Nunca pensé que
sería capaz de decir esto, pero me gustaría estar trabajando. Sé que es domingo
y que pocas o ninguna empresa, y menos en el fin de semana de la Virgen de
agosto, estarían hoy abiertas y trabajando, pero me gustaría no estar en mi
casa encerrado. Quizá sea una frivolidad por mi parte decir esto, y quizá lo
esté diciendo, o escribiendo, con la boca chica, o con los dedos encogidos (si
es que se dice así), pero es lo que siento. Trabajando no sentiría
probablemente esta ansiedad tan horrible que me aprisiona el pecho desde el
mismo momento en que recobro la conciencia después de haber dormido toda la
noche. Trabajando tendría mi cabeza, mi mente ocupada la mayor parte del tiempo
y de los días, y así no tendría momentos para pensar y darle vueltas a la
cabeza a nada.
Llevo ya unos
meses en los que a pesar de que pensaba que había salido del túnel en el que
desgraciadamente me metí hace ya unos años, veo como parece que he vuelto a
caer. Quizá no sea un túnel. Si soy sincero no me siento para nada como cuando
a la vuelta de un viaje de estudios a Valencia con mis compañeros y amigos de
la universidad me vi obligado a pedir ayuda de verdad para intentar levantarme
los ánimos. Aún así sé que vuelvo a no estar bien conmigo mismo del todo. Hay
algo que sigue fallando, o que ha vuelvo a fallar, o es probable que haya
fallado en todo momento pero que por tener en la cabeza otras cosas
relacionadas con la universidad (pérdida de tiempo infinita y absurda) o por
estar camuflada esa sensación con otras sensaciones diarias no daba muestras de
existencia. No sé qué es lo que me pasa ahora, y tampoco sé qué tengo que hacer
para solucionar este problema si es que tiene solución alguna o si hay algo que
puedo hacer para solucionarlo. Quizá deba volver a pedir ayuda.
En el fondo creo
que sí sé qué es lo que me pasa: lo que me ha pasado siempre aunque pareciera
que se había solucionado. El problema lo tengo en mi casa y se llama soledad.
Es quizá un poco cursi decirlo así, pero esa palabra en todas sus formas es la
más peligrosa que existe. Estar solo si no se sabe aceptar esa situación, o si
se desea con fuerza todo lo contrario y sólo se piensa en ello es muy dañino.
Quien alguna vez haya experimentado este terrible sentimiento sabe de lo que hablo.
Y estar solo no implica no estar con nadie, o no tener a nadie con quien
compartir el tiempo. De hecho solo no estoy en casi ningún momento, mis padres
siempre están presentes en mi casa, pero llega un momento en que esa compañía
es la más solitaria de todas. Tengo 24 años y puedo decir que estoy solo. Ya no
aguanto más estar en mi casa con mis padres todos los días, de lunes a viernes,
desde que llegan de trabajar hasta que me voy a la cama a dormir; y los fines
de semana desde que me levanto hasta que me acuesto. Hay momentos en la vida de
una persona que necesita de otras cosas, que necesita otras compañías más
acordes a sus necesidades, experiencias, gustos, aficiones. Mis padre ya no me
hacen compañía y lo que es peor cada vez siento que necesito estar más alejado
de ellos para crearme mi propia vida y sentirme feliz y a gusto. Darse cuenta
de esto, poco a poco, con el paso del tiempo, lentamente, es tan duro como
sentir el peso de la soledad sobre mí mismo todo el tiempo.
Me siento sucio
sintiendo esto. Me siento mal viendo como cada vez soporto menos estar como
llevo estando 24 años de mi vida, fin de semana tras fin de semana. Ya no lo
aguanto más. Por mí y por mis padres debo cambiar dejar de ser una persona sumida
en un sentimiento total y absoluto de soledad, sin ganas de hacer nada, aunque
lleno de planes para hacer todos los fines de semana, ¿pero con quién los hago?
No me queda otra que hacerlos con mis padres aunque yo sepa, y creo que ellos
en el fondo también que mi relación con ellos ya no da más de sí. Necesito
otros estímulos, ya no me basta con salir a dar una vuelta con ellos un sábado
por la tarde por Madrid, ya sea por el barrio que sea. Necesito a otra gente a
mi lado, amigos o pareja, da igual. Pero no puede ser. No porque no tenga amigos,
que se supone que sí los tengo pero ahora en verano que se supone que es cuando
más tiempo libre deberíamos tener, si uno no está trabajando ya sin haberse
dado ni unas semanas de vacaciones acuciado por una ansiedad que no sé de donde
le habrá salido; otro está de vacaciones por media Europa que si con sus
amigos, que si con su familia y además en los últimos tiempos sin motivo
aparente nos hemos alejado el uno del otro, al menos yo tengo esa sensación sin
saber muy bien de donde viene; otro más tiene pareja y parece que le da igual
sólo tenerla a ella y no compartir la vida con más gente aunque sean amigos que
le quieran un montón. Podría seguir citando a algún amigo más pero es que en
Madrid no tengo más.
Siendo todavía más
sincero conmigo mismo sé que todo lo que me pasa y siento: esa soledad que me
golpea día sí, día también; esa ansiedad que tengo instalada en mi pecho que no
me deja casi respirar cuando estoy metido en mi casa; esas ganas e ilusiones
por llenar mis días libres con planes que al final se quedan vacío y terminan
pasando por no tener con quién realizarlos plenamente. Todo esto viene del mero
hecho de no tener pareja y anhelarla con todas mis fuerzas. Una absurdez como
la copa de un pino como mis amigos me dicen, unos con más insistencia que
otros, pero eso a mí me da igual. Sé que en el fondo tener pareja o no tenerla
no depende de uno. El amor llega cuando llega. La persona ideal no se busca,
aparece cuando uno menos se lo espera. Muchas veces mis padres me han dicho que
en la vida hay tiempo para todo. Mis amigos me han dicho también que cuando
menos me lo espere encontraré a alguien. ¿Y si eso no ocurre? A alguien se le
ha ocurrido pensar en ello. ¿Si hay tiempo para todo en la vida por qué no he
tenido tiempo en 24 años de tener pareja, de echarme novia alguna vez, de
desengañarme, de pasarlo mal por tener que acabar con una relación, de
enfadarme con mi chica por chorradas más o menos importantes? Menuda memez eso
de que hay tiempo de todo en la vida. ¿Cuántas veces se tienen 18 años en la
vida, y 19, y 20, y 21 y 22? Para eso sí que se la respuesta: sólo una vez se
es joven, adolescente, y una vez pasada esa época, ésta ya no vuelve.
Supongo que como
dicen mis amigos algún día aparecerá esa persona que me arrebatará el corazón y
con la que dejaré la soledad a un lado, podré llevar a cabo los planes que se
me pasan por la cabeza, podré enfadarme, divertirme, hacer el amor, llorar, no
hablarla por alguna bronca justificada o no, con la que me iré de vacaciones
una semana a la playa a no dejar de estar con ella y a hacer todo lo que en
nuestras casas no podremos hacer por falta de tiempo e intimidad, o de fin de
semana a cualquier pueblo bonito o feo de España en vez de hacer lo propio,
aunque de higos a brevas, con amigos. Estoy harto de tener que ir al cine solo
la mayor parte de las veces. Estoy cansado de verme obligado a, si quiero salir
de mi casa porque ya no aguante más dentro de mi habitación, irme a dar un
paseo por Madrid yo solo (aunque he de reconocer que con la repetición de esta
actividad uno descubre lugares, barrios, calles y sitios de Madrid que antes
desconocía). También estoy quemado de ver cómo quien más quien menos, mis amigos,
tienen o han tenido en algún momento pareja. Pero claro yo soy el que no tiene
que tener prisa por encontrar pareja, que ya llegará, que no me preocupe y no
me coma la cabeza.
Con el paso del
tiempo, en los últimos años, y más aún recientemente, he ido notando como cada
vez estoy más irascible en este tema. Me quema mucho salir a dar una vuelta,
solo o acompañado, y ver por la calle a parejas de mi edad, y también muchas
más jóvenes que yo. ¡Qué casualidad que toda esa gente ha tenido tiempo para
encontrar a alguien, o que de repente han encontrado “sin buscarlo” pareja! ¿Y
yo qué? Parece egocéntrico pensar todo el rato en mí teniendo en cuenta que
también hay mucha gente en mi situación. Pero este pensamiento es muy
hipócrita. También hay miles de personas en el mundo que no tienen un hogar
donde vivir, ni un mendrugo de pan que llevarse a la boca y no por ello dejamos
de vivir en nuestra casa o de comer, ni nos sentimos mal por ambas cosas. Me gustaría
tener pareja, tanto para lo bueno como para lo malo. Y hablo en serio también para
lo malo, aunque pueda sonar extraño. Pero de momento estoy solo. Es posible que
el tener novia no arreglara mi situación tampoco pero el menos la existencia de
alguien a quien te unen lazos y vínculos mucho más intensos que los que nos
unen a los amigos es algo. Ver llegar el fin de semana y saber no ya que no vas
a salir a hacer nada por ahí, lejos de casa, sino que no tienes la más mínima
posibilidad de ello es desesperante y agobiante. Quizá con novia tampoco
saliera pero al menos habría alguien con quien hablar.
La soledad se
puede sobrellevar. En el fondo estar solo no es ni más ni menos que un estado
más en el normal desarrollo de la vida y la personalidad humanas. Pero la
soledad en soledad es mucho peor. Esa soledad inabarcable, indolente a veces,
que llena todas y cada una de las acciones de mi vida muchos días, es como una
enfermedad que sabes que te va comiendo poco a poco. Rabia, asco y amargura;
odio creado y odio renovado; resentimiento contra mí mismo es lo que esta soledad
me hace sentir. Soledad en soledad. Pasan las horas de los días sin que haga
absolutamente nada. Leo hasta reventar; una vida en soledad daría para leerse
todas y cada una de las novelas que uno imagina y quizá muchas más. Escribo
cuando me siento con ganas, ánimos y sobre todo inspiración para hacerlo, aún
sabiendo que tampoco mis ánimos son los más indicados para la actividad creadora,
o sí, pero de obras pesimistas, grises y oscuras, llenas de melancolía y
tristeza, añoranza y hastío. Pero hasta estos hobbies que muchos días me han
salvado ahora son inútiles, como un campo arrasado por el fuego en el que por
más que se siembre no se obtendrá cosecha alguna. Nada me anima. Nadie tampoco.
A veces miro el móvil para ver si alguien se ha acordado de mí y me ha mandado algún
mensaje o whatsapp preguntando qué tal, pero tampoco de eso hay. Cada vez que
suena el teléfono de mi casa, o mi móvil (aunque este suena poco por no decir
nada) pienso y sueño durante un instante que pueda ser algún amigo para hablar
un rato y sacarme del sopor en el que vivo diariamente.
Pero así debe de
ser. No me queda pensar de otro modo. Debo asumir las cosas tal y como vienen e
intentar cambiarlas, supongo que solo porque es solo como estoy. No puedo
contar con mi pareja para ello, porque no tengo; pero tampoco quiero, ni puedo
en el fondo, contar con mis amigos porque cada uno tiene su vida, y últimamente
parece que cada uno vamos ya a nuestro aire, y no quiero entrometerme en ella
por más que me gustaría tener una relación diferente, más intensa e íntima con
ellos. A veces siento que echaría en cara a mis amigos muchas cosas, que les
reprocharía muchas formas, pero tampoco puedo porque no es verdad. Ninguno de
esos reproches sería verdadero, sino fruto de la cruda soledad que a uno le
hace pensar idioteces sin sentido alguno.
¿Y si nada cambia?
Pues tendré que apechugar con lo que tenga que ser. Eso es la vida en el fondo.
No es agradable, ni bonito, ni creo que nadie que me conozca me cambiaba su
vida personal a día de hoy. Pero bueno. Quizá esta vida que me ha tocado vivir
de momento conduce a algún lado interesante que todavía no soy capaz de
vislumbrar. Quizá esta vida en soledad me hace descubrirme de una manera que
ninguna otra persona pueda hacerlo. Sé que hay gente que vive bien y está a
gusto estando sola, pero yo no, y lo digo tal y como suena. No me gusta estar
sólo ¿y a quién sí? Supongo que a nadie, aunque haya gente que con la boca
pequeña diga que solo se está muy bien. Me gustaría tener pareja pero no la
tengo. Me gustaría tener unos amigos con los que poder compartir mutuamente nuestras
vidas y formar parte de ellas como yo intento hacer, aunque sea difícil y no a
todos los amigos se les tiene en igual consideración y se les quiere lo mismo;
pero tengo los amigos que me han tocado en suerte, o quizá haya elegido. Al menos
hay asuntos que en los últimos años me han causado muchos problemas que ahora
ya están solventados y hasta casi olvidados como lo relacionado con mi carrera
y con un amigo con el que he tenido hasta hace no mucho una relación dañina
sobre todo para mí. De momento tendré que vivir mi soledad bastante en soledad,
y me seguiré quejando por ello como es natural.
Caronte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario