Mucho se ha venido
hablando en los últimos tiempos de la libertad de expresión en el mundo y del
libre derecho a ejercerla de manera clara y sin amenazas de nada ni de nadie.
Este derecho es uno de los pilares fundamentales en el que se apoyan las
sociedades desarrolladas, esas que se suponen deben conducir al progreso y
avance del planeta. Sin la posibilidad de decir, pensar, opinar, criticar y
cuestionar libremente todo y a todos los que nos rodean, este mundo no
avanzaría. Y esto se ve en aquellas sociedades/países donde este derecho ha
sido históricamente coartado, a saber, la España franquista, la Cuba castrista,
la Venezuela chavista y otras.
Pero por curioso
que pueda parecer también este fenómeno se produce con mayor frecuencia de la
deseada en nuestra querida Escuela y lo que es peor en el siglo XXI. ¿Por qué
esta Escuela está tan atrasada con respecto a lo que pasa en Europa en
instituciones semejantes? ¿Por qué se sigue impartiendo un modelo educativo
propio de principios del siglo pasado? Porque durante muchos años se ha callado
y por tanto se ha aceptado el status quo
imperante. La crítica a esta Escuela, su administración y a su equipo docente
siempre ha sido casi nula, como coto vedado de caza. Y la poca que de vez en
cuando se ha producido siempre ha sido acallada.
Quien en algún
momento pretenda hacer una crítica en esta Escuela, una de dos, o se encuentra
con la sordera típica de unas estructuras centenarias que llevan así décadas y
que no quieren cambiar porque sería más incómodo que un cojín de alfileres, o
se encuentra que esa crítica será vista como un ataque personal y por tanto
será represaliado, señalado públicamente por su nombre, y lo que es peor por su
número de matrícula, quedando estigmatizados durante el tiempo que dicha
persona crítica e incómoda para las estructuras inmóviles, esté en la Escuela.
Es un poco
lamentable que esto sea así. Y probablemente también bastante triste. Que en
una parte importante de la sociedad, como es una Escuela Universitaria que se
supone es donde se forma la élite profesional de este país, no se pueda
criticar, opinar y hablar libremente sobre cómo están las cosas y qué se podría
hacer para mejorarlas es cuanto menos chocante, y demuestra el poco nivel
intelectual que existe. Nos forman como máquinas, sin capacidad crítica, solo
preparados para aceptar lo que venga de arriba.
¿Podrían ser las
cosas diferentes? Sí. Lo que pasa es que no interesa que las cosas sean
diferentes. Es muy cómodo estar sentado en un sillón público durante décadas
sin adaptarse a los nuevos tiempos y simplemente asumiendo como propios formas
y modos de dar clase más que obsoletos. Pero claro criticar la forma de dar
clase de un catedrático, o de un doctor ingeniero de caminos es un sacrilegio. Pecado
penado con la excomunión. ¿Por qué no se puede decir que un catedrático da
clase de manera penosa y sus formas son más de tirano y dictador bananero que
de formador?
Que yo sepa no
debería haber nadie en este mundo sobre quien no se pudiera opinar libremente,
siempre sin sobrepasar el límite de la falta de respeto personal. Una crítica
no es una falta de respeto, ni mucho menos. Lo que pasa es que en esta Escuela
sí parece haber estamentos intocables, o al menos sobre los que no se puede
hablar bajo riesgo de ser tachado de crítico con el régimen y por tanto
arriesgarse a ver tu carrera comprometida.
Es curioso como
cuando los alumnos hacemos un examen pésimo, lamentable, vergonzoso, se nos
dice a la cara y tenemos que aguantar esa crítica, esa opinión; pero cuando
desde el cuerpo estudiantil se pretende criticar que quizá ese examen es
resultado de unos métodos de enseñanza anticuados y de algún pésimo profesor
(aunque bellísima persona), nos debemos callar porque entramos en terrenos
pantanosos.
Las únicas
críticas y opiniones que se aceptan en la Escuela son las positivas. Hay un
Premio al Mejor Profesor del Año, pero no lo hay para el peor, ¿por qué? Los
alumnos sabemos quién de entre nosotros saca sobresalientes y quien ceros más
grandes que la Catedral de Sevilla. Debería ser igual entre los profesores.
Creo sinceramente
que si en esta Escuela se empezara a hacer un poco más de crítica, a opinar un
poco más de todo y de todos, irían mejor las cosas. Pero claro, siempre sale
más rentable hacer la pelota para conseguir prebendas, que criticar
abiertamente a un profesor, a una asociación de alumnos o a la propia dirección
y administración de la Escuela, porque todos tienen lo suyo en cómo funcionan
las cosas en esta Casa.
La libertad de
expresión debería entrar de una vez por todas en esta Escuela. Cuando esto pase
y la crítica y la opinión sean algo normal y se acepten como lo que son: medios
para avanzar, habremos conseguido mucho. Mientras tanto seguiremos sin hablar y
por tanto aceptando lo que nos caiga, o nos tiren, encima.
Caronte.
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