o regalos moñas.

Yo me sigo quedando con San Eleucadio. Me cae mejor. A partir de hoy todos los 14 de febrero celebraré la onomástica de este gran hombre del siglo II d.C. Para mí serán el día de la celebración del no amor. Intentaré instaurar dicha celebración con mi pareja el día que la tenga, si es que la tengo en algún momento. Propondré a mi pareja que el 14 de febrero nos distanciemos, que cada uno haga lo que quiera de manera independiente e incluso que comuniquemos amigos y familia que lo dejamos por un día, que nos damos un tiempo para pensar. Eso sí sería una manera original de celebrar el 14 de febrero. Es más a lo mejor incluso lo que haré con mi pareja será celebrar este día de los enamorados riéndonos de todos los anormales que lo celebran como si fuera la última cosa que harán en el mundo con sus parejas, haciendo una parodia de San Valentín,  regalándola por ejemplo un exprimidor para que me haga un zumo por las mañanas, o una máquina de depilar, y recibiendo por su parte a lo mejor un par de calzoncillos blancos tipo slip. Sería extraordinario. Estaría semanas riéndome.

Pero de momento no puedo llevar a cabo ni estos planes ni los contrarios. Solo puedo celebrar San Valentín con los únicos amores de mi vida: los libros. Libros que no piden regalos a cambio de hacerles el amor, es decir leerlos. Además el día de hoy es propicio, ya que es domingo y por lo tanto mañana se trabaja y hay que madrugar por lo que muchas parejas tendrán que acabar antes la cena para no acostarse muy tarde. Y hace mal tiempo, lo que me gusta aún más sobre todo porque eso implica que muchos planes de San Valentín quedarán invalidados y jorobados. Mejor. Así me puedo reír más a gusto, con una risa malvada y siniestra pensando que ninguna parejita estará por el Retiro paseando con el viento que hace y la lluvia que cae de vez en cuando. ¡Que se fastidien! Si yo no puedo celebrar el día de San Eleucadio como la providencia manda que nadie lo pueda hacer.

No soy buena gente lo reconozco. Y en días como hoy mucho menos. No deseo ningún bien a aquellas parejitas que celebran San Valentín por todo lo alto porque no se lo merecen. Sin embargo deseo todo lo mejor a todas esas otras parejas que pasan de patrañas y regalos absurdos y asumen este domingo 14 de febrero como lo que es: un día más en el que como todos los demás hay que amar hasta el final, hasta que duela y no se pueda más, con todo el corazón y las entrañas, dejándose la piel y todo lo demás. A esa gente para la que San Valentín no es más que un invento de las grandes superficies para hacer más dinero a costa de los ignorantes que se lo creen y trafican con un amor de cartón que a la mímina gota de agua se echa a perder. De todas maneras me quedo con San Eleucadio, el pobre santo menospreciado y que sufrió lo indecible para conseguir un asiento en el Santoral Olímpico y del que nadie se acuerda en el día de su onomástica. Yo sí lo hago “Eleuqui” tronco, yo sí me acuerdo de ti.

Caronte.

sábado, 13 de febrero de 2016

No vale (1 de 2)

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Si esa mañana estaba allí, delante del rascacielos más alto de la Capital, era porque un par de meses atrás se había inscrito en una oferta de trabajo, o mejor dicho en una oferta para obtener una beca en una gran Multinacional. La torre era la sede de la Multinacional. Y allí estaba él a la sombre de la torre, haciendo tiempo para entrar y acercarse al control de entrada donde tendría que preguntar por una mujer.

La mañana estaba fresca pero lucía un sol radiante que arrojaba la sombra de la gran torre sobre el suelo y sobre otras torres semejantes, aunque no tan altas, construidas en los momentos álgidos del boom del ladrillo, antes de que la burbuja inmobiliaria terminara de explotar y de llevarse por delante el empleo de muchas personas y el futuro de otras muchas que estaba por venir. Antes de entrar en la torre nuestro joven aspirante se dijo que tenía tiempo de sobra como para rodear toda la torre y así lo hizo. Había mucho movimiento a su alrededor, ésa era una zona financiera, donde muchas empresas importantes tenían su sede, donde se movía parte de la economía del país. Todo el mundo iba con traje y parecía tener prisa. Él estaba tranquilo, todavía tenía como cuarenta minutos para que llegara la hora en que había sido citado.

Era su tercer proceso de selección serio. Había acabado la carrera hacía seis meses y aunque todavía no había pasado demasiado tiempo y encontrarse en paro era algo más que normal, él estaba ansioso por empezar a trabajar. Pero por muchos currículos que enviara a empresas, nunca recibía respuesta. Era desesperante: se sentía inútil y perdido.

Miró el reloj y vio cómo la hora de la cita se estaba acercando. Decidió dejar de deambular por los alrededores de la torre y pasó al gran atrio de la misma. Las puertas giratorias de cristal le condujeron lentamente a un gran espacio luminoso, de una altura considerable, donde había dos mostradores, uno a la izquierda vacío, y otro a la derecha con tres mujeres jóvenes que atendían a mucha gente. Se acercó a este último y esperó su turno. Le atendió una joven muy guapa con acento insular, le pidió su documentación y le preguntó a qué iba. Él contestó que tenía una entrevista de trabajo. La joven le dijo que pasara por el control de seguridad y que después esperara en unos sillones colocados en mitad de todo el espacio diáfano del atrio de la torre hasta que alguien viniera a por ellos.

Ellos eran otros jóvenes más o menos de su edad que estaban dispersos por varios sillones esperando como él. En el fondo para lo que estaban todos allí no era una entrevista de trabajo clásica de toda la vida, sino una dinámica de grupo: una invención moderna que se supone demuestra mejor quién vale para un determinado puesto de trabajo o no. Él ya había hecho una prueba de ese tipo en otra gran empresa, el problema es que no sabía muy bien si le había salido bien o no. Ese tipo de pruebas no tienen un resultado único y por tanto quienes se someten a ellas quedan a disposición de lo que quienes dirijan la prueba decidan. A él desde luego no le habían vuelto a llamar de la empresa donde hizo dicha prueba.

Ya sentado en el sofá empezó a ponerse un poco más nervioso. Estaba un tanto alejado del resto de candidatos, y por tanto rivales. La palabra rivales nunca le gustó y prefería evitarla si podía, lo que pasa es que la realidad siempre vence y supera cualquier principio personal y a pesar de todo, esos jóvenes candidatos eran sus rivales esa mañana. A pesar de la distancia a la que se encontraba les escuchaba hablar y relacionarse, parecía que algunos se conocían de antes, otros simplemente se presentaban y charlaban un poco para mitigar nervios y quizá también como técnica de guerra: para conocer, aunque fuera ligeramente, a sus rivales. Él prefirió esperar un tanto apartado, tranquilo y respirando profundamente.

Justo en el momento en que las agujas de su reloj daban las once y media, hora a la que había sido citado en la torre de la Multinacional, apareció por uno de los extremos de atrio una chica, también bastante joven y también con acento insular. Él tuvo la impresión de que todas las chicas que trabajaban en la torre eran insulares. Dejó pasar ese sentimiento. El grupo de candidatos, ocho en total, siguieron a la chica que les había bajado a buscar. Les condujo hacia la zona de ascensores. Una zona oscura y brillante, futurista, casi galáctica pensó él. Poco esperaron hasta que uno de los cuatro ascensores apareció y abrió sus puertas para que subieran. Y subieron.

El ascensor les condujo hasta la planta 18, más o menos hasta la mitad de la torre, como posteriormente él pudo comprobar al terminar la dinámica de grupo. En apenas unos segundos se habían elevado desde el nivel del suelo hasta más de cien metros de altura y lo habían visto gracias a que el ascensor era de cristal y proporcionaba unas vistas inmejorables. Salieron del ascensor y siguiendo a la chica llegaron hasta las oficinas propiamente dichas. Entraron en una sala más o menos amplia con una mesa alargada y rectangular, con cuatro sillas por lado, situada en medio de la sala, preparada con papeles, unos bolígrafos, un vaso y una botella de agua mineral para cada candidato.

Dentro de la sala había dos mujeres de pie recibiéndoles. Una de ellas era una responsable del departamento de recursos humanos de la Multinacional y la otra era compañera de la chica que había bajado a por los candidatos. Los ochos se sentaron como quisieron, al libre albedrío. Él lo hizo en el segundo sillón contando desde el extremo de la mesa donde estaban las mujeres que iban a llevar y dirigir el proceso de selección. En su lado de la mesa había otros tres chicos. En el lado opuesto había dos chicos más y dos chicas. Allí la igualdad brillaba por su ausencia, salvo en el equipo de selección que estaba compuesto en su totalidad por mujeres. Ese desequilibrio de sexos le pareció muy curioso a nuestro joven candidato, lo que le hizo sentirse un poco extraño, ligeramente intimidado por quedar en manos de la decisión de tres mujeres, siendo tantos hombres en liza.

Sentados todos ya en unos sillones giratorios bastante cómodos, la mujer responsable de recursos humanos de la Multinacional se presentó ella misma y a las otras dos mujeres, algo más jóvenes, que serían las verdaderas encargadas de la selección. La mujer habló sobre la Multinacional y explicó un poco a qué se dedicaba y en qué consistía la beca a la que estaban optando y cómo seguiría el proceso de selección y el futuro que podrían tener los que al final consiguieran dicha beca. Nada de lo que escuchó en esa exposición y en un vídeo que les pusieron a continuación le entusiasmó mucho a nuestro joven candidato. Él se esperaba otra cosa y ante todo no aspirada a trabajar toda su vida en una empresa cuya actividad principal distaba tanto de lo que había estudiado.

Tras la explicación de la mujer, una de las chicas más jóvenes que se encargarían de la dinámica de grupo les pidió que si se sentían cómodos, formalismo más que absurdo en esa situación, que realizaran una pequeña y breve introducción o presentación de ellos mismos al resto de aspirantes para que se conocieran mejor, pero en inglés. La petición, aunque a él no le pillaba por sorpresa, le trastocó sus planes e ideas sobre cómo iba a ser la prueba. Pero había que asumirlo y lo hizo.

Fue el segundo en hablar de entre todos los candidatos y tras escuchar al rival o compañero de prueba que tenía sentado a su izquierda fue él quien se presentó:

– Hola, buenos días. Me llamo... Soy de la Capital y he estudiado Ingeniería de... Terminé la carrera hace seis meses y desde entonces estoy buscando trabajo. No he realizado ni realizo ninguna práctica en ninguna empresa ni ninguna beca. Estoy interesado en trabajar para la Multinacional porque creo que es una gran oportunidad para ampliar mis conocimientos en un campo técnico que durante mi carrera no he tocado mucho. Además creo que la beca que se nos ofrece es una buena oportunidad para empezar a trabajar en el ámbito internacional y desarrollarme personalmente.

No dijo nada más porque no sabía qué mas decir. De hecho tampoco había mucho más que decir. Pasado el trance de hablar por primera vez y después de constatar que no se había puesto tan nervioso como esperaba y que lo había hecho mejor de lo que pensaba, se relajó ligeramente y escuchó al resto de los candidatos y compañeros de prueba. Así pudo comprobar cómo de los ocho que eran en esa prueba de selección cuatro eran del norte del país, las dos chicas y dos chicos más, y sólo uno más de la Capital como él. Todos habían estudiado carreras técnicas e ingenierías relacionadas con la principal actividad de la Multinacional y hablaban de su interés en diferentes campos de los que él nunca había oído hablar. Varios habían ya estado de becarios en algunas empresas, otros estaban en esos momentos trabajando y casi todos habían hecho alguna estancia en el extranjero, ya fuera para mejorar su inglés o para estudiar algún máster.

Al ir oyendo a sus rivales, ahora ya sí que no había dudas de que eran sus rivales por ese puesto, se fue dando cuenta de que él estaba fuera de lugar y que se había quedado muy atrás en cuanto a formación. Había estudiado una carrera que se suponía que simplemente por el mero hecho de nombrarla, o así se lo habían hecho creer, todo el mundo debería genuflexionarse a su paso. Allí vio que eso no era así. Había vivido una mentira. Aunque para ser justos tampoco se puede hablar de mentira cuando él mismo hacía tiempo, hacia la mitad de la carrera, se había dado cuenta del castillo de cartón en el que estaba. Ahora sólo quedaba aceptarlo. No podía hacer otra cosa.

En mitad de esos pensamientos la ronda de presentaciones en inglés acabó. La mujer de recursos humanos de la Multinacional se despidió de los candidatos y dejó al mando de la selección a las otras dos mujeres jóvenes. Éstas una vez solas en la sala frente a sus posibles víctimas explicaron en qué iba a consistir la dinámica de grupo que iban a realizar los ocho.

– En una primera etapa os vais a dividir en dos grupos de cuatro. Un grupo seréis un lado de la mesa y el otro, otro. Como veis en las pantallas – dijo la chica que había bajado a por ellos a la recepción de la torre señalando dos monitores colgados de las paredes – tenéis un caso práctico explicado.

Dejó unos segundos para que todos asumieran las primeras palabras y consignas para proseguir con su explicación a continuación:

– Os pongo en situación. Formáis parte de la tripulación de una nave espacial que está en la Luna. Habéis sufrido un accidente y habéis tenido que alunizar muy lejos de la base. Y ahí llega el problema que debéis resolver bajo consenso. Debéis llegar hasta la base en la luna y para ello podéis llevar con vosotros únicamente cinco elementos de los que podéis ver en la lista en las pantallas. Cada grupo debe acordar qué lleva y el orden en que escoge los objetos.

Hubo otro silencio de asimilación entre los ocho candidatos que alternaban sus miradas entre las dos pantallas, y la chica que les estaba explicando la situación.

– Tenéis en primer lugar cinco minutos para echar un vistazo y apuntar lo que queráis en el folio en blanco que tenéis delante. Esto de momento lo hacéis de manera individual. ¿Alguna pregunta al respecto?

No hubo preguntas. La chica dio inicio a la prueba y a los cinco primeros minutos de la misma. Todos los aspirantes se dispusieron a leer el caso práctico en las pantallas y los diferentes objetos entre los que debían escoger cinco. Como punto de ventaja para nuestro joven aspirante hay que señalar que el caso que tenía delante no era del todo extraño para él ya que cuando realizó la primera prueba de esas características para otra gran empresa había investigado un poco y había dado con un caso, si no igual muy parecido. Sabía lo que tenía que hacer. No perdió la calma y se puso a leer los objetos entre los que había que escoger: oxígeno, leche en polvo, alimentos concentrados, agua, lona, cuerda, linternas, brújulas, mapa celeste, bengalas, pistola, hornillo, emisor/receptor de FM, etc.

Con mucha calma y cabeza fue apuntando en el folio en blanco los objetos que podrían ser de alguna utilidad: oxígeno, agua, cuerda, alimento concentrado, leche en polvo, radio FM, mapa celeste. Entre esos primeros seleccionados señaló aquéllos sobre los que no admitiría duda alguna: oxígeno, agua y mapa celeste. Una vez hechos los apuntes correspondientes miró a sus rivales y vio que algunos miraban a la pantalla y otros apuntaban y subrayaban cosas. Él estaba tranquilo y se sentía seguro de lo que había hecho.

El tiempo pasó y la joven insular que dirigía la prueba volvió a hablar:

– Ahora tenéis diez minutos para discutir y consensuar con vuestros compañeros de grupo qué cinco objetos escogéis. Si no tenéis preguntas el tiempo empieza a correr.

Volvió a no haber preguntas y el tiempo comenzó. Para hacer la discusión algo más cómoda nuestro candidato decidió mover su sillón hacia atrás de tal manera que quedara un hueco entre él y la mesa para que uno de sus compañeros momentáneos de grupo se colocara allí y formaran entre los cuatro una especie de círculo asambleario. Empezaron a discutir. Pronto uno de los cuatro aspirantes, un norteño, pareció tomar la iniciativa e intentó dominar al resto. No lo consiguió del todo.

Lo primero que hicieron en el grupo de nuestro aspirante fue nombrar cuáles eran los objetos que cada uno de manera individual habían elegido. Coincidieron todos en tres elementos: el oxígeno, el agua y el mapa estelar. Los otros dos objetos levantaban más dudas. Discutieron más o menos técnicamente sobre algunos objetos entre ellos el alimento y la leche, la brújula magnética que uno de ellos había escogido en una primera selección sin caer en la cuenta de que en la Luna las brújulas terrestres no funcionan, y también la radio.

A pesar de que todos intervenían en la discusión, nuestro candidato se dio cuenta pronto de que le estaban comiendo mucho terreno y no le dejaban casi exponer sus ideas. No hizo nada para remediarlo. Apuntaba algo de vez en cuando, pero se vio superado por los demás sin saber muy bien cómo reaccionar. No estaba cómodo a pesar de que había elegido todos los objetos que sus compañeros tenían y había logrado también anular al norteño que había empezado con mucha fuerza pero que poco a poco se fue desinflando debido a la elección que hizo de varios objetos más que absurdos e inútiles en la Luna.

El tiempo volvió a pasar casi sin que se dieran cuenta. Mientras estuvieron hablando, las dos chicas que dirigían la dinámica de equipo se habían estado paseando en silencio tomando notas en unos cuadernos alrededor de la sala. Ahora volvía a estar juntas en un extremo de la mesa y se dirigían, más la chica que había bajado a por ellos al recibidor de la torre que la otra, a los candidatos para explicarles el siguiente paso de la dinámica tras apuntar en una esquina de un papel los cinco objetos que cada uno de los dos grupos habían elegido.

Caronte.

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