Hoy Madrid se ha
levantado sin ganas de despertarse. Hoy el día se ha despertado gris, frío,
lluvioso y ventoso. Hoy el día se ha vestido con sus mejores galas de invierno.
Pero qué esperemos que pase en pleno mes de febrero, en pleno invierno. Hoy es
uno de esos días en que el gris del cielo se ha colado en mi alma, en lo más
profundo de mi ser; el frío ha congelado mis ánimos; el viento ha traído
recuerdos tristes y que ya estaban casi olvidados; y la lluvia ha hecho que
estos recuerdos volvieran a estar vivos y presentes en mi mente. Si hubiera
tenido un aviso de que hoy el día iba a jugarme esta pasada, no me hubiera
levantado, para qué.
Hoy es uno de esos
días en que me pregunto si de verdad estoy haciendo lo que quiero con mi vida,
y como ya dije en otro post, si las decisiones que han jalonado mi vida hasta
el momento han sido acertadas o no. Esta mañana en la universidad, entre clase
y clase, mis pies casi sin yo quererlo me han acercado hasta una de las pocas
ventanas al exterior que tiene mi escuela, y desde allí, he podido ver llover.
La lluvia me ha hipnotizado, como lo pueden hacer las piernas de una chica, la
sonrisa de tu pareja, o la inmensidad del cielo estrellado en una noche rasa de
verano. He estado un rato parado delante de la ventana, mirando los edificios
del complejo presidencial de La Moncloa, los pinos de la Dehesa de la Villa,
intentando entrever las colinas más allá, pero imposibles de divisar debido a
las nubes y la bruma invernal. Estando ahí parado me han venido a la cabeza
muchos recuerdos, buenos, malos, nostálgicos, perdidos e irrecuperables. En ese
momento he sabido que el humor del día se había apoderado de mi alma. Hoy es
uno de esos días en los que uno se dedica a poner patas arriba su vida, a
echarse en cara las decisiones tomadas y las decisiones que dejó de tomar por
cobarde. Hoy es uno de esos días en los que me pongo a revisar todo lo que he
hecho en mi vida, lo bueno y lo malo, y es entonces cuando me doy cuenta que si
pudiera volver atrás un par de años habría algunas cosas que cambiaría, y otras
que viviría mejor.
Mientras escribo
esto estoy escuchando al maestro de maestros, a Sabina. En días como hoy es el
único que me escucha, y que hasta me entiende. Escuchar sus letras me hace
darme cuenta de que la vida está para vivirla, y para hacerlo con ganas; que
toda experiencia es buena, incluso aquellas que te hacen daño, o con las que te
has equivocado. Las canciones de Sabina son perfectas para días grises, en los
que aprovechas para hacer balance. He intentado ponerme a estudiar, a hacer
algo de lo que tengo pendiente de la universidad y de la academia de francés,
pero me ha sido imposible. Hoy no es un día en que mi corazón me deje hacer lo
que mi mente de dice. Hoy solo me vienen a la mente los problemas personales
que siguen latentes en mí, aquellos que más daño han hecho y que, de vez en cuando,
siguen machacándome como un martillo pilón que intenta clavar algo en un suelo
rocoso. Las cuestiones más importantes en mi vida son las que tiene que ver con
las personas, y en especial con las personas a las que quiero, mi familia y mis
amigos. Por suerte mi familia siempre ha estado y está ahí para todo. No son
problemas familiares los que en días como hoy vienen a mi mente, como los
fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras del Cuento de Navidad
de Dickens. No.
Los fantasmas que
acuden a mí en días grises como hoy tienen que ver con aquellas personas a las
que quiero, y que no forman parte de mi familia: mis amigos. Mientras veo como
se va apagando la luz grisácea con la que hoy nos ha deleitado el día desde la
ventana de mi habitación, me echo en cara la actitud que he tenido con algunos
de esos amigos, en particular con tres de ellos que siempre han estado ahí, en
momentos buenos y sobre todo en momentos difíciles durante mi paso por la
universidad. Por querer más de lo que se merecía otra persona, a quien casi
desde que le conocí consideré, intenté tratar (algo que quizá no siempre
conseguí) y quise como a un hermano, desatendí y desprecié a esas otras personas
que sí han demostrado siempre que merecían y merecen la pena. Por suerte, me di
cuenta de esta situación, y pude revertirla. Ahora son a estas personas, que
siempre estuvieron ahí, a las que no cambiaría por nada; por suerte son a estas
personas, y a un par de ellas más a las que con el tiempo he redescubierto, a
las que quiero y a las que creo puedo llamar amigos. No puedo evitar, sin
embargo, que a veces como hoy ha ocurrido me invada la nostalgia y la
melancolía y esos fantasmas se me vuelvan a aparecer y me invadan los
remordimientos y la culpa por no haber tratado y querido como amigos a esas
personas que siempre se preocuparon por mí. Tampoco puedo evitar que me vengan
a la cabeza momentos buenos que pasé con aquél al que un día tanto quise, como a
un hermano, y tenga la esperanza de al menos poder volver a dirigirle la
palabra, pero pronto estos sentimientos mutan, y recuerdo el daño que en un
momento malo de mi vida siento que me causó y pienso que toda aquella “amistad”
fue falsa, y que en el fondo nunca existió por su parte, esto hace que lo único
que quiera es no saber absolutamente nada de aquella persona.
Sin embargo, no
todos los días son como este, grises y fríos. Por suerte en este país, la mayor
parte de los días son soleados y por tanto alegres. Y los fantasmas y las
preocupaciones, que en días grises vagan con total libertad por el mundo,
tienen muchas más dificultades para entrar en los corazones de las personas,
aunque hay veces que también lo consiguen.
Hoy es uno de esos
días que si no pasaran, no se notaría. Hoy es uno de esos días que sólo quiero
escuchar la música de Sabina, para poder aprender de él, que sabe más de la
vida que yo, o de la familia Strauss, para dejarme llevar por sus melodías y
poder volar por encima de las nubes para poder ver que el gris siempre está
compuesto por blancura, para ver que el Sol siempre sale, aunque hoy no se haya
pasado por Madrid a saludad, para poder sentirme libre en vez de enclaustrado
en esta Escuela de Caminos, que hoy se ha mimetizado con el gris de las nubes y
de mi ser. Hoy es uno de esos días en los que yo no soy yo.
Caronte.
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