viernes, 1 de mayo de 2015

Losas

Las losas siguiendo una terminología técnica e ingenieril podríamos decir que son elementos constitutivos de un forjado, es decir, elementos superficiales planos de hormigón pretensado, prefabricados en instalación fija exterior a la obra, aligerados mediante alveolos longitudinales y diseñados para soportar cargas producidas en forjados. Pero esto es meramente una definición basta, y aunque pueda parecer compleja y que entraña bastante dificultades técnicas en su ejecución y puede que para las mentes no acostumbradas a los lenguajes técnicos ni a nada que tenga que ver con la construcción también en su comprensión.

No voy a hablar de estar losas. Se haría demasiado pesado leer sobre un tema tan aburrido. Incluso para mí sería tedioso leer sobre un asunto, que aunque pueda ser de interés por la carrera que estoy estudiando, no me levanta el más mínimo interés. Pero además también me sería muy complicado escribir más de lo que he puesto al principio sobre lo que es una losa. No. No es de losas de construcción sobre lo que quiero hablar. Nada tienen que ver las losas de hormigón con las losas que cada persona llevamos encima auto impuestas por nuestra propia conciencia culpable por algo, o porque la propia sociedad nos impone su carga hasta el final de nuestros días diciéndonos que si intentamos deshacernos de ellas seremos señalados con el dedo acusador invisible de un juez moral superior que nos tachará de irresponsables y de querer ir contra lo establecido y grabado a martillo y cincel sobre dichas losas. Es sobre estas losas ficticias, metafóricas si nos queremos poner psicológicos, sobre las que quiero hablar, porque son éstas las que en el fondo más pesan ya que, aunque no están hechas de hormigón ni de ningún otro material de construcción, llevan encima todo el peso de nuestros miedos, culpas, vergüenzas y sobre todo de nuestro pasado, incluso aquel que no hemos vivido directamente.

Como he dicho hay losas que pesan más que el hormigón, en masa o armado, y son aquéllas que las personas cargamos sobre nuestros hombros y conciencias de manera personal e individual. Lo sé porque yo mismo tengo de esas losas, una encima de otra, unas más pesadas, otras más ligeras y que se sobrellevan mejor y que casi me ayudan a estar siempre pendiente de ellas. Los seres humanos hacemos, decimos y pensamos cosas que pueden acabar pesándonos demasiado por haberlas dicho, hecho o pensado. Pero también, y es quizá el mayor peso que llevamos encima, es todo aquello que nos callamos, que no hacemos y que en un momento no pensamos aquello que puede permanecer más sobre nuestra conciencia y pesarnos durante toda la vida sin capacidad alguna para aligerar dicho peso, dicha losa.

Quizá la losa más pesada que por desgracia, y por una decisión casi mínima diría yo, tengo sobre mis hombros y con la que creo que cargaré durante toda mi vida ya que formará parte de mi propia estructura personal, de lo que soy y probablemente seré, es mi propia carrera. Hace seis años tomé una decisión, que fue meditada, clara, la cual entendí y acepté tomar en todos sus ámbitos y consecuencias: decidí estudiar caminos porque me gustaba, porque quería ser útil a la sociedad, porque quería construir obra civil y hacer más fácil la vida de la gente. Pero eso fue al principio, antes de entrar en mi Escuela. Luego, tras seis años que están a punto de acabarse (y que todavía no sé si es algo bueno o malo), me he dado cuenta que nada de aquello que creía saber sobre mi carrera es cierto. Ahora ni me ilusiona, ni me entusiasma ni creo que termine trabajando para mejor la sociedad, sino más bien para mejorar la cuenta corriente de los dueños de este tinglado maravilloso que es el sector de la construcción en España, dominado por una secta profesional y unas docenas de familias que realizan sus tejemanejes con total impunidad, amparados continuamente por el gobierno de turno, sea del color que sea.

Me pesa y mucho esa losa. Saber que habré pasado seis años de mi vida gastados, solo el tiempo dirá si bien o mal, aunque mi impresión es que han sido tirados a la basura completamente, acumulando conocimientos, recibiendo charlas durante horas y horas sobre asuntos, temas y demás que sinceramente no me interesan lo más mínimo, no es algo agradable de sobrellevar. Pero esta es una losa muy pesada que llevaré siempre, porque nunca podré borrar ni desvivir estos años, siempre estarán ahí. Se han acumulado recuerdos que muy difícilmente podrán ser borrados por otros; en el fondo han sido seis años, que se dice pronto pero que pasan muy lentamente en ocasiones, aunque este último se esté pasando más rápidamente que ninguno. Nunca podré eliminar estos años de mi vida, ni tan siquiera ocultarlos a nadie. Pesan y mucho como digo. Sin embargo también quiero decir que aunque sí es cierto que esta losa me ha pesado mucho y en ocasiones su peso casi me ha vencido hundiéndome en un fango también imaginario y metafórico, creo que he terminado por acostumbrarme a él y ya no noto los músculos tan agarrotados ni entumecidos. Supongo que mi conciencia, quién de verdad soy aunque no lo sepa aún, ya han asumido ese peso y terminaré viviendo con él como puede vivir un cojo con su cojera, o un madridista con su minusvalía o un atlético sin Champions. En el fondo quiera o no, tengo que asumir que esta losa es ya parte de quien soy, me define como a París la Torre Eiffel y a Nueva York la Estatua de la Libertad: podrían pasar sin esos símbolos y seguir siendo lo que son, pero con ellos son más reconocibles.

Todos tenemos de estas losas. Todos antes o después terminamos eligiendo mal y arrastrando esa decisión errónea a lo largo de muchos años, si no la vida entera. Nadie estamos a salvo de equivocarnos y de que esas equivocaciones no terminen pesando demasiado en nuestra conciencia y condicionando nuestro devenir. No podemos evitar esas losas que tarde o temprano nos calzamos a la espalda, y aunque el tiempo las deteriore e incluso las termine por aligerar hasta ser prácticamente imperceptibles habrán dejado marca y huella de su paso y esto último siempre quedará. Sobre los hombros llevará siempre la losa aquel que eligió mal y por una mala decisión el rumbo de su vida fue uno en lugar de ser otro, aunque aquí cabría reflexionar sobre el futuro no ocurrido, ni el presente vivido. Tampoco somos capaces de determinar que si en vez de haber elegido un coche rojo con el que tuvimos un accidente en el que resultaron muertas las personas a las que más queríamos, hubiéramos elegido otro negro, el resultado hubiera sido diferente. Siempre queda la duda del camino que hubiera resultado al atravesar una puerta que nunca abrimos pero que estuvimos a punto de hacer. Solo está la certeza de lo que pasó al atravesar la puerta que al final cruzamos y que puede que no nos haya terminado de gustar. Yo mismo no sé si en vez de haber elegido la carrera que estudio hoye, hace seis años hubiera elegido otra mi vida sería hoy diferente. Quizá sin esta losa, a día de hoy no estaría escribiendo.

Pero hay losas y losas. Unas pesan más en la conciencia y que son soportadas casi con resignación, aunque no sin quejar. Pero hay otras losas que pesan más en el corazón y el doble que una normal. A veces las personas por unos u otros motivos nos comportamos con otras personas, amigos, familiares, gente a la que queremos, de maneras poco decentes, si no totalmente detestables y reprobables, dignas únicamente de tiranos sádicos y sangrientos que no buscan más que hacer daño por el mero placer de sentirse bien consigo mismos, sin saber que no consiguen más que permitir que el venenos irracional avance más rápidamente en su organismo hasta que un día les autodestruya. Hacemos esto sin pensarlo en frío, cosa que deberíamos hacer siempre, y que poca gente hace, aunque siempre haya personas que dicen que lo hacen siempre para intentar hacerle los fuertes de mente. Pero es que las cosas del corazón, lo que tiene que ver con los sentimientos siempre va a dejar mucha más huella y marca que cualquier otro asunto.

Estas losas sentimentales siempre nos acompañan en nuestra vida. Siempre habrá alguien que en su madurez recuerde con nostalgia, y algo de dolor también, a aquella chica con la que fue durante todo un curso a la academia de francés, que le gustaba tanto, y a la que nunca se atrevió a decir absolutamente nada sobre quedar a tomar algo algún día. Pesarán mucho las losas del pasado también en estos asuntos, esas que no nos damos cuenta que se ponen sobre nosotros hasta que debemos hacer algo y comprobamos como no somos capaces de hacerlo por algo que nos lo impide, llámese miedo, vergüenza o introversión. También de estas losas puedo hablar sabiendo porque por desgracia las he sufrido, antes con más intensidad que ahora, durante mucho tiempo. Y supongo también que en el fondo ahora mismo también me estoy cargando con otra losa, que en principio no se ve, pero que quizá con el tiempo salga a relucir. Losa que supone no tener, ni haber tenido pareja y desearlo íntimamente tanto que la cabeza, en algunas ocasiones, cuando la soledad acompañada se hace algo más evidente, solo es capaz de darle vueltas a ese asunto haciendo que esa losa se vaya asentando poco a poco cada día un poco más. Temo no poder quitármela, o al menos actuar venciendo el peso que pueda ejercer sobre mí, llegado el momento y que me condicione el conocer a una chica, quedándome paralizado pensando que no tengo nada que hacer, o temiendo un rechazo, o simplemente no queriendo cagarla no sabiendo que hacer o decir.

Todos llevamos de esas losas. Algunos las hemos descubierto, otros todavía es posible que vivan en la ignorancia de su existencia. Es posible incluso que sin saberlo, o sin darnos cuenta en el momento, haya losas que nos sean impuestas desde fuera sin haber hecho nosotros nada, sino simplemente sufrir algo que nos haya marcado. Losa sobre su autoestima llevará aquella persona que amando a otra se termine por llevar una decepción dolorosa al comprobar que todo lo que haya podido hacer, todo lo que se haya podido desvivir, por esa persona amada nunca ha sido correspondido en el mismo grado, o compruebe que a posteriori, con la relación terminada, esa persona a la que una vez llevó en el corazón y en la que no dejó de pensar ni un solo minuto de su vida sí se desvive por otra persona. Estas losas como digo pesan mucho y están sobre nosotros durante mucho tiempo, pudiendo no aligerarse nunca. Aunque también puede ocurrir que sí que se acabe eliminando casi por completo ese peso si en un momento determinado de nuestras vidas encontramos a alguien que nos haga olvidar todo lo pasado y nos ame con todo el corazón.

Pero estas son, podríamos decir, las losas que cada persona llevamos sobre nosotros y nuestra conciencia de manera personal e individual. Hay también losas que pertenecen a la sociedad y que terminan por afectarnos a todos nosotros. Una de esas losas, a mi manera de ver las cosas, es aquella que tiene que ver con lo que la sociedad cree que es lo normal. Muchas veces la sociedad entiende por normal aquello que siempre ha sido así, o ha parecido ser así. Muchas de estas losas tienen que ver con la discriminación que sufren muchas personas a lo largo del mundo y que por mucho que queramos eliminarlas no podremos, ya que sería como intentar vaciar el mar usando una jeringuilla. Hablo aquí por ejemplo de la sexualidad de las personas. Durante siglos, si no durante toda la historia de la humanidad, ésta ha sido una de las losas más pesadas que la sociedad ha llevado en su conjunto sobre sus hombros. Por naturaleza nos decían y está grabado a fuego en nuestra conciencia, que un hombre debe estar con una mujer y viceversa, y todo lo que se saliera de esta combinación era algo antinatural. Ese concepto erróneo ha evitado que algo tan valioso como la felicidad calara hondo en las sociedades.

Ahora como las sociedades occidentales quieren ir de modernas y progresistas en derechos, la homosexualidad está aceptada en gran medida. Hoy en día siempre que a un padre le venga un hijo y le diga que le gustan los hombres, responderá que es tan normal como que le gustaran las mujeres y que no hay ningún problema, pero lo dirá con la boca chica sintiéndose totalmente decepcionado porque su hijo no haya salido “normal” (vuelve aquí la palabra que tiene un significado más globalmente distorsionado en cualquier lengua). Pero todo esto no es más que maquillaje social, porque si quizá ahora la homosexualidad no es una losa que pese tanto como hace unas décadas, se ha pasado todo ese inmenso peso a la bisexualidad que todavía sigue siendo considerada ampliamente como algo demasiado extravagante y vicioso como para poder ser aceptada. Y yo me pregunto: ¿si lo que un ser humano busca en otro es cariño, respeto, comprensión y amor mutuo, físico y psíquico, porqué solo se puede encontrar en una parte de la sociedad, si esos sentimientos están en todos nosotros?

Mucho queda todavía en la sociedad para eliminar por completa esas losas que impiden a las personas vivir realmente en libertad y lo que es más importante, felices. He puesto el ejemplo de la homosexualidad porque es la losa más oculta y que se podía sobrellevar de manera más disimulada, aunque pesara mucho. Pero podría haber hablado también del machismo, el racismo, o la discriminación por creencias, ideologías, formas de vivir, etc. Losas todas ellas, que a medida que el mundo y el hombre se fueron organizando y descubriendo lo peligroso que podrían llegar a ser la felicidad y la libertad si se extendieran entre todas las personas, fueron impuestas a la sociedad por parte de aquellos que se designaron como líderes en cada sociedad.

Por último me gustaría hablar de esas losas que en un determinado momento recaen sobre una parte del mundo y que hacen que el planeta, un continente, una región o un país no terminen por avanzar nunca. Estas losas, a diferencia de las anteriores, podrían ser demolidas fácilmente, en un instante, pero que por fuerzas externas se mantienen sobre nosotros como sociedad conjunta y nos impiden solucionar asuntos que, es muy probable que por intereses ocultos y oscuros no interese solventar. Sé que lo que a continuación voy a decir no va a gustar, o mejor dicho, es probable que sea políticamente incorrecto, pero es lo que pienso.

Una de estas losas impuestas a la sociedad, más concretamente a Europa y Occidente en general, es la judía. Desde hace setenta años sobre los hombros y conciencias de Europa, EE.UU. y occidente en general recae una losa pesadísima que además es apretada sobre nosotros y recargada constantemente para que no se aligere con el tiempo. Esa losa es el Holocausto Nazi contra el pueblo judío. No voy a negar aquí las barbaridades que Alemania (Hitles y los suyos) hizo a los judíos, y que el resto de Europa no queriendo saber, ignorando deliberadamente o no, dejó hacer. He visto ese horror de primera mano en el Campo de Concentración de Dachau. He visto lo que fue una cámara de gas y los hornos crematorios donde se eliminaron de la faz de la tierras millones de almas. No voy, ni quiero negar que aquello fuera inhumano. Pero lo que pasó ocurrió por la mente enferma y animal de un monstruo, Hitler, y Europa, Alemania, pagaron por ello. Se pidió perdón al pueblo judío y se le dio un hogar allí donde estaba la tierra de sus antepasados. Ya han pasado setenta años de aquello y sin embargo seguimos martirizándonos continuamente y creyendo que les debemos algo, no ya a los judíos, sino al estado de Israel (que por cierto no son la misma cosa y la gente confunde las críticas a Israel con sentimientos antisemitas). Pero Israel y sus gobernantes, grandes expertos en hacer dinero de la guerra, han sabido mantener esa losa sobre las conciencias del mundo occidental haciendo que la culpa siga presente en nuestros recuerdos. Estoy convencido de que en el momento en que desde Europa, o sobre todo desde EE.UU., se destruya esa losa la paz llegará y se acabarán las muertes indiscriminadas (aunque esto supondrá, claro está, que se acabará el chollo de Israel).

No creo que guste lo que acabo de decir, pero es como lo veo. Tres cuartos de lo mismo podría haber dicho de España y su [des]memoria histórica en relación con la Guerra Civil. También como en el caso de la losa judía, esta losa típicamente española lleva sobre la conciencia colectiva desde hace más de setenta años, y seguimos sin conseguir quitárnosla. Sería fácil hacerlo si a las cosas se las nombrara por su nombre y se pusiera a cada uno en su lugar. Pero esta losa es diferente a las demás porque está llena de confusiones, no sabemos cuánto peso recae sobre cada uno, ni cuánto tiempo llevamos con ese peso realmente. Pero es que España es un país de mártires, siempre nos ha gustado llevar cargas que no nos corresponden del todo y además lo hacemos con orgullo, casi sin importarnos cargar con pesos que no son nuestros. La Guerra Civil fue un conflicto bélico horrendo, sangriento y sin sentido alguno, que enfrentó a amigos y hermanos. Como todas las guerras consistía en matar para no ser matado. Pero lo que vino después, los cuarenta años de represión y tortura, física y moral, directa e indirecta, sobre los vencidas, fue peor. Y es ahí donde entra la confusión. Confundimos Guerra Civil con Dictadura Franquista, y no es lo mismo. Hasta que no nos demos cuenta que sólo un bando fue el causante del desgarro generacional que se produjo en este país y que ese bando fueron los que a la postre ganaron la guerra no podremos quitarnos un peso que ya no nos corresponde. También es cierto que siempre habrá ignorantes, necios e incultos que dirán lo contrario y querrán que la confusión de términos y conceptos siga para no asumir ellos todo el peso de la losa.

He aquí las losas que la sociedad en su conjunto, y dependiendo de donde haya tocado nacer, lleva sobre su conciencia y hombros. Las losas en el fondo son algo de lo que el ser humano no nos vamos a poder librar con facilidad. Mucho menos podremos aligerar aquellas losas que nosotros mismo nos imponemos como castigo y penitencia por algo que hayamos hecho, queriendo o sin querer. Estas losas por desgracia, y si no se aligeran a su debido tiempo, nos marcarán durante toda nuestra vida, impidiendo afrontar nuestra corta vida con ligereza y libertad. Ojalá alguna vez alguien descubra como eliminar esas losas de manera sencilla para que todos seamos felices por fin.

            Caronte.

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