Hoy me toca a mí
tomar el relevo de Caronte. Soy Vix, amigo, creo, del dueño de este blog y al
que hace unas semanas le pedí que me dejara escribir algo por su cumpleaños,
que es mañana, y que lo publicara en el blog bajo mi nombre y total
responsabilidad. Agradezco que aceptara y por esa misma razón escribo estas
líneas. Mi amigo es una persona que hace un año y pico decidió comenzar a
escribir este blog, sin otra voluntad que plasmar en letra, en papel y de
manera digital también sus ideas, su visión de la vida y del mundo, y poder
tener también una pequeña vía de escape para dar salida a todo su mundo
interior. Pero no sólo ha usado el blog para mostrar su mundo interior, sus
inquietudes y preocupaciones, también lo ha usado para dar una especie de
homenaje a sus amigos escribiendo sobre ellos cada vez que llegaban sus
cumpleaños.
Por esto también
le pedí que me dejara escribir una cosa y publicarla en su blog, porque mi
amigo ha escrito de todos sus amigos, con la mejor voluntad del mundo,
consiguiendo, desde mi modesta opinión un resultado más que digno y creo que a
ninguno le ha podido molestar nada de lo escrito en esos artículos. Pero hay un
problema y es que quién le iba a escribir a él algo. Sé de primera mano que es
algo que le hace ilusión pero sus amigos no son muy dados a las letras, son muy
de números, como por otra parte corresponde a estudiantes de ingeniería. No es
que yo sea un Cela, o un Delibes, ni mucho menos, pero también me gusta algo
escribir y además conozco a esta persona desde hace muchos años, y siempre he
sabido que siempre ha sido más de letras que de ciencias, lo que pasa es que
tomó la decisión de estudiar Ingeniería de Caminos, él piensa que de manera
totalmente equivocada, yo creo que por algo la tomaría, quizá el destino guarde
para él un papel importante en ese mundo.
Pero bueno
empecemos por el principio. A mi amigo le conocí en el colegio, cuando
tendríamos doce o trece años, ya no me acuerdo, casi toda la vida, ya que él
cumple ahora 24 años. Media vida con este señor de amigo, se hace pesado. Sólo
cuando empezamos los dos la universidad es cuando hemos empezado a vernos
menos. Aunque de vez en cuando seguimos quedando y contándonos las cosas, más
él que yo que siempre he sido más callado. No obstante si lo pienso bien creo
que conozco bastante bien y en profundidad la vida de mi amigo. Muchas has sido
las cosas, anécdotas e historias que me ha contado desde que está en la
universidad, no sé si me vio cara de cura porque a veces tenía la impresión de
que me usaba como confesor, cosa que como muestra de confianza agradezco, pero
que tras seis años me ha convertido en un baúl de secretos, muchos de los
cuales tampoco hubiera pasado nada si no me los cuenta. Menos mal que no
compartimos muchos amigos en común, y no conozco en persona a ninguno de sus
amigos de la universidad, porque sería difícil mantener la boca cerrada de
tantas cosas como me ha contado mi amigo.
Si tengo que ser
sincero, y espero que no le moleste leer esto, como creo que él mismo ha sido
cada vez que escribía sobre sus amigos, tengo que decir que mi amigo es un poco
rarito. Tiene sus manías y una forma de ser un tanto especial. Bueno en
realidad es raro de pelota, y perdón por el exabrupto. Esta es la realidad, no
me extraña que algunas personas en la universidad con las que, sin ser amigas,
tiene relación digan y le consideren, sin haber tenido nunca el valor para
decírselo, el raro del grupo. Pero vamos por lo que me cuenta mi amigo, que esa
gente le llame raro, con lo que ellos mismos tienen encima, es más para él un
piropo y una señal de que está haciendo bien las cosas que algo que le haga
sentirse mal. Sí es cierto que durante los primeros años de universidad pasó
una época mala sabiéndose o, mejor dicho, considerándose él a sí mismo raro,
diferente, un extraño en un mundo de igual o semejantes. Cosa que siempre le
dije que era una soberana estupidez porque si todo el mundo fuera igual la vida
sería muy aburrida.
Muchas veces le he
dicho que si todos fuéramos unos aprovechados de la vida; si todos fuéramos
unos hipócritas que criticamos mucho una cosa cuando no somos nosotros los que
la hacemos o utilizamos, pero que a la menor oportunidad hacemos uso y disfrute
de esa misma cosa intentando que no se nos descubra; si todos vistiéramos
igual, con vaqueros todos del mismo corte y color, con los mismos jerséis lisos
y de colores suaves, con los mismos polos de tonalidades pastel; si todos
leyéramos el mismo tipo de libros; si todos comiéramos el mismo tipo de comida,
y nos gustaran el mismo tipo de salsas para las patatas o los langostinos; si
todos votáramos como burros con orejeras sin cuestionarnos absolutamente nada
al mismo partido político una vez tras otra; si todos nos tomáramos la universidad
con la misma intensidad como si fuera lo más importante del mundo cuando sólo
es una etapa más en la vida que acaba con una fiesta de disfraces donde te
entregan un papel timbrado y firmado por el Jefe del Estado en el que se pone
con letra gótica que se es tal o cual cosa; si todos tuviéramos a un papá que
nos colocara en su empresa o tuviera conocidos en otros lugares; si todos
estuviéramos cortados por el mismo patrón ¿qué sería del mundo? ¡Cuántas tardes
habré pasado con mi amigo hablando de esto al principio de la carrera! Sobre
todo cuando peor estaba de ánimos y de autoestima.
Para qué negarlo
es mejor ser diferente. Es duro, pero a la larga es siempre mejor porque es lo
único que nos distinguirá de lo mediocre, de lo común, de lo habitual, de las
copias infinitas que parecen ser la moda ahora. Pero esto lo veo yo y me ha
costado lo mío hacérselo ver a mi amigo que ahora sí acepta con absoluta
normalidad el ser algo más diferente en algunos aspectos a los demás, a esas
personas que él siempre consideró como más normales que él y que envidiaba por
ello, a esas personas que se convirtieron luego en sus amigos, sin nunca, o el
menos es lo que me ha contado, juzgarle, aceptándole siempre tal y como era, y
haciéndole ver también, cosa que les agradezco de mi parte, que no era raro.
Porque raro y diferente son cosa muy distintas, y hay quien confunde los
términos.
Desde que conozco
a esta persona muchos son los cambios que ha experimentado y que él mismo ha
generado de manera voluntaria. Otros cambios le han llegado a la fuerza,
impuestos por el ambiente tóxico de su Escuela, o eso es lo que he terminado
por concluir de todas nuestras muchas conversaciones. El cambio más evidente,
decidido por él que ocurriera, ha sido físico. Hace tres años este amigo mío
estaba gordito, bueno gordo por qué no decirlo. Nunca le gustó su cuerpo,
siempre quiso cambiarlo pero también siempre le dio mucha pereza. Yo soy una
persona que suele hacer algo de ejercicio durante la semana, o me voy a nadar
un par de días entre semana, o los fines de semana me voy a correr o a andar a
paso ligero, y muchas veces le dije que me acompañara, pero nunca terminaba
echando ganas.
Pero hace un par
de años decidió que hasta aquí había llegado, que tenía que cambiar. Y lo hizo.
Empezó a controlar las comidas, reduciendo las cantidades pero comiendo de
todo. Cambió la bollería industrial por los cereales. Las comidas grasientas
por carnes y pescados a la plancha, y verduras rehogadas. Pero ante todo se
pudo a hacer ejercicio: natación durante el curso, salir a correr en
vacaciones, abdominales casi todas las tardes, etc. Y lo consiguió. Bajó de
peso. Adelgazó enormemente, tanto que tuvo que arreglar primero y luego cambiar
todo su armario porque la ropa no le valía. Está irreconocible y eso que no he
dejado de verle desde hace un montón de años, pero el cambio ha sido radical.
Alguna vez que le he preguntado por el porqué desea voluntad de cambio, siempre
he recibido la misma respuesta y es que si quería empezar a cambiar las cosas a
nivel personal tenía que empezar por su físico que no terminaba por gustarle.
Bueno esto ya lo
ha conseguido Lo que pasa es que ahora debería empezar a coger un poco de masa
muscular porque ahora mismo no es más que un saco de huesos con algo de carne
pegada a ellos. Eso sí según él ha conseguido tener abdominales, que no es que
no los tuviera antes, ya que todos tenemos esos músculos, sino que siguiendo
los consejos del sabio José María Aznar – sé que esto le va a molestar pero da
igual algo de chicha habrá que poner digo yo – ha conseguido tener “tableta”
(aunque también digo habrá que verlo porque a un adolescente de estos que se
creen que están bueno y muestran sus “músculos” delante del espejo del baño
mientras se hacen un selfie con el móvil para colgar en Facebook o Instagram
para que las adolescentes suspiren por ellos, también se les notan la tableta
de abdominales pero porque están delgados).
Hasta aquí el
cambio físico, el más obvio, que no es poco. Pero también ha habido cambios más
a nivel personal, íntimo. El entrar en su Escuela, y ojo que como se me escape
lo de Facultad puedo acabar colgado de un árbol con las tripas y entrañas
saliéndome por el abdomen tras haber sido este rajado para disfrute de las aves
carroñeras que sobrevuelen los cielos de Madrid, si es que hay alguna; como
digo el entrar en su Escuela supuso muchos cambios. Como digo, el salir de su
barrio, cosa que en principio hubiera sido algo muy beneficioso pero que, al
menos durante los dos primeros años, le supuso un duro golpe en su concepción
de la vida y del mundo. También es cierto que a la larga esa salida de su
barrio ha sido lo mejor que le ha pasado, por lo que he podido comprobar con
mis propios ojos y por lo que él mismo me ha contado (aunque esta salida haya
supuesto que no nos veamos todo lo que nos gustaría, cosa que no tiene por qué
ser nada mala). Desde aquellos primeros años de universidad hasta este, el
último de ellos, muchas han sido las cosas que ha vivido, buenas y malas,
alegres, tristes, penosas y en algún caso destructivas. Pero son cosas de la
vida. La cuestión es que si físicamente mi amigo ha cambiado bastante, también
se personalidad lo ha hecho.
Antes de entrar en
la universidad era una persona algo introvertida, le costaba mucho empezar a
conocer a la gente, hacer amigos, relacionarse en general con otras personas.
Sólo si la relación con otras personas se comenzaba porque yo u otras personas
con las que previamente tenía contacto lo hacíamos él se unía y terminaba
siendo una persona amigable y en cierto modo sociable. Esto sí que le trajo
muchos problemas al entrar en la universidad y darse cuenta que apenas tenía
amigos, quizá yo solamente, y ver cómo toda la gente con la que empezaba a
relacionarse tenía círculos externos a la Escuela con los que hacían cosas los
fines de semana, o parejas con las que quedar. Compararse con esos nuevos
compañeros, algunos de los cuáles luego sería sus amigos, le hizo ir creando
una bola de ansiedad que terminó estallando en un viaje de prácticas en
Valencia. Y a partir de ese momento entró en un túnel oscuro. Un túnel hacia
las profundidades de su propio ser, de su propia personalidad. Un túnel de
falta de autoestima, de falta de ganas por ir a la universidad y de falta de
ilusión por nada. Túnel que se agravó y profundizó con el asunto de no tener
pareja algo que le persigue constantemente y del que, aunque diga que ahora lo
tiene algo más asumido y controlado, creo que sigue tocándole mucho la moral.
Pero con la ayuda
de su familia, de sus amigos de la universidad, estos últimos con un peso
importante en todo este asunto ya que según me ha contado con cierta emoción y
alegría contenida han sido uno de los apoyos más firmes que ha tenido; y
supongo que también con mi ayuda aunque muchas veces lo único que he hecho ha
sido escuchar, nada más, porque en el fondo lo que muchas veces mi amigo
necesitaba era ser escuchado, sin más, y comprendido, sobre todo esto último;
con toda esta ayuda y apoyo consiguió poco a poco ir viendo la luz final del
túnel y terminar por salir de él, aunque también haya habido momentos de
tropiezo después. Pero ¿quién no tiene momentos malos a lo largo del año? Quien
afirme esto último no sabe lo que dice y tiene una vida más que vacía. Siempre
le he dicho a mi amigo que la vida en el fondo es esto que ha vivido, pero con
diferentes intensidades. La vida es sufrimiento, es alegría, es dolor, es amor,
es odio, es pasarlo mal, y pasarlo de puta madre también. Y quien no vive
emociones confrontadas no vive al fin y al cabo.
Todo esto que ha
vivido le ha dejado algo dentro de él. No es la misma persona que entró en la
universidad hace seis años. Ha cambiado, pero no quiero decir si para bien o
para mal, porque tampoco lo sé, sólo el tiempo, el más viejo y sabio de cuantos
acompañantes vitales tiene un hombre a lo largo de su vida, podrá decir si los
cambios a nivel personal, íntimos, de carácter, que ha tenido en estos seis
años de forjado universitario han servido para armar un carácter definitivo y
definitorio. Ahora es algo más egoísta, y lo digo como lo siento. Egoísta en el
sentido de que ha empezado a pensar más en sí mismo que en los demás, en
sentirse bien él y hacer siempre aquello que desee antes de cualquier otra
cosa. También es algo más abierto a la hora de conocer gente y de relacionarse
con sus compañeros de clase, con los que le cae bien, con los que le caen mal y
con los que ni una cosa ni la otra. Esto puede ser considerado como algo
hipócrita, y lo es, pero por lo que me ha ido contando en estos seis años, es
lo que se lleva en su carrera: la hipocresía y el cinismo, y a veces hay que
adaptarse a ello. Sé que no le gusta ser así, pero casi mejor para tratar a
personas que miran por encima del hombro.
Sin embargo sigue
sin haber cambiado una cosa, y es que sigue siendo muy cerrado de mente;
cerrado en el sentido de que le cuesta mucho asumir riesgos, asumir retos,
cambiar un plan que tenía preestablecido en su cabeza por algo que surja de la
nada. Y esto es algo que no es bueno. Muchas veces le digo, muchas veces sin
aplicarme yo el mismo cuento, que no puede estar siempre tan ceñido a unos
planes, a un horario, que en el fondo no son tales y no existen, que son
simplemente una especie de normas que él mismo se auto impone y de las que es
muy difícil sacarle. Por ejemplo si tenía pensado cenar en su casa, o comer, o
llevar a su madre al trabajo. le cuesta mucho cambiar esa mentalidad; le cuesta
mucho si alguien dice de comer por ahí aceptar ese plan porque piensa que está
faltando a algo, o si un amigo le dice de quedar un domingo por la tarde
tampoco suele aceptar por el hecho de tener clase al día siguiente. No se puede
ser así, tan cerrado de mente, sobre todo para los asuntos personales. No se
puede vivir tan pegado a unos planes pensando que si te los saltas estás
cometiendo un grave delito. Hay que vivir la vida y eso supone básicamente
improvisar día a día. No se puede vivir supeditado a una especia de normas,
porque quizá esas normas ficticias nos están impidiendo descubrir algo que
merece la pena.
Y es que ser tan
cerrado en estos temas es peligroso. A mi amigo le pesa mucho en su forma de
ser, en sus ánimos, el hecho de no tener pareja, cosa que le pasa a mucha
gente, pero que a él le agravó mucho la gran crisis de personalidad que tuvo
hace un tiempo. Pero si no se abre un poco, si no acepta el libre albedrío de
la vida: que no todo puede estar medido, contado, cronometrado y fijado de
antemano, nunca va a tener pareja, y lo digo aunque parezca y sea duro. Aunque
no sólo depende de esto último. También debe cambiar él mismo algo su manera de
ser y sobre todo dejar de tener miedo. Miedo es lo que arguye. Ese miedo es el
que le lleva a poner siempre excusas para no terminar de aceptar los consejos de
sus amigos. “¿Y miedo de qué?” Le pregunté hace poco. No me supo contestar a la
primera, estuvo pensando, dándome largas, vagas razones que no eran verdad.
Pero de pronto me dijo que sentía miedo no a hablarle a alguna chica que le
gusta, o incluso a decirle directamente eso. Más bien diente miedo de no amar,
de no saber amar, de no sentir nunca que una chica le ama; de no sentir nunca
pasión por una chica, esa pasión que desarma a los seres humanos y les vuelve
vulnerables; esa pasión irracional. Tiene miedo a no encontrar el amor que
busca, y a no cumplir sus propias expectativas puestas en el hecho de tener
pareja. Y yo le digo que lo que realmente le pasa no es que tenga miedo de todo
eso, es que tiene miedo de equivocarse. Pero es que las equivocaciones son una
cosa más de la vida. Dice un proverbio hindú: a veces se gana y otras veces se aprende. Por esto siempre intento
decirle que o se atreve en algún momento, más pronto que tarde, y hace algo de
todo lo que sus amigos le llevan aconsejando mucho tiempo, o empieza a asumir
que la vida seguirá pasando y seguirá solo, sin pareja, sin siquiera acercarse
a las puertas de la felicidad y del amor (aunque a veces tras esas puertas no
sea todo siempre de color de rosa).
Pero vayamos a
otros aspectos. Mi amigo es un grandísimo amante de la música clásica, quizá
por ello también es considerado un rarito. Pero es algo que le da igual. Cada
vez que se pone a escuchar música clásica es capaz de evadirse totalmente.
Cualquier problema que tenga desaparece, al menos momentáneamente si se pone a
escuchar sus piezas musicales preferidas. Lleva años sin perderse el Concierto
de Año Nuevo de Viena, y sueña con ir allí a vivirlo en directo algún que otro
años; y estoy seguro que algún día estará allí. Me acuerdo todavía de cuando me
dijo que si le quería acompañar a ver uno de los eventos musicales más
importantes que se iban a dar en Madrid hace un par de veranos. Y es que la
cuestión era que tocaba en el Teatro Real la Orquesta Filarmónica de Berlín,
bajo la batuta de Sir Simon Rattle, una de las piezas más famosas del mundo: la
Novena Sinfonía de Beethoven. ¿Qué más puede pedir un amante de la música? Pues
según sus propias palabras nada. Y no fue para menos, durante el concierto, que
vimos desde la última fila del gallinero del Teatro Real, mi amigo entró varias
veces en trance escuchando varios compases de la sinfonía. Pero esto también
tiene su toque friki, porque hace ya un tiempo me confesó que a veces sólo en
su habitación se pone música clásica y con un palillo chino que cogió de un
restaurante por batuta, se pone a dirigir una orquesta ficticia y fantasma
(espero que no se enfade por destapar este pequeño secretillo).
Otra de sus
grandes pasiones son las letras. La lectura le apasiona, vamos casi diría yo
que le obsesiona. El año pasado sin ir más lejos me dijo que se leyó sesenta
libros, lo que si no me fallan las cuentas son unos cinco libros al mes. Una
barbaridad. Cada vez que hablamos de literatura me asombra ver la gran variedad
de géneros y autores que toca. Siempre están presentes sus favoritos: Eduardo
Mendoza, Muñoz Molina, Paul Auster, Vargas Llosa, Le Carré, y últimamente
también Marías, Graham Greene, McEwan o Javier Reverte. Una vez me dijo que
quizá el germen de esa pasión por la literatura, el origen de ese magnetismo
brutal hacia los libros fue uno que leyó en sexto de primaria, “Finis Mundi” creo recordar que me
dijo, que le dejó muy marcado y le descubrió que los libros contienen tantos
mundos como lectores hay en la Tierra. A veces también me dice, con algo de
melancólica tristeza que no va a tener tiempo de leer en vida todo aquello que
quisiera, que llegará un momento en que se dará cuenta que habrá miles de
historias que dejará sin leer y deberá decidir, cosa que no quiere ni
plantearse.
Pero, como ya
comenté al principio, las letras también le gustan ahora por la otra faceta: la
de escribirlas. Por esta razón creó el blog que hoy secuestro para publicar
estas líneas. Escribe y le gusta. Otra cosa es que lo que escriba interese a
alguien o incluso esté bien escrito. Al menos lo intenta. Ahora está con una
historia que según se le ha ido un poco de las manos porque no pensaba que se
le fuera a extender tanto, pero bueno en el fondo es lo que siempre me ha dicho
desde que comenzó este blog: su mayor ilusión es llegar algún día a escribir un
libro. Simplemente eso escribirlo, ni tan siquiera publicarlo. Piensa que no
tiene talento ni madera de escritor que está muy contaminado por su carrera de
números, pero si tengo que ser sincero sí ha habido cosas que ha publicado que
han merecido la pena. Sé que en el fondo por encima de cualquier otra cosa, le
haría ilusión poder ser algún día escritor, más que como profesión como hobbie
y complemento a su actividad profesional, y poder alguna vez firmar libros en
el Retiro durante la Feria del Libro. Yo le digo que persiga ese sueño, esa
ilusión, y que tenga en cuenta que el único Nobel que tiene su Escuela y su
Universidad es de Literatura: Don José de Echegaray; y además uno de los más
influyentes escritores españoles del último siglo también fue Ingeniero: Don
Juan Benet.
No me gustaría
terminar este pequeño y humilde homenaje a mi amigo sin hablar de probablemente
su gran pasión: Londres. Desde que fue por primera vez hace ya casi diez años
siempre ha deseado volver, y lo hizo hace unos cuantos. Siempre dice que no se
habrá enamorado nunca de una chica, que ya llegará el día seguro, pero sí se ha
enamorado locamente de Londres. Es su gran amor. Todo en aquella ciudad le
vuelve loco, le entusiasma, le gusta y le ilusiona. Estaría visitando Londres
todos los años aunque fuera un fin de semana. Recorrería sus calles sin cesar
como un vagabundo sin rumbo ni objetivo alguno en la vida más que andar y andar
y andar. Se sentaría en las hamacas de cualquiera de sus parques a ver como
muere el día, a ver a los niños jugar con sus padres, a las parejas amarse, y a
los abuelitos dar un paseo recordando probablemente momentos pasados vividos
con mucha intensidad. Me dice muchas veces que Londres tiene algo que no sabe
explicar, algo magnético. También dice que no cambiaría Madrid por nada, pero
que si lo tuviera que hacer, sólo sería feliz en Londres.
Bueno creo que ya
es hora de acabar, porque si no me va a matar mi amigo Caronte. Bastante le
estoy hurtando del blog ya. Sólo me quedar decir que espero vivir muchos
cumpleaños suyos más, quizá no escribiendo algo sobre él porque esto se hace
una vez y no más, pero sí como amigos. Espero que lo escrito le guste porque a
mí me ha costado lo mío poder escribir estas líneas, no me extraña que me diga
que no es fácil escribir por mucho que tengas dentro que contar, y no me
extraña tampoco que admire a todos esos escritores que publican libros, de
calidad más o menos decente, como rosquillas. Después de esto yo también
admiraré a quien es capaz de escribir con coherencia algo. Espero haber
contribuido, aunque me haya adelantado unas horas a su cumpleaños, a hacérselo
pasar menos aburrido y anodino de lo normal. Sé que el artículo le hará ilusión
porque así me lo ha dejado caer ya un par de veces diciendo con melancolía que
él escribe de todos sus amigos, porque les aprecia y les quiere, sin ninguna
intención más que la de hacerles un regalo algo más personal y divertido. Acabo
ya, habría mucho más que decir pero con esto es más que suficiente. Feliz
cumpleaños amigo.
P.S.: El otro día
el muy cretino va y me dice la mayor gilipollez que me ha soltado en mucho
tiempo. Y es que va y me suelta que se apuesta conmigo que si dentro de 25 años
sigue viendo a sus amigos y teniendo relación con ellos me invita a una cena en
el mejor restaurante de Madrid. Me quedé alucinado. Parece ser que no tiene
esperanza ninguna a que cuando acabe la carrera tenga relación con sus amigos
de la Escuela. Soberana estupidez. Basa esta conclusión en que si ahora que se
ven todos los días quedan a tomar algo, o para hacer cosas juntos, de higos a
brevas, si es que quedan en algún momento, en cuanto acabe la carrera y su
relación diaria, poco se van a ver. Lo que hay que oír de vez en cuando. A ver
si se echa novia de una vez y deja de soltar imbecilidades, y ella le mete en
vereda soltándole un par de guantazos cada vez que diga algo sin sentido.
Vix.
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