viernes, 3 de abril de 2015

XIV

Hoy me toca a mí tomar el relevo de Caronte. Soy Vix, amigo, creo, del dueño de este blog y al que hace unas semanas le pedí que me dejara escribir algo por su cumpleaños, que es mañana, y que lo publicara en el blog bajo mi nombre y total responsabilidad. Agradezco que aceptara y por esa misma razón escribo estas líneas. Mi amigo es una persona que hace un año y pico decidió comenzar a escribir este blog, sin otra voluntad que plasmar en letra, en papel y de manera digital también sus ideas, su visión de la vida y del mundo, y poder tener también una pequeña vía de escape para dar salida a todo su mundo interior. Pero no sólo ha usado el blog para mostrar su mundo interior, sus inquietudes y preocupaciones, también lo ha usado para dar una especie de homenaje a sus amigos escribiendo sobre ellos cada vez que llegaban sus cumpleaños.

Por esto también le pedí que me dejara escribir una cosa y publicarla en su blog, porque mi amigo ha escrito de todos sus amigos, con la mejor voluntad del mundo, consiguiendo, desde mi modesta opinión un resultado más que digno y creo que a ninguno le ha podido molestar nada de lo escrito en esos artículos. Pero hay un problema y es que quién le iba a escribir a él algo. Sé de primera mano que es algo que le hace ilusión pero sus amigos no son muy dados a las letras, son muy de números, como por otra parte corresponde a estudiantes de ingeniería. No es que yo sea un Cela, o un Delibes, ni mucho menos, pero también me gusta algo escribir y además conozco a esta persona desde hace muchos años, y siempre he sabido que siempre ha sido más de letras que de ciencias, lo que pasa es que tomó la decisión de estudiar Ingeniería de Caminos, él piensa que de manera totalmente equivocada, yo creo que por algo la tomaría, quizá el destino guarde para él un papel importante en ese mundo.

Pero bueno empecemos por el principio. A mi amigo le conocí en el colegio, cuando tendríamos doce o trece años, ya no me acuerdo, casi toda la vida, ya que él cumple ahora 24 años. Media vida con este señor de amigo, se hace pesado. Sólo cuando empezamos los dos la universidad es cuando hemos empezado a vernos menos. Aunque de vez en cuando seguimos quedando y contándonos las cosas, más él que yo que siempre he sido más callado. No obstante si lo pienso bien creo que conozco bastante bien y en profundidad la vida de mi amigo. Muchas has sido las cosas, anécdotas e historias que me ha contado desde que está en la universidad, no sé si me vio cara de cura porque a veces tenía la impresión de que me usaba como confesor, cosa que como muestra de confianza agradezco, pero que tras seis años me ha convertido en un baúl de secretos, muchos de los cuales tampoco hubiera pasado nada si no me los cuenta. Menos mal que no compartimos muchos amigos en común, y no conozco en persona a ninguno de sus amigos de la universidad, porque sería difícil mantener la boca cerrada de tantas cosas como me ha contado mi amigo.

Si tengo que ser sincero, y espero que no le moleste leer esto, como creo que él mismo ha sido cada vez que escribía sobre sus amigos, tengo que decir que mi amigo es un poco rarito. Tiene sus manías y una forma de ser un tanto especial. Bueno en realidad es raro de pelota, y perdón por el exabrupto. Esta es la realidad, no me extraña que algunas personas en la universidad con las que, sin ser amigas, tiene relación digan y le consideren, sin haber tenido nunca el valor para decírselo, el raro del grupo. Pero vamos por lo que me cuenta mi amigo, que esa gente le llame raro, con lo que ellos mismos tienen encima, es más para él un piropo y una señal de que está haciendo bien las cosas que algo que le haga sentirse mal. Sí es cierto que durante los primeros años de universidad pasó una época mala sabiéndose o, mejor dicho, considerándose él a sí mismo raro, diferente, un extraño en un mundo de igual o semejantes. Cosa que siempre le dije que era una soberana estupidez porque si todo el mundo fuera igual la vida sería muy aburrida.

Muchas veces le he dicho que si todos fuéramos unos aprovechados de la vida; si todos fuéramos unos hipócritas que criticamos mucho una cosa cuando no somos nosotros los que la hacemos o utilizamos, pero que a la menor oportunidad hacemos uso y disfrute de esa misma cosa intentando que no se nos descubra; si todos vistiéramos igual, con vaqueros todos del mismo corte y color, con los mismos jerséis lisos y de colores suaves, con los mismos polos de tonalidades pastel; si todos leyéramos el mismo tipo de libros; si todos comiéramos el mismo tipo de comida, y nos gustaran el mismo tipo de salsas para las patatas o los langostinos; si todos votáramos como burros con orejeras sin cuestionarnos absolutamente nada al mismo partido político una vez tras otra; si todos nos tomáramos la universidad con la misma intensidad como si fuera lo más importante del mundo cuando sólo es una etapa más en la vida que acaba con una fiesta de disfraces donde te entregan un papel timbrado y firmado por el Jefe del Estado en el que se pone con letra gótica que se es tal o cual cosa; si todos tuviéramos a un papá que nos colocara en su empresa o tuviera conocidos en otros lugares; si todos estuviéramos cortados por el mismo patrón ¿qué sería del mundo? ¡Cuántas tardes habré pasado con mi amigo hablando de esto al principio de la carrera! Sobre todo cuando peor estaba de ánimos y de autoestima.

Para qué negarlo es mejor ser diferente. Es duro, pero a la larga es siempre mejor porque es lo único que nos distinguirá de lo mediocre, de lo común, de lo habitual, de las copias infinitas que parecen ser la moda ahora. Pero esto lo veo yo y me ha costado lo mío hacérselo ver a mi amigo que ahora sí acepta con absoluta normalidad el ser algo más diferente en algunos aspectos a los demás, a esas personas que él siempre consideró como más normales que él y que envidiaba por ello, a esas personas que se convirtieron luego en sus amigos, sin nunca, o el menos es lo que me ha contado, juzgarle, aceptándole siempre tal y como era, y haciéndole ver también, cosa que les agradezco de mi parte, que no era raro. Porque raro y diferente son cosa muy distintas, y hay quien confunde los términos.

Desde que conozco a esta persona muchos son los cambios que ha experimentado y que él mismo ha generado de manera voluntaria. Otros cambios le han llegado a la fuerza, impuestos por el ambiente tóxico de su Escuela, o eso es lo que he terminado por concluir de todas nuestras muchas conversaciones. El cambio más evidente, decidido por él que ocurriera, ha sido físico. Hace tres años este amigo mío estaba gordito, bueno gordo por qué no decirlo. Nunca le gustó su cuerpo, siempre quiso cambiarlo pero también siempre le dio mucha pereza. Yo soy una persona que suele hacer algo de ejercicio durante la semana, o me voy a nadar un par de días entre semana, o los fines de semana me voy a correr o a andar a paso ligero, y muchas veces le dije que me acompañara, pero nunca terminaba echando ganas.

Pero hace un par de años decidió que hasta aquí había llegado, que tenía que cambiar. Y lo hizo. Empezó a controlar las comidas, reduciendo las cantidades pero comiendo de todo. Cambió la bollería industrial por los cereales. Las comidas grasientas por carnes y pescados a la plancha, y verduras rehogadas. Pero ante todo se pudo a hacer ejercicio: natación durante el curso, salir a correr en vacaciones, abdominales casi todas las tardes, etc. Y lo consiguió. Bajó de peso. Adelgazó enormemente, tanto que tuvo que arreglar primero y luego cambiar todo su armario porque la ropa no le valía. Está irreconocible y eso que no he dejado de verle desde hace un montón de años, pero el cambio ha sido radical. Alguna vez que le he preguntado por el porqué desea voluntad de cambio, siempre he recibido la misma respuesta y es que si quería empezar a cambiar las cosas a nivel personal tenía que empezar por su físico que no terminaba por gustarle.

Bueno esto ya lo ha conseguido Lo que pasa es que ahora debería empezar a coger un poco de masa muscular porque ahora mismo no es más que un saco de huesos con algo de carne pegada a ellos. Eso sí según él ha conseguido tener abdominales, que no es que no los tuviera antes, ya que todos tenemos esos músculos, sino que siguiendo los consejos del sabio José María Aznar – sé que esto le va a molestar pero da igual algo de chicha habrá que poner digo yo – ha conseguido tener “tableta” (aunque también digo habrá que verlo porque a un adolescente de estos que se creen que están bueno y muestran sus “músculos” delante del espejo del baño mientras se hacen un selfie con el móvil para colgar en Facebook o Instagram para que las adolescentes suspiren por ellos, también se les notan la tableta de abdominales pero porque están delgados).

Hasta aquí el cambio físico, el más obvio, que no es poco. Pero también ha habido cambios más a nivel personal, íntimo. El entrar en su Escuela, y ojo que como se me escape lo de Facultad puedo acabar colgado de un árbol con las tripas y entrañas saliéndome por el abdomen tras haber sido este rajado para disfrute de las aves carroñeras que sobrevuelen los cielos de Madrid, si es que hay alguna; como digo el entrar en su Escuela supuso muchos cambios. Como digo, el salir de su barrio, cosa que en principio hubiera sido algo muy beneficioso pero que, al menos durante los dos primeros años, le supuso un duro golpe en su concepción de la vida y del mundo. También es cierto que a la larga esa salida de su barrio ha sido lo mejor que le ha pasado, por lo que he podido comprobar con mis propios ojos y por lo que él mismo me ha contado (aunque esta salida haya supuesto que no nos veamos todo lo que nos gustaría, cosa que no tiene por qué ser nada mala). Desde aquellos primeros años de universidad hasta este, el último de ellos, muchas han sido las cosas que ha vivido, buenas y malas, alegres, tristes, penosas y en algún caso destructivas. Pero son cosas de la vida. La cuestión es que si físicamente mi amigo ha cambiado bastante, también se personalidad lo ha hecho.

Antes de entrar en la universidad era una persona algo introvertida, le costaba mucho empezar a conocer a la gente, hacer amigos, relacionarse en general con otras personas. Sólo si la relación con otras personas se comenzaba porque yo u otras personas con las que previamente tenía contacto lo hacíamos él se unía y terminaba siendo una persona amigable y en cierto modo sociable. Esto sí que le trajo muchos problemas al entrar en la universidad y darse cuenta que apenas tenía amigos, quizá yo solamente, y ver cómo toda la gente con la que empezaba a relacionarse tenía círculos externos a la Escuela con los que hacían cosas los fines de semana, o parejas con las que quedar. Compararse con esos nuevos compañeros, algunos de los cuáles luego sería sus amigos, le hizo ir creando una bola de ansiedad que terminó estallando en un viaje de prácticas en Valencia. Y a partir de ese momento entró en un túnel oscuro. Un túnel hacia las profundidades de su propio ser, de su propia personalidad. Un túnel de falta de autoestima, de falta de ganas por ir a la universidad y de falta de ilusión por nada. Túnel que se agravó y profundizó con el asunto de no tener pareja algo que le persigue constantemente y del que, aunque diga que ahora lo tiene algo más asumido y controlado, creo que sigue tocándole mucho la moral.

Pero con la ayuda de su familia, de sus amigos de la universidad, estos últimos con un peso importante en todo este asunto ya que según me ha contado con cierta emoción y alegría contenida han sido uno de los apoyos más firmes que ha tenido; y supongo que también con mi ayuda aunque muchas veces lo único que he hecho ha sido escuchar, nada más, porque en el fondo lo que muchas veces mi amigo necesitaba era ser escuchado, sin más, y comprendido, sobre todo esto último; con toda esta ayuda y apoyo consiguió poco a poco ir viendo la luz final del túnel y terminar por salir de él, aunque también haya habido momentos de tropiezo después. Pero ¿quién no tiene momentos malos a lo largo del año? Quien afirme esto último no sabe lo que dice y tiene una vida más que vacía. Siempre le he dicho a mi amigo que la vida en el fondo es esto que ha vivido, pero con diferentes intensidades. La vida es sufrimiento, es alegría, es dolor, es amor, es odio, es pasarlo mal, y pasarlo de puta madre también. Y quien no vive emociones confrontadas no vive al fin y al cabo.

Todo esto que ha vivido le ha dejado algo dentro de él. No es la misma persona que entró en la universidad hace seis años. Ha cambiado, pero no quiero decir si para bien o para mal, porque tampoco lo sé, sólo el tiempo, el más viejo y sabio de cuantos acompañantes vitales tiene un hombre a lo largo de su vida, podrá decir si los cambios a nivel personal, íntimos, de carácter, que ha tenido en estos seis años de forjado universitario han servido para armar un carácter definitivo y definitorio. Ahora es algo más egoísta, y lo digo como lo siento. Egoísta en el sentido de que ha empezado a pensar más en sí mismo que en los demás, en sentirse bien él y hacer siempre aquello que desee antes de cualquier otra cosa. También es algo más abierto a la hora de conocer gente y de relacionarse con sus compañeros de clase, con los que le cae bien, con los que le caen mal y con los que ni una cosa ni la otra. Esto puede ser considerado como algo hipócrita, y lo es, pero por lo que me ha ido contando en estos seis años, es lo que se lleva en su carrera: la hipocresía y el cinismo, y a veces hay que adaptarse a ello. Sé que no le gusta ser así, pero casi mejor para tratar a personas que miran por encima del hombro.

Sin embargo sigue sin haber cambiado una cosa, y es que sigue siendo muy cerrado de mente; cerrado en el sentido de que le cuesta mucho asumir riesgos, asumir retos, cambiar un plan que tenía preestablecido en su cabeza por algo que surja de la nada. Y esto es algo que no es bueno. Muchas veces le digo, muchas veces sin aplicarme yo el mismo cuento, que no puede estar siempre tan ceñido a unos planes, a un horario, que en el fondo no son tales y no existen, que son simplemente una especie de normas que él mismo se auto impone y de las que es muy difícil sacarle. Por ejemplo si tenía pensado cenar en su casa, o comer, o llevar a su madre al trabajo. le cuesta mucho cambiar esa mentalidad; le cuesta mucho si alguien dice de comer por ahí aceptar ese plan porque piensa que está faltando a algo, o si un amigo le dice de quedar un domingo por la tarde tampoco suele aceptar por el hecho de tener clase al día siguiente. No se puede ser así, tan cerrado de mente, sobre todo para los asuntos personales. No se puede vivir tan pegado a unos planes pensando que si te los saltas estás cometiendo un grave delito. Hay que vivir la vida y eso supone básicamente improvisar día a día. No se puede vivir supeditado a una especia de normas, porque quizá esas normas ficticias nos están impidiendo descubrir algo que merece la pena.

Y es que ser tan cerrado en estos temas es peligroso. A mi amigo le pesa mucho en su forma de ser, en sus ánimos, el hecho de no tener pareja, cosa que le pasa a mucha gente, pero que a él le agravó mucho la gran crisis de personalidad que tuvo hace un tiempo. Pero si no se abre un poco, si no acepta el libre albedrío de la vida: que no todo puede estar medido, contado, cronometrado y fijado de antemano, nunca va a tener pareja, y lo digo aunque parezca y sea duro. Aunque no sólo depende de esto último. También debe cambiar él mismo algo su manera de ser y sobre todo dejar de tener miedo. Miedo es lo que arguye. Ese miedo es el que le lleva a poner siempre excusas para no terminar de aceptar los consejos de sus amigos. “¿Y miedo de qué?” Le pregunté hace poco. No me supo contestar a la primera, estuvo pensando, dándome largas, vagas razones que no eran verdad. Pero de pronto me dijo que sentía miedo no a hablarle a alguna chica que le gusta, o incluso a decirle directamente eso. Más bien diente miedo de no amar, de no saber amar, de no sentir nunca que una chica le ama; de no sentir nunca pasión por una chica, esa pasión que desarma a los seres humanos y les vuelve vulnerables; esa pasión irracional. Tiene miedo a no encontrar el amor que busca, y a no cumplir sus propias expectativas puestas en el hecho de tener pareja. Y yo le digo que lo que realmente le pasa no es que tenga miedo de todo eso, es que tiene miedo de equivocarse. Pero es que las equivocaciones son una cosa más de la vida. Dice un proverbio hindú: a veces se gana y otras veces se aprende. Por esto siempre intento decirle que o se atreve en algún momento, más pronto que tarde, y hace algo de todo lo que sus amigos le llevan aconsejando mucho tiempo, o empieza a asumir que la vida seguirá pasando y seguirá solo, sin pareja, sin siquiera acercarse a las puertas de la felicidad y del amor (aunque a veces tras esas puertas no sea todo siempre de color de rosa).

Pero vayamos a otros aspectos. Mi amigo es un grandísimo amante de la música clásica, quizá por ello también es considerado un rarito. Pero es algo que le da igual. Cada vez que se pone a escuchar música clásica es capaz de evadirse totalmente. Cualquier problema que tenga desaparece, al menos momentáneamente si se pone a escuchar sus piezas musicales preferidas. Lleva años sin perderse el Concierto de Año Nuevo de Viena, y sueña con ir allí a vivirlo en directo algún que otro años; y estoy seguro que algún día estará allí. Me acuerdo todavía de cuando me dijo que si le quería acompañar a ver uno de los eventos musicales más importantes que se iban a dar en Madrid hace un par de veranos. Y es que la cuestión era que tocaba en el Teatro Real la Orquesta Filarmónica de Berlín, bajo la batuta de Sir Simon Rattle, una de las piezas más famosas del mundo: la Novena Sinfonía de Beethoven. ¿Qué más puede pedir un amante de la música? Pues según sus propias palabras nada. Y no fue para menos, durante el concierto, que vimos desde la última fila del gallinero del Teatro Real, mi amigo entró varias veces en trance escuchando varios compases de la sinfonía. Pero esto también tiene su toque friki, porque hace ya un tiempo me confesó que a veces sólo en su habitación se pone música clásica y con un palillo chino que cogió de un restaurante por batuta, se pone a dirigir una orquesta ficticia y fantasma (espero que no se enfade por destapar este pequeño secretillo).

Otra de sus grandes pasiones son las letras. La lectura le apasiona, vamos casi diría yo que le obsesiona. El año pasado sin ir más lejos me dijo que se leyó sesenta libros, lo que si no me fallan las cuentas son unos cinco libros al mes. Una barbaridad. Cada vez que hablamos de literatura me asombra ver la gran variedad de géneros y autores que toca. Siempre están presentes sus favoritos: Eduardo Mendoza, Muñoz Molina, Paul Auster, Vargas Llosa, Le Carré, y últimamente también Marías, Graham Greene, McEwan o Javier Reverte. Una vez me dijo que quizá el germen de esa pasión por la literatura, el origen de ese magnetismo brutal hacia los libros fue uno que leyó en sexto de primaria, “Finis Mundi” creo recordar que me dijo, que le dejó muy marcado y le descubrió que los libros contienen tantos mundos como lectores hay en la Tierra. A veces también me dice, con algo de melancólica tristeza que no va a tener tiempo de leer en vida todo aquello que quisiera, que llegará un momento en que se dará cuenta que habrá miles de historias que dejará sin leer y deberá decidir, cosa que no quiere ni plantearse.

Pero, como ya comenté al principio, las letras también le gustan ahora por la otra faceta: la de escribirlas. Por esta razón creó el blog que hoy secuestro para publicar estas líneas. Escribe y le gusta. Otra cosa es que lo que escriba interese a alguien o incluso esté bien escrito. Al menos lo intenta. Ahora está con una historia que según se le ha ido un poco de las manos porque no pensaba que se le fuera a extender tanto, pero bueno en el fondo es lo que siempre me ha dicho desde que comenzó este blog: su mayor ilusión es llegar algún día a escribir un libro. Simplemente eso escribirlo, ni tan siquiera publicarlo. Piensa que no tiene talento ni madera de escritor que está muy contaminado por su carrera de números, pero si tengo que ser sincero sí ha habido cosas que ha publicado que han merecido la pena. Sé que en el fondo por encima de cualquier otra cosa, le haría ilusión poder ser algún día escritor, más que como profesión como hobbie y complemento a su actividad profesional, y poder alguna vez firmar libros en el Retiro durante la Feria del Libro. Yo le digo que persiga ese sueño, esa ilusión, y que tenga en cuenta que el único Nobel que tiene su Escuela y su Universidad es de Literatura: Don José de Echegaray; y además uno de los más influyentes escritores españoles del último siglo también fue Ingeniero: Don Juan Benet.

No me gustaría terminar este pequeño y humilde homenaje a mi amigo sin hablar de probablemente su gran pasión: Londres. Desde que fue por primera vez hace ya casi diez años siempre ha deseado volver, y lo hizo hace unos cuantos. Siempre dice que no se habrá enamorado nunca de una chica, que ya llegará el día seguro, pero sí se ha enamorado locamente de Londres. Es su gran amor. Todo en aquella ciudad le vuelve loco, le entusiasma, le gusta y le ilusiona. Estaría visitando Londres todos los años aunque fuera un fin de semana. Recorrería sus calles sin cesar como un vagabundo sin rumbo ni objetivo alguno en la vida más que andar y andar y andar. Se sentaría en las hamacas de cualquiera de sus parques a ver como muere el día, a ver a los niños jugar con sus padres, a las parejas amarse, y a los abuelitos dar un paseo recordando probablemente momentos pasados vividos con mucha intensidad. Me dice muchas veces que Londres tiene algo que no sabe explicar, algo magnético. También dice que no cambiaría Madrid por nada, pero que si lo tuviera que hacer, sólo sería feliz en Londres.

Bueno creo que ya es hora de acabar, porque si no me va a matar mi amigo Caronte. Bastante le estoy hurtando del blog ya. Sólo me quedar decir que espero vivir muchos cumpleaños suyos más, quizá no escribiendo algo sobre él porque esto se hace una vez y no más, pero sí como amigos. Espero que lo escrito le guste porque a mí me ha costado lo mío poder escribir estas líneas, no me extraña que me diga que no es fácil escribir por mucho que tengas dentro que contar, y no me extraña tampoco que admire a todos esos escritores que publican libros, de calidad más o menos decente, como rosquillas. Después de esto yo también admiraré a quien es capaz de escribir con coherencia algo. Espero haber contribuido, aunque me haya adelantado unas horas a su cumpleaños, a hacérselo pasar menos aburrido y anodino de lo normal. Sé que el artículo le hará ilusión porque así me lo ha dejado caer ya un par de veces diciendo con melancolía que él escribe de todos sus amigos, porque les aprecia y les quiere, sin ninguna intención más que la de hacerles un regalo algo más personal y divertido. Acabo ya, habría mucho más que decir pero con esto es más que suficiente. Feliz cumpleaños amigo.

P.S.: El otro día el muy cretino va y me dice la mayor gilipollez que me ha soltado en mucho tiempo. Y es que va y me suelta que se apuesta conmigo que si dentro de 25 años sigue viendo a sus amigos y teniendo relación con ellos me invita a una cena en el mejor restaurante de Madrid. Me quedé alucinado. Parece ser que no tiene esperanza ninguna a que cuando acabe la carrera tenga relación con sus amigos de la Escuela. Soberana estupidez. Basa esta conclusión en que si ahora que se ven todos los días quedan a tomar algo, o para hacer cosas juntos, de higos a brevas, si es que quedan en algún momento, en cuanto acabe la carrera y su relación diaria, poco se van a ver. Lo que hay que oír de vez en cuando. A ver si se echa novia de una vez y deja de soltar imbecilidades, y ella le mete en vereda soltándole un par de guantazos cada vez que diga algo sin sentido.

Vix.

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