martes, 16 de febrero de 2016

No vale (2 de 2)



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La chica les explicó que ahora tocaba poner en común lo que cada grupo había decidido por separado:

– Ahora debéis elegir conjuntamente y de nuevo por consenso y unanimidad elegir cinco objetos de los que tenéis entre ambos. Habéis coincidido en algunos pero hay algunos en los que diferís. Debéis acordar únicamente cinco objetos. Volvéis a tener diez minutos para discutir entre vosotros y decidir, no sólo qué cinco objetos cogéis definitivamente sino el orden de importancia de los mismos.
Dicho lo cual los dos grupos pusieron en común sus decisiones. Dio la casualidad de que los dos compartían tres de los cinco elementos y que dos de ellos eran los dos primeros de la lista y en el mismo orden: oxígeno primero y luego agua. Solo diferirían por tanto en dos objetos. El grupo de nuestro joven candidato tenía el mapa celeste y la radio; dos objetos que el grupo contrario no habían nombrado pero que habían sopesado previamente.

Los compañeros de grupo de nuestro candidato llevaron la voz cantante. Él todavía no encontraba su sitio en la prueba. No estaba ni cómodo, ni suelto, ni determinado, ni tan siquiera ilusionado; en la presentación que había hecho la mujer de recursos humano de la Multinacional les había hablado un poco de la beca, de la actividad de la compañía y de lo que harían durante el año de becarios, y esto le había desmoralizado un poco. Ese no era el trabajo o la oportunidad que deseaba, por eso ahora durante la dinámica se dejaba más o menos llevar por sus compañeros y rivales. Hacía lo que podía. Intervenía ligeramente siempre que le dejaban. Hacía comentarios más o menos obvios para apoyar a sus compañeros a defender los objetos que su grupo había escogido.

Al final acordaron entre los ocho los cinco objetos: oxígeno, agua, leche en polvo, mapa celeste y radio FM. Una vez hecho lo cual la chica que dirigía la prueba volvió a hablarles y a pedirles que uno de entre ellos defendiera el por qué habían escogido los objetos que había escogido. Nuestro candidato calló como lo hace eternamente un muerto y ni se movió para intentar pasar desapercibido. No quería ser él el que tuviera que hablar. Por suerte en su grupo de cuatro había un chaval bastante echado para adelante que hablaba y razonaba bien, y además no lo hacía desde una posición de superioridad o prepotencia, sino todo lo contrario.

Tras la defensa de los cinco objetos por parte de este chaval, la cosa cambió radicalmente. Probablemente ninguno de los ocho candidatos se esperaban nada de lo que a continuación vino. Desde luego nuestro joven candidato no lo esperaba. Al acabar la defensa de los cinco objetos escogidos él pensó que todo había acabado y que la suerte estaba echada, aunque confiaba más bien poco en la suerte y menos ese día en el que sabía que nada le estaba saliendo como esperaba ni como se había imaginado. Pero no era así.

– Bien, pues ahora ha habido un problema. – Comenzó a decir la chica que había dirigido la prueba todo el rato, como si formara parte también de la tripulación de la fatídica nave espacial estrellada en la Luna. – Desde la base en la Luna os dicen que no podéis ir todos. Uno de vosotros se tiene que quedar por diferentes motivos, que dan igual en estos momentos.

Los ocho aspirantes quedaron relativamente en shock. Realmente ninguno se esperaba ese cambio en los acontecimientos. A todos les pilló por sorpresa. A decir verdad nuestro joven candidato, que ya se esperaba cualquier cosa, sí que tenía en mente, aunque en un lugar bastante remoto, dicha posibilidad. Ya había oído algo por el estilo en algunas pruebas de selección, pero aún así, que después de haber hecho dos grupos independientes en los que ya se había discutido, y tras haber discutido luego en general con el resto de candidatos, ahora viniera esto no estaba no ya en sus planes sino que por lo que veía por las caras de sus compañeros de proceso de selección tampoco en la de ninguno de ellos.

– Tenéis veinte minutos para que cada uno defienda por qué no debe ser él quien se quede atrás ya sea porque tiene más capacidad física para llegar a la base lunar, o por sus conocimientos técnicos, o por su resistencia mental. Lo que queráis. – Siguió explicando las condiciones de esta parte la chica. – Eso sí, ninguno se puede postular voluntariamente para quedarse y debéis elegir democráticamente como siempre.

Escuchar estar últimas palabras le hizo pensar a nuestro joven candidato que todo era una especie de broma. ¿Cómo se podía elegir democráticamente que una persona se quedara abandonada en medio de la luna? ¿De verdad estaba en un proceso de selección en el que se estaba pidiendo que se dejara morir, porque en definitiva es lo que conllevaba la decisión a tomar, a alguien? No se lo podía creer.

Antes de que la chica que dirigía la prueba les dijera que el tiempo había comenzado, uno de los chicos que había en la mesa alzó la mano tímidamente como para preguntar algo. La chica le dio paso y éste dijo:

– Antes de nada me gustaría dejar claro que a quien se deje atrás se le recoge una vez hayamos llegado todos a la base lo antes posible.

Los demás candidatos asistieron y aceptaron dicha obviedad. El problema es que nuestro joven aspirante seguía sin creerse lo que estaba oyendo. ¿De verdad estaban sus compañeros de proceso de selección dispuestos a asumir dicha prueba y sus condiciones? Era surrealista. No cabía en sí de indignación y asombro. Todo aquello le pareció, irónico, mezquino y ante todo absurdo, ya que no comprendía en qué el ponerse de acuerdo en ver quién se queda abandonado en la Luna podía determinar que una empresa escogiera a una u otra persona para una beca. Todo le pareció anormal.

Nuestro candidato se quedó pensativo mientras dos de sus compañeros empezaron a hablar y a intentar dar los argumentos más sólidos y firmes posibles para demostrar que ellos no debían ser dejados atrás. ¡Coño, ni ellos ni ninguno de los ocho!, pensó para sí mismo nuestro joven aspirante. No podía aceptar lo que estaba escuchando. Él sería el tercero en tener que dar su punto de vista y en defenderse para no quedarse tirado como un perro abandonado por unos dueños inmisericordes sin corazón ni conciencia.

Sin embargo cuando tuvo que hablar, y después de que dos de sus compañeros ya lo hubieran hecho y dicho que ellos tenían buenas condiciones físicas como para llegar lo antes posible a la base y volver a por quién se quedara atrás y que también podían aportar buen ambiente y ánimos ante una decisión de ese calibre, decidió hacerlo sin pelos en la lengua. Su posibilidad de conseguir la beca estaba ya bajo mínimos y nada podía perder.

– Yo no voy a participar en la decisión. – Dijo nuestro joven candidato mirando a todos y a nadie a la vez.
– Eso no vale. Hay que decidir, para eso estáis aquí. – Dijo la chica que dirigía la prueba, de manera inmediata al ver la reacción de nuestro candidato.
– Yo no. No puedo ponerme por delante de ninguno de mis compañeros para salvarme. No lo voy a hacer. Y mucho menos voy a votar que otro lo haga en mi lugar. No. – Siguió él vehementemente y ligeramente indignado con la situación y también con la propia actitud tanto de la chica que llevaba la prueba como con sus compañeros que aceptaban todo como si aquello fuera algo normal.
– En eso consiste la prueba. Sabíais a lo que veníais. – Dijo la chica de manera fría y seria, como si todo eso fuera mera rutina para ella.
– Yo venía a una dinámica de grupo, no a decidir sobre la vida de nadie aunque todo esto sea ficticio. No voy a participar de este juego. Si eso me elimina me da igual. Antes está mi conciencia. No voy a aceptar esto porque sí. – Dijo él insinuando, en su modo de decirlo, que el resto de sus compañeros, mudos y en silencio, sí asumían y aceptaban ese juego.
– Todos pensamos como tú, pero es lo que hay y lo que tenemos que hacer. Ya se ha dicho que se vuelve a por quien se quede atrás. – Dijo uno de los chicos que también participaban en la dinámica de grupo y que todavía no había hablado.
– Me parece bien, pero yo no voy a participar en esto. Ya no. Ni voy a dar argumentos para salvarme el pellejo ni a votar luego para que haya consenso en que alguien se quede. No valgo para eso. – Contestó él no solo mirando al chico que había hablado sino también al resto de sus compañeros.
– Bueno pues se tomará nota de esto y ya está. – Dijo la chica de selección mientras la otra, la que en todo el proceso y la prueba no había abierto la boca seguía tomando notas en su cuaderno.

El proceso de selección siguió. Sus compañeros de dinámica no pusieron más objeciones y simplemente le ignoraron. Alguno en algún momento volvió a recalcar que quien se quedara sería recogido de vuelta lo antes posible y que se quedaría con todo lo necesario para poder resistir solo en la Luna. Él guardó silencio y escuchó al resto de sus compañeros. Oyó y vio como los chicos intentaban ante todo sobrevivir y decían lo fuerte que eran tanto física como mentalmente, y lo bien que se orientaban, y lo estupendos que eran. Las chicas fueron más taimadas y tímidas. Hablaron menos y se tiraban muchas menos flores que ellos. Es más una de ellas, la primera que habló, fue tan sincera que terminó por señalarse como la más idónea para quedarse sola.

Esa oportunidad no fue desaprovechada por el mismo chico que al principio había puesto la condición de que se volvería a por quien se quedara atrás, que inmediatamente y tras haber escuchado a todos dar sus argumentos y defenderse señaló a la primera chica como la candidata para quedarse sola. Ella, la pobre, había dicho que no necesitaba mucho alimento para sobrevivir, ni agua, que no era muy resistente físicamente pero que sí tenía los nervios muy templados y era muy calmada, con mucha fuerza mental.

Los restantes chicos aceptaron la propuesta del improvisado verdugo y apoyaron casi sin fisuras la propuesta. Hubo incluso algún comentario de tono relativamente machista que pareció ser ignorado, cosa de esperar siendo las chicas minoría. La otra chica restante también aceptó que su compañera de género fuera la sacrificada.

Sin embargo si hubo algo que a nuestro aspirante le tocó la moral y le pareció ruin es que una decisión como esa terminara envuelta en la manta de la democracia. Para probablemente limpiar sus conciencias, pensó él, se sometió a votación la decisión. Obviamente la chica señalada no habló al haber aceptado al principio todas las condiciones de la prueba. Él tampoco alzó la mano, simplemente vio con resignación como se producía todo y pensó que eso no valía. Pero que valga o no una cosa es lo de menos mientras haya gente que sí le de validez.

Terminado el proceso y la prueba con el resultado de un abandono en la superficie Lunar y una promesa de volver a por quien se ha dejado atrás, la chica del proceso de selección les agradeció a todos su tiempo y les dijo que en breve se comunicarían con ellos para decirles si seguían en el proceso de selección o no y para en el caso de que siguieran adelante citarles para una entrevista ya más al uso.

Nuestro candidato sabía ya muy bien que él no estaría entre los citados para una posible futura entrevista. Tampoco le importaba visto lo visto. No quería trabajar en la Multinacional por dos razones: la primera porque la presentación que les habían hecho a los ocho candidatos sobre el funcionamiento de la beca no le había terminado de convencer y no le entusiasmaba mucho; y segundo porque visto la dinámica de grupo que había tenido que realizar y sobre todo la última parte de la misma en la que tendría que haber aceptado como algo normal el abandonar a alguien a su suerte, le había asqueado.

No. Sabía que la Multinacional no le llamaría para seguir adelante con el proceso de selección. Pero a él le daba igual. No se sentía para nada mal. Había actuado como creía que tenía que actuar en el momento decisivo. Es cierto que no se sentía orgulloso de cómo le había salido en general la primera parte de la dinámica de equipo teniendo en cuenta de que los acontecimientos le habían superado y sus compañeros parecían mucho más versados y con más experiencia en dichas lides. Eso era lo que más le fastidiaba, no haber estado a la altura de sus propias expectativas. Pero eso ya daba igual.

La dinámica de grupo terminó. Los ocho candidatos se levantaron de sus asientos y siguieron de nuevo a la chica que les había ido a buscar a la base de la torre donde después de bajar de nuevo en los ascensores panorámicos y ver como la Capital quedaba envuelta en una especie de bruma artificial compuesta probablemente a partes iguales de contaminación y niebla invernal, les dejó y se despidió de ellos.

La chica insular subió de nuevo a la planta donde se había llevado a cabo la prueba de selección. En la misma sala la esperaba su compañera con el cuaderno de notas lleno de garabatos, apuntes, comentarios e ideas sobre los candidatos. Juntas de nuevo comentaron un poco cómo habían visto a los chavales. La que había dirigido toda la prueba lo primero que hizo fue comentar lo que trataron y definieron como incidente con nuestro joven candidato y su insumisión:

– Nunca me había pasado esto. Nunca había dado con un chaval tan necio y absurdo.
– Yo tampoco, pero es algo que entra dentro de las posibilidades. Siempre hay gente idealista por el mundo. – Dijo con sorna la otra chica.
– Pues la ostia que se va a llevar cuando vea la realidad va a ser buena. Que él no estaba para decidir sobre la vida de otra persona ha dicho. ¡Menudo iluso! – Comentó casi indignada la primera chica.
– Supongo que no vale, ¿no? – Comentó la otra.
– Supones bien: no vale. Lógicamente. Es más no le vamos ni a llamar. Siendo tan listo como es seguramente ya se imagina el resultado. ¿Para qué perder tiempo en gente así de insumisa? – Dijo de manera cruel la primera chica de nuevo, regocijándose en sus propias palabras.
– Perfecto. – Comentó la otra chica apuntando algo en su cuaderno de notas.

Mientras tanto los ocho candidatos se despidieron entre sí y se desearon cínica e hipócritamente suerte, o eso es lo que a nuestro joven aspirante le parecieron las palabras de sus rivales. Él se marchó hacia el metro solo. Los otros candidatos fueron en la dirección contraria: llevaban destinos diferentes.

Antes de volver a meterse en las profundidades de la tierra en el metro de la Capital, nuestro candidato paseó alrededor de las cuatro grandes torres que se erguían en esa zona de la ciudad. Las contempló desde el suelo mirando hacia arriba en varias ocasiones y notando tensión en su cuello al hacerlo. Rodeó las torres y recorrió los jardines, se sentó en varios bancos a la fría sombra de las torres y vio a mucha gente entrar y salir de ellas y fumar en las entradas de las mismas pasando frío. Creyó que sentiría envidia de ver a toda esa gente trabajar en un sitio tan ostentoso como ese, pero no fue así. Él se sentía más sencillo, su vida y su futuro no estaba en ese mundo aunque hubiera estudiado para pertenecer a él.

Al final se dirigió ya sí hacia el metro no sin antes volver a mirar hacia la torre de la Multinacional y dirigir sus ojos hacia más o menos la planta donde había tenido lugar la dinámica de grupo para decir en voz muy baja, sólo audible para él mismo, que eso no valía. Que no valía ni él ni lo que había vivido.

Caronte.

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