viernes, 4 de abril de 2014

23

Hoy cuatro de abril de 2014, nonagésimo cuarto día del 2014, cumplo 23 años. Un año más. Un año menos. Hoy es viernes. He tenido clase en la universidad. Hoy, de momento ha sido un día que preferiría haber pasado por alto. Todos los años, independientemente de mi estado de ánimo general y olvidándome de los diversos problemas personales que haya podido tener en cada época de mi vida, siempre he querido que llegase el día de mi cumpleaños. No sé muy bien por qué, ya que por norma general el día cuatro casi siempre lo he pasado, en su mayor parte, solo. Únicamente cuando mi cumpleaños ha caído en fin de semana, la soledad de ese día se cambiaba por una pequeña celebración con mis padres, abuelos y si podían y querían con mis tíos y primos. Sólo cuando era más pequeño, quizá hasta los 10-11 años, cayera cuando cayera el día cuatro, el sábado siguiente a mi cumpleaños organizábamos en mi casa una merienda cena. Quizá aquellos fueron los mejores cumpleaños de mi vida. Por desgracia la vida suele hacer que apenas recuerde pequeñas gotas de aquel mar de recuerdos que sin duda vivía con mis padres, abuelos, tíos, y primos (por aquel entonces sólo tenía dos, ahora son cinco).

Mi madre siempre me recuerda como nací. Mis padres no sabían si iba a ser niño o niña, yo decidí dar la espalda al mundo desde la placenta en el interior del vientre mi madre. Por como estuve colocado durante el embarazo, a los médicos les fue imposible distinguir mi sexo, aunque por mis dimensiones intuían que iba a ser un niño. También decidí ahorrarle dolores a mi madre y me puse de nalgas para nacer, por lo que la tuvieron que realizar una cesárea. Una vez fuera de la inmensa protección del útero materno, mi madre le preguntó al médico que realizó la cesárea que qué era yo, niño o niña, a lo que el médico contestó: “es una niña con unas pelotas….”. Bromas aparte, el día que yo nací, según todas las personas que lo recuerdan fue un día completamente desapacible. Llovía a madres sobre Madrid, y al coche de mi abuelo, unos graciosos le arrancaron el limpiaparabrisas del lado del conductor. Mi abuela siempre me cuenta que para volver a su casa desde el hospital tuvieron que ir muy despacio ya que apenas se podía ver nada debido a la densa cortina de agua que estaba cayendo aquel día.

Veintitrés años después de aquel día pasado por agua, y tras pasar una mañana tediosa en la universidad en la que se han ido sucediendo profesor tras profesor, a cada cual peor que el anterior, me dispongo a pasar la tarde solo, haciendo lo que mejor sé hacer y lo que más me gusta, escribir y leer. Escribiendo y leyendo al menos no echaré en falta nada en este día. Mentira, sí que echaré en falta cosas. La semana que se está acabando, tampoco es que haya sido la mejor semana de mi cumpleaños que recuerdo. Tengo a mi abuelo en el hospital recuperándose lentamente, como corresponde a una persona que acaba de cumplir 81 años, de una operación de cadera tras haberse caído (como el Rey) en la puerta de su casa; en el hospital también está mi primo mayor, al que aún así saco cuatro años, en su caso por un golpe muy fuerte que se llevó en el vientre jugando los play-offs de la liga de baloncesto en la que juega. Mi madre, para no dejar sólo a mi abuelo se ha estado yendo todas las tardes a hacerle compañía a él y a mi abuela que se pasa todo el día en el hospital. Luego cuando ya ha caído la noche me acerco yo al hospital, veo unos minutos a mi abuelo y me traigo a mi barrio a mi abuela y a mi madre. Mi padre también sale tarde de trabajar. Con este panorama, el día se presenta no demasiado alegre ni divertido para ser mi cumpleaños. Pero es lo que toca este año.

Quizá lo único bueno que ha tenido hoy el día ha sido que he podido celebrarlo en la universidad con mis amigos y compañeros, a los que he invitado a tarta de chocolate casera (hecha por mí, ayudado por mi madre). Menuda odisea ha sido lo de la tarta. Para no ir con ella cargado en el metro, por comodidad he ido a clase en coche, pues bueno, cuando ya llevaba medio camino hecho me he dado cuenta que se me había olvidado la tarta en mi casa. Me he dado la vuelta lo más rápidamente posible, con el corazón latiéndome probablemente a más de 200 pulsaciones por minuto. Ya pensaba que tendría que faltar a la primera hora de clase, pero al final he llegado justo, he de reconocer que el profesor todavía no había empezado básicamente porque para variar ha llegado tarde. Empezaba bien el día. El que pueda celebrar mi cumpleaños con gente, el propio día cuatro, es algo poco usual, ya que por suerte o por desgracia, mi cumpleaños casi siempre suele caer en las vacaciones de Semana Santa, si no es justo en medio, es el fin de semana de antes (Domingo de Ramos) o en el de después (Domingo de Resurrección). Estas coincidencias han hecho que siempre tuviera que celebrarlo a posteriori con los escasos amigos con los que lo he celebrado a lo largo de estos años. Este año, en que la Semana Santa cae tan tarde en el calendario, he tenido la suerte de poder celebrarlo justo el día que es, con mis amigos. También el año pasado fue así. Aunque estos han sido los dos únicos años en lo que llevo de universidad que ha sido así, si no recuerdo mal.

Mañana lo celebraré con mis amigos, o al menos los que han vayan a querer y poder, en Toledo. Toledo, como siempre presente en mi vida, ciudad por la que siento una atracción especial, y en la que quiero seguir viviendo momento felices, esta vez acompañado en parte por las personas que quiero que estén presentes para celebrar mi cumpleaños. Por desgracia no estarán todas las personas que me gustaría que estuviesen, una de ellas por estar estudiando de Erasmus a casi 1500 km de Madrid en Múnich; otra de ellas, que por cierto es la única a la que invité en mi primer cumpleaños en la universidad con la que sigo teniendo contacto y que considero mi primera amiga, por estar de exámenes; y otras dos chicas por haber decidido no venir y haberme explicado las razones (que no vienen al caso aquí) que las llevó a tomar dicha decisión. Me gustaría que estuvieran presentes todas estas personas, de verdad, pero ya sea por decisión propia o por causa mayor esto no será así. Mañana en Toledo estemos los que estemos me lo pasaré muy bien, seguro, porque estaré con personas con las que me apetece estar y por eso mismo las he invitado ya que, basándome en el principio inviolable y fundamental de la libertad individual de las personas, creo que todavía me queda el derecho de invitar a mi cumpleaños a las personas que yo quiera.

Siendo sincero conmigo mismo, si miro en el fondo de mi corazón hay una persona a la que también me hubiera gustado invitar, pero por desgracia con esa persona hace ya casi un año que no cruzo más palabras que unos buenos días o unas gracias si le sujeto la puerta de clase. Por mucho que quiera que dicha persona termine por salir de mi vida, la universidad impide que así sea, ya que es amigo de amigos míos y por mucho que me duela tengo que aguantarle casi todos los días en la universidad, recordando todo lo que me hizo un día. Hoy mismo supongo que porque otras personas me estaban felicitando y para guardar las apariencias también me ha felicitado, pero no sé si había sinceridad en ella, luego cuando he invitado a tarta también le he ofrecido a él esperando, aunque apenas sin esperanzas que la aceptase, pero no ha sido así. A pesar de ello, y sin saber muy bien por qué, sí es cierto que hay una parte de mí que querría que las cosas fueran diferentes, aunque esta parte se va haciendo cada día que pasa más pequeña gracias al poder sanador del tiempo y a su capacidad de sepultar problemas. Un muy buen amigo, aunque él se empeñe en que le escriba un artículo hablando mal de él, dice que tengo que tender puentes para acercarme a esta persona, y yo le digo: ¿qué importa que yo gaste ganas y fuerzas tendiendo un puente desde una orilla si desde la otra no se hace nada? Ya he tendido en varias ocasiones puentes intentando un acercamiento pero siempre, el puente ha terminado en el fondo de un profundo río de aguas turbulentas.

Pero esto pasará mañana y seguro que me lo paso muy bien, primero por no estar solo, segundo por estar con amigos a los que quiero y aprecio mucho, y tercero por estar en Toledo ciudad a la que amo. ¿Podría ser mejor todavía? Seguro, pero este año las cosas han venido dadas así, quizá el año que viene sea diferente. Sin embargo ya llevo unos años diciéndome esto y todos los años terminan siendo iguales, y cada vez que llega mi cumpleaños me siento igual de solo, no por no tener amigos con quien celebrar mi cumpleaños, que los tengo y muy buenos, sino porque aunque sea una gilipollez como una catedral, no tengo pareja con la que celebrar este día de manera algo más especial que con amigos o con mi familia. Sé que hay mucha gente que pasa su cumpleaños sin pareja, pero también hay otro montón que sí que la tiene, y es a esa gente a la que me quiero parecer. Quizá tire de tópicos, pero me gustaría que mi novia me preparara algo que yo no esperara; me gustaría no poder invitar a mis amigos mañana a Toledo porque me fuera con ella a pasar el fin de semana a alguna casa rural en la sierra; me gustaría simplemente tomarme un helado, si el tiempo acompañara, con ella en la Plaza de Oriente o en los Jardines de Sabatini. Son nimiedades, lo sé, pero me gustaría poder sentirlas un día como hoy que es mi cumpleaños. Pero un año más, mi cumpleaños me pilla soltero y sin compromiso, pero quizá con una pequeña mejora con respecto a otros años y es que este me siento algo más a gusto conmigo mismo. El año pasado para mi cumpleaños me propuse cambiar, poco a poco, pero cambiar. Lo primero que hice fue perder peso para sentirme más a gusto, más saludable, y en definitiva para gustarme más. Pensé que era el primer paso para poder gustar a las chicas también, aunque no el más importante, el cambio más importante todavía lo tengo pendiente de hacer, y ese ya depende de mis propios miedos, miedos a los que tengo que vencer si quiero que el año que viene por estas fechas, lo que más desee que llegue no sea el día de mi cumpleaños, sino el hecho de poder celebrarlo también con mi novia.

Este año las cosas han venido así, y así las tengo que tomar. Siempre pienso que el año que viene será mejor. Espero que este año sí que sea el definitivo y el año que viene este día sea feliz. Por muchos regalos que me hagan las personas que me quieren, quizá sin yo merecerlo, y por mucho que se lo agradezca nunca podrán regalarme lo que realmente quiero en este día, porque eso sólo yo lo puedo conseguir y sólo el destino puede ayudarme en ello. Las mejores regalos que sin duda tendré hoy serán ir a ver a mi abuelo en el hospital, verle cada vez mejo y poder pasar un rato con mis padres (a los que por desgracia no veré mucho hoy por sus horarios de trabajo). Y mañana el mejor regalo será pasar el día en la histórica y real villa de Toledo con mis amigos, con los que estén vamos. 

Para terminar me gustaría dar las gracias a mis amigos por todo (las personas a las que me refiero saben quiénes son). 

Y a la salud de todos vosotros disfrutaré de mi tarta Sacher de chocolate, pero esta no la comparto.

Caronte.



No hay comentarios:

Publicar un comentario