sábado, 14 de febrero de 2015

No le doy trabajo a Cupido

Es curioso que una de las mercancías que más se transporte por vía aérea, un medio de transporte poco empleado para el transporte de mercancías, sean las flores. Pues aunque pueda parecer chocante es así. Yo me he enterado esta misma semana en la universidad, creo que es de lo poco que este año voy a terminar reteniendo en mi cabeza, bueno este año y muy probablemente en toda la carrera. Las flores son los productos más transportados en los aviones de carga, seguidas del pescado, productos de lujo y por supuesto los muertos que deben ser repatriados, aunque éstos últimos no sé si pagarán asiento (muy probablemente en Ryanair sí lo hagan). ¿No es curioso? A mí al menos sí me lo pareció.

Inmediatamente tras saber este dato aparentemente superficial pensé en la semana que deberían estar pasando los aviones de carga en estos días con el 14 de febrero como fecha horizonte. Ha debido de ser una semana algo movidita para los pilotos que comanden los aviones entre Holanda y España, o entre Venezuela y España. ¡Es San Valentín! Hasta las narices estaría yo si fuera piloto de avión si me dijeran que tengo que hacer varios vuelos entre Ámsterdam y Madrid o Vitoria para llevar cargamentos inmensos de flores para que algunos pringados las compren para regalarlas a sus parejas sólo porque una gran superficie comercial diga que este día hay que hacer algo especial. ¡Coño si quieres a tu pareja regálala flores todos los días, no sólo uno al año! Hasta las narices estaría si fuera piloto y sólo trajera a Madrid en la bodega de mi avión flores de todos los colores, aromas y tamaños desde Ámsterdam, con la de cosas interesantes que puede ofrecer Holanda: marihuana, el barrio rojo, marihuana,..., ¡ay va, me he repetido! Bueno todos sabéis lo bueno que tiene Holanda, no tengo yo que estar recordándolo aquí. Y esto si la ruta que tuviera que seguir es con Holanda, si fuera con Venezuela, probablemente me cortaba las venas.

¡Cuánto mal ha hecho El Corte Inglés a las relaciones de pareja materializándolas y eliminando el factor sorpresa! Porque ahora hay que ser romántico cuando lo dice El Corte Inglés, sólo los días que nos señala muy decentemente en el calendario, ni más ni menos. Pero lo peor no es que las grandes superficies se hayan apropiado de una fecha en el calendario y se hayan apropiado del amor y lo usen solo para su beneficio empresarial. Lo peor es que la gente les ha seguido el rollo, y se la siguen, sobre todo los chavales jóvenes, esos jóvenes enamorados que tienen la cara llena de granos y que hace dos días estaban disfrutando de los Lego que los Reyes Magos (y no los padres) les regalaban por Navidad; estos jóvenes, muchos de ellos imberbes, y ellas imberbas (toma golpe al diccionario, aunque si toda una Ministra del Gobierno de España pudo decir miembras, yo también puedo usar este palabro), se han creído la patraña vendida por los grandes centros comerciales y se suman a la ola que arrastra a toda la masa enamorada (o imbécil, como se quiera ver) en estas fechas previas al 14 de febrero a comprar un regalo para sus parejas, para celebrar lo enamorados que están y lo que se quieren. ¡¿Si quieres a tu chica o chico lo querrás todo el año no?!

Muy hábiles fueron en su día las grandes superficies comerciales para aprovecharse de la ingenuidad de las parejas de enamorados, para jugar con la ilusión y el deseo del amor, de ese fuego irrefrenable que cuando prende ya no hay quien lo extinga, aunque siempre podrá agotarse como todo en la vida. Pocas son las llamas de amor creadas por una flecha de Cupido que duran eternamente, más allá incluso que la propia muerte. Pocas son las pasiones intemporales. Pero las hay. Esas sí que demuestran que todavía puede tenerse esperanza en el mundo. Todavía hay parejas que duran eternamente, hasta después de muertas, cuyo amor traspasa sus propios cuerpos, sus propios seres y se contagia a todo su alrededor; gracias a estas parejas todavía se puede pensar que el amor existe, porque por mucho que lo creamos San Valentín, y todo el ritual y ceremonial que conlleva no es amor, es consumismo.

Por desgracia cada día que pasa y que la globalización nos invade el amor ha pasado de ser uno de los sentimientos más escasos de nuestra vida a ser un bien de consumo. Ahora el amor se consume en días como San Valentín, y en conceptos absurdos que creo que tienen las parejas de hoy en día como por ejemplo el celebrar hasta el más mínimo aniversario. Si nos parásemos un momento a pensar nos daríamos cuenta que amar, lo que se dice amar, amamos a muy pocas personas a lo largo de nuestra vida (los que van a programas como Hombres, Mujeres y Viceversa, aman mucho más, claro, son seres sobrenaturales dotados de mayores capacidades sentimentales que el común de los mortales). Mucha suerte creen tener aquellas personas que dicen haber amado muchas veces, pero sinceramente lo que tienen es ignorancia del amor. Nos podríamos dar con un canto en los dientes si a lo largo de nuestra corta existencia somos capaces de amar a una o dos personas. Podemos apreciar a muchas personas, compañeros del colegio, del instituto, de la universidad, del trabajo, del gimnasio al que vas todos los días o al mecánico al que llevas el coche cada vez que éste se estropea; podemos querer a un puñado de personas, como a nuestra familia y a algún que otro amigo, ya en este sentimiento el grupo se reduce considerablemente; pero a la hora de amar, los dedos de una mano deberían ser más que suficientes para contar a las personas a las que amamos en nuestra vida.

Sin embargo a día de hoy se confunde los términos. Decimos amar a nuestra familia, cuando eso no es así. A la familia se la quiere porque es simplemente tu familia. Decimos querer a cualquier persona que un día nos ha caído bien, aunque no hayamos creado una confianza entre nosotros. Y decimos amar a todas las personas que algún día nos han gustado o que han pasado por nuestra vida de manera algo más intensa de lo normal. Se ha mercantilizado el amor. Cupido ha pasado de ser un dios mitológico que pocas veces aparece por nuestras vidas, si es que en algún momento lo hace, a ser un empleado más de El Corte Inglés, un “relaciones públicas” por obligación encargado de atraer a cuanta más gente mejor a comprar durante los días previos al 14 de febrero a los grandes centros comerciales. ¿Eso es amor? Yo creo que no. Dicen que este día es el más romántico de todos los del año, o al menos eso es lo que nos han vendido y la gente joven ha comprado como cierto. Pero que un día que probablemente para una pareja no suponga ni el aniversario de su primer beso, o la primera cita, o de la primera vez que hicieron el amor o del primer ramo de rosas, sea el más romántico del año, es cuanto menos chocante, y creo que para las parejas que sí suponga tal cosa lo único que representa es su falta de amor y pasión.

Pero está muy bien decir todo esto y creerse al margen de todas estas materializaciones cuando no se tiene pareja. Y es cierto, probablemente esté siendo cínico de más, porque el día que Cupido se fije en mí y me lance una flecha inflamada, o quizá según se considera al amor en estos tiempos un “flyer”, yo me comportaré igual de absurdamente que todos los que hoy harán algo especial solo por ser San Valentín. También a mí me gustará que llegue este día y poder celebrarlo haciendo algo que se salga de lo normal: llevar a mi chica a cenar a un restaurante algo más romántico que a un Vips o a un Ginos, como por ejemplo La Trufa Dorada; buscar durante las semanas anteriores al 14 de febrero un regalo especial que le haga ilusión y no se espere (aunque ella siempre se espera algo, y lo peor es que se espera que ese algo coincida con lo que tú has pensado que es lo que espera); recibir yo también un regalo por su parte, aunque sea un regalo esperable ya que soy una persona a la que es muy fácil regalar algo que me haga ilusión; tras cenar irnos a tomar algo a algún sitio; y por último acabar en mi casa que estaría vacía ya que habría despachado a mis padres por ahí a que se fueran a pasar el fin de semana y así poder tener todo el finde la casa para mí y poder pasarlo con mi chica haciendo las cosas que hacen las parejas, jugar al Monopoly, ver una película de autor turca y construir una Torre Eiffel con palillos.

A pesar de todo, Cupido todavía no se ha fijado en mí, quizá a lo mejor porque sabe que no comulgaría mucho con las política comercial de sus jefes en El Corte Inglés, que hace del amor o de su sucedáneo un negocio como ya en su día se hizo con la muerte. No le doy trabajo a Cupido todavía, y por tanto los aviones de carga no tienen que traer todavía más flores para que yo se las regale a mi chica. Supongo que algún día también yo caeré en este mercantilismo, o quizá debería haber caído ya y haber tomado como amor lo que no lo es y haberme creído enamorado de una chica sin que hubiera entre nosotros nada más que pura y dura atracción física. El amor es una relación sentimental entre dos personas que se aman, respetan y comparten valores comunes, no es una relación comercial, ni tan siquiera sexual aunque ésta última sea un parte imprescindible en el amor. Y sin embargo el amor se considera y se ha degradado a una relación comercial de intercambio en el que unas personas dan algo esperando recibir algo a cambio, y si no se recibe la relación comercial se acaba. San Valentín puede tener algo todavía en el fondo de día romántico y especial en el que se celebre el amor como lo que es, lo que pasa es que no es así. San Valentín es la fecha que las grandes superficies eligieron en su día para poder prolongar un poco más las ventas de Navidad, y como moscar atraídas por esos aparatos de luz fluorescente hemos caído en la trampa, y asumimos que en San Valentín hay que hacer algo porque sí. ¿Y si no se hace qué? Pues que parece que no estás enamorado de tu chica o pareja, que no la quieres y no la valoras, que no luchas por la relación y que no sientes ilusión por la historia de amor que tienes en común con ella. Todo chorradas.

Chorradas que en el fondo me gustaría poder hacer a mí también. Pero hasta que no cambie no podré hacerlo. Aunque pienso que poco o nada cambiaría mi concepto de San Valentín, creo que si amas a tu pareja la amas todos los días y San Valentín no es más que un día a lo largo del año. Lo mismo que nos obligan a hacer el 14 de febrero lo deberíamos hacer el 24 de agosto, por ejemplo, o el 12 de abril. Un día romántico no es aquel que las Grandes Superficies comerciales anuncian con bombo y platillo, un día romántico es aquel en el que estás con la persona a la que amas, a la que necesitas, con la que querrías pasar hasta el último segundo de tu vida, por la que harías todo y más y a la que nada pides a cambio. Un día romántico puede ser el peor día de tu vida, ese en el que te has levantado con el cuerpo cambiado y no pares de vomitar, o ese en el que tienes tan alta la fiebre que salir de la cama es toda una odisea, o ese otro en el que ha pasado alguna desgracia en tu familia. El romanticismo no está en una tarjeta con forma de corazón (¡mira que son horteras las tarjetas de San Valentín!, no sé si los que las diseñan son gente normal o personas aisladas en una isla), o en una caja de bombones, o en esas flores que viajan en avión desde Holanda o Venezuela. Creo que el romanticismo está en una palabra, o en un silencio, en una caricia, en una mirada. Nadie nos tiene que vender romanticismo porque es algo que no se puede producir. ¡Pobres infelices los que piensen que sí, que el romanticismo es algo material!

Hasta que llegue el día en que de trabajo a Cupido pasaré este 14 de febrero como lo que es: la mitad del mes. Y por supuesto, lo pasaré solo sin que vaya a haber nadie que hoy me proclame su amor eterno al oído o me desnude con sus ojos color miel y yo a ella con deseo y pasión. Lo pasaré también tranquilo sin esperar en tensión que el regalo comprado hace unos días para mi chica, pero pensado desde hace semanas, la guste o no, la ilusione o la decepcione. De momento me ahorro tener que recorrerme estos días tiendas y tiendas buscando ese detalle, ese regalo que colme las expectativas de mi novia, o ese restaurante que sea especial. Me ahorro también preocupaciones y tener que pensar el llenar este día con un montón de planes que demuestren ilusión, y palabras bonitas y profundas que soltar, y que en muchos lugares hoy se pronunciarán o susurrarán, muchas siendo sentidas, otras solo fingidas o por cumplir por el ritual de San Valentín que ya nos ha invadido a todos, a los que están enamorados, y a los que no también (¡si hasta los Angry Birds en facebook tienen niveles especiales por este día!). Espero también que cuando Cupido se decida a lanzarme la flecha del amor se acuerde de todos los años que no le he dado trabajo, que lo he hecho pensando en él, que conste.

Caronte.

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