domingo, 8 de junio de 2014

El bohemio burgués del cúter

Hacía ya tiempo que tenía pendiente escribir y posteriormente publicar esto que estoy escribiendo y que vosotros estáis leyendo. Hace tiempo ya que un amigo me pidió que escribiera sobre él en el blog. Me lo dijo como reto, como si yo no me fuera a atrever, como si estuviera apostándose algo conmigo que seguro iba a ganar por incomparecencia mía; y es cierto que ha estado a punto de ganar esa apuesta virtual, porque no es fácil escribir sobre alguien siendo ese escrito una especie de encargo que esa persona está esperando y que tras la publicación del mismo éste puede ser del agrado o no de esa persona. Pero al final ha llegado el momento, aunque algo más tarde de lo que esta persona quizá hubiera querido, pero no quería defraudarle, escribiendo algo que no estuviese a su altura, ni a la mía, escribiendo algo sin sentimiento, plano y sin sentido alguno. Por esto me he pensado mucho este artículo y por eso ha tardado tanto en salir (además de que ahora de vacaciones, no teniendo que ir a la universidad, veo menos a mi amigo y si el artículo no le gusta pues no me puede dar una paliza con la barra que guarda en su coche).

Este amigo mío es más bien un tanto imbéc…, llegando al nivel de gilipol…; con grandes toques de cabr…, aunque pensándolo bien creo que ante todo en un grandísimo hij… No. No. La verdad es que aunque quizá este amigo mío querría que hablara mal de él, y así me lo dijo cuando me instó a escribir un artículo sobre él mismo, pero no puedo hacerlo porque no me sale; porque esta persona es muy buena gente, con muy poco maldad para con sus amigos, y aunque él quiera no parecerlo es una grandísima persona que siempre está dispuesta a ayudar a cualquiera sea amigo o simplemente un compañero cualquiera de la escuela. Eso sí, también he de decir que es la persona con más huevos y más franca de las que conozco, que dice las cosas como son aun a riesgo de meterse en fregados importantes dándole igual lo que piensen de él los demás, simplemente siendo fiel a sí mismo. Mantiene el más alto nivel de coherencia entre actos y palabras de todas las personas que conozco con lo que ello puede llegar a provocar, prefiera ser coherente consigo mismo a un falso integral como las muchas personas que nos rodean en la escuela. Yo mismo envidio esa coherencia personal de la que hace gala, ya me gustaría a mí mismo ser tan franco y sincero, y poder decir lo que opino sin tapujos y sin pelos en la lengua; aunque la verdad es que últimamente me corto cada vez menos, estoy empezando a ser cada vez menos políticamente correcto o diplomático. Cuando hay que ponerse serio, es la persona que más serio se pone y que más respeto puede llegar a imponer; nunca dice una palabra fuera de tono si no merece la pena y si se ha tenido que enfadar de verdad es porque el asunto lo merecía, si no, como buen estoico, pasa del tema no dándole la más mínima importancia. Y sus enfados son serios, tanto que a veces los afectados por los mismo esconden la cabeza como avestruces intentado que el asunto no les salpique, y salta con las cosas que le duelen o molestan de verdad, tanto si van contra él como si van contra otra persona si considera que es injusto.

Aunque siente su tierra como el que más, cada vez que puede se va a sus pueblos de Soria o Toledo a subirse al monte como él dice, se siente profundamente francófilo, ama todo lo que tiene que ver con nuestro país vecino, con los remilgados franceses (en este punto seguro que este comentario no le gusta y me lo echa en cara), lee los periódicos franceses por internet y escucha la radio de nuestro vecinos. Habla francés con bastante fluidez, fruto de algún que otro verano ayudando en campamentos en Francia; y cada vez que me meto con mis queridos amigos europeos, los franceses, me empieza a decir que sin ellos no tendríamos muchos inventos muy útiles hoy en día (¿la guillotina?) y a defenderlos a ultranza, cual mosquetero defendiendo a su rey. Además, aunque creo que esto es más bien debido a su animadversión contra el Real Madrid, cada vez que éste ha jugado contra algún equipo francés siempre ha apoyado a los gabachos; es más recuerdo una ocasión, creo que fue en primero de la carrera, que el Madrid perdió contra el Olympique de Lyon y al día siguiente, este gran amigo mío se presentó en la universidad con la bufanda de los franceses, echándole un par de bemoles; he de añadir que es seguidor de un noble equipo de fútbol: el Numancia, que juega en los pajaritos (y cuyo himno lo ha hecho Mª Jesús con su acordeón). A parte de a Francia, también ama los coches, la automoción, y quizá sea una de las personas que más sepa del tema de toda la Escuela de Caminos, y cuando digo saber es que sabe mucho, no algunas pinceladas que para dar imagen de conocimiento algunos aprenden. Es asiduo seguidor de las más importantes revistas de coches de Europa, me viene a la memoria el AutoBild que siempre que pasamos por algún quiosco mira a ver si la tienen para comprarla; además de gustarle los coches de verdad, también colecciona coches en miniatura, algunos de los cuales se los hace traer desde Alemania, y puedo asegurar que su colección, que tiene expuesta en varias vitrinas en su habitación, es la más variada y extensa que he visto (no es mucho mérito siendo la única colección de este tipo que he visto, pero va camino de anexionarse alguna otra habitación de su casa para seguir con ella).

Pero ahora viene lo duro, y es que por muy buena persona que sea creo que en su casa no tiene espejo alguno, si lo tuviera no vendría con esas pintas de talibán afgano, de musulmán con un harén de cuarenta vírgenes (¡cómo para mantenerlas a todas!); pero no solo por eso sino porque tiene fijación en llamar a los demás cosas que también lo es él mismo. Para refutar esta acusación pongo un ejemplo, y es que cada vez que voy a la universidad vestido como a mí me gusta, es decir con camisa, jersey y pantalón de vestir (esto en invierno) me llama abuelo/yayo Herman (usa este nombre debido a mi alto parecido físico con una ario alemán, aunque nada más lejos de la realidad), o papi Herman si voy simplemente con camisa y vaqueros; cuando él por norma general viste de la misma manera que yo casi durante todo el año, exactamente igual: pantalón, camisa y jersey, o polo en verano (siendo además prendas todas de primeras marcas). Yo supongo esta aparente incoherencia o negación de la realidad es porque la envidia que tiene a mi cuerpo hercúleo y apolíneo le nubla la visión, normal. Pero aunque parezca que esto que acabo de decir es una crítica, no lo es, si no fuera por esos dulces calificativos que nos dedicamos mutuamente los días en la universidad serían pura basura (¿más?) y muy monótonos y aburridos. Y es que como buen hijo de periodista que es domina el arte de la palabra y el calificativo como el mejor y así me dedica perlitas como: cerdo chupóptero, perro del imperialismo, esbirro del capitalismo, oligarca explotador, fascista, Judas, traidor, Cánovas (adjetivo que me dedicaba ante cuando según mi amigo me parecía a este gran político decimonónico) o potentado. Este último, a pesar de que pueda resultar el más flojo, es el que más gracia me hace viniendo de una persona como él, que tiene tres coches (aunque es cierto que uno lleva varios años muerto en una plaza de aparcamiento de su casa esperando un sepelio digno), dos casas, una en alquiler y otra con parquet (y digo lo del parquet porque en primero de carrera en una conversación que no recuerdo por qué se produjo, hablando sobre nuestras casas otro amigo en común comentó que en su casa no había parquet a lo que mi gran amigo salto ¡NO TENÉIS PARQUET!), además le gusta veranear donde lo hace Rajoy y le llevan el pan a casa. Y es que me llama potentado porque me voy en verano a la playa unos días y luego a alguna ciudad extranjera a visitarla, como si él no se hubiera ido el año pasado a Francia con sus padres en coche durante una semana (o más no me acuerdo). Eso sí a pesar de llamarme a mí potentado, u oligarca explotador, él miso se define a sí mismo como un bohemio burgués, casi nada. Lo dicho creo que espejos no tiene en su casa, o muy pocos.

Sin embargo he de decir que cuando yo le conocí la primera impresión que me dio fue de ser mucho más diferente a mí de lo que una vez le conocí supe que era. Y es que a pesar de que venimos de mundos diferentes, sus padres ambos tiene carrera y ha estudiado en colegios de curas, mientras que yo a parte de estudiar en colegios laicos y públicos (el instituto) tengo unos padres que no tienen carrera, y además vivo como él mismo dice en un pueblo (cosa que es cierto aunque Vicálvaro, donde vivo, pertenezca a Madrid desde hace 60 años), y él en Madrid (teniendo en cuenta que considera que todo lo que esté más al sur de Príncipe Pío no es Madrid, sino pueblos aledaños que se han ido incorporando a la capital). Quizá este amigo sea con quien más gustos pueda compartir, y forma de ser también aunque a primera vista no lo parezca, además somos casi de la misma ideología, con pequeños matices (o grandes según se mire), aunque todo el tiempo me esté llamando fascista. Además es un gran amigo, con todas las letras y con el más amplio sentido de la palabra amigo, siempre que me ha visto mal o preocupado por algo o por alguien me ha intentado ayudar, incluso si fuera necesario me ha llegado a amenazar con un cúter que lleva siempre consigo en su estuche a la universidad (supongo que lo lleva con la esperanza de usarlo algún día para algo, aunque no sé muy bien para qué, o contra quién) para que reaccionara y me espabilara y dejara de hacer el gilipollas; además siempre dice la verdad, aunque a veces no quiera oírla, cosa que es de agradecer.

A parte de ser uno de mis mejores amigos, también fue el único testigo, casi diría yo el único privilegiado en presenciar la más mítica y épica de las caídas que he tenido en mi vida. Este suceso ocurrió durante los segundos parciales de primero de carrera, más concretamente antes de empezar el segundo parcial de Álgebra Lineal, allá por el mes de junio de 2010 por la tarde. Como nuevos, imberbes, novatos estudiantes que éramos, yo que suelo ser curioso por naturaleza decidí meterme a investigar y curiosear en una clase tipo anfiteatro (de cerca de 350 asientos) de la primera planta de mi escuela. No iba sólo, sino que a parte de esta persona como digo, iban también otros dos compañeros. Como digo, me metí en esa clase que por otro lado estaba completamente a oscuras y me subí al estrado del profesor, una gran plataforma que abarca todo el frontal de la clase, desde la cual imparten sus conocimientos sus señorías los profesores y catedráticos de la universidad. No se veía un pimiento, y además el suelo de la clase era de color gris oscuro con lo que el borde de la tarima había que intuirlo, cosa que no hice y es que a la hora de querer bajarme del estrado pues resulta que calculé mal dónde se encontraba el borde del mismo e intentando emular a Jesucristo intenté caminar en el vacío, con la consiguiente caída a peso muerto que experimenté. ¡Plafff! Ni siquiera intenté parar la caída, no me dio tiempo, no me la esperaba. No me hice ningún daño, por aquel entonces mi cuerpo estaba más mullidito de lo que lo está ahora. Lo que más recuerdo fue la forma en que caís, como una  bisagra de una puerta, pasé de estar en vertical y estar horizontal tendido en el suelo todo lo largo que era. Sólo vio esta caída esta persona de la que llevo hablando todo el artículo, aunque el sonido traspasó las puertas de la clase y alcanzó al resto de compañeros con los que iba al examen. Me levanté lo más rápido que pude y rompí a reír de la mejor manera que se puede hacer: acompañado de un amigo, varios minutos estuvimos riéndonos, y todavía hoy cuando recuerdo este momento me entra la risa. Siempre que intento contar esta anécdota a otras personas, y está el testigo de la misma presente le dejo que lo haga él ya que la vio desde fuera y además la narra casi mejor que yo.

Creo que poco más puedo añadir sobre esta persona sin poder revelar secretos que si los espías del CNI leyeran pudieran concluir con la detención de mi amigo por apropiación indebida de cierto material de oficina procedente de cierto lugar que él y yo sabemos. Ambos guardamos secretos el uno del otro y por tanto nuestra relación que aparte de poder ser de sincera amistad, también lo es de mutuo interés porque no se conozcan estos secretos. Quizá después de leer este pequeño resumen de nuestras vivencias en común, o de mi visión sobre ellas, quede decepcionado porque no me he metido con él como quizá podría haber esperado, pero no podría haberlo hecho aunque me hubiera estado amenazando a punta de cúter este bohemio burgués amante de los coches y de la cultura francesa a quien tanto quiero y aprecio y al que creo poder llamar amigo con mucho orgullo de hacerlo, y sintiéndome un privilegiado por ello. Seguro que se me quedan cosas por contar, algunas, seguro que me las recordarán a posteriori los amigos que tenemos en común, o los compañeros de la escuela que también compartimos, pero si pusiera todo lo que esta persona merece es posible que no acabara nunca de escribir, porque a medida que lo fuera haciendo me irían surgiendo anécdotas, vivencias que he podido vivir con él en esto años de universidad, y cosas divertidas que contar o que poder criticarle. Simplemente espero que en el futuro pueda volver a hacer otro artículo sobre él, lo que indicará que seguiré teniéndolo como amigo y compartiendo más momentos alegres, a pesar de que dice que cuando acabe la carrera se quiere ir lo más lejos posible, quizá Nueva Zelanda que es lo más lejos que se me ocurre a mí, aunque vaya donde vaya espero seguir teniéndolo como amigo, y además si se va a un país exótico ya tendría casa donde ir.


Caronte.

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