Las losas
siguiendo una terminología técnica e ingenieril podríamos decir que son elementos
constitutivos de un forjado, es decir, elementos superficiales planos de
hormigón pretensado, prefabricados en instalación fija exterior a la obra,
aligerados mediante alveolos longitudinales y diseñados para soportar cargas
producidas en forjados. Pero esto es meramente una definición basta, y aunque
pueda parecer compleja y que entraña bastante dificultades técnicas en su
ejecución y puede que para las mentes no acostumbradas a los lenguajes técnicos
ni a nada que tenga que ver con la construcción también en su comprensión.
No voy a hablar de
estar losas. Se haría demasiado pesado leer sobre un tema tan aburrido. Incluso
para mí sería tedioso leer sobre un asunto, que aunque pueda ser de interés por
la carrera que estoy estudiando, no me levanta el más mínimo interés. Pero
además también me sería muy complicado escribir más de lo que he puesto al
principio sobre lo que es una losa. No. No es de losas de construcción sobre lo
que quiero hablar. Nada tienen que ver las losas de hormigón con las losas que
cada persona llevamos encima auto impuestas por nuestra propia conciencia
culpable por algo, o porque la propia sociedad nos impone su carga hasta el
final de nuestros días diciéndonos que si intentamos deshacernos de ellas
seremos señalados con el dedo acusador invisible de un juez moral superior que
nos tachará de irresponsables y de querer ir contra lo establecido y grabado a
martillo y cincel sobre dichas losas. Es sobre estas losas ficticias,
metafóricas si nos queremos poner psicológicos, sobre las que quiero hablar, porque
son éstas las que en el fondo más pesan ya que, aunque no están hechas de
hormigón ni de ningún otro material de construcción, llevan encima todo el peso
de nuestros miedos, culpas, vergüenzas y sobre todo de nuestro pasado, incluso
aquel que no hemos vivido directamente.
Como he dicho hay
losas que pesan más que el hormigón, en masa o armado, y son aquéllas que las
personas cargamos sobre nuestros hombros y conciencias de manera personal e
individual. Lo sé porque yo mismo tengo de esas losas, una encima de otra, unas
más pesadas, otras más ligeras y que se sobrellevan mejor y que casi me ayudan
a estar siempre pendiente de ellas. Los seres humanos hacemos, decimos y
pensamos cosas que pueden acabar pesándonos demasiado por haberlas dicho, hecho
o pensado. Pero también, y es quizá el mayor peso que llevamos encima, es todo
aquello que nos callamos, que no hacemos y que en un momento no pensamos
aquello que puede permanecer más sobre nuestra conciencia y pesarnos durante
toda la vida sin capacidad alguna para aligerar dicho peso, dicha losa.
Quizá la losa más
pesada que por desgracia, y por una decisión casi mínima diría yo, tengo sobre
mis hombros y con la que creo que cargaré durante toda mi vida ya que formará
parte de mi propia estructura personal, de lo que soy y probablemente seré, es
mi propia carrera. Hace seis años tomé una decisión, que fue meditada, clara,
la cual entendí y acepté tomar en todos sus ámbitos y consecuencias: decidí
estudiar caminos porque me gustaba, porque quería ser útil a la sociedad,
porque quería construir obra civil y hacer más fácil la vida de la gente. Pero eso
fue al principio, antes de entrar en mi Escuela. Luego, tras seis años que
están a punto de acabarse (y que todavía no sé si es algo bueno o malo), me he
dado cuenta que nada de aquello que creía saber sobre mi carrera es cierto.
Ahora ni me ilusiona, ni me entusiasma ni creo que termine trabajando para
mejor la sociedad, sino más bien para mejorar la cuenta corriente de los dueños
de este tinglado maravilloso que es el sector de la construcción en España,
dominado por una secta profesional y unas docenas de familias que realizan sus
tejemanejes con total impunidad, amparados continuamente por el gobierno de
turno, sea del color que sea.
Me pesa y mucho
esa losa. Saber que habré pasado seis años de mi vida gastados, solo el tiempo
dirá si bien o mal, aunque mi impresión es que han sido tirados a la basura
completamente, acumulando conocimientos, recibiendo charlas durante horas y
horas sobre asuntos, temas y demás que sinceramente no me interesan lo más
mínimo, no es algo agradable de sobrellevar. Pero esta es una losa muy pesada
que llevaré siempre, porque nunca podré borrar ni desvivir estos años, siempre
estarán ahí. Se han acumulado recuerdos que muy difícilmente podrán ser
borrados por otros; en el fondo han sido seis años, que se dice pronto pero que
pasan muy lentamente en ocasiones, aunque este último se esté pasando más
rápidamente que ninguno. Nunca podré eliminar estos años de mi vida, ni tan
siquiera ocultarlos a nadie. Pesan y mucho como digo. Sin embargo también
quiero decir que aunque sí es cierto que esta losa me ha pesado mucho y en
ocasiones su peso casi me ha vencido hundiéndome en un fango también imaginario
y metafórico, creo que he terminado por acostumbrarme a él y ya no noto los
músculos tan agarrotados ni entumecidos. Supongo que mi conciencia, quién de
verdad soy aunque no lo sepa aún, ya han asumido ese peso y terminaré viviendo
con él como puede vivir un cojo con su cojera, o un madridista con su
minusvalía o un atlético sin Champions. En el fondo quiera o no, tengo que
asumir que esta losa es ya parte de quien soy, me define como a París la Torre
Eiffel y a Nueva York la Estatua de la Libertad: podrían pasar sin esos
símbolos y seguir siendo lo que son, pero con ellos son más reconocibles.
Todos tenemos de
estas losas. Todos antes o después terminamos eligiendo mal y arrastrando esa
decisión errónea a lo largo de muchos años, si no la vida entera. Nadie estamos
a salvo de equivocarnos y de que esas equivocaciones no terminen pesando
demasiado en nuestra conciencia y condicionando nuestro devenir. No podemos
evitar esas losas que tarde o temprano nos calzamos a la espalda, y aunque el
tiempo las deteriore e incluso las termine por aligerar hasta ser prácticamente
imperceptibles habrán dejado marca y huella de su paso y esto último siempre
quedará. Sobre los hombros llevará siempre la losa aquel que eligió mal y por
una mala decisión el rumbo de su vida fue uno en lugar de ser otro, aunque aquí
cabría reflexionar sobre el futuro no ocurrido, ni el presente vivido. Tampoco
somos capaces de determinar que si en vez de haber elegido un coche rojo con el
que tuvimos un accidente en el que resultaron muertas las personas a las que
más queríamos, hubiéramos elegido otro negro, el resultado hubiera sido
diferente. Siempre queda la duda del camino que hubiera resultado al atravesar
una puerta que nunca abrimos pero que estuvimos a punto de hacer. Solo está la
certeza de lo que pasó al atravesar la puerta que al final cruzamos y que puede
que no nos haya terminado de gustar. Yo mismo no sé si en vez de haber elegido
la carrera que estudio hoye, hace seis años hubiera elegido otra mi vida sería
hoy diferente. Quizá sin esta losa, a día de hoy no estaría escribiendo.
Pero hay losas y
losas. Unas pesan más en la conciencia y que son soportadas casi con
resignación, aunque no sin quejar. Pero hay otras losas que pesan más en el
corazón y el doble que una normal. A veces las personas por unos u otros
motivos nos comportamos con otras personas, amigos, familiares, gente a la que
queremos, de maneras poco decentes, si no totalmente detestables y reprobables,
dignas únicamente de tiranos sádicos y sangrientos que no buscan más que hacer
daño por el mero placer de sentirse bien consigo mismos, sin saber que no
consiguen más que permitir que el venenos irracional avance más rápidamente en
su organismo hasta que un día les autodestruya. Hacemos esto sin pensarlo en
frío, cosa que deberíamos hacer siempre, y que poca gente hace, aunque siempre
haya personas que dicen que lo hacen siempre para intentar hacerle los fuertes
de mente. Pero es que las cosas del corazón, lo que tiene que ver con los
sentimientos siempre va a dejar mucha más huella y marca que cualquier otro
asunto.
Estas losas
sentimentales siempre nos acompañan en nuestra vida. Siempre habrá alguien que
en su madurez recuerde con nostalgia, y algo de dolor también, a aquella chica
con la que fue durante todo un curso a la academia de francés, que le gustaba
tanto, y a la que nunca se atrevió a decir absolutamente nada sobre quedar a tomar
algo algún día. Pesarán mucho las losas del pasado también en estos asuntos,
esas que no nos damos cuenta que se ponen sobre nosotros hasta que debemos
hacer algo y comprobamos como no somos capaces de hacerlo por algo que nos lo
impide, llámese miedo, vergüenza o introversión. También de estas losas puedo
hablar sabiendo porque por desgracia las he sufrido, antes con más intensidad
que ahora, durante mucho tiempo. Y supongo también que en el fondo ahora mismo
también me estoy cargando con otra losa, que en principio no se ve, pero que
quizá con el tiempo salga a relucir. Losa que supone no tener, ni haber tenido
pareja y desearlo íntimamente tanto que la cabeza, en algunas ocasiones, cuando
la soledad acompañada se hace algo más evidente, solo es capaz de darle vueltas
a ese asunto haciendo que esa losa se vaya asentando poco a poco cada día un
poco más. Temo no poder quitármela, o al menos actuar venciendo el peso que
pueda ejercer sobre mí, llegado el momento y que me condicione el conocer a una
chica, quedándome paralizado pensando que no tengo nada que hacer, o temiendo
un rechazo, o simplemente no queriendo cagarla no sabiendo que hacer o decir.
Todos llevamos de
esas losas. Algunos las hemos descubierto, otros todavía es posible que vivan
en la ignorancia de su existencia. Es posible incluso que sin saberlo, o sin
darnos cuenta en el momento, haya losas que nos sean impuestas desde fuera sin
haber hecho nosotros nada, sino simplemente sufrir algo que nos haya marcado.
Losa sobre su autoestima llevará aquella persona que amando a otra se termine
por llevar una decepción dolorosa al comprobar que todo lo que haya podido
hacer, todo lo que se haya podido desvivir, por esa persona amada nunca ha sido
correspondido en el mismo grado, o compruebe que a posteriori, con la relación
terminada, esa persona a la que una vez llevó en el corazón y en la que no dejó
de pensar ni un solo minuto de su vida sí se desvive por otra persona. Estas
losas como digo pesan mucho y están sobre nosotros durante mucho tiempo, pudiendo
no aligerarse nunca. Aunque también puede ocurrir que sí que se acabe
eliminando casi por completo ese peso si en un momento determinado de nuestras
vidas encontramos a alguien que nos haga olvidar todo lo pasado y nos ame con
todo el corazón.
Pero estas son,
podríamos decir, las losas que cada persona llevamos sobre nosotros y nuestra
conciencia de manera personal e individual. Hay también losas que pertenecen a
la sociedad y que terminan por afectarnos a todos nosotros. Una de esas losas,
a mi manera de ver las cosas, es aquella que tiene que ver con lo que la
sociedad cree que es lo normal. Muchas veces la sociedad entiende por normal
aquello que siempre ha sido así, o ha parecido ser así. Muchas de estas losas
tienen que ver con la discriminación que sufren muchas personas a lo largo del
mundo y que por mucho que queramos eliminarlas no podremos, ya que sería como
intentar vaciar el mar usando una jeringuilla. Hablo aquí por ejemplo de la
sexualidad de las personas. Durante siglos, si no durante toda la historia de
la humanidad, ésta ha sido una de las losas más pesadas que la sociedad ha
llevado en su conjunto sobre sus hombros. Por naturaleza nos decían y está
grabado a fuego en nuestra conciencia, que un hombre debe estar con una mujer y
viceversa, y todo lo que se saliera de esta combinación era algo antinatural.
Ese concepto erróneo ha evitado que algo tan valioso como la felicidad calara
hondo en las sociedades.
Ahora como las
sociedades occidentales quieren ir de modernas y progresistas en derechos, la
homosexualidad está aceptada en gran medida. Hoy en día siempre que a un padre
le venga un hijo y le diga que le gustan los hombres, responderá que es tan
normal como que le gustaran las mujeres y que no hay ningún problema, pero lo
dirá con la boca chica sintiéndose totalmente decepcionado porque su hijo no
haya salido “normal” (vuelve aquí la palabra que tiene un significado más
globalmente distorsionado en cualquier lengua). Pero todo esto no es más que
maquillaje social, porque si quizá ahora la homosexualidad no es una losa que
pese tanto como hace unas décadas, se ha pasado todo ese inmenso peso a la
bisexualidad que todavía sigue siendo considerada ampliamente como algo
demasiado extravagante y vicioso como para poder ser aceptada. Y yo me
pregunto: ¿si lo que un ser humano busca en otro es cariño, respeto,
comprensión y amor mutuo, físico y psíquico, porqué solo se puede encontrar en
una parte de la sociedad, si esos sentimientos están en todos nosotros?
Mucho queda
todavía en la sociedad para eliminar por completa esas losas que impiden a las
personas vivir realmente en libertad y lo que es más importante, felices. He
puesto el ejemplo de la homosexualidad porque es la losa más oculta y que se
podía sobrellevar de manera más disimulada, aunque pesara mucho. Pero podría
haber hablado también del machismo, el racismo, o la discriminación por
creencias, ideologías, formas de vivir, etc. Losas todas ellas, que a medida
que el mundo y el hombre se fueron organizando y descubriendo lo peligroso que
podrían llegar a ser la felicidad y la libertad si se extendieran entre todas
las personas, fueron impuestas a la sociedad por parte de aquellos que se
designaron como líderes en cada sociedad.
Por último me
gustaría hablar de esas losas que en un determinado momento recaen sobre una
parte del mundo y que hacen que el planeta, un continente, una región o un país
no terminen por avanzar nunca. Estas losas, a diferencia de las anteriores,
podrían ser demolidas fácilmente, en un instante, pero que por fuerzas externas
se mantienen sobre nosotros como sociedad conjunta y nos impiden solucionar
asuntos que, es muy probable que por intereses ocultos y oscuros no interese
solventar. Sé que lo que a continuación voy a decir no va a gustar, o mejor
dicho, es probable que sea políticamente incorrecto, pero es lo que pienso.
Una de estas losas
impuestas a la sociedad, más concretamente a Europa y Occidente en general, es
la judía. Desde hace setenta años sobre los hombros y conciencias de Europa,
EE.UU. y occidente en general recae una losa pesadísima que además es apretada
sobre nosotros y recargada constantemente para que no se aligere con el tiempo.
Esa losa es el Holocausto Nazi contra el pueblo judío. No voy a negar aquí las
barbaridades que Alemania (Hitles y los suyos) hizo a los judíos, y que el
resto de Europa no queriendo saber, ignorando deliberadamente o no, dejó hacer.
He visto ese horror de primera mano en el Campo de Concentración de Dachau. He
visto lo que fue una cámara de gas y los hornos crematorios donde se eliminaron
de la faz de la tierras millones de almas. No voy, ni quiero negar que aquello
fuera inhumano. Pero lo que pasó ocurrió por la mente enferma y animal de un
monstruo, Hitler, y Europa, Alemania, pagaron por ello. Se pidió perdón al
pueblo judío y se le dio un hogar allí donde estaba la tierra de sus
antepasados. Ya han pasado setenta años de aquello y sin embargo seguimos
martirizándonos continuamente y creyendo que les debemos algo, no ya a los
judíos, sino al estado de Israel (que por cierto no son la misma cosa y la
gente confunde las críticas a Israel con sentimientos antisemitas). Pero Israel
y sus gobernantes, grandes expertos en hacer dinero de la guerra, han sabido
mantener esa losa sobre las conciencias del mundo occidental haciendo que la
culpa siga presente en nuestros recuerdos. Estoy convencido de que en el
momento en que desde Europa, o sobre todo desde EE.UU., se destruya esa losa la
paz llegará y se acabarán las muertes indiscriminadas (aunque esto supondrá,
claro está, que se acabará el chollo de Israel).
No creo que guste
lo que acabo de decir, pero es como lo veo. Tres cuartos de lo mismo podría
haber dicho de España y su [des]memoria histórica en relación con la Guerra
Civil. También como en el caso de la losa judía, esta losa típicamente española
lleva sobre la conciencia colectiva desde hace más de setenta años, y seguimos
sin conseguir quitárnosla. Sería fácil hacerlo si a las cosas se las nombrara
por su nombre y se pusiera a cada uno en su lugar. Pero esta losa es diferente
a las demás porque está llena de confusiones, no sabemos cuánto peso recae
sobre cada uno, ni cuánto tiempo llevamos con ese peso realmente. Pero es que
España es un país de mártires, siempre nos ha gustado llevar cargas que no nos
corresponden del todo y además lo hacemos con orgullo, casi sin importarnos
cargar con pesos que no son nuestros. La Guerra Civil fue un conflicto bélico
horrendo, sangriento y sin sentido alguno, que enfrentó a amigos y hermanos.
Como todas las guerras consistía en matar para no ser matado. Pero lo que vino
después, los cuarenta años de represión y tortura, física y moral, directa e
indirecta, sobre los vencidas, fue peor. Y es ahí donde entra la confusión.
Confundimos Guerra Civil con Dictadura Franquista, y no es lo mismo. Hasta que
no nos demos cuenta que sólo un bando fue el causante del desgarro generacional
que se produjo en este país y que ese bando fueron los que a la postre ganaron
la guerra no podremos quitarnos un peso que ya no nos corresponde. También es
cierto que siempre habrá ignorantes, necios e incultos que dirán lo contrario y
querrán que la confusión de términos y conceptos siga para no asumir ellos todo
el peso de la losa.
He aquí las losas
que la sociedad en su conjunto, y dependiendo de donde haya tocado nacer, lleva
sobre su conciencia y hombros. Las losas en el fondo son algo de lo que el ser
humano no nos vamos a poder librar con facilidad. Mucho menos podremos aligerar
aquellas losas que nosotros mismo nos imponemos como castigo y penitencia por
algo que hayamos hecho, queriendo o sin querer. Estas losas por desgracia, y si
no se aligeran a su debido tiempo, nos marcarán durante toda nuestra vida,
impidiendo afrontar nuestra corta vida con ligereza y libertad. Ojalá alguna
vez alguien descubra como eliminar esas losas de manera sencilla para que todos
seamos felices por fin.
Caronte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario