sábado, 13 de febrero de 2016

No vale (1 de 2)

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Si esa mañana estaba allí, delante del rascacielos más alto de la Capital, era porque un par de meses atrás se había inscrito en una oferta de trabajo, o mejor dicho en una oferta para obtener una beca en una gran Multinacional. La torre era la sede de la Multinacional. Y allí estaba él a la sombre de la torre, haciendo tiempo para entrar y acercarse al control de entrada donde tendría que preguntar por una mujer.

La mañana estaba fresca pero lucía un sol radiante que arrojaba la sombra de la gran torre sobre el suelo y sobre otras torres semejantes, aunque no tan altas, construidas en los momentos álgidos del boom del ladrillo, antes de que la burbuja inmobiliaria terminara de explotar y de llevarse por delante el empleo de muchas personas y el futuro de otras muchas que estaba por venir. Antes de entrar en la torre nuestro joven aspirante se dijo que tenía tiempo de sobra como para rodear toda la torre y así lo hizo. Había mucho movimiento a su alrededor, ésa era una zona financiera, donde muchas empresas importantes tenían su sede, donde se movía parte de la economía del país. Todo el mundo iba con traje y parecía tener prisa. Él estaba tranquilo, todavía tenía como cuarenta minutos para que llegara la hora en que había sido citado.

Era su tercer proceso de selección serio. Había acabado la carrera hacía seis meses y aunque todavía no había pasado demasiado tiempo y encontrarse en paro era algo más que normal, él estaba ansioso por empezar a trabajar. Pero por muchos currículos que enviara a empresas, nunca recibía respuesta. Era desesperante: se sentía inútil y perdido.

Miró el reloj y vio cómo la hora de la cita se estaba acercando. Decidió dejar de deambular por los alrededores de la torre y pasó al gran atrio de la misma. Las puertas giratorias de cristal le condujeron lentamente a un gran espacio luminoso, de una altura considerable, donde había dos mostradores, uno a la izquierda vacío, y otro a la derecha con tres mujeres jóvenes que atendían a mucha gente. Se acercó a este último y esperó su turno. Le atendió una joven muy guapa con acento insular, le pidió su documentación y le preguntó a qué iba. Él contestó que tenía una entrevista de trabajo. La joven le dijo que pasara por el control de seguridad y que después esperara en unos sillones colocados en mitad de todo el espacio diáfano del atrio de la torre hasta que alguien viniera a por ellos.

Ellos eran otros jóvenes más o menos de su edad que estaban dispersos por varios sillones esperando como él. En el fondo para lo que estaban todos allí no era una entrevista de trabajo clásica de toda la vida, sino una dinámica de grupo: una invención moderna que se supone demuestra mejor quién vale para un determinado puesto de trabajo o no. Él ya había hecho una prueba de ese tipo en otra gran empresa, el problema es que no sabía muy bien si le había salido bien o no. Ese tipo de pruebas no tienen un resultado único y por tanto quienes se someten a ellas quedan a disposición de lo que quienes dirijan la prueba decidan. A él desde luego no le habían vuelto a llamar de la empresa donde hizo dicha prueba.

Ya sentado en el sofá empezó a ponerse un poco más nervioso. Estaba un tanto alejado del resto de candidatos, y por tanto rivales. La palabra rivales nunca le gustó y prefería evitarla si podía, lo que pasa es que la realidad siempre vence y supera cualquier principio personal y a pesar de todo, esos jóvenes candidatos eran sus rivales esa mañana. A pesar de la distancia a la que se encontraba les escuchaba hablar y relacionarse, parecía que algunos se conocían de antes, otros simplemente se presentaban y charlaban un poco para mitigar nervios y quizá también como técnica de guerra: para conocer, aunque fuera ligeramente, a sus rivales. Él prefirió esperar un tanto apartado, tranquilo y respirando profundamente.

Justo en el momento en que las agujas de su reloj daban las once y media, hora a la que había sido citado en la torre de la Multinacional, apareció por uno de los extremos de atrio una chica, también bastante joven y también con acento insular. Él tuvo la impresión de que todas las chicas que trabajaban en la torre eran insulares. Dejó pasar ese sentimiento. El grupo de candidatos, ocho en total, siguieron a la chica que les había bajado a buscar. Les condujo hacia la zona de ascensores. Una zona oscura y brillante, futurista, casi galáctica pensó él. Poco esperaron hasta que uno de los cuatro ascensores apareció y abrió sus puertas para que subieran. Y subieron.

El ascensor les condujo hasta la planta 18, más o menos hasta la mitad de la torre, como posteriormente él pudo comprobar al terminar la dinámica de grupo. En apenas unos segundos se habían elevado desde el nivel del suelo hasta más de cien metros de altura y lo habían visto gracias a que el ascensor era de cristal y proporcionaba unas vistas inmejorables. Salieron del ascensor y siguiendo a la chica llegaron hasta las oficinas propiamente dichas. Entraron en una sala más o menos amplia con una mesa alargada y rectangular, con cuatro sillas por lado, situada en medio de la sala, preparada con papeles, unos bolígrafos, un vaso y una botella de agua mineral para cada candidato.

Dentro de la sala había dos mujeres de pie recibiéndoles. Una de ellas era una responsable del departamento de recursos humanos de la Multinacional y la otra era compañera de la chica que había bajado a por los candidatos. Los ochos se sentaron como quisieron, al libre albedrío. Él lo hizo en el segundo sillón contando desde el extremo de la mesa donde estaban las mujeres que iban a llevar y dirigir el proceso de selección. En su lado de la mesa había otros tres chicos. En el lado opuesto había dos chicos más y dos chicas. Allí la igualdad brillaba por su ausencia, salvo en el equipo de selección que estaba compuesto en su totalidad por mujeres. Ese desequilibrio de sexos le pareció muy curioso a nuestro joven candidato, lo que le hizo sentirse un poco extraño, ligeramente intimidado por quedar en manos de la decisión de tres mujeres, siendo tantos hombres en liza.

Sentados todos ya en unos sillones giratorios bastante cómodos, la mujer responsable de recursos humanos de la Multinacional se presentó ella misma y a las otras dos mujeres, algo más jóvenes, que serían las verdaderas encargadas de la selección. La mujer habló sobre la Multinacional y explicó un poco a qué se dedicaba y en qué consistía la beca a la que estaban optando y cómo seguiría el proceso de selección y el futuro que podrían tener los que al final consiguieran dicha beca. Nada de lo que escuchó en esa exposición y en un vídeo que les pusieron a continuación le entusiasmó mucho a nuestro joven candidato. Él se esperaba otra cosa y ante todo no aspirada a trabajar toda su vida en una empresa cuya actividad principal distaba tanto de lo que había estudiado.

Tras la explicación de la mujer, una de las chicas más jóvenes que se encargarían de la dinámica de grupo les pidió que si se sentían cómodos, formalismo más que absurdo en esa situación, que realizaran una pequeña y breve introducción o presentación de ellos mismos al resto de aspirantes para que se conocieran mejor, pero en inglés. La petición, aunque a él no le pillaba por sorpresa, le trastocó sus planes e ideas sobre cómo iba a ser la prueba. Pero había que asumirlo y lo hizo.

Fue el segundo en hablar de entre todos los candidatos y tras escuchar al rival o compañero de prueba que tenía sentado a su izquierda fue él quien se presentó:

– Hola, buenos días. Me llamo... Soy de la Capital y he estudiado Ingeniería de... Terminé la carrera hace seis meses y desde entonces estoy buscando trabajo. No he realizado ni realizo ninguna práctica en ninguna empresa ni ninguna beca. Estoy interesado en trabajar para la Multinacional porque creo que es una gran oportunidad para ampliar mis conocimientos en un campo técnico que durante mi carrera no he tocado mucho. Además creo que la beca que se nos ofrece es una buena oportunidad para empezar a trabajar en el ámbito internacional y desarrollarme personalmente.

No dijo nada más porque no sabía qué mas decir. De hecho tampoco había mucho más que decir. Pasado el trance de hablar por primera vez y después de constatar que no se había puesto tan nervioso como esperaba y que lo había hecho mejor de lo que pensaba, se relajó ligeramente y escuchó al resto de los candidatos y compañeros de prueba. Así pudo comprobar cómo de los ocho que eran en esa prueba de selección cuatro eran del norte del país, las dos chicas y dos chicos más, y sólo uno más de la Capital como él. Todos habían estudiado carreras técnicas e ingenierías relacionadas con la principal actividad de la Multinacional y hablaban de su interés en diferentes campos de los que él nunca había oído hablar. Varios habían ya estado de becarios en algunas empresas, otros estaban en esos momentos trabajando y casi todos habían hecho alguna estancia en el extranjero, ya fuera para mejorar su inglés o para estudiar algún máster.

Al ir oyendo a sus rivales, ahora ya sí que no había dudas de que eran sus rivales por ese puesto, se fue dando cuenta de que él estaba fuera de lugar y que se había quedado muy atrás en cuanto a formación. Había estudiado una carrera que se suponía que simplemente por el mero hecho de nombrarla, o así se lo habían hecho creer, todo el mundo debería genuflexionarse a su paso. Allí vio que eso no era así. Había vivido una mentira. Aunque para ser justos tampoco se puede hablar de mentira cuando él mismo hacía tiempo, hacia la mitad de la carrera, se había dado cuenta del castillo de cartón en el que estaba. Ahora sólo quedaba aceptarlo. No podía hacer otra cosa.

En mitad de esos pensamientos la ronda de presentaciones en inglés acabó. La mujer de recursos humanos de la Multinacional se despidió de los candidatos y dejó al mando de la selección a las otras dos mujeres jóvenes. Éstas una vez solas en la sala frente a sus posibles víctimas explicaron en qué iba a consistir la dinámica de grupo que iban a realizar los ocho.

– En una primera etapa os vais a dividir en dos grupos de cuatro. Un grupo seréis un lado de la mesa y el otro, otro. Como veis en las pantallas – dijo la chica que había bajado a por ellos a la recepción de la torre señalando dos monitores colgados de las paredes – tenéis un caso práctico explicado.

Dejó unos segundos para que todos asumieran las primeras palabras y consignas para proseguir con su explicación a continuación:

– Os pongo en situación. Formáis parte de la tripulación de una nave espacial que está en la Luna. Habéis sufrido un accidente y habéis tenido que alunizar muy lejos de la base. Y ahí llega el problema que debéis resolver bajo consenso. Debéis llegar hasta la base en la luna y para ello podéis llevar con vosotros únicamente cinco elementos de los que podéis ver en la lista en las pantallas. Cada grupo debe acordar qué lleva y el orden en que escoge los objetos.

Hubo otro silencio de asimilación entre los ocho candidatos que alternaban sus miradas entre las dos pantallas, y la chica que les estaba explicando la situación.

– Tenéis en primer lugar cinco minutos para echar un vistazo y apuntar lo que queráis en el folio en blanco que tenéis delante. Esto de momento lo hacéis de manera individual. ¿Alguna pregunta al respecto?

No hubo preguntas. La chica dio inicio a la prueba y a los cinco primeros minutos de la misma. Todos los aspirantes se dispusieron a leer el caso práctico en las pantallas y los diferentes objetos entre los que debían escoger cinco. Como punto de ventaja para nuestro joven aspirante hay que señalar que el caso que tenía delante no era del todo extraño para él ya que cuando realizó la primera prueba de esas características para otra gran empresa había investigado un poco y había dado con un caso, si no igual muy parecido. Sabía lo que tenía que hacer. No perdió la calma y se puso a leer los objetos entre los que había que escoger: oxígeno, leche en polvo, alimentos concentrados, agua, lona, cuerda, linternas, brújulas, mapa celeste, bengalas, pistola, hornillo, emisor/receptor de FM, etc.

Con mucha calma y cabeza fue apuntando en el folio en blanco los objetos que podrían ser de alguna utilidad: oxígeno, agua, cuerda, alimento concentrado, leche en polvo, radio FM, mapa celeste. Entre esos primeros seleccionados señaló aquéllos sobre los que no admitiría duda alguna: oxígeno, agua y mapa celeste. Una vez hechos los apuntes correspondientes miró a sus rivales y vio que algunos miraban a la pantalla y otros apuntaban y subrayaban cosas. Él estaba tranquilo y se sentía seguro de lo que había hecho.

El tiempo pasó y la joven insular que dirigía la prueba volvió a hablar:

– Ahora tenéis diez minutos para discutir y consensuar con vuestros compañeros de grupo qué cinco objetos escogéis. Si no tenéis preguntas el tiempo empieza a correr.

Volvió a no haber preguntas y el tiempo comenzó. Para hacer la discusión algo más cómoda nuestro candidato decidió mover su sillón hacia atrás de tal manera que quedara un hueco entre él y la mesa para que uno de sus compañeros momentáneos de grupo se colocara allí y formaran entre los cuatro una especie de círculo asambleario. Empezaron a discutir. Pronto uno de los cuatro aspirantes, un norteño, pareció tomar la iniciativa e intentó dominar al resto. No lo consiguió del todo.

Lo primero que hicieron en el grupo de nuestro aspirante fue nombrar cuáles eran los objetos que cada uno de manera individual habían elegido. Coincidieron todos en tres elementos: el oxígeno, el agua y el mapa estelar. Los otros dos objetos levantaban más dudas. Discutieron más o menos técnicamente sobre algunos objetos entre ellos el alimento y la leche, la brújula magnética que uno de ellos había escogido en una primera selección sin caer en la cuenta de que en la Luna las brújulas terrestres no funcionan, y también la radio.

A pesar de que todos intervenían en la discusión, nuestro candidato se dio cuenta pronto de que le estaban comiendo mucho terreno y no le dejaban casi exponer sus ideas. No hizo nada para remediarlo. Apuntaba algo de vez en cuando, pero se vio superado por los demás sin saber muy bien cómo reaccionar. No estaba cómodo a pesar de que había elegido todos los objetos que sus compañeros tenían y había logrado también anular al norteño que había empezado con mucha fuerza pero que poco a poco se fue desinflando debido a la elección que hizo de varios objetos más que absurdos e inútiles en la Luna.

El tiempo volvió a pasar casi sin que se dieran cuenta. Mientras estuvieron hablando, las dos chicas que dirigían la dinámica de equipo se habían estado paseando en silencio tomando notas en unos cuadernos alrededor de la sala. Ahora volvía a estar juntas en un extremo de la mesa y se dirigían, más la chica que había bajado a por ellos al recibidor de la torre que la otra, a los candidatos para explicarles el siguiente paso de la dinámica tras apuntar en una esquina de un papel los cinco objetos que cada uno de los dos grupos habían elegido.

Caronte.

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