viernes, 24 de octubre de 2014

Mi amigo con alma de Gran Capitán

El lunes que viene es el cumpleaños de un amigo. Cumple 23, el patito y el culo de lado, y como ya es tradición en los últimos tiempos para celebrarlo organiza mañana sábado una barbacoa en su casa. Vive en un pueblo, por mucho que no quiera oír esta palabra. Esto no es malo, en el fondo si me baso en lo que otro amigo dice, según el cual todo el mundo que viva al sur de Príncipe Pío vive en un pueblo, todos mis amigos de la universidad y yo mismo vivimos en pueblos. Pero el amigo del que hablo vive en un pueblo pueblo, y si no fuera por las barbacoas que organiza de vez en cuando, y que siendo sincero se le dan bastante bien, y porque su casa tiene piscina, aunque ésta sea cubierta y en verano el agua sea caldo de cocido, creo que no le tendría por amigo. En conclusión es amigo mío por conveniencia, me aprovecho de él.

No. Todavía no he aprendido a mentir bien del todo. Todo lo anterior es mentira. Bueno todo no, lo de que es amigo por interés sí es verdad. Ah no, perdón me he vuelto a equivocar. Mi subconsciente no calibra lo que quiere decir. Lo único que es verdad de lo que arriba he dicho es que sus barbacoas son las mejores a las que he asistido; ni el martirio de San Lorenzo las iguala. El resto de lo que he dicho arriba es mentira (cruzo los dedos para que no se desvele nunca la verdad). Bueno también es verdad que hoy es su cumpleaños y por tanto cumpliendo con la palabra que le di hace ya algunos meses le estoy escribiendo este artículo. No trabajo por encargo, que quede claro, y este será el último artículo que haré por petición de nadie. A partir de ahora si escribo de alguien lo haré porque a mí me apetezca (ya sea bien o mal).

Llamo encargo a este artículo que estoy escribiendo, pero quizá debería llamarlo escritura bajo coacción político-militar amenazado con terribles sufrimientos si no cumplo con lo prometido. Con esto no estoy exagerando. Llevo meses presionado por esta persona para que escriba un artículo sobre él. Presiones que ni el depósito de gas más grande y seguro del mundo podría resistir sin sufrir abolladura (primera frikada de ingenieros que meto en el artículo, espero no pasarme demasiado con ellas para nadie piense mal de mí). Cada semana, cada día, cada pocas horas me demandaba la publicación del artículo desde que me lo pidió a finales del curso pasado. Cada vez que lo he visto en clase este curso, o cada vez que este verano he quedado con él para ir al cine me exigía bajo amenazas la publicación de su artículo. Muchas presiones y tensión he tenido que aguantar. He llorado por todos los rincones de la Escuela agobiado por su insistencia. Muchas mañanas he rogado a mi madre que me firmara un justificante para no ir a clase y no tener que cruzarme con él por lo acosado que me sentía. He llegado a pensar en presentar una demanda o una querella, depende del camino que quisiera llevar en los tribunales, si por lo civil o por lo penal (segunda frikada sobre la carrera y en el mismo párrafo: ¡por favor no me encerréis en un sanatorio mental, son cosas de ingenieros, somos unos incomprendidos!).

¡Qué exagerado soy! ¡Cómo me gusta darme el pego! No he sentido nunca nada de lo anterior, o al  menos no por el encargo que me hizo este amigo hace ya unos meses. Sí es verdad que cada dos por tres me recordaba lo del artículo; lo que me ayudaba a recordar a su vez que le había dado mi palabra de que tendría su artículo. Aunque esto no quita para que sí sintiera su pesada insistencia. Pero con presión no suelo trabajar bien, y menos escribir. Cada vez que me decía que cuándo iba a salir su artículo siempre le decía que pronto. Mentía claramente. Pero es que no se puede escribir a la ligera y menos si se hace sobre un amigo. Como me pasó con el artículo que ya escribí sobre otro de mis amigos de la universidad, quizá el más antiguo de los que a día de hoy me quedan, y con el que coseché gran aceptación entre crítica especializada y público, quería escribir un buen artículo y esto no siempre sale bien bajo presión. Sí es cierto que la presión es buena – como cada vez que preguntaba por su artículo me decía mi amigo – y los ingenieros debemos trabajar bajo presión y como dijo una vez el profesor Manterola: “lo mejor es estar en tensión”. Pero no quería lanzarme a escribir sin tenerlo claro, sin haber encontrado la inspiración necesaria para hacerlo.

Yendo al tema que me ocupa hoy he de decir que este amigo, a pesar de que no me ha acosado como un sádico sexual acosaría a Carmen de Mairena, podría haberlo hecho perfectamente. No conozco a otra persona entre los millones de conocidos que tengo repartidos a lo largo y ancho de la geografía mundial, desde Nepal a Perú y desde Alaska a la Isla de Tasmania, que sepa tanto y con tanto detalle sobre temas militares, de espionaje y de historia de la guerra. Nadie. Y en este asunto no exagero ni un ápice. Pero lo mejor de todo esto, no es que algunas veces sea un pesado redomado cuando empieza a hablar de tal o cual batalla de la Segunda Guerra mundial, o de un francotirador muy famoso de EE.UU., sino que cuando habla de todo esto lo hace con entusiasmo, gustándole el tema. Poca gente conozco que sepa tanto de un tema tan amplio y variado y con tantos datos de nombres de armas, batallas, carros de batalla, nombres de militares, soldados y espías. Y esto sí es de admirar, yo lo admiro, y le admiro a él por saberlo tan bien y por amar este tema. Ya podría yo ser en algún tema tan sabio como mi amigo. Pero creo que ni en tres vidas que yo viviera podría nunca entusiasmarme tanto por un tema tan complejo. Si alguna vez tengo alguna duda o pregunta sobre algún asunto militar sé a quién tengo que preguntar. Sinceramente creo que haría buena carrera en el ejército, simplemente por las ganas que le pondría, porque los conocimientos de historia, técnica militar y de espionaje prácticamente se los sabe a la perfección.

Muchas veces bromeando le digo que si alguna vez fuera presidente del Gobierno de España le nombraría Ministro de Defensa. Pero creo que este amigo no se conformaría con un único Ministerio, y ya me ha pedido que le nombre Ministro Absoluto de Defensa e Interior, para poder controlar él solo a las FF.AA. y al Servicio Secreto español. No quiero ni imaginar el peligro que eso supondría, más que nada porque tiene aires de grandeza conquistadora. Sin ir más lejos se cree el nuevo Gran Capitán de los Tercios Españoles, que por cierto pretende restaurar para volver a conquistar lo que un día estuvo bajo domino español. Pero es cierto que si he de comparar a mi amigo con algún gran militar de la historia de la guerra sería con este gran personaje de la época de los Reyes Católicos, ya sea por su conocimiento y pasión por todo lo que tiene que ver con el ejército y los conflictos bélicos o por su gran altura personal que demuestra siendo generoso con todos los que le rodean y nobleza.

Lo bueno de todo esto es que yo nunca seré Presidente del Gobierno de España, ¡y menos mal!, porque si no estaría en obligación de nombrarle Ministro, o al menos encargado en la sombra de los asuntos turbios del Estado que creo que en el fondo sería lo que más le gustaría: poder tener el control en la sombra sabiendo los secretos más ocultos de todos y lavando los trapos más malolientes de las cloacas del Estado. Para chincharle a veces le digo que le nombraría Ministro de Defensa encargándole que disolviera el Ejército, pero él me amenaza con un Golpe de Estado. Lo dicho, menos mal que no aspiro a ser político, o al  menos no a ser Presidente del Gobierno.

Pero, no sólo es la guerra lo que más pone a mi Ministro de Trapos Sucios, apodo que a partir de este momento usaré en el artículo para designar a mi amigo más peligroso y letal (un Bruce Willis a la española, sin ese atractivo que le daría ser americano). Su otro gran campo de actuación son las nuevas tecnologías. ¿Qué sería de mi Ministro sin su tableta electrónica? Estaría perdido en un mar de asilamiento durante las clases de la universidad. No podría haber salvado el sopor insoportable que las muy interesantes clases de Obras Hidráulica o de Geotecnia suelen producir en todos nosotros. Habría caído en dulces sueños dando serenas cabezadas en los más que cómodos asientos de chapa gris de las aulas de nuestra querida Escuela…Bueno en realidad aunque tenía “tablet” muchas veces sí ha sucumbido y a terminado cayendo en los brazos de Morfeo inducido muy probablemente a ello por los insoportables sermones que algunos profesores soltaban desde la tarima o por la supina incompetencia de otros que ostentan el título de catedrático o incluso de director. Muchas veces mis compañeros de universidad y yo hemos visto a mi futurible Ministro serenamente dormido en clase, con la cabeza bien recta, la boca cerrada porque si no entran moscas y los brazos cruzados cual estatua divina. También es cierto que en otras muchas ocasiones su tableta ha entretenido a toda la fila que estábamos juntos sentados, y nos ha ayudado a sobrellevar mejor alguna que otra asignatura (eso sí con vídeos completamente estrafalarios y difíciles de clasificar en una categoría concreta). Luego mi amigo también podría considerarse como: ese ser humano a una tableta electrónica pegado, parafraseando a Francisco de Quevedo.

Pero volvamos a las barbacoas de las que suele ser anfitrión. Esas barbacoas en las que la grasa predomina sobre cualquier otro alimento sano. Poco verde se ve en los platos de panceta, costillares, salchichas, brochetas, chorizos y morcillas. Bueno ahora que lo pienso en la última barbacoa que hizo en su casa hubo ensalada, supongo que para enmascarar en cierto modo todo el colesterol que el resto de verdaderos manjares contienen. En esas barbacoas nos reunimos casi todos los personajes que compartimos todos los días en la Escuela, incluso más gente si se precia, alejados del ambiente corrosivo (tercera frikada caminera, a la siguiente me encerráis por favor) que se respira allí; al menos durante unas cuantas horas podemos estar como buenos hermanos compartiendo vino y pan en fraternidad (¡qué religioso me ha quedado esto último!). En estas barbacoa también vuelan las cervezas, las coca-colas, y al final también si se tercia los chupitos de tequila. Yo por mi parte no paso de la fanta.

Es curioso pero mi futuro Ministro de Asuntos Turbios dice que va al gimnasio, y que lo lleva haciendo un par de años ya, pero la verdad es que no ha cambiado su fisionomía desde entonces. Bueno. Vale. Sí ha cambiado un poquito, pero lo que gana en el gimnasio lo pierde en esas barbacoas excesivas y tan exquisitas. ¿¡Pero qué sería de nosotros sin esas barbacoas!? No seríamos nadie, meros mindundis vagando por el mundo sin destino prefijado. Sólo la crême de la crême asiste a esas barbacoas – tengo entendido que una vez Gadafi, Sadam y Castro estuvieron presentes en una de ellas, rodeados de espías de la CIA y del Mossad israelí, compartiendo amigablemente conversaciones y chistes malos sobre George Bush padre.

No puedo dejar de nombrar en este artículo la lavadora de mi futurible ministro, su BMW rojo. Lo llamo lavadora porque le pica que lo hagamos. Yo no entiendo de coches así que probablemente lo que yo diga sobre ellos puede perfectamente obviarse, incluso que llame yo a un BMW (o su speedy como a mi amigo le gusta llamar a su coche) lavadora puede ser hasta un piropo. No puedo criticar yo su coche teniendo en cuenta que he montado muchas veces en el mismo, incluso para hacer uno de los mejores viajes que he hecho en los últimos años cuyo destino fue los Pirineos. He de decir que si no le nombro nunca Ministro de Trastienda Política podría dedicarse a ser chófer, porque conducir sí se puede decir que se le da bien.

Por el contrario una cosa que no se le da bien últimamente es el picante. Siempre se las había dado de duro en este tema diciendo que él aguantaba cualquier tipo de comida picante, que no tenía ningún problema en tomar tabasco con una hamburguesa o con lo que se terciara de por medio. Hasta que un día según tengo entendido, aceptando un reto de otro amigo en común, terminó por echar alguna que otra lagrimilla por causa del picante. A partir de ese día ya no ha vuelto a hacer gala de su aguante texano al picante, y mucho menos a aceptar un reto de nuestro querido amigo en común. Las salsas picantes quizá no sean lo suyo, pero la salsa barbacoa sí, y la usa para todo tipo de carne pegue o no la sala con ella, sin saber que mata el sabor con ella es una pena que no tenga más horizonte culinario que dicha salsa que por su puesto pondrá en la barbacoa.

Dejando a un lado las bromas y los chites, así como los chismorreos y rumores que afirman que en realidad no va ningún día al gimnasio, ni lo ha hecho nunca en estos últimos años, si no que va a la heladería Los Alpes de la que se ha convertido en el máximo socio inversionista y principal cliente de temporada, quiero decir que este amigo por muy duro que parezca y quiera hacerse ver, en el fondo es muy buena persona. Quizá no tan buena persona como yo, porque eso es muy complicado (desde Gandhi nadie ha sido tan altruista como un servidor). O quizá tampoco como para llegar a merecer el Nobel de la Paz, premio que desde que lo consiguió Barak Obama ha perdido todo prestigio internacional. Pero para mí sí que es buena persona y además, vuelvo a decir, noble, característica esta última que no todo el mundo ostenta. Yo mismo no soy ni de lejos tan buena persona y tan noble como mi futurible Ministro de Cloacas Estatales, ya me gustaría.

Tan noble es que a veces incluso me siento avergonzado y abrumado; sin ir más lejos el año pasado me regaló un libro (“El príncipe” de Nicolás Maquiavelo) sin yo merecerlo lo más mínimo, sólo por hacer lo que un amigo debe hacer por otro siempre que pueda, como es ayudarle con un trabajo que tuvimos que hacer el año pasado en Navidad con el que se vio (como yo mismo me vi también) algo justo de tiempo. Sería buen Ministro de España, aunque sus aires conquistadores a veces me hagan pensar que podría estar ante un nuevo Conde-Duque de Olivares, o un Hernán Cortés del s. XXI. Sin embargo como muchas veces él mismo dice, le pegaría más ser el Gran Capitán, tanto por sus conocimientos militares como por su valía personal y su gran nobleza en todos los ámbitos. Si hubiera más personas como este amigo, o como del que ya escribí hace tiempo, quizá las cosas irían de manera muy diferente, y podría escribir más a menudo de manera más distendida de lo habitual.

Poco más puedo añadir a lo ya escrito. Creo que no falta nada por decir: ni bueno, que no es que haya mucho que decir, ni malo, que algunas cosas me tengo que callar para que esta amistad basada en sus invitaciones a barbacoas no acabe hoy (es broma, no hay nada malo que pueda decir). Bueno sí lo último que tengo que hacer es agradecerle que sea una de las dos únicas personas que me acompañan de vez en cuando al cine a ver alguna película: menos de las que me gustaría porque no siempre mis gustos coinciden con los suyos o porque las películas que él me propone se pasan un poco de violentas y bélicas, pero muchas más de las que pensaba iba a ir a ver con él de antemano. Lo dicho gracias. Y casi se me olvidaba, aunque faltan un par de días aprovecho ya para desearte ¡Feliz Cumpleaños!, y espero que la barbacoa de mañana sea como siempre: excelente, quizá más que las anteriores, pero no por la comida, sino porque la organizas tú que tan buen anfitrión eres. Y espero también poder acudir muchas veces más a alguna de tus barbacoas. (Al final no he dicho más frikadas de la universidad, por esta vez me libro de la horca).

Caronte.

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