Pues parece que
quinto se va acabando, el curso ya está prácticamente finiquitado, faltan los
últimos flecos ya casi testimoniales aunque también importantes. Para mí el día
20 de junio tras acabar el examen de ingeniería
del tráfico habrá terminado mi paso por quinto curso de la Escuela de
Caminos de Madrid, aunque me quede alguna asignatura para septiembre yo eso no
lo considero quinto sino los principios de sexto aunque de las asignaturas que
se supone que me tendría que examinar fueran de quinto aún. Da igual. Quinto ya
es historia, o casi, y menos mal porque la carrera cada curso que ha ido
pasando se me ha ido haciendo cada vez más cuesta arriba y lo único que deseo
ya es que acabe pronto.
Podría estar ya de
vacaciones, disfrutando de la rutina de mierda que el tiempo libre me impone y
que la ausencia de clases en la universidad acentúa aún más si quiera, pero
este año, los lumbreras diseñadores del calendario universitario de exámenes
han decidido hacen malabares absurdos con las fechas de los diferentes exámenes
y me han endiñado, a mí y a mis compañeros de especialidad, un examen en medio
de un puente, el del Corpus. ¡Qué genios! De verdad mi más sincera enhorabuena
a quiénes hayan decidido que el día 20 de junio, viernes, haya examen en la
Escuela. Pero no contentos con eso, que supongo les parecía poca cosa, encima
dicho examen es a las cuatro de la tarde y tiene una duración de dos horas y
media; siendo ingeniería del tráfico una asignatura cuatrimestral de
especialidad me parece más que desproporcionado cuando los exámenes de este año
de momento no están siendo extremadamente largos (gracias a Dios, que en el
caso de la Escuela supongo que será el director de la misma, que las
asignaturas de este curso ya no tienen exámenes de duración total más de cuatro
horas contando un descanso). Cabría esperar mayor diligencia a la hora de
diseñar los calendarios de exámenes pero parece ser que este año los han hecho
con los dados, o jugando a los dardos poniendo un calendario en una pared y
tirando con los ojos vendados los dardos y donde caían pues habían caído.
No encuentro más
explicación que esta a cómo han caído, al menos en quinto los exámenes de los
segundos parciales y finales de junio. No es posible que en cuatro días del 24
al 27 de mayo tuviéramos dos exámenes, y además de dos de las asignaturas más
duras y con mayor temario del curso y luego casi en 25 días sólo tuviéramos
tres exámenes. Y digo solo, no porque crea que deberíamos haber tenido más,
para nada, con los que hemos tenido ha sido suficiente, sino que no veo lógica
a que para las asignaturas más jodidas haya tanta prisa por poner los exámenes
y colocarlos tan juntitos en el tiempo y para el resto se tomen tantísimo
tiempo. Lo único bueno que esto ha tenido ha sido que este período de exámenes
de quinto, para mí, ha sido el más relajado de cuantos llevo en la Escuela, eso
no quiere decir que sea algo general, tengo amigos y compañeros que por
desgracias que se producen en esta carrera, o por caprichos de ciertos
catedráticos amargados con su vida marital, tienen asignaturas pendientes del
año pasado y están bastante agobiados, dicho sea de paso. Con esto no pido que
los exámenes estén todos juntos en una única semana, lo que supondría nuestra
muerte y la destrucción de nuestra columna vertebral debido a los magníficos
taburetes de hojalata tan cómodos en los que debemos hacer los exámenes, pero
tampoco creo que una separación entre ellos de una semana sea algo normal,
cuando en cinco años este curso ha sido el primero en que se ha dado un
calendario de exámenes tan perfectamente diseñado.
Pero bueno en el
fondo la cuestión es que ya se ha acabado quinto. ¡Adiós quinto! ¡Hasta nunca!
Me alegro de que haya acabado este curso tan, cómo definirlo sin llegar a herir
sensibilidades, tan realista. Creo que realista es la palabra adecuada para
definir mi paso por este penúltimo curso de la carrera. Realista porque me he
dado cuenta de lo que realmente nunca tuve que hacer que fue empezar esta
carrera; este ha sido el año en el que he visto por fin que no quiero
pertenecer a este mundo de la ingeniería civil tal y como está planteado a día
de hoy en este país; no quiero pertenecer a esa “casta”, palabra tan de moda
últimamente en los medios de comunicación, a la que creo que esta carrera y
esta Escuela acaban conduciendo, casta que sólo va a velar por sus propios
intereses cuando el fin último de un ingeniero de caminos es el de realizar la
obra pública que haga bien a la sociedad en su conjunto y no a unos intereses
económicos (intereses particulares de unos pocos a los que muchos en mi escuela
querrían pertenecer, algunos de los cuáles algún día lograrán) que nada tiene
que ver con la sociedad a la que un ingeniero debería servir siempre. Pero no,
es mucho más importante llenarte el bolsillo con un suculento contrato de obra
pública aún a sabiendas que esa obra que vas a llevar a cabo no sólo no es necesaria
sino que cuesta mucho menos de lo que en realidad se dice; y así es como a día
de hoy en España tenemos grandes infraestructuras civiles (carreteras, aeropuertos,
vías de ferrocarril, etc.) que no sólo no son rentables, que por ser algo que
se supone se realiza por el bien y la mejora de la calidad de vida de los
ciudadanos no tendría por qué dar beneficios, sino que están costando dinero a
todos por el mero hecho de que había un político que quería tener un aeropuerto
en su provincia (véanse los casos de Castellón, Ciudad Real o Reus), unos alcaldes
que querían que el AVE parara por su pueblo, y digo pueblo con todo el
significado del mundo, porque se supone que es algo que todo pueblo debería
tener (el caso de Tardienta en la provincia de Huesca es muy ilustrativo de
esto que digo, con menos de 1000 habitantes tiene estación de AVE, con un par
di que sí que se sientan orgullosos en ese pueblo). Sin embargo el caso más
hiriente de todos los excesos en obra civil, patrocinada y firmada por gente de
la que una vez haya acabado la carrera seré compañero de profesión, son las
autopistas radiales de peaje que se han hecho por toda España; en este caso
para que los empresas privadas que exigían construir y posteriormente explotar
dichas carreteas, éstas tenían que presentar una serie de informes en los que
aparecieran las previsiones de uso de las autopistas, informes firmados por
ingenieros de caminos, canales y puertos; esto informes dijeron que iban a tener
un tráfico casi estratosférico y que iban a ser más que rentables quitando
incluso vehículos a las autovías estatales. Pues bueno, la realidad no sólo ha
dicho que estos informen fueron erróneos, sino que sabiendo ahora lo que sé por
estar en la carrera que estoy me doy cuenta de que esos informes no fueron
erróneos sino simplemente falseados, y firmados por el correspondiente
ingeniero de caminos, con el aval, y quizá la premisa también, de los políticos
interesados y los empresarios con intereses económicos particulares y a quienes
los intereses de la gente pues como que les dan igual. Estos ingenieros de
caminos que firmaban dichos informen y firman a día de hoy muchos proyectos
cuyos presupuestos se infravaloran para que así luego las empresas puedan pedir
más dinero, prefirieron obviamente llevarse un buen pellizco sacrificándose su
profesionalidad. Pero claro la honradez no es materia de examen y por tanto no
interesa ni aprenderla ni enseñarla, porque si no todo el chiringuito levantado
desde hace ya muchas décadas podría dejar de ser rentable para unos pocos.
Yo no quiero
pertenecer a este mundo, y quinto me ha terminado por dar la razón, y abrirme
los ojos ante este caciquismo que desde hace muchos años hunde a España. Guste
o no los ingenieros de caminos participan de este juego, ¿qué no son los
verdaderos responsables?, pues claro que no pero con sus firmas, nuestras
firmas, somos cómplices del trapicheo. Yo no quiero formar parte de una
profesión que parece tan alejada del mundo real, al que tan pegada tendría que
estar porque nuestras obras, las usan todos los ciudadanos sea cual sea su condición,
y es para los ciudadanos para quienes tendríamos que construir no para los
intereses de unos pocos, como ya he dicho antes. Pero quinto ya se ha acabado,
ya sólo queda sexto para abandonar por fin esta carrera. El año pasado, en
cuarto hubo muchas ocasiones en que pensé no empezar quinto, dejarlo todo
cuando me empezaba a dar cuanta como olían ciertas cosas, pero no lo hice
porque creí que tirar por la borda una carrera que estoy sacándome tan bien me
parecía de cobardes por mucho que pudiera aborrecerla. Por eso, y a pesar de
que hay cosas que veo, y oigo decir a los profesores sobre cómo funciona
nuestra profesión a ciertos niveles que me hacen sentirme sucio y mal conmigo
mismo por seguir aguantando en los comodísimos pupitres vintage de las aulas de la escuela día tras día. Pero esto va
llegando a su fin. Cada vez más deprisa. Este año se me ha pasado volado, quizá
también en parte por eso que he dicho hace unas líneas de que ha sido un curso
realista para mí en el que no me he tenido que ocultar ni fingir ser quien no
soy, bueno algo de teatro siempre se hace para intentar mantener unas
relaciones personales que son casi ficticias, puros castillos de naipes, aunque
más que teatro esa una especia de diplomacia que es como yo lo veo; no he
tenido que fingir pensar cosas que no pienso, ni considerar amigos a quien no
son más que compañeros de clase y casi ni eso. Quizá ha sido por este
desenmascaramiento que me he impuesto por lo que he podido por fin disfrutar de
mis amigos de verdad en la escuela, y disfrutar de ir cada mañana a la
universidad rompiendo la solitaria monotonía que mi casa, y en particular mi
habitación, me imprimen cuando no hay clase.
Por ser este curso
el más realista para mí he podido tomarme todo lo que tenía que ver con la
carrera con una tranquilidad que a veces hasta a mí me parecía impropia de mí
lo que me ha permitido poder disfrutar más de la gente que más merece la pena
en clase que son con los que más tiempo paso en ese sobrio y triste edificio
gris de hormigón al que todos llamamos con cariño, odio, ilusión o amor
Escuela, ¡y que nadie ose llamarla Facultad, porque si no….! Es muy probable
que el hecho de haber descubierto que esta no es ni de lejos mi vocación – que
hace cinco años me equivoqué de tal manera que mirando hacia atrás veo que he
podido perder cinco años de mi vida que podría haber empleado para realmente
formarme en lo que ahora (maldito tiempo que no avisa cuando debería) me doy
cuenta que es realmente para lo que más valgo como son las letras y no los
números (he aquí la eterna división de los universitarios españoles, letras o
números, qué error más grandes, cómo si se pudieran estudiar los números sin
contar con las letras) – me haya permitido poder descubrir que esta carrera no
me merece más esfuerzo del que este año he realizado que aun habiendo sido
importante, ya que sin estudio y esfuerzo esta carrera no se saca, no es ni de
lejos lo que en años anteriores he dedicado a la carrera y a las diferente
asignaturas. Y es que este año de todos los que llevo en la carrera en cuando
menos he estudiado, y cuando más tiempo he dedicado a mí mismo: he estado yendo
a la piscina de media tres días por semana, he retomado mis estudios de francés
abandonados tras acabar la ESO apuntándome a una academia dos días por semana
(días que no dedicaba nada a estudiar nada de la universidad), he leído más que
ningún curso y empezando a escribir como hobby y como válvula de escape de mis
ideas, pensamientos y sentimientos. Ha sido la escritura lo que más me ha
gustado descubrir que soy capaz de hacer; gracias a ella la carrera me ha
parecido lo que de verdad es, he podido descubrir que lo que merece la pena no
es la carrera ni mucho menos, a pesar de que haya gente que sólo viva para
lamerle el culo a algún profesor o vivir allí; nosotros mismos, cada uno de
nosotros merecemos mucho más la pena que sacarse una asignatura, y también las
personas que nos rodean y a las que llamamos amigos, a las que queremos, y
sobre todo merecen la pena aquellos que nos quieren. Pero aunque sea triste
siempre habrá gente que prefiera sacarse una asignatura cueste lo que cueste, o
conseguir unos apuntes aun teniendo que ser falsos. Cada cual con su
conciencia, ah se me olvidaba, la conciencia también es otra cosa que como no
se pregunta en exámenes y no se evalúa no interesa tener, cómo he podido pasar
por alto este matiz.
Quinto se acaba
ya, está en sus últimos días, al menos de manera oficial, porque yo llevo ya
con el interruptor de mi cabeza puesto en modo semi-vacaciones unos días. Y a
pesar de que quiera y desee que se acabe quinto, también me gustaría que esto
no sucediera porque esto implica volver a la rutina de la casi absoluta soledad
que me da mi habitación, mi casa. La universidad, la Escuela, tendrá muchas
cosas que odio y que me asquean, pero también tiene lo único de lo que me
siento orgulloso y de lo que no me gustaría desprenderme nunca como son mis
amigos. Que se acabe quinto implica no verles a diario, no bromear con ellos,
no compartir momentos en la cafetería, no reírnos, ni criticar de manera
conjunta a tal o cual profesor, o a tal o cual cátedra. El fin de curso, aunque
parezca contradictorio para mí implica rutina, monotonía, soledad, tiempo
libre; implica no ir todos los días a la escuela, lo que a veces es un alivio,
pero que significa no estar con los únicos amigos que tengo. Pero este año también
ha sido el año en que he decidido no pasar ningún fin de semana amargado en mi
casa, y por tanto he empezado a salir yo solo, si no había oportunidad de poder
quedar con nadie, a darme vueltas por Madrid, a descubrir nuevos sitios por
esta ciudad increíble que algunos consideran fea y aburrida, cualidades ambas
que yo no veo que encajen con la descripción de la Villa y Corte. Gracias a esa
decisión de no quedarme en mi casa muerto del asco estudiando he descubierto
sitios que jamás pensé que podían existir en Madrid, barrios como Chueca,
Malasaña, Lavapiés o Tribunal, y rincones increíbles como la Plaza del Dos de
Mayo donde en una de sus esquinas se esconde una librería de segunda mano que
se ha convertido en un lugar obligado de peregrinación para mí cada cierto
tiempo. Esto es lo que merece la pena y no la Escuela; la pena es que estas
incursiones aventureras por Madrid y sus barrios todavía las tenga que hacer
sólo.
Ya solo me queda
sexto – espero – y por tanto el año que viene va a ser movidito, sobre todo por
el Trabajo Fin de Carrera, algo que ocupará el pensamiento de todos mis
compañeros durante todo el curso y que nos tendrá bastante ocupados, vernos si
es para tanto y si cómo lo pintan es la realidad o pura imaginación para meter
miedo. No creo que el año que viene vaya a ser tan placentero como este, aunque
en principio no pienso variar mi forma de ver la carrera ni de cómo la afronto,
con calma y tranquilidad que es como mejor se puede afrontar. Espero poder
seguir escribiendo, nadando, leyendo y practicando mi francés; también deseo
poder añadir a todo esto el emplear parte de mi tiempo libre para quedar con
una novia que me pueda echar, o en su defecto con mis amigos; también espero
echarle bemoles y comenzar a estudiar la carrera de Historia por la UNED, algo
que de verdad me hace ilusión y me entusiasma bastante. Lo que sí sé que no voy
a hacer es agobiarme por la carrera, aunque el año que viene toque tener que
aguantar a un catedrático que vive en los mundos de yupi subido a una lámpara y
se cree Dios, sólo porque no ha dado con alguien que se le enfrente de verdad.
Pero ya será para menos. De momento hay que pensar que por desgracia, o mejor
dicho por la incompetencia de quien diseña el calendario de exámenes, todavía
me queda un examen y una vez pase, aunque parezca que ya estoy de vacaciones,
estaré de verdad de vacaciones y quinto se habrá acabado espero que para no
volver.
Caronte.
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