domingo, 14 de febrero de 2016

Nadie se acuerda de San Eleucadio

Hace ya doce horas que comenzó el cuadragésimo quinto día del año y nadie se ha acordado de felicitar al Eleucadio más cercano que se tenga. ¡Qué poca vergüenza tenemos de verdad! No sé cómo podemos vivir tranquilos sabiendo que habrá gente hoy que dirá: “es mi santo y nadie se acuerda de mí”. Me imagino también al propio santo allá donde esté diciendo: “vaya panda de gentuza hay en la tierra que no se acuerdan de mí y sin embargo sí lo hacen de ese repipi de Valentín que nunca hizo nada y se ha llevado todo el mérito”. Pobre Elecuadio, qué habrá hecho este griego que fue convertido al cristianismo por San Apolinar y que fue obispo de Rávena entre los años 100 a 112 sucediendo a San Aderito. Es lamentable que podamos seguir hoy despiertos y con la cabeza alta tras haber ignorado a este mártir de la Iglesia.

No. De San Eleucadio nadie se acuerda porque hoy 14 de febrero es San Valentín a todos los efectos y en todo el globo terráqueo. No hay sociedad ni país, occidentalizado claro, que no celebre este día con moñerías absurdas y anormales. San Valentín es el patrón de los enamorados; pero también lo es de las grandes superficies comerciales y de restauración que ven como la ignorancia de la gente les permite aprovecharse de ellos y de sus bolsillos sobre todo para hacer dinero entre la campaña de Navidad y la de Semana Santa. Esto es así, es una verdad como un templo, y como todo buen axioma científico no es necesario explicación ni demostración.

¿Por qué celebra la gente San Valentín? Pues supongo que porque a las mujeres les hace ilusión recibir siempre regalos y halagos por parte de sus parejas, pero como le haría ilusión que fuera un 24 de junio fuera el santo que fuera; y también me imagino que los hombres habrán claudicado ante semejante día en parte porque saben que si no cumplen con lo que se supone deben de cumplir se quedan sin un polvo casi seguro, y claro no se pueden desaprovechar ocasiones tan claras, aunque ello suponga comprar regalos cuanto menos ridículos que tienen la utilidad en el mismo lugar donde perdieron encalló el arca de Noe, es decir, en ninguna parte.

Pero aún así se celebra San Valentín. A mí no me molesta que se celebre el amor con un día al año; en el fondo también hay un día al año en el que se celebra el día del padre y otro en el que se conmemora el día del trabajo y no pasa nada. Lo que pasa es que me parece de una ignorancia suprema que se celebre este día como el día del amor, cuando el amor o se siente todos y cada uno de los días de nuestra vida, o no es dicho sentimiento. Pero claro el amor en los tiempos que corren es un sentimiento infravalorado. Ahora todo el mundo es capaz de amar, no ya una vez en su vida, sino decenas y a decenas de personas. Es una pena. No hay mayor ignorancia que creerse todas estas patrañas que año tras año nos han ido inculcando los medios de comunicación y los grandes gurús del marketing empresarial global.

Obviamente cada cual es libre de celebrar su amor en pareja como guste. No voy a ser yo, que no tengo pareja, quien vaya a decir como cada enamorado debe celebrar su amor ni qué día debe ser dicha celebración. En el fondo cada cual es libre de hacer lo que le plazca y de asumir las imposiciones que quiera como propias y creerse que no son imposiciones sino decisiones libremente tomadas de manera individual. Me hace mucha gracia ver en la televisión en diferentes reportajes, o leer en el periódico algunos artículos, sobre San Valentín casi diez días antes de que se produzca. Y en el mismo grado me produce la misma pereza salir por el centro a dar una vuelta y encontrarme en todas las tiendas, da igual lo que vendan, escaparates decorados con tonos rosas, corazones, angelitos con arcos y flechas rojas e imágenes de animalitos bebés con cara de peluche. ¿De verdad así se celebra que uno está enamorado? Es absurdo.

Hay quien podrá pensar que este (refiriéndose a mí) piensa así porque está amargado, porque no tiene pareja, porque nunca ha celebrado San Valentín y porque no moja. Es verdad. No puedo negar nada de lo anterior. Quizá, como buen miembro de una sociedad hipócrita y necia, el día que me eche novia celebraré como el que más este 14 de febrero reservando en un restaurante que me sacará un riñón por una cena que cualquier otra semana del año me costaría al menos un 25% menos y me gastaré un dinero ingente en un regalo moñas a más no poder, con muchos tonos rosas y rojos, con dibujos de corazones y angelitos monísimos, que me costará muchos días de darle al coco para estrujarme los sesos y que mi novia quede alucinada por la grandiosidad de mi regalo que debería reflejar la cantidad de amor que la profeso. Lo dicho, una ridiculez como un campo de fútbol. Pero claudicaría claro.

No puedo negar nada de lo que he dicho en el párrafo anterior porque es cierto, un día como hoy yo estoy amargado. No obstante yo también celebro a mi manera San Valentín, pero con mi mano hueca (aquí que cada cual saque sus conclusiones sobre esto). Tampoco negaré que habrá un día que me gustará celebrar este día de los enamorados y que lo haré como el que más. No. Esto sí que no es verdad. Si puedo evitarlo los 14 de febrero intentaré estar lo más tranquilamente posible con mi pareja en casa pasando el día como otro cualquiera, porque en el fondo deberá ser un día cualquiera en mi vida con ella. Es que de verdad me parece de lo más absurdo consagrar un único día al año a celebrar que se está enamorado con una cena especial o con un regalo más hortera que de costumbre pudiendo hacer esto mismo cualquiera de los otros 364 días del años.

Sé que suena a tópico decir que el amor hay que celebrarlo a diario con tu pareja y todo lo demás. Estos tópicos me parecen igual de absurdos que celebrar San Valentín como norma y obligación. Pero aún así el tópico este es cierto. ¿O no nos damos cuenta de que a día de hoy en San Valentín ya no se celebra el amor sino simplemente la obligación de amar y demostrar ese amor? El Día de San Valentín ya no sorprende. No hay pareja de enamorados, o simplemente de copuladores, que no sepa que para el 14 de febrero tendrá alguna sorpresa. ¿Y qué sorpresa puede darse sabiéndose de antemano que se tendrá una sorpresa? Ninguna. La sociedad se ha vuelto anormal. Y lo digo con todas las palabras: somos ANORMALES.

Yo no me creo que en una pareja la chica, llegado el 14 de febrero, se asombre de que su novio le lleve un ramo de flores, sea cual sea la clase, con una tarjeta romántica y un estuche de bombones con forma de corazón además de algún regalo inservible que genere ilusión ficticia. Todo es simple postureo. Todo está impostado. Igual que el chico esperará poder mojar al final de la noche y si no lo hace quedará completamente decepcionado. San Valentín ya no es, aunque tampoco creo que lo haya sido nunca, una celebración espontánea en la que se demuestra un amor sincero con detalles extraordinarios. San Valentín no es ni más ni menos que un día en el que la sociedad, o gran parte de ella representada principalmente por los jóvenes sin juicio ni criterios propios, se deja llevar por prejuicios y se comporta como una masa irracional que solo piensa en consumir lo que sea y en follar, dicho de la manera más explícita posible.

Que sí que esto que escribo lo hago desde la más absoluta amargura, generada por la soledad de un 14 de febrero sin pareja. No lo voy a negar, no ya porque sea verdad, sino porque no negándolo aquellos que me acusan de eso mismo se enfadan aún más al ver que a quien intentan atacar asume el ataque sin problema alguno (¡qué hipócrita estoy hecho, de verdad!). Pero vamos quien siga creyendo que celebra San Valentín porque ama con locura como nunca antes ha amado y por eso mismo tiene que celebrarlo hoy, se engaña a sí mismo y lo único que demuestra es que para él o ella un día como hoy no es más que una obligación y que el amor que dice sentir es más falso que un billete de siete euros.

Pero vamos hace tiempo que me di cuenta de que lo que piense la gente, sobre todo si es gente a la que no conozco y que se comporta como un ser irracional y demuestra con sus actos su nivel intelectual, me la refanfinfla. San Valentín es para aquellas parejas que prefieren el qué dirán, que si no celebran su amor por todo lo alto un único día al año creen que no se quieren lo suficiente, que no saben amarse si no es en días especiales como este. Allá todo aquel que celebre este día como si no hubiera mañana, y que mañana ya no se comportará como hoy porque será 15 de febrero y ya no habrá cajas de bombones en forma de corazón, tarjetas con animalitos y peluches y angelitos o regalos moñas.

Yo me sigo quedando con San Eleucadio. Me cae mejor. A partir de hoy todos los 14 de febrero celebraré la onomástica de este gran hombre del siglo II d.C. Para mí serán el día de la celebración del no amor. Intentaré instaurar dicha celebración con mi pareja el día que la tenga, si es que la tengo en algún momento. Propondré a mi pareja que el 14 de febrero nos distanciemos, que cada uno haga lo que quiera de manera independiente e incluso que comuniquemos amigos y familia que lo dejamos por un día, que nos damos un tiempo para pensar. Eso sí sería una manera original de celebrar el 14 de febrero. Es más a lo mejor incluso lo que haré con mi pareja será celebrar este día de los enamorados riéndonos de todos los anormales que lo celebran como si fuera la última cosa que harán en el mundo con sus parejas, haciendo una parodia de San Valentín,  regalándola por ejemplo un exprimidor para que me haga un zumo por las mañanas, o una máquina de depilar, y recibiendo por su parte a lo mejor un par de calzoncillos blancos tipo slip. Sería extraordinario. Estaría semanas riéndome.

Pero de momento no puedo llevar a cabo ni estos planes ni los contrarios. Solo puedo celebrar San Valentín con los únicos amores de mi vida: los libros. Libros que no piden regalos a cambio de hacerles el amor, es decir leerlos. Además el día de hoy es propicio, ya que es domingo y por lo tanto mañana se trabaja y hay que madrugar por lo que muchas parejas tendrán que acabar antes la cena para no acostarse muy tarde. Y hace mal tiempo, lo que me gusta aún más sobre todo porque eso implica que muchos planes de San Valentín quedarán invalidados y jorobados. Mejor. Así me puedo reír más a gusto, con una risa malvada y siniestra pensando que ninguna parejita estará por el Retiro paseando con el viento que hace y la lluvia que cae de vez en cuando. ¡Que se fastidien! Si yo no puedo celebrar el día de San Eleucadio como la providencia manda que nadie lo pueda hacer.

No soy buena gente lo reconozco. Y en días como hoy mucho menos. No deseo ningún bien a aquellas parejitas que celebran San Valentín por todo lo alto porque no se lo merecen. Sin embargo deseo todo lo mejor a todas esas otras parejas que pasan de patrañas y regalos absurdos y asumen este domingo 14 de febrero como lo que es: un día más en el que como todos los demás hay que amar hasta el final, hasta que duela y no se pueda más, con todo el corazón y las entrañas, dejándose la piel y todo lo demás. A esa gente para la que San Valentín no es más que un invento de las grandes superficies para hacer más dinero a costa de los ignorantes que se lo creen y trafican con un amor de cartón que a la mímina gota de agua se echa a perder. De todas maneras me quedo con San Eleucadio, el pobre santo menospreciado y que sufrió lo indecible para conseguir un asiento en el Santoral Olímpico y del que nadie se acuerda en el día de su onomástica. Yo sí lo hago “Eleuqui” tronco, yo sí me acuerdo de ti.

Caronte.

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