Las Navidades de
los últimos dos años no fueron vacaciones para mí. Bueno, ni para mí, ni para
muchos de mis compañeros. Aunque también es cierto que algunos tuvieron menos
vacaciones que otros. Yo no tuve vacaciones porque tanto en el penúltimo año de
carrera, gracias a un profesor amargado de la vida, como en el último gracias a
un sistema académico obsoleto que sigue pensando que un Proyecto Fin de Carrera
realizado por una persona únicamente es un buen sistema de aprendizaje y
contacto con el mundo profesional que nos espera fuera de la universidad,
estuve hasta arriba de trabajo, nervios, estrés y tensión. Tampoco voy a
quejarme aquí de haber elegido la carrera que elegí y lo que ello iba a
suponer; además ya he dicho que no soy de los que peor pasó las Navidades ya
que supe dejar a un lado la carrera los días que había que dejar a un lado algo
que no merecía la pena, y que sigo pensando que no la merece. Sé de gente,
amargada claramente o poco organizada, que pasó peor estas fechas; pero no es
algo que me preocupe en demasía.
¿Pero y estas
Navidades, cuentan como vacaciones o no? Pues la verdad es que no lo sé. Sí sé
que son las primeras en varios años que al menos no tengo en la cabeza el tener
que entregar un trabajo a la vuelta a la escuela después de las vacaciones de
Navidad. Pero a pesar de ese alivio mental, tengo mis dudas de que las fiestas
que empiezan ahora, que de hecho ya han empezado oficialmente con el sorteo de
la lotería de Navidad y oficiosamente con el encendido de las luces navideñas
por todo Madrid, sean para descansar y olvidarme de todo. No puedo olvidarme
del todo, cuando desde que tengo uso de razón estas fechas suponían únicamente
un descanso, un alivio, un paréntesis, el más esperado por cierto, en medio de
un curso escolar, ya fuera en el colegio, el instituto y más recientemente en
la universidad. Pero este año no es así.
Este año no empecé
un nuevo curso universitario en la Escuela el pasado mes de septiembre. Ni
tampoco tengo que volver para las últimas clases antes de los exámenes
parciales de febrero nada más pasar Reyes. Tampoco tengo en el horizonte, allá
por mayo-junio terminar otro curso más que dé paso al siguiente que dé paso al
siguiente y así hasta el infinito. Todo se acaba y más las épocas de la vida.
Yo ya he acabado mi época universitaria. Hay quien no lo acepta y dice que
sigue siendo estudiante, pero yo considero que una vez alguien acaba su primera
carrera deja de ser estudiante a ser un elemento más del ciclo laboral (una
especie de ciclo de la vida, mucho más injusto, sobre todo en España ya que sin
enchufe, contactos o padrino no se entra con determinadas seguridades en el
mismo). Yo ya no soy estudiante, pero tampoco estoy en ese ciclo laboral. La
verdad es que no sé muy bien donde estoy realmente.
Me gustaría decir
que estas fiestas Navideñas suponen un alivio en mi vida por juntarse un
conjunto de días festivos durante los cuales en el trabajo se relaja un poco el
ambiente, entre comidas de empresa, cestas de Navidad, pagas extraordinarias y
decoración navideña. Pero yo no sé si estos días son así. De momento para mí
todos los días son iguales, se mezclan unos con otros como un hilo continuo
temporal, únicamente roto sábados y domingos en los que la actividad del mundo
es menor y eso al menos sí se deja notar en mi vida. Mi vida es un repetitivo
día de la marmota (ahora entiendo a Bill Murray en la famosa película).
De lunes a lunes,
si es que puedo hacer distinción entre semanas, meses..., todo es igual. Me
levanto. Desayuno. Veo un poco la tertulia política de por las mañanas. Hago la
cama. Me aseo. Me siento delante del ordenador a buscar trabajo. Pasa una hora.
Pasan dos horas. Leo un poco. Escribo un poco. Llevo a mi padre a trabajar. Leo
de nuevo. Como. Descanso un rato. Voy a la piscina (tres días por semana).
Nado. Vuelvo a casa. Me siento delante del ordenador a ver si alguna empresa ha
respondido a los correos que las he mandado solicitando empelo en alguna oferta
o simplemente mandando una instancia voluntaria. Nunca hay nada en la bandeja
de entrada del correo electrónico, o al menos nada ilusionante y esperanzador.
Meriendo un té. Voy a la academia de inglés (lunes y viernes). Vuelvo a mi casa
ya de noche (esto es por ser invierno). Ceno. Veo la tele. Me acuesto.
El día siguiente
es lo mismo.
Nada cambia. Todo
sigue igual. Yo quiero que todo cambie para que todo siga igual, pero no
sucede. Estoy perdido en el tiempo infinito que pasa y pasa y pasa sin que nada
ocurra. Ha llegado la Navidad ya. Muy rápido este año, mucho más de lo que me
esperaba. Iluso de mí en su día, hace ya una eternidad casi, o eso es lo que a
mí me parece, pensé que este año no me comía el turrón en mi casa por tener
trabajo ya que hice una entrevista en una gran empresa, que se supone que pasé
o así me confirmó el chico de RRHH que me la hizo tras hablar con él por
teléfono, para un puesto de ingeniero junior (vamos un becario en ingeniería,
pero queda mejor que los niños de papá digan que son ingenieros junior) en
Doha, sí Doha, a tomar por c. a la derecha. Pero nada aquí estoy comiéndome los
mocos, haciendo hueco a los polvorones, turrones, y comilonas familiares donde
la ingesta de cantidades ingentes de comida parece ser la tradición cuando sólo
es tirar el dinero a manos llenas.
No sé si debo
perder la esperanza o la ilusión de encontrar trabajo en algo que me pueda
hacer ilusión. Ya me costó trabajo terminar una carrera tras pasar varios años
de dudas existenciales profundas que me metieron en un pozo de problemas tanto
a nivel personales como a nivel más académico o profesional. No sabía qué hacer
con mi vida entonces. El problema está en que tampoco sé qué hacer con ella
ahora. Para empezar supongo que seguir intentando que alguna empresa se fije en
mí, que me dé la oportunidad de demostrar que valgo para esto, aunque esto es
algo que ni yo mismo sé si seré capaz de demostrar, que no me pida tener
experiencia previa porque no he tenido un papá, un tío o un amigo de la familia
que me haya podido colocar durante los últimos veranos en su empresa para
tocarme las gónadas y poder así fingir (porque en el fondo los niños de papá no
tienen que mostrar experiencia en ningún sitio ya que trabajo tienen asegurado)
que son grandes profesionales, que no dudo que seguramente lo sean.
Supongo que haber
acabado una carrera en los años estipulados cuando se supone que era de las más
difíciles y duras para conseguir semejante hazaña, hablar dos idiomas (inglés
con bastante fluidez y nivel; y francés con un nivel bastante aceptable) y haber
obtenido unos resultados académicos más que aceptables no es suficiente. Pero
así va todo. No sé de qué me quejo si era algo que veía venir. En el fondo no
me quejo de nada. Si no tengo trabajo será porque de momento no lo merezco.
¿Cada persona tiene lo que se merece no? El mundo es justo y da a cada cual
aquello que le corresponde. Yo tengo salud ¿no? No sé porqué pido más. Soy un
egoísta de mierda: además de salud quiero tener trabajo de lo mío y no
mendigarlo, novia con la que poder pasar estar Navidades y disfrutar un poquito
más de los placeres de la vida, dinero extra para poder comprar con más soltura
los regalos navideños que me apetezca, etc. Si es que soy un miserable, con la
cantidad de gente que no tiene esas cosas. Así me va.
No se puede culpar
a nadie de lo que nos pasa a cada uno de nosotros por nuestras propias
acciones. Esta es la teoría. Yo lo aplico a la práctica. Coño: si no tengo
trabajo será que no valgo; si no tengo novia es que no hago por tener, ni me
lanzo a las chicas que me gustan, ni salgo, ni nada; si no gano dinero es
porque no quiero con lo fácil que puede ser vender mi cuerpo al pecado carnal.
Ya en serio, estoy muy harto de todo esto. Estoy cansado de mandar y mandar
currículos y que ninguna empresa se digne a contestar; estoy cansado de que
todos los días sean siempre iguales, que nada los modifique, que ningún amigo
me llame para quedar un fin de semana y sacarme de la rutina más asquerosa
(tampoco es que esta opción sea muy plausible, pero bueno). Mis días no se los
desearía ni a mi peor enemigo. Nadie que no los haya vivido puede
imaginárselos. De hecho intento levantarme todos los días más o menos temprano
para que así por la noche me duerma por llevar muchas horas despierto, porque
si no, no conseguiría conciliar el sueño. A veces me duermo no por cansancio
sino de puro aburrimiento.
Es patético saber
que llegará Nochebuena, y al día siguiente el día de Navidad, y la semana que
viene llegará también la noche de Fin de Año y el día de Año Nuevo con todos
sus rituales y también la noche de la cabalgata de Reyes y el día de Reyes con
sus roscones, habas y figuritas escondidas y que serán como otro día cualquiera
en mi nueva vida de parado, ni-ni, no estudiante, eterno candidato a empezar a
trabajar. Llegarán también los días de los deseos para el nuevo año y ¿qué
pediré yo? No sé. Supongo que ser algo más feliz, o al menos, ya que no me
siento infeliz, tener ilusión y renovar la esperanza porque los días vuelvan a
ser rutinarios pero por tener algo que hacer, por deber cumplir con una
obligación, y no por estar mirando las musarañas, soñando con que me llamen de
alguna oferta de trabajo y me digan que quieren hacerme una entrevista,
amargado porque el móvil lo tengo como si fuera un adorno más en mi habitación.
No puedo, ni debo
tampoco, hacerme ilusiones. Ya han llegado esas fechas a las que llamamos
Navidad. Nada de momento ha cambiado. No sé si cambiará algo en estos días.
Supongo que no, pero quiero pensar que sí. No podré ir a nadar tanto como me
apetecería porque la piscina está cerrada algunos días señalados en rojo en el
calendario. Tampoco tengo ni academia de inglés ni de francés (aunque no sé
para qué voy ya que parece ser que no se me valora, o quizá es que también
debería hablar ruso, armenio y tamil para poder trabajar). Estos días como
siempre serán diferentes, pero también serán iguales a todos los anteriores y a
los que tienen que venir.
No sé si estoy de
vacaciones o no. Total llevo desde septiembre, por empezar a contar en un mes
tradicionalmente amargo para quienes trabajan o estudian por suponer la vuelta
a la vida normal después del deseado verano, en unas vacaciones especiales en
las que todos los días son igual de mierda que el anterior pero algo menos que
el siguiente. Dudo de todo. Dudo del paso del tiempo. Dudo de que el tiempo
pueda poner a cada uno en el sitio que merezca. Dudo de que exista el tiempo.
No sé qué coño estoy escribiendo hoy. Parezco Dalí o Buñuel soñando (pretencioso por mi parte compararme con estos dos genios). Creo que
me he pasado con el turrón del duro, no comiéndomelo sino dándome golpes con él
en la cabeza. En definitiva: ¿Cuentas estas Navidades como vacaciones, sí o no?
No lo sé todavía. Y dudo mucho de que lo averigüe. De todas formas supongo que
lo que toca es decir también ¡Feliz Navidad!
Caronte.
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