jueves, 4 de febrero de 2016

Amar sin mirar a quien

Tengo la sensación de que lo que a continuación voy a escribir en este artículo va a generar opiniones muy diversas, sentimientos enfrentados, malentendidos e interpretaciones maliciosas. La culpa sin lugar a dudas será mía por prestarme a poner por escrito mis ideas y mis puntos de vista sobre las relaciones humanas y los sentimientos más profundos y propiamente humanos. Asumo dicha culpa, y me da igual. Llevo mucho tiempo rumiando en mi cabeza lo que voy a intentar expresar de la manera más clara posible en este artículo. No sé si seré capaz de plasmar en palabras lo que en mi cabeza son discursos bien construidos y argumentos sólidos, al menos para mí, mezclados con sentimientos propios. Al menos lo voy a intentar.

Febrero es por antonomasia el mes del amor, de las parejas, de los novios y los enamorados, desde que se decidió económicamente hablando que San Valentín es buena fecha para hacer que mucha gente siga consumiendo y no se olvide de que hay rebajas en los establecimientos comerciales y de que hay que gastar el dinero que se gana, aunque sea en chorradas (cajas de bombones en forma de corazón; tarjetas de amor rosas o  rojas y llenas de angelitos y animalitos muy monos y tiernos; ramos de flores que en muchos casos solo se compran para estas fechas y para Todos los Santos para honrar a nuestros muertos; cenas románticas en restaurantes atestados de parejas donde la intimidad hace tiempo dejó de existir; etc.). Pero yo me pregunto, ¿cuánta de esa gente que este mes celebra el día de los enamorados, y que lleva haciendo preparativos probablemente otro mes entero sino más, está realmente enamorada y sabe qué es el amor? ¿Cuántos no se suman a esta ola de pasión comercial simplemente porque sí?

He de decir, aunque no creo que sea necesario, que ni tengo pareja ni la he tenido nunca. Puede que por este hecho todo lo que diga no sea más que una impostura como un templo, aún así me voy a arriesgar. Que no haya tenido nunca pareja (y uso la palabra pareja porque me parece absurdo decir “novia” o “novio”, en el amor no vale el género) no hace que no haya sentido atracción por nadie, ni que me haya enamorado o algo semejante. Mucha gente que sí tiene pareja o la ha tenido no sabe qué es el amor por mucho que diga que sí. Pero no saber qué es el amor es un problema que hace tiempo tiene la sociedad, bajo mi punto de vista claro, y que no quiere resolver, básicamente porque esto llevaría a replantearnos muchas cosas, y hay mucha gente que se cree “enamorada” que prefiere que todo siga así.

Yo que no he amado nunca considero que todos somos libres de amar a quien nos de la real gana. Siempre ha habido en España tradición de meterse en la vida de otras personas. Nunca se ha podido amar libremente. La tradición católica apostólica y romana de la Iglesia Católica siembre ha estado sobrevolando nuestros sentimientos diciendo a quien debemos amar y cómo hacerlo. Y es este prejuicio histórico el que sin darnos cuenta sigue imperando en nuestros subconscientes haciendo que muchas veces sintamos vergüenza de amar, o amemos simplemente porque sí.

España siempre ha sido, supongo que por lo que acabo de mencionar, un país de mojigatos en el que los sentimientos siempre han estado abiertos al juicio de cualquier persona. El cotilleo, los rumores, el “qué dirán”, las apariencias, siempre han vencido sobre cualquier otra consideración. Y voy a poner un ejemplo, cuando alguien, pongamos un chico, hace amigos nuevos o conoce a gente nueva, siempre es preguntado después de que se haya cogido cierta confianza si tiene novia. Lo mismo pasa con las chicas a las que se pregunta si tienen novio. ¿Por qué es esto así? No termino de comprender por qué la primera pregunta relacionada con los sentimientos de un chico/chica está llena de prejuicios desde el primer momento. Ya solo faltaría que el chico dijera que no tiene novia, sino novio y entonces ya la pregunta siguiente, aunque más que pregunta sería mejor tacharla de exclamación sería ¿¡Eres gay!? El colmo del analfabetismo.

En relación a todo esto me surge otra pregunta interesante: ¿amamos por convencionalismos? Aquí respondo directamente: sí, amamos por convencionalismos, o al menos es lo que creo. La sociedad española, incluso los jóvenes, grupo social al que pertenezco por edad, todavía no ha asumido que el amor no entiende de géneros. ¿Tiene un chico que amar a una chica porque sí? Puedo formular la pregunta al revés usando de ejemplo a una chica, pero es lo mismo. Por qué siempre debemos suponer que lo normal es que un chico tenga novia (no voy a estar todo el tiempo expresándome por los dos géneros, usaré el masculino porque yo hoy un hombre y punto). Esto es algo que no entiendo y que por mucho que pienso en ello no logró comprender por muchos esfuerzos que le ponga.

Creo que todos viviríamos mucho más felices si nos dejáramos llevar por nuestros sentimientos, si amáramos sin prejuicios. Preguntas como ¿eres gay/homosexual? o ¿te gustan las mujeres? son más antiguas que las sandalias de Cristo. Pero no sólo son antiguas sino que creo que están fuera de lugar en un mundo como este. Lo que pasa es que durante muchos siglos la mentalidad general ha supuesto que la normalidad era que a un chico le gustaran las chicas y viceversa, y no solo eso sino que un hombre debía de ser un hombre a la antigua usanza y una mujer igual. Vamos todo muy casposo y rancio.

Rápidamente usamos etiquetas para todo. Es como si la mente humana hubiera vuelto a sus orígenes y fuéramos cada vez más simples. Parece que si no encasillamos a todo el mundo en una categoría no podemos vivir. Al que vota al PSOE se le llama rojo, al que lo hace al PP se le llama facha; o si nos ponemos desde posiciones más modernas y moradas, al que vota a PP o PSOE indistintamente es simplemente casta. Lo mismo pasa en todos los ámbitos de la vida. El chaval al que le gusta leer e ir a un museo en vez de pasarse las tardes de los viernes o los fines de semana jugando al fútbol en un descampado o de botellón en un parque a la luz del alumbrado público es un raro, un friqui y es desplazado de la normalidad. Siempre estamos encasillando a la gente y eso acabará por destruirnos.

No podemos ser tan simples, y vuelvo al asunto del amor y las relaciones de pareja. Ya he dicho que considero que el amor no entiende de géneros. Seríamos imbéciles si nos limitáramos a amar por convencionalismos a quien se supone que debemos amar. Porque a quién debemos amar, quién nos tiene que gustar. La raza humana es muy variada. Yo soy de la opinión de que se ama a las personas y no a su sexo. Obviamente si pensamos en términos de la función reproductora de todo ser vivo, un hombre debe estar con una mujer para tener descendencia y que la raza humana no se extinga. Pero la función reproductora es simplemente biología. Nada tiene que ver con el amor.

No sé si habrá muchas razas animales capaces de amar. El hombre sí puede y lo hace. El problema es que creo que sólo muy pocas personas logran de verdad amar. El amor no es sexo, que también, sino que va mucho más lejos, a horizontes muy lejanos y lugares muy profundos en nuestra alma. Quien ha amado de verdad sabe de lo que hablo. Nunca he tenido pareja, repito, pero sí creo haber amado, no siempre a quién debía, y obviamente y a los hechos me remito sin resultado favorable para mí, ya que mi soledad no se ha mitigado. Quien me diga que sin sexo se acaba el amor, creo que tiene un problema. Sin sexo lo único que se puede llegar a acabar es la raza humana, pero el amor no. Mentes muy poco desarrolladas son aquellas que consideran el sexo como nexo de unión entre dos personas.

Aquí es donde entran ya las dudas y se puede llegar a plantear la cuestión de si estoy hablando de que lo “normal” es ser bisexual. Repito que en el amor no hay normalidad qué valga. ¿Qué es normal? ¿Qué se puede entender cómo normalidad? Según a quien se pregunte habrá una respuesta diferente. No creo que en todo lo relativo al amor se pueda hablar de homosexualidad, heterosexualidad o bisexualidad. Esto no son más que meros prejuicios y convencionalismos de la sociedad y del lenguaje que cada vez se simplifica más, aunque parezca que todo se complica más, y se vuelve más ignorante. A mí personalmente estos términos no me gustan nada e intento no usarlos para calificar a ninguna persona. No soy absolutamente nadie para poner una etiqueta sobre gustos sexuales o sobre los sentimientos que una persona pueda sentir por otra.

En definitiva es esto de lo que estoy hablando. El amor es un sentimiento, probablemente el más profundo e intenso que se pueda experimentar. El amor duele para bien y para mal. Destroza. El amor es como un huracán, un tsunami, un terremoto y un volcán en erupción juntos. Ni todas las fuerzas telúricas de la tierra juntas pueden causar tanto daño como el amor. Y repito tanto para bien como para mal. Por amor se puede llegar a matar (locura de amor) y morir. Por amor uno renuncia a muchas cosas incluso a su propia persona. Por amor se hace lo impensable. Sin embargo por sexo no se hace nada de lo anterior. El sexo se puede comprar; no así el amor. Todo aquello que el dinero puede comprar es falso, es una impostura y no vale nada. Si el amor se pudiera comprar no valdría la pena experimentarlo.

Amor y sexo no es lo mismo, lo vuelvo a repetir. Aunque la sociedad hace tiempo que confundió ambos términos y conceptos. En muchas ocasiones se ama sin sexo, ya sea porque la persona amada está con otra persona o porque simplemente no es necesario o porque la pareja está separada por miles de kilómetros por razones de trabajo. En otras muchas ocasiones se tiene sexo sin amar a la persona a la que uno se entrega física y corporalmente. Sin embargo es cierto, y no lo puedo negar, que sexo y amor son elementos que conviven muy bien y que cuando se dan juntos forman una simbiosis perfecta. Cuando se ama con toda el alma el resultado final es el sexo, la conjunción más perfecta e íntima de dos cuerpos, de dos seres humanos. Cuando se tiene sexo con la persona amada y deseada el mundo desaparece y el tiempo se para. O al menos así creo que debería de ser.

Pero esto ya no se da. La sociedad se inmiscuye en los asuntos de cama de todo el mundo y juzga el amor de terceros. ¿Quién es nadie para decir a quién hemos o no de amar? Pero no lo aprendemos. Somos libres y por tanto debemos aplicar esa libertad en todos los ámbitos de nuestra vida, también en el sentimental. Ya está bien de convencionalismos y prejuicios ante el amor. Qué más da a quién amemos mientras amemos de verdad. Qué más da con quién queramos estar, mientras estemos hasta el final o hasta que el corazón diga basta. Qué más da con quién hagamos el amor mientras lo hagamos con toda el alma, dejándonos la piel y los sentimientos en cada intento.

Hace tiempo que comprendí que hay que amar sin mirar a quien y sin que nadie nos diga cómo. Hay mucho amargado por el mundo que se cree que tiene el derecho de juzgar cómo y a quién amamos. Hay muchas personas en el mundo que no saben amar y no lo han hecho nunca que dan lecciones (esto podría incluso aplicárseme a mí, pero tengo la conciencia tranquila sabiendo qué es sentir de verdad algo por alguien). Que un chico ame a otro chico o a una chica es lo mejor que puede ocurrir. Que un ser humano ame a otro ser humano es un regalo de la naturaleza. Que seamos capaces, el hombre digo, de sentir fuego en nuestro interior por otro ser humano es algo que no nos damos cuenta la grandeza que tiene.

Pero amar es difícil y asumir que si se ama de verdad no importa el género de la persona es todavía aún más difícil. Hay que superar las anormalidades para llegar a la normalidad y que nadie vuelva a preguntar a ningún chico si tiene novia o al revés, o si es o no homosexual o bisexual. ¿Qué más dará? Dejemos de encasillar nuestra mente, dejémosla libre porque solo así seremos capaces todos de ser felices y de disfrutar de nuestra existencia. Una vez nuestro cuerpo físicamente desaparezca ya no seremos nada, simplemente polvo. Ojalá algún día pueda amar físicamente también y no solo con el alma. Ojalá algún día la sociedad ame sin mirar a quien.

Caronte.

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