El lunes que viene
es el cumpleaños de un amigo. Cumple 23, el patito y el culo de lado, y como ya
es tradición en los últimos tiempos para celebrarlo organiza mañana sábado una
barbacoa en su casa. Vive en un pueblo, por mucho que no quiera oír esta
palabra. Esto no es malo, en el fondo si me baso en lo que otro amigo dice,
según el cual todo el mundo que viva al sur de Príncipe Pío vive en un pueblo,
todos mis amigos de la universidad y yo mismo vivimos en pueblos. Pero el amigo
del que hablo vive en un pueblo pueblo, y si no fuera por las barbacoas que
organiza de vez en cuando, y que siendo sincero se le dan bastante bien, y
porque su casa tiene piscina, aunque ésta sea cubierta y en verano el agua sea caldo
de cocido, creo que no le tendría por amigo. En conclusión es amigo mío por
conveniencia, me aprovecho de él.
No. Todavía no he
aprendido a mentir bien del todo. Todo lo anterior es mentira. Bueno todo no,
lo de que es amigo por interés sí es verdad. Ah no, perdón me he vuelto a
equivocar. Mi subconsciente no calibra lo que quiere decir. Lo único que es
verdad de lo que arriba he dicho es que sus barbacoas son las mejores a las que
he asistido; ni el martirio de San Lorenzo las iguala. El resto de lo que he
dicho arriba es mentira (cruzo los dedos para que no se desvele nunca la
verdad). Bueno también es verdad que hoy es su cumpleaños y por tanto
cumpliendo con la palabra que le di hace ya algunos meses le estoy escribiendo
este artículo. No trabajo por encargo, que quede claro, y este será el último
artículo que haré por petición de nadie. A partir de ahora si escribo de
alguien lo haré porque a mí me apetezca (ya sea bien o mal).
Llamo encargo a
este artículo que estoy escribiendo, pero quizá debería llamarlo escritura bajo
coacción político-militar amenazado con terribles sufrimientos si no cumplo con
lo prometido. Con esto no estoy exagerando. Llevo meses presionado por esta
persona para que escriba un artículo sobre él. Presiones que ni el depósito de
gas más grande y seguro del mundo podría resistir sin sufrir abolladura (primera
frikada de ingenieros que meto en el artículo, espero no pasarme demasiado con
ellas para nadie piense mal de mí). Cada semana, cada día, cada pocas horas me
demandaba la publicación del artículo desde que me lo pidió a finales del curso
pasado. Cada vez que lo he visto en clase este curso, o cada vez que este
verano he quedado con él para ir al cine me exigía bajo amenazas la publicación
de su artículo. Muchas presiones y tensión he tenido que aguantar. He llorado
por todos los rincones de la Escuela agobiado por su insistencia. Muchas
mañanas he rogado a mi madre que me firmara un justificante para no ir a clase
y no tener que cruzarme con él por lo acosado que me sentía. He llegado a
pensar en presentar una demanda o una querella, depende del camino que quisiera
llevar en los tribunales, si por lo civil o por lo penal (segunda frikada sobre
la carrera y en el mismo párrafo: ¡por favor no me encerréis en un sanatorio
mental, son cosas de ingenieros, somos unos incomprendidos!).
¡Qué exagerado
soy! ¡Cómo me gusta darme el pego! No he sentido nunca nada de lo anterior, o
al menos no por el encargo que me hizo
este amigo hace ya unos meses. Sí es verdad que cada dos por tres me recordaba
lo del artículo; lo que me ayudaba a recordar a su vez que le había dado mi
palabra de que tendría su artículo. Aunque esto no quita para que sí sintiera
su pesada insistencia. Pero con presión no suelo trabajar bien, y menos
escribir. Cada vez que me decía que cuándo iba a salir su artículo siempre le
decía que pronto. Mentía claramente. Pero es que no se puede escribir a la
ligera y menos si se hace sobre un amigo. Como me pasó con el artículo que ya
escribí sobre otro de mis amigos de la universidad, quizá el más antiguo de los
que a día de hoy me quedan, y con el que coseché gran aceptación entre crítica
especializada y público, quería escribir un buen artículo y esto no siempre
sale bien bajo presión. Sí es cierto que la presión es buena – como cada vez
que preguntaba por su artículo me decía mi amigo – y los ingenieros debemos
trabajar bajo presión y como dijo una vez el profesor Manterola: “lo mejor es estar
en tensión”. Pero no quería lanzarme a escribir sin tenerlo claro, sin haber
encontrado la inspiración necesaria para hacerlo.
Yendo al tema que
me ocupa hoy he de decir que este amigo, a pesar de que no me ha acosado como
un sádico sexual acosaría a Carmen de Mairena, podría haberlo hecho
perfectamente. No conozco a otra persona entre los millones de conocidos que
tengo repartidos a lo largo y ancho de la geografía mundial, desde Nepal a Perú
y desde Alaska a la Isla de Tasmania, que sepa tanto y con tanto detalle sobre
temas militares, de espionaje y de historia de la guerra. Nadie. Y en este
asunto no exagero ni un ápice. Pero lo mejor de todo esto, no es que algunas
veces sea un pesado redomado cuando empieza a hablar de tal o cual batalla de
la Segunda Guerra mundial, o de un francotirador muy famoso de EE.UU., sino que
cuando habla de todo esto lo hace con entusiasmo, gustándole el tema. Poca
gente conozco que sepa tanto de un tema tan amplio y variado y con tantos datos
de nombres de armas, batallas, carros de batalla, nombres de militares,
soldados y espías. Y esto sí es de admirar, yo lo admiro, y le admiro a él por
saberlo tan bien y por amar este tema. Ya podría yo ser en algún tema tan sabio
como mi amigo. Pero creo que ni en tres vidas que yo viviera podría nunca
entusiasmarme tanto por un tema tan complejo. Si alguna vez tengo alguna duda o
pregunta sobre algún asunto militar sé a quién tengo que preguntar.
Sinceramente creo que haría buena carrera en el ejército, simplemente por las
ganas que le pondría, porque los conocimientos de historia, técnica militar y
de espionaje prácticamente se los sabe a la perfección.
Muchas veces
bromeando le digo que si alguna vez fuera presidente del Gobierno de España le
nombraría Ministro de Defensa. Pero creo que este amigo no se conformaría con
un único Ministerio, y ya me ha pedido que le nombre Ministro Absoluto de
Defensa e Interior, para poder controlar él solo a las FF.AA. y al Servicio
Secreto español. No quiero ni imaginar el peligro que eso supondría, más que
nada porque tiene aires de grandeza conquistadora. Sin ir más lejos se cree el
nuevo Gran Capitán de los Tercios Españoles, que por cierto pretende restaurar
para volver a conquistar lo que un día estuvo bajo domino español. Pero es
cierto que si he de comparar a mi amigo con algún gran militar de la historia
de la guerra sería con este gran personaje de la época de los Reyes Católicos,
ya sea por su conocimiento y pasión por todo lo que tiene que ver con el
ejército y los conflictos bélicos o por su gran altura personal que demuestra
siendo generoso con todos los que le rodean y nobleza.
Lo bueno de todo
esto es que yo nunca seré Presidente del Gobierno de España, ¡y menos mal!,
porque si no estaría en obligación de nombrarle Ministro, o al menos encargado
en la sombra de los asuntos turbios del Estado que creo que en el fondo sería
lo que más le gustaría: poder tener el control en la sombra sabiendo los
secretos más ocultos de todos y lavando los trapos más malolientes de las
cloacas del Estado. Para chincharle a veces le digo que le nombraría Ministro
de Defensa encargándole que disolviera el Ejército, pero él me amenaza con un
Golpe de Estado. Lo dicho, menos mal que no aspiro a ser político, o al menos no a ser Presidente del Gobierno.
Pero, no sólo es
la guerra lo que más pone a mi Ministro de Trapos Sucios, apodo que a partir de
este momento usaré en el artículo para designar a mi amigo más peligroso y
letal (un Bruce Willis a la española, sin ese atractivo que le daría ser
americano). Su otro gran campo de actuación son las nuevas tecnologías. ¿Qué
sería de mi Ministro sin su tableta electrónica? Estaría perdido en un mar de
asilamiento durante las clases de la universidad. No podría haber salvado el
sopor insoportable que las muy interesantes clases de Obras Hidráulica o de
Geotecnia suelen producir en todos nosotros. Habría caído en dulces sueños
dando serenas cabezadas en los más que cómodos asientos de chapa gris de las aulas
de nuestra querida Escuela…Bueno en realidad aunque tenía “tablet” muchas veces
sí ha sucumbido y a terminado cayendo en los brazos de Morfeo inducido muy
probablemente a ello por los insoportables sermones que algunos profesores
soltaban desde la tarima o por la supina incompetencia de otros que ostentan el
título de catedrático o incluso de director. Muchas veces mis compañeros de
universidad y yo hemos visto a mi futurible Ministro serenamente dormido en
clase, con la cabeza bien recta, la boca cerrada porque si no entran moscas y
los brazos cruzados cual estatua divina. También es cierto que en otras muchas
ocasiones su tableta ha entretenido a toda la fila que estábamos juntos
sentados, y nos ha ayudado a sobrellevar mejor alguna que otra asignatura (eso
sí con vídeos completamente estrafalarios y difíciles de clasificar en una
categoría concreta). Luego mi amigo también podría considerarse como: ese ser humano a una tableta electrónica
pegado, parafraseando a Francisco de Quevedo.
Pero volvamos a
las barbacoas de las que suele ser anfitrión. Esas barbacoas en las que la
grasa predomina sobre cualquier otro alimento sano. Poco verde se ve en los
platos de panceta, costillares, salchichas, brochetas, chorizos y morcillas.
Bueno ahora que lo pienso en la última barbacoa que hizo en su casa hubo
ensalada, supongo que para enmascarar en cierto modo todo el colesterol que el
resto de verdaderos manjares contienen. En esas barbacoas nos reunimos casi
todos los personajes que compartimos todos los días en la Escuela, incluso más
gente si se precia, alejados del ambiente corrosivo (tercera frikada caminera,
a la siguiente me encerráis por favor) que se respira allí; al menos durante
unas cuantas horas podemos estar como buenos hermanos compartiendo vino y pan
en fraternidad (¡qué religioso me ha quedado esto último!). En estas barbacoa
también vuelan las cervezas, las coca-colas, y al final también si se tercia
los chupitos de tequila. Yo por mi parte no paso de la fanta.
Es curioso pero mi
futuro Ministro de Asuntos Turbios dice que va al gimnasio, y que lo lleva
haciendo un par de años ya, pero la verdad es que no ha cambiado su fisionomía
desde entonces. Bueno. Vale. Sí ha cambiado un poquito, pero lo que gana en el
gimnasio lo pierde en esas barbacoas excesivas y tan exquisitas. ¿¡Pero qué
sería de nosotros sin esas barbacoas!? No seríamos nadie, meros mindundis
vagando por el mundo sin destino prefijado. Sólo la crême de la crême asiste a
esas barbacoas – tengo entendido que una vez Gadafi, Sadam y Castro estuvieron
presentes en una de ellas, rodeados de espías de la CIA y del Mossad israelí,
compartiendo amigablemente conversaciones y chistes malos sobre George Bush
padre.
No puedo dejar de
nombrar en este artículo la lavadora de mi futurible ministro, su BMW rojo. Lo
llamo lavadora porque le pica que lo hagamos. Yo no entiendo de coches así que
probablemente lo que yo diga sobre ellos puede perfectamente obviarse, incluso
que llame yo a un BMW (o su speedy como a mi amigo le gusta llamar a su coche)
lavadora puede ser hasta un piropo. No puedo criticar yo su coche teniendo en
cuenta que he montado muchas veces en el mismo, incluso para hacer uno de los
mejores viajes que he hecho en los últimos años cuyo destino fue los Pirineos.
He de decir que si no le nombro nunca Ministro de Trastienda Política podría
dedicarse a ser chófer, porque conducir sí se puede decir que se le da bien.
Por el contrario
una cosa que no se le da bien últimamente es el picante. Siempre se las había
dado de duro en este tema diciendo que él aguantaba cualquier tipo de comida
picante, que no tenía ningún problema en tomar tabasco con una hamburguesa o
con lo que se terciara de por medio. Hasta que un día según tengo entendido,
aceptando un reto de otro amigo en común, terminó por echar alguna que otra
lagrimilla por causa del picante. A partir de ese día ya no ha vuelto a hacer
gala de su aguante texano al picante, y mucho menos a aceptar un reto de
nuestro querido amigo en común. Las salsas picantes quizá no sean lo suyo, pero
la salsa barbacoa sí, y la usa para todo tipo de carne pegue o no la sala con
ella, sin saber que mata el sabor con ella es una pena que no tenga más
horizonte culinario que dicha salsa que por su puesto pondrá en la barbacoa.
Dejando a un lado
las bromas y los chites, así como los chismorreos y rumores que afirman que en
realidad no va ningún día al gimnasio, ni lo ha hecho nunca en estos últimos
años, si no que va a la heladería Los Alpes de la que se ha convertido en el
máximo socio inversionista y principal cliente de temporada, quiero decir que
este amigo por muy duro que parezca y quiera hacerse ver, en el fondo es muy buena
persona. Quizá no tan buena persona como yo, porque eso es muy complicado (desde
Gandhi nadie ha sido tan altruista como un servidor). O quizá tampoco como para
llegar a merecer el Nobel de la Paz, premio que desde que lo consiguió Barak
Obama ha perdido todo prestigio internacional. Pero para mí sí que es buena
persona y además, vuelvo a decir, noble, característica esta última que no todo
el mundo ostenta. Yo mismo no soy ni de lejos tan buena persona y tan noble
como mi futurible Ministro de Cloacas Estatales, ya me gustaría.
Tan noble es que a
veces incluso me siento avergonzado y abrumado; sin ir más lejos el año pasado
me regaló un libro (“El príncipe”
de Nicolás Maquiavelo) sin yo merecerlo lo más mínimo, sólo por hacer lo que un
amigo debe hacer por otro siempre que pueda, como es ayudarle con un trabajo
que tuvimos que hacer el año pasado en Navidad con el que se vio (como yo mismo
me vi también) algo justo de tiempo. Sería buen Ministro de España, aunque sus
aires conquistadores a veces me hagan pensar que podría estar ante un nuevo
Conde-Duque de Olivares, o un Hernán Cortés del s. XXI. Sin embargo como muchas
veces él mismo dice, le pegaría más ser el Gran Capitán, tanto por sus
conocimientos militares como por su valía personal y su gran nobleza en todos
los ámbitos. Si hubiera más personas como este amigo, o como del que ya escribí
hace tiempo, quizá las cosas irían de manera muy diferente, y podría escribir
más a menudo de manera más distendida de lo habitual.
Poco más puedo
añadir a lo ya escrito. Creo que no falta nada por decir: ni bueno, que no es
que haya mucho que decir, ni malo, que algunas cosas me tengo que callar para
que esta amistad basada en sus invitaciones a barbacoas no acabe hoy (es broma,
no hay nada malo que pueda decir). Bueno sí lo último que tengo que hacer es
agradecerle que sea una de las dos únicas personas que me acompañan de vez en
cuando al cine a ver alguna película: menos de las que me gustaría porque no
siempre mis gustos coinciden con los suyos o porque las películas que él me
propone se pasan un poco de violentas y bélicas, pero muchas más de las que
pensaba iba a ir a ver con él de antemano. Lo dicho gracias. Y casi se me
olvidaba, aunque faltan un par de días aprovecho ya para desearte ¡Feliz
Cumpleaños!, y espero que la barbacoa de mañana sea como siempre: excelente,
quizá más que las anteriores, pero no por la comida, sino porque la organizas
tú que tan buen anfitrión eres. Y espero también poder acudir muchas veces más
a alguna de tus barbacoas. (Al final no he dicho más frikadas de la universidad,
por esta vez me libro de la horca).
Caronte.
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