domingo, 1 de junio de 2014

Letras en el parque

Hace ya casi un año que me despedí de la Feria del Libro 2013 deseando dar la bienvenida a la del año 2014, y ayer fui a servirle honores a la mayor fiesta de los libros que se celebra no ya solo en Madrid sino en España. Muchos son 365 para pasarlos deseando que llegue algo, pero si ese algo merece la pena la espera no es tan dura, y si mientras tanto uno puede estar acompañado por libros, sumergido en un mar de letras mejor que mejor. Todos los años, desde hace ya unos cuantos, cuando se acerca el mes de junio empiezo a pensar única y exclusivamente en ir a la Feria del Libro; desde primeros de mayo empiezo a ansiar con fuerza que se abran las decenas de casetas que jalonan todo el paseo de coches de los Jardines del Buen Retiro, y poder ir a mezclarme en la marea humana que llena el asfalto y que impide que se pueda ver. Es un ritual que llevo repitiendo muchos años, y al cual solo faltaría por causa de enfermedad, ni siquiera los exámenes de la universidad (ni mucho menos algo que no merece la pena como mi Escuela iba a impedirme ir a la Feria) han impedido que vaya año tras año y un par de días a la Feria a comprar algún libro; y espero no faltar en el futuro sean cuales sean las circunstancias personales que tenga en cada momento. Para mí la Feria del Libro es uno de los eventos insustituibles a los que asisto todos los años.

Como corresponde a un buen fin de semana de Feria del Libro, la tarde estaba radiante con un cielo pintado con un intenso color azul propio y digno de la mejor de las primaveras, lleno a su vez de esponjosas nubes de algodón blanco. Como buen fin de semana ferial el cielo aunque de cara amable guardaba a lo lejos la amenaza de la lluvia, fiera enemiga de los libreros y del papel, pero ¿qué sería una Feria del Libro sin uno de esos magníficos e inesperados caparrones primaverales que pillan desprevenidos a la multitud de paseantes y lectores que abarrotan las casetas? No sería lo mismo ir al Retiro en estas dos semanas si no hubiese esa permanente amenaza oculta de poder acabar un poco mojados y tener que correr a protegerse bajo los toldos color crema de las diferentes casetas de la Feria, o a cobijarse bajo las enormes verdes copas de los árboles. Esto también es la Feria del Libro. Recuerdo hace unos años una tarde que estaba en la Feria acompañado de un buen amigo, Ángel (espero que no le moleste que use su nombre), con quien desde que estoy en la universidad he estado yendo año tras año al menos uno de los tres sábados que cubre la Feria y que desgraciadamente para mí, aunque también con cierta alegría por él, este año no podrá acompañarme por estar en Múnich de Erasmus. Aquella tarde, hace dos o tres años, estaba igual que la de este año, el mismo cielo, las mismas nubes, sin embargo hacía algo más de viento lo que hizo que de repente y sin que nadie de los aficionados a los libros que estábamos en el Retiro nos lo esperáramos cayó un chaparrón más propio de latitudes ecuatoriales, de una intensidad endiablada las gotas caían intentando hacer daño y perforar las delicadas bolsas de papel en la que los afortunados compradores de libros llevan sus adquisiciones. Dicha tromba de agua duró apenas cinco minutos e hizo que todos los visitantes de la Feria buscaran refugio donde fuera. Ángel y yo nos refugiamos a la altura del Florida Park debajo del toldo de una de las casetas con otras personas. Los libreros, con buen ojo, en cuanto vieron que el agua caía con esa violencia se apresuraron a extender los toldos para intentar dar cobijo a la mayor parte de la gente allí congregada aquella tarde. Una vez la tormenta, más bien la nube maldita, pasó, todo volvió a la normalidad, eso sí al menos yo volví más contento que antes de la tromba, me resultó gracioso vernos correr para intentar no mojarnos, bueno Ángel corría poco, y es que como buen boy scout estaba acostumbrado a mojarse. Tengo muy buenos recuerdos de las Ferias del Libro pasadas con Ángel, no puedo olvidar que con él fue la primera vez que fui a que un autor me firmara un libro, en aquella ocasión y hace ya un par de años fue Eduardo Mendoza y Almudena Grandes, y la verdad es que para lo nervioso que estuve entonces y que cada vez que voy a que me firme un autor algún libro, he de decir que Ángel estaba más que tranquilo, no se inmutaba ante nada. Espero este año poder ir con otros amigos y poder también guardar buenos recuerdos de ello, aunque para ello tenga que sacar el látigo y obligarles a acompañarme al Paseo de Coches.

Sin embargo este año había una importante diferencia con los anteriores, y es que la temperatura que hacía para estar en junio, en las postrimerías de la primavera se me antojaba más otoñal, de principios de dicha estación, que propia de las fechas en las que estábamos (a tres semanas de la llegada del invierno), pero es que todos sabemos que hasta el cuarenta de mayo…No voy a ser yo quien se queje de la temperatura que hacía, para mí era perfecta para estar en la Feria, para ir de caseta en caseta buscando esos libros que estaban esperándome; aunque tengo que reconocer que se me hizo raro ver poca ropa de verano, pocas camisetas y camisas de manga corta, poco pantalón bermudas y poco tirante en las chicas, sólo unos pocos se atrevían con esas prendas, más bien para llamar la atención que porque fueran necesarias. Algo raro sí, pero todavía estábamos en el primer sábado de Feria, quedaban dos más y el calor seguro que iba a llegar. Como he dicho la tarde estaba perfecta para ir a ver, descubrir y comprar algunos libros, pero además yo iba a que varios de mis autores preferidos, algunos descubiertos en el último año, me firmaran varios libros, y a ello me dispuse con la ayuda de mis padres. El primer objetivo fue la gran Julia Navarro, autora de entre otros libros “Dime quien soy” y “Dispara, yo ya estoy muerto”, dos novelas inmensas (más de 950 páginas cada una) cuyas páginas cuentas dos grandes historias conmovedoras llenas de intensidad, aunque a mí la que más me gustó fue la primera; a pesar de que yo pensaba que por fama y ventas íbamos a tener que esperar una larga cola para que nos firmara estos dos libros la verdad fue que fue llegar y besar el santo, no tuvimos que esperas más que la autora firmara a una persona. Cuando nos llegó el turno mi madre saludó efusivamente a la escritora y expuso sus opiniones sobre los dos libros, yo en este caso guardé algo más de silencio, dejé que fuera mi madre a quien también le hacía mucha ilusión aquello que dijera para quien tenía que dedicar los dos libros. Una vez firmados estos dos grandes libros, que pesan un quintal, seguimos avanzando por el Paseo de Coches hasta poder alcanzar a nuestro siguiente objetivo, éste ya algo más personal mío. En este caso tampoco tuvimos que esperar mucho, algo más que para Julia Navarro pero no mucho más, y es que Javier Reverte es el mejor escritor de libros de viajes que hay en este país, y aunque menor que en otros géneros, también tiene un público muy importante al que desde que he terminado de leer “El sueño de África” me he incorporado. Si Julia Navarro me había parecido una escritora, tímida, poco acostumbrada a las grandes masas que conlleva la Feria del Libro, Javier Reverte, por el contrario me pareció una persona ya veterana en estas lides, y mucho más amable y cercano como escritor, algo que también se ve en la dedicatoria que me hizo en el libro que he citado y en otro que me compré para que también me lo firmara, en este caso la adquisición fue “El río de la luz”.

Poco a poco iba cumpliendo mis objetivos, tanto de libros como de firmas. El siguiente era Juan Eslava Galán un escritor de novela normal y corriente, pero también de libros de historia contada de una manera muy peculiar, muy amena desde puntos de vista poco convencionales y añadiendo anécdotas que ayudan a que la historia no sea tan densa como es de costumbre (aunque a mí me guste tal como es de normal); y eran dos de estos libros de historia, “Historia de España contada para escépticos” y “Historia del mundo contada para escépticos” los que llevé para que me firmara. También en este caso Eslava Galán me pareció un tipo muy simpático y corriente, hablador y muy amable, y también como en el caso de Javier Reverte, sus dedicatorias fueron algo más extensas y personales que las de Julia Navarro. Pero cada autor es un mundo, y no hay que olvidar que son también personas como sus lectores, y como personas cada cual es diferente. La tarde seguía avanzando y las nubes iniciales de algodón empezaban a transformarse en amenazantes nubes grises de chaparrón, pero todavía no eran más que posibles amenazas, una espada de Damocles que teníamos que aceptar. Da la casualidad que sin esperármelo descubrí que un autor que no pensaba que iba a firmar libros esa tarde estaba haciéndolo, y para no desperdiciar dicha oportunidad decidí comprar un libro suyo para que estampase su rúbrica en él. Este autor, para mí uno de mis preferidos era Javier Marías, alguien que a no mucho tardar estoy convencido que se convertirá en el próximo Premio Nobel español, por mucho que otro buen amigo mío se ría de mí cada vez que lo digo, guarden estas palabras queridos lectores, guarda estas palabras querido amigo mío. Como he dicho para aprovechar la presencia inesperada de Javier Marías decidí comprar su libro “Todas las almas” y llevárselo a que me lo firmara. He de decir que ya había ido anteriormente a que Javier Marías me firmara unos libros, fue durante el Día del Libro, y creo que no he estado más nervioso en toda mi vida que aquel 23 de abril, de verdad; por tanto esa tarde en la Feria del Libro ya sabía a quién me enfrentaba, a una persona algo arisca a la primera impresión pero muy amable y agradecido con sus lectores una vez te sueltas a hablar y cruzas unas palabras con él; por cierto he de decir que es zurdo, algo que me sorprendió bastante, no por nada malo sino porque no me lo imaginaba.

La tarde estaba ya más que completa. Mis objetivos estaban sobradamente cumplidos, mis padres cargados de bolsas con libros traídos de casa para que fueran firmados y de nuevas adquisiciones. Sin embargo me quedaba por hacer una compra, y es que desde que leí en El País un artículo relacionado con este libro, he estado esperando que llegara la Feria del Libro para poder adquirirlo; “Nos vemos allá arriba” de Pierre Lemaitre es la novela ganadora del premio más prestigioso de las letras francesas, y trata sobre la Gran Guerra de cuyo fatídico inicio se conmemoran este año 100 años. La tarde de libros por el Retiro, mi tarde de libros por el Retiro con mis padres estaba llegando a su fin, y la lluvia parecía que iba a hacer acto de presencia para también honrar a la Feria en su nueva edición. Por ese sábado todos mis planes se habían cumplido y con creces, había ido a la Feria del Libro, había comprado algunos nuevos ejemplares y había llevado otros a que me los firmaran sus autores, y además había conocido a dichos autores, ¿qué más podía pedir? Nada. Ya sólo me quedaba esperar a que llegara el siguiente sábado para volver a acercarme a ese gran pulmón que son los Jardines del Buen Retiro, porque a diferencia de Central Park o Hyde Park, El Retiro es un jardín que en su día perteneció al que probablemente hubiera sido el palacio más imponente de toda Europa si no hubiera sido por los facinerosos de los gabachos que durante la Guerra de Independencia española usaron la fachada del Palacio del Buen Retiro como diana para hacer prácticas de tiro.

Sólo quedaban ya siete días para poder volver a acercarme a la Feria del Libro, a respirar el ambiente literario que se vive a lo largo de todo el Paseo de Coches, a intentar hacerme paso por entre la gente que se agolpa delante de las casetas para, sin haber comprado nada y sin tener la intención de que algún autor les firme algún libro, poder ver a ese famoso que firma libros. Esto es en sí mimo la Feria del Libro, la aglomeración de gente, oler a libro nuevo, a tinta recién impresa, a hojas llenas de historias, pasear o intentarlo entre la gente, a admirar la exposición de fotografía que alrededor del Florida Park acompaña a los visitantes y que ameniza el paseo, el buscar la complicidad de los escritores, el comprar alguna novela que llevabas años deseando tener entre tus dedos, el descubrir novelas que ni te pensabas que existían pero que te estaban esperando. Esto es la Feria para mí, y no lo cambio por nada del mundo. El siguiente sábado tocará intentar convencer a algún amigo para que me acompañe ya que Ángel, como he dicho, está en Alemania, pero seguro que lo consigo, ¿qué mejor plan hay para un sábado por la tarde que ir al Retiro? Ninguno. ¿Estudiar? Ni pensarlo, no merece la pena. Mientras tanto, mientras pasa la semana, sé que los libros seguirán allí esperándome hasta el fin de semana siguiente, desenado que los coja entre mis manos y los abra para descubrir las historias que encierra el mar de letras de sus páginas. Y yo iré como llamado por las sirenas, a cuyo canto no me podré resistir, y no querré resistirme.


Caronte.

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