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La
chica les explicó que ahora tocaba poner en común lo que cada grupo había
decidido por separado:
–
Ahora debéis elegir conjuntamente y de nuevo por consenso y unanimidad elegir
cinco objetos de los que tenéis entre ambos. Habéis coincidido en algunos pero
hay algunos en los que diferís. Debéis acordar únicamente cinco objetos.
Volvéis a tener diez minutos para discutir entre vosotros y decidir, no sólo
qué cinco objetos cogéis definitivamente sino el orden de importancia de los
mismos.
Dicho
lo cual los dos grupos pusieron en común sus decisiones. Dio la casualidad de
que los dos compartían tres de los cinco elementos y que dos de ellos eran los
dos primeros de la lista y en el mismo orden: oxígeno primero y luego agua.
Solo diferirían por tanto en dos objetos. El grupo de nuestro joven candidato
tenía el mapa celeste y la radio; dos objetos que el grupo contrario no habían
nombrado pero que habían sopesado previamente.
Los
compañeros de grupo de nuestro candidato llevaron la voz cantante. Él todavía
no encontraba su sitio en la prueba. No estaba ni cómodo, ni suelto, ni
determinado, ni tan siquiera ilusionado; en la presentación que había hecho la
mujer de recursos humano de la Multinacional les había hablado un poco de la
beca, de la actividad de la compañía y de lo que harían durante el año de
becarios, y esto le había desmoralizado un poco. Ese no era el trabajo o la
oportunidad que deseaba, por eso ahora durante la dinámica se dejaba más o
menos llevar por sus compañeros y rivales. Hacía lo que podía. Intervenía
ligeramente siempre que le dejaban. Hacía comentarios más o menos obvios para
apoyar a sus compañeros a defender los objetos que su grupo había escogido.
Al
final acordaron entre los ocho los cinco objetos: oxígeno, agua, leche en
polvo, mapa celeste y radio FM. Una vez hecho lo cual la chica que dirigía la
prueba volvió a hablarles y a pedirles que uno de entre ellos defendiera el por
qué habían escogido los objetos que había escogido. Nuestro candidato calló
como lo hace eternamente un muerto y ni se movió para intentar pasar
desapercibido. No quería ser él el que tuviera que hablar. Por suerte en su
grupo de cuatro había un chaval bastante echado para adelante que hablaba y razonaba
bien, y además no lo hacía desde una posición de superioridad o prepotencia,
sino todo lo contrario.
Tras
la defensa de los cinco objetos por parte de este chaval, la cosa cambió
radicalmente. Probablemente ninguno de los ocho candidatos se esperaban nada de
lo que a continuación vino. Desde luego nuestro joven candidato no lo esperaba.
Al acabar la defensa de los cinco objetos escogidos él pensó que todo había
acabado y que la suerte estaba echada, aunque confiaba más bien poco en la
suerte y menos ese día en el que sabía que nada le estaba saliendo como
esperaba ni como se había imaginado. Pero no era así.
–
Bien, pues ahora ha habido un problema. – Comenzó a decir la chica que había
dirigido la prueba todo el rato, como si formara parte también de la
tripulación de la fatídica nave espacial estrellada en la Luna. – Desde la base
en la Luna os dicen que no podéis ir todos. Uno de vosotros se tiene que quedar
por diferentes motivos, que dan igual en estos momentos.
Los
ocho aspirantes quedaron relativamente en shock. Realmente ninguno se esperaba
ese cambio en los acontecimientos. A todos les pilló por sorpresa. A decir
verdad nuestro joven candidato, que ya se esperaba cualquier cosa, sí que tenía
en mente, aunque en un lugar bastante remoto, dicha posibilidad. Ya había oído
algo por el estilo en algunas pruebas de selección, pero aún así, que después
de haber hecho dos grupos independientes en los que ya se había discutido, y
tras haber discutido luego en general con el resto de candidatos, ahora viniera
esto no estaba no ya en sus planes sino que por lo que veía por las caras de
sus compañeros de proceso de selección tampoco en la de ninguno de ellos.
–
Tenéis veinte minutos para que cada uno defienda por qué no debe ser él quien
se quede atrás ya sea porque tiene más capacidad física para llegar a la base
lunar, o por sus conocimientos técnicos, o por su resistencia mental. Lo que
queráis. – Siguió explicando las condiciones de esta parte la chica. – Eso sí, ninguno
se puede postular voluntariamente para quedarse y debéis elegir
democráticamente como siempre.
Escuchar
estar últimas palabras le hizo pensar a nuestro joven candidato que todo era
una especie de broma. ¿Cómo se podía elegir democráticamente que una persona se
quedara abandonada en medio de la luna? ¿De verdad estaba en un proceso de
selección en el que se estaba pidiendo que se dejara morir, porque en
definitiva es lo que conllevaba la decisión a tomar, a alguien? No se lo podía
creer.
Antes
de que la chica que dirigía la prueba les dijera que el tiempo había comenzado,
uno de los chicos que había en la mesa alzó la mano tímidamente como para
preguntar algo. La chica le dio paso y éste dijo:
–
Antes de nada me gustaría dejar claro que a quien se deje atrás se le recoge
una vez hayamos llegado todos a la base lo antes posible.
Los
demás candidatos asistieron y aceptaron dicha obviedad. El problema es que
nuestro joven aspirante seguía sin creerse lo que estaba oyendo. ¿De verdad
estaban sus compañeros de proceso de selección dispuestos a asumir dicha prueba
y sus condiciones? Era surrealista. No cabía en sí de indignación y asombro.
Todo aquello le pareció, irónico, mezquino y ante todo absurdo, ya que no
comprendía en qué el ponerse de acuerdo en ver quién se queda abandonado en la
Luna podía determinar que una empresa escogiera a una u otra persona para una
beca. Todo le pareció anormal.
Nuestro
candidato se quedó pensativo mientras dos de sus compañeros empezaron a hablar
y a intentar dar los argumentos más sólidos y firmes posibles para demostrar
que ellos no debían ser dejados atrás. ¡Coño, ni ellos ni ninguno de los ocho!,
pensó para sí mismo nuestro joven aspirante. No podía aceptar lo que estaba
escuchando. Él sería el tercero en tener que dar su punto de vista y en
defenderse para no quedarse tirado como un perro abandonado por unos dueños
inmisericordes sin corazón ni conciencia.
Sin
embargo cuando tuvo que hablar, y después de que dos de sus compañeros ya lo
hubieran hecho y dicho que ellos tenían buenas condiciones físicas como para
llegar lo antes posible a la base y volver a por quién se quedara atrás y que
también podían aportar buen ambiente y ánimos ante una decisión de ese calibre,
decidió hacerlo sin pelos en la lengua. Su posibilidad de conseguir la beca
estaba ya bajo mínimos y nada podía perder.
–
Yo no voy a participar en la decisión. – Dijo nuestro joven candidato mirando a
todos y a nadie a la vez.
–
Eso no vale. Hay que decidir, para eso estáis aquí. – Dijo la chica que dirigía
la prueba, de manera inmediata al ver la reacción de nuestro candidato.
–
Yo no. No puedo ponerme por delante de ninguno de mis compañeros para salvarme.
No lo voy a hacer. Y mucho menos voy a votar que otro lo haga en mi lugar. No.
– Siguió él vehementemente y ligeramente indignado con la situación y también
con la propia actitud tanto de la chica que llevaba la prueba como con sus
compañeros que aceptaban todo como si aquello fuera algo normal.
–
En eso consiste la prueba. Sabíais a lo que veníais. – Dijo la chica de manera
fría y seria, como si todo eso fuera mera rutina para ella.
–
Yo venía a una dinámica de grupo, no a decidir sobre la vida de nadie aunque
todo esto sea ficticio. No voy a participar de este juego. Si eso me elimina me
da igual. Antes está mi conciencia. No voy a aceptar esto porque sí. – Dijo él
insinuando, en su modo de decirlo, que el resto de sus compañeros, mudos y en
silencio, sí asumían y aceptaban ese juego.
–
Todos pensamos como tú, pero es lo que hay y lo que tenemos que hacer. Ya se ha
dicho que se vuelve a por quien se quede atrás. – Dijo uno de los chicos que
también participaban en la dinámica de grupo y que todavía no había hablado.
–
Me parece bien, pero yo no voy a participar en esto. Ya no. Ni voy a dar
argumentos para salvarme el pellejo ni a votar luego para que haya consenso en
que alguien se quede. No valgo para eso. – Contestó él no solo mirando al chico
que había hablado sino también al resto de sus compañeros.
–
Bueno pues se tomará nota de esto y ya está. – Dijo la chica de selección
mientras la otra, la que en todo el proceso y la prueba no había abierto la
boca seguía tomando notas en su cuaderno.
El
proceso de selección siguió. Sus compañeros de dinámica no pusieron más
objeciones y simplemente le ignoraron. Alguno en algún momento volvió a
recalcar que quien se quedara sería recogido de vuelta lo antes posible y que se
quedaría con todo lo necesario para poder resistir solo en la Luna. Él guardó
silencio y escuchó al resto de sus compañeros. Oyó y vio como los chicos
intentaban ante todo sobrevivir y decían lo fuerte que eran tanto física como
mentalmente, y lo bien que se orientaban, y lo estupendos que eran. Las chicas
fueron más taimadas y tímidas. Hablaron menos y se tiraban muchas menos flores
que ellos. Es más una de ellas, la primera que habló, fue tan sincera que
terminó por señalarse como la más idónea para quedarse sola.
Esa
oportunidad no fue desaprovechada por el mismo chico que al principio había
puesto la condición de que se volvería a por quien se quedara atrás, que
inmediatamente y tras haber escuchado a todos dar sus argumentos y defenderse
señaló a la primera chica como la candidata para quedarse sola. Ella, la pobre,
había dicho que no necesitaba mucho alimento para sobrevivir, ni agua, que no
era muy resistente físicamente pero que sí tenía los nervios muy templados y
era muy calmada, con mucha fuerza mental.
Los
restantes chicos aceptaron la propuesta del improvisado verdugo y apoyaron casi
sin fisuras la propuesta. Hubo incluso algún comentario de tono relativamente
machista que pareció ser ignorado, cosa de esperar siendo las chicas minoría.
La otra chica restante también aceptó que su compañera de género fuera la
sacrificada.
Sin
embargo si hubo algo que a nuestro aspirante le tocó la moral y le pareció ruin
es que una decisión como esa terminara envuelta en la manta de la democracia.
Para probablemente limpiar sus conciencias, pensó él, se sometió a votación la
decisión. Obviamente la chica señalada no habló al haber aceptado al principio
todas las condiciones de la prueba. Él tampoco alzó la mano, simplemente vio
con resignación como se producía todo y pensó que eso no valía. Pero que valga
o no una cosa es lo de menos mientras haya gente que sí le de validez.
Terminado
el proceso y la prueba con el resultado de un abandono en la superficie Lunar y
una promesa de volver a por quien se ha dejado atrás, la chica del proceso de
selección les agradeció a todos su tiempo y les dijo que en breve se
comunicarían con ellos para decirles si seguían en el proceso de selección o no
y para en el caso de que siguieran adelante citarles para una entrevista ya más
al uso.
Nuestro
candidato sabía ya muy bien que él no estaría entre los citados para una
posible futura entrevista. Tampoco le importaba visto lo visto. No quería
trabajar en la Multinacional por dos razones: la primera porque la presentación
que les habían hecho a los ocho candidatos sobre el funcionamiento de la beca
no le había terminado de convencer y no le entusiasmaba mucho; y segundo porque
visto la dinámica de grupo que había tenido que realizar y sobre todo la última
parte de la misma en la que tendría que haber aceptado como algo normal el
abandonar a alguien a su suerte, le había asqueado.
No.
Sabía que la Multinacional no le llamaría para seguir adelante con el proceso
de selección. Pero a él le daba igual. No se sentía para nada mal. Había
actuado como creía que tenía que actuar en el momento decisivo. Es cierto que
no se sentía orgulloso de cómo le había salido en general la primera parte de
la dinámica de equipo teniendo en cuenta de que los acontecimientos le habían
superado y sus compañeros parecían mucho más versados y con más experiencia en
dichas lides. Eso era lo que más le fastidiaba, no haber estado a la altura de
sus propias expectativas. Pero eso ya daba igual.
La
dinámica de grupo terminó. Los ocho candidatos se levantaron de sus asientos y
siguieron de nuevo a la chica que les había ido a buscar a la base de la torre
donde después de bajar de nuevo en los ascensores panorámicos y ver como la
Capital quedaba envuelta en una especie de bruma artificial compuesta
probablemente a partes iguales de contaminación y niebla invernal, les dejó y
se despidió de ellos.
La
chica insular subió de nuevo a la planta donde se había llevado a cabo la
prueba de selección. En la misma sala la esperaba su compañera con el cuaderno
de notas lleno de garabatos, apuntes, comentarios e ideas sobre los candidatos.
Juntas de nuevo comentaron un poco cómo habían visto a los chavales. La que
había dirigido toda la prueba lo primero que hizo fue comentar lo que trataron
y definieron como incidente con nuestro joven candidato y su insumisión:
–
Nunca me había pasado esto. Nunca había dado con un chaval tan necio y absurdo.
–
Yo tampoco, pero es algo que entra dentro de las posibilidades. Siempre hay
gente idealista por el mundo. – Dijo con sorna la otra chica.
–
Pues la ostia que se va a llevar cuando vea la realidad va a ser buena. Que él
no estaba para decidir sobre la vida de otra persona ha dicho. ¡Menudo iluso! –
Comentó casi indignada la primera chica.
–
Supongo que no vale, ¿no? – Comentó la otra.
–
Supones bien: no vale. Lógicamente. Es más no le vamos ni a llamar. Siendo tan
listo como es seguramente ya se imagina el resultado. ¿Para qué perder tiempo
en gente así de insumisa? – Dijo de manera cruel la primera chica de nuevo,
regocijándose en sus propias palabras.
–
Perfecto. – Comentó la otra chica apuntando algo en su cuaderno de notas.
Mientras
tanto los ocho candidatos se despidieron entre sí y se desearon cínica e
hipócritamente suerte, o eso es lo que a nuestro joven aspirante le parecieron
las palabras de sus rivales. Él se marchó hacia el metro solo. Los otros
candidatos fueron en la dirección contraria: llevaban destinos diferentes.
Antes
de volver a meterse en las profundidades de la tierra en el metro de la
Capital, nuestro candidato paseó alrededor de las cuatro grandes torres que se
erguían en esa zona de la ciudad. Las contempló desde el suelo mirando hacia
arriba en varias ocasiones y notando tensión en su cuello al hacerlo. Rodeó las
torres y recorrió los jardines, se sentó en varios bancos a la fría sombra de
las torres y vio a mucha gente entrar y salir de ellas y fumar en las entradas
de las mismas pasando frío. Creyó que sentiría envidia de ver a toda esa gente
trabajar en un sitio tan ostentoso como ese, pero no fue así. Él se sentía más
sencillo, su vida y su futuro no estaba en ese mundo aunque hubiera estudiado
para pertenecer a él.
Al
final se dirigió ya sí hacia el metro no sin antes volver a mirar hacia la
torre de la Multinacional y dirigir sus ojos hacia más o menos la planta donde
había tenido lugar la dinámica de grupo para decir en voz muy baja, sólo
audible para él mismo, que eso no valía. Que no valía ni él ni lo que había
vivido.
Caronte.
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