Hoy 12 de
noviembre resulta que cumple años una persona de la que ya hablé en su día, y
le dedique toda una entrada del blog a petición propia. Hoy no escribo por
encargo esta nueva entrada sino porque se me quedaron en el tintero (si es que
esta expresión se puede emplear cuando uno escribe a ordenador). Y es que las
cosas buenas se describen rápido y como por norma general una persona no tiene
demasiadas cualidades buenas ocupan poco; pero cuando se trata de hablar de las
cosas malas siempre hay de dónde tirar. En el caso que hoy me ocupa por ser
este “amigo” tan virtuoso todavía tengo cosas malas que contar sobre él para
dar y tomar.
En su día llamé a
este amigo mío el bohemio burgués del cúter, por considerarse él a sí mismo un
bo-bo (bourgeois-bohème) y por llevar en su estuche de la universidad un cúter
de esos que suelen llevar los fontaneros o los carpinteros en sus mariconeras y
que el año pasado empleaba para amenazarme (y no sólo a mí sino a cualquiera
que se le pusiera por delante y fuera más pequeño y débil que él, porque son
los más fuertes, con el poder, nunca se ha atrevido a meterse). Quizá hoy
añadiría al apelativo cariñoso que le dediqué un adjetivo muy de moda
últimamente y que le viene al pelo, como es eso de “casta”, y si me apuro
“casta rancia”, de la vieja escuela.
No pienso ser en
esta ocasión tan condescendiente como en el otro artículo en el que quizá
cegado por mi inmadurez literaria pretendí quedar bien atribuyéndole virtudes
de las que carece por completo. A la altura del betún quedará Pedro J. Ramírez
y sus feroces críticas al PSOE en la época de FILESA por medio de El Mundo.
Obviamente por mucho que quiera exagerar y hacer rimbombante esto, todos los
que conocemos a la persona de la que estoy volviendo a hablar – por segunda
vez, cosa que no he hecho de nadie directamente antes, espero que me lo sepa
valorar debidamente en el momento en que redacte su testamento vital y me deje
todas propiedades terrenales para bien administrarlas en mi propio beneficio –
y más aún los que le tenemos por amigo, sabemos que por mucho defectos que
tenga, y los tiene a cascoporro (porque el libro Guinness no ha querido poner
un récord que nadie pueda superar, pero sin duda alguna, en cuanto a defectos,
sobre todo físicos, se lleva la palma), por encima de todo es un grandísimo
amigo. Y digo amigo basándome en la buena definición del término, la de toda la
vida, esa que dice que un amigo está siempre ahí a las duras y a las maduras.
Pero vamos a dejar
la parte sentimental para luego. Primero a lo importante, a lo que vende, a lo
que interesa aunque no sea del todo cierto: a la chicha, a la carnaza como
algunos amigos me dirían. Cuando escribí de
mi amigo la otra vez, no tenía todavía conocimiento de que pagara impuestos. No
están flipando como consecuencia de la ingesta de productos alucinógenos o tras
haber estado una hora viendo Sálvame o simplemente Telecinco, o estudiando cualquiera de las estúpidas asignaturas que se dan en nuestra Escuela y que dejan el cerebro más frito que toda la droga que se ha metido "pa'l cuerpo" Maradona. Lo que leen y yo escribo es tan cierto como que me llamo ------. La cuestión que yo me planteo es la siguiente: ¿De
dónde sacará el dinero este señor (y le llamo señor por las pintas que me lleva
siempre a clase) para tener el suficiente como para que el Fisco, es decir
Hacienda, es decir todos nosotros, le reclamen pagar impuestos? Un misterio más sin resolver que se añade a la larga nómina de los mismos, como el de la mata de pelo que le ha salido a José Bono en los últimos años, el de la eterna juventud de Berlusconi, o el del bigote fantasma de Aznar.
Todo esto para que
luego siga llamándome potentado o más recientemente casta. Esto quiere decir
que en su casa todavía no han comprado espejos donde se pueda mirar y ver cómo
es él (¡uy! Esto me ha quedado muy José Luis Perales) para luego ir llamando al
resto lo que fuera necesario que nos llamara, que yo supongo que también
tendremos los nuestro, no vamos a ser perfectos, bueno, mejor dicho, no van a
ser perfectos (yo obviamente sí lo soy, pero es la excepción que confirma la regla).
Cómo es posible que me pueda llamar potentado una persona semejante. Es de tal
hipocresía, que si no fuera porque esta persona es la más íntegra de todas las
que me he echado nunca a la cara y de las más honestas a la hora de decir a un
amigo las cosas como son y suenan en vez de cómo nos gustaría que fueran o
sonaran, pensaría que hablaría en serio. Puede que algo de razón tenga a la
hora de llamarme potentado, es cierto que tengo aficiones que a lo largo del
año salen caras (filatelia, numismática, libros), pero otras son imaginaciones
suyas (como la de que tengo un montón de relojes “buenos”, cosa que él también
pero en su caso no porque se los compre, sino porque tiene un amigo relojero
que se los regala, ¡tela!). Pero con esto no pretendo sentar cátedra, ni mucho
menos. Porque yo seré, a mí manera potentado, pero no tengo ni un i-phone, ni
me compraría un ordenador Mac si se me rompe el que tengo.
Pero si no fuera
por estas incongruencias, de qué nos íbamos a reír o pelear en ese cementerio
viviente lleno de almas en pena que vagan por los pasillos y los múltiples
ascensores que es nuestra querida Escuela. Pues hombre, reírnos nos podríamos
reír de muchas cocas. Sobre todo nos podríamos reír de lo grande que le queda
la ropa desde que en el último año y pico, casi al mismo tiempo y ritmo que yo,
ha perdido todo su volumen corporal. Ha sido un visto y no visto, tanto mi
amigo como yo cuando entramos en la Escuela teníamos nuestros buenos kilos de
más (probablemente yo más que él), vamos que teníamos de donde agarrar (si es
que hubiéramos tenido a alguna que hubiera querido agarrarnos de algún sitio).
Pero en el último año y pico, como digo, ambos nos hemos quedado en los huesos,
bueno yo tengo más músculo – él es más pellejo – básicamente porque intento
cuidarme y sigo los pasos de Aznar a ver si algún día le cojo en el ritmo de
hacer abdominales (meto esta flagrante falacia para que se pueda meter conmigo
un poco). Ha sido tanto el cambio que tengo en mi habitación una foto en la que
salimos ambos en una comida en una obra en Burgos de hace más o menos tres años
en la que se nos ve a ambos bien hermosos. Sin embargo hoy si las condiciones
de luz son las idóneas si alguien se descuida si nos ponemos de perfil nadie
nos ve.
Uno podría pensar
que su pérdida de volumen corporal es debido a que viene desde su casa a la
universidad andando. Pero esto no es así ni de lejos. A pesar de que vive a
escaso kilómetro y medio de la Escuela, que andando no serían ni siquiera
veinte minutos (y menos en él que según presume cada vez que va a su pueblo de
Soria – ¿Dónde estará Soria, ni sabía que era una provincia? – se sube al monte
a darse una vuelta), pues viene todos los días en coche, contaminando, gastando
(¿dónde queda ahora lo de potentado?) y haciendo que sus arterias se vayas
haciendo cada vez más y más estrechas hasta que un día le pasará algo. Pero es
que, parafraseando a la ilustre escritora Belén Esteban, mi amigo gritaría: ¡no
sin mi coche! Pero cómo no va a ir en coche a todos los sitios si es un amante
de las cuatro ruedas. Ya comenté en el otro artículo que tenía una colección de
coches de miniatura de envidiar, muy completa, y cada mes que pasa estoy seguro
que amplía su colección (vuelvo a preguntar: ¿luego el potentado soy yo no?).
Pero si no viniera
en coche a la universidad no hubiera tenido varias anécdotas muy graciosas,
como una vez allá por primer curso cuando todavía tenía su coche viejo (no es
que el de ahora sea moderno, que no) que decidimos después de un examen ir a
tomar algo a Príncipe Pío todos los compañeros de por entonces. Resulta que su
coche sólo tenía operativas dos de sus cuatro puertas y resulta que éramos
bastantes personas las que íbamos a tomar algo y sólo había dos coches, por lo
que nos teníamos que repartir; dio la casualidad que en el de mi amigo fuimos
él y yo, y además otro compañero y su novia, ajena esta última a nuestra
Escuela, que no nos conocía de antes. La imagen que debió de tener al tener que
entrar en el coche por las puertas delanteras y cruzar por encima de la palanca
de cambios tuvo que ser imponente, difícil de olvidar. También guardo otra
anécdota, ésta un poco más peligrosa también con su viejo coche que tanta
tralla tuvo. Un día al salir de clase estaba lloviendo mucho y mi amigo se
ofreció a acercarme al metro. Para llegar hasta la boca de metro hay que subir
una cuesta lo suficientemente empinada como para que un coche de la edad que
tenía por entonces el suyo tuviera sus dificultades, y más teniendo en cuenta
que el sistema de refrigeración no funcionaba. Subiendo la cuesta el capó del
coche empezó a echar humo, tuvimos que abrir las ventanas porque también estaba
empezando a oler mucho a quemado en el interior. Vamos lo que se dice: ¡este
coche es una ruina! Pero aún a pesar de todo esto, no creo que al volante le
gane nadie, al menos de día, porque de noche según me ha confesado se guía por
la luces de los coches que lleve delante.
Porque esa es
otra, ve menos que tres en un burro, o que Pepe Leches. Y eso que según él, ha
ido al oculista a principio de curso. Si esto es verdad se podría perfectamente
querellar contra dicho especialista porque ha errado en su diagnóstico. Menos
mal que este año no hay que copiar muchos apuntes en clase, bueno, la gente
normal no copia muchos apuntes este año en clase, él sí coge apunte, o más bien
los cincela sobre las hojas en blanco con membrete de una universidad y
facultad ajenas al mundo científico-ingenieril. Digo cincela porque es lo que
hace, sus apunte parecen cogidos para ciegos, no es braille pero se acerca mucho.
Como decía menos mal que no coge muchos apuntes en clase porque como no ve
estaría todo el día cogiendo los míos, sin pedir permiso, para en vez de copiar
de la pizarra hacerlo de mi hoja. Ha sido siempre así, yo he sido el copista
oficial del faraón y luego he sido explotado por el poder de la casta, a la que
este amigo mío pertenece. También es cierto que a pesar de este abuso de poder,
cada vez que alguien tiene una duda sobre algún ejercicio y le preguntan
siempre contesta lo mejor que puede, e intenta explicarnos lo que no
entendamos. En este punto es muy generoso y muy difícilmente dejará a nadie sin
una respuesta a una duda, y si en el momento no la sabe contestar, busca una
solución y al rato te la da. Poco hay así por desgracia.
Ahora me toca
ponerme serio porque mi amigo tiene un problema. Es adicto. Tiene una muy dura
y severa adicción a la cafeína en todas sus formas. Café o Coca-Cola, le da
igual. No quiere tratársela esta adicción por mucho que le insistamos, y ha
habido momentos en que ha sido preocupante. Como cuando nos dijo que le dolía
un ojo (de la cara, no vaya a pensar nadie que sale con Hermann Terstch por
Chueca) mucho y muy a menudo. No se deja aconsejar por quienes le queremos
bien. Su adicción viene de lejos pero se ha ido incrementando con el tiempo.
Hay días que para cuando llega el descanso largo de la mañana en la Escuela,
sobre las once y media, ya lleva tres cafés. Muchas veces pienso que sólo él
podría mantener la producción de café de Colombia. Quizá sea máximo accionista
de alguna empresa cafetera y de ahí vengan los ingresos que le hacen pagar
impuestos (habría que investigar por ahí). Lo bueno de esta adicción, si es que
tiene algo bueno, es que en la cafetería ya nos conocen y nada más vernos
llegar ya saben lo que vamos a pedir, con lo que nos ahorramos tiempo.
Y supongo que malo
ya me queda poco que contar, al menos de momento (tampoco quiero mostrar todas
mis cartas de una sentada por si en el futuro tengo que usarlas en su contra).
Bueno no me queda una cosa, y es que en lo relativo al sexo opuesto, no se le
conoce hembra, ni se le ha conocido en todos estos años de universidad. He de
ser cuidadoso en este asunto porque todo lo que diga en relación a esto podrá
ser usado en mi contra, ya que en el fondo (y en superficie también) yo estoy
al mismo nivel. O no. Quién sabe. Quizá tiene un harén secreto en algún pueblo
marroquí, al menos por aspecto físico podría pasar por musulmán. O quizá sus
gustos sexuales no puedan ser contados, y acuda a secretas bacanales nazis
organizadas por el Club Bilderberg donde se codee con reyes europeos jubilados,
o expresidentes americanos que tengan especial debilidad por las becarias, o
incluso con dictadores africanos o árabes. Es un misterio; aunque él siempre
dirá que la única mujer de su vida es su madre (¡qué bonita quedaría esta frase
si la sacamos del resto del artículo la verdad!).
No ya en serio, no
hay nada malo más que contar. Incluso tengo dudas de si en realidad todo lo
aquí contado es malo, o incluso si es verdad y no más que imaginaciones mías, o
invenciones creadas para desacreditar su carrera política y quitarme a un rival
de en medio en nuestra lucha por llegar a la Moncloa. Aunque bastante losa
tiene ya encima siendo de la casta. Me gustaría aprovechar para darle el pésame
por la marcha de uno de las grandes que nos ha dejado para irse ya por fin al
hogar del jubilado a echarse alguna que otra partida de dominó o al parque a
jugar a la petanca con otros viejecetes. Hablo de Alfonso Guerra, líder supremo
y espiritual de mi amigo que siempre usa una de sus frases míticas como fue “lo
difícil no es cambiar de chaqueta, sino de sastre”, o algo parecido, para
volver a desacreditarme y llamarme a mi casta. O peor aún traidor, aunque este
último ya es un insulto antiguo como el de judas que tanto usó hace un par de
años.
Quien le conoce
sabe que todo lo aquí escrito no es más que una exageración literaria, que no
refleja ni por asomo la verdadera personalidad de alguien a quien yo considero
uno de mis mejores amigos. He querido con este artículo volver a rendir un
homenaje desenfadado a mi amigo, único se mire por donde se mire. ¿Cuántos
amigos te van a decir verdades como puños y aconsejar amenazándote con un
cúter? Ninguno, por eso es único, y por esta razón espero que siga siendo así.
Ya me gustaría ser tan decidido y tener las cosas tan claras con respecto a la
gente como él las tiene. Ya me gustaría tener la fuerza de voluntad y el
sentido de la lealtad que atesora. Por esto quiero que este artículo además de para
echarnos unas risas, porque para eso está escrito desde el más absoluto cariño
que le profeso (y aunque como mucho pollo, todavía no me he amariconado que
conste), sirva para agradecerle sus constantes amenazas que me dirige para que
haga o no haga muchas cosas de las que al final siempre tiene razón aunque
pocas veces yo le haga caso.
En el fondo me
gustaría ser algún día como él, bueno menos por la barba, y menos por el dinero
que defrauda a hacienda, y menos por su adicción al café, y menos por su
dependencia absoluta por el coche, y menos.... Supongo que nadie puede llegar
nunca a ser como él, porque en el fondo cada uno somos como somos y
pertenecemos a castas diferentes. Este verdadero compañero pertenece a una
casta muy exclusiva como es la de mis amigos, y espero que algún día se
considere miembro de pleno de ella.
Caronte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario