Cuando miro los
libros de historia y veo momentos clave en el devenir del mundo siempre me he
preguntado cómo vivirían en el momento preciso los ciudadanos los grandes hitos
históricos. Siempre me he preguntado cómo vivirían en París la toma de la
Bastilla, o en Berlín la caída del muro (aunque lo haya visto por televisión,
no es lo mismo que vivirlo aunque sea a mucha distancia), o la invasión de
Polonia por parte de los nazis que provocó la IIGM. Pues bien, no creo que
pueda seguir haciéndome dichas preguntas más, porque más que a algunos les pese
y a otros muchos les dé igual, en estos últimos días, y casi me atrevería a
decir años estamos presenciando lo que dentro de muchas décadas formará parte
de los temarios de los institutos, colegios y universidades; momentos que en el
futuro podremos contar a quien quiera escucharnos por haber sido testigos de
los mismo y haberlos vivido si no en primera persona, si en directo aunque sea
por televisión.
Estos días estamos
viviendo la historia. Desde las pasadas elecciones europeas del 25 de mayo
(esas a las que todo el mundo restaba importancia) en este país están pasando
cosas muy serias, serias en el mejor sentido de la palabra, para bien. Este
acontecimiento supuso la puesta de manifiesto que lo que hasta ahora valía en
España ya no vale, que lo que hasta ahora se ha estado haciendo desde la política,
lo que los políticos creían que estaba respaldado por los ciudadanos mediante
el bipartidismo, ya no basta. Lo que vivimos en esas elecciones fue una fuerte
llamada de atención hacia aquellos que por suerte o por desgracia están
llamados a alternarse en el poder (PP/PSOE), pero no fue una simple llamada de
atención, fue más bien un grito de hartazgo hacia una manera de hacer política,
de gobernar, de actuar que a la gente ya le cansa. Es muy posible que esta
manera de actuar fuera la necesaria pasa pasar de una dictadura a una
democracia, pero solo debería haber valido para ello. Por desgracia está manera
de hacer política, de considerar la política un trabajo y no como lo que es, un
verdadero servicio público que debería estar desempeñada por personas que
quieran trabajar con ahínco por su país, como digo esta manera antigua de hacer
política se enquistó en los genes de los políticos hasta convertirlos en casta.
Las elecciones europeas han supuesto un cambio, o al menos han sido lo
suficientemente dañinas, y han escocido lo suficiente a PP/PSOEE, como para que
las cosas empiecen a cambiar.
Hemos visto como
en apenas una semana el PSOE, ahora en la oposición, no sin merecimiento, ha
dado un volantazo brusco, haciendo girar el timón del barco 180 grados dejando
atrás el inmovilismo en el que tan a gusto estaba. El PSOE se ha dado cuenta de
lo que la sociedad está gritando, sobre todo los jóvenes, que somos los que más
jodido lo vamos a tener para salir adelante en este país comido hasta sus más
profundos cimientos por la carcoma de la corrupción. Los resultados de las elecciones
no son como nieve de mayo, ni tampoco son el aupamiento de grupos de frikis
como alguna momia política de la época de la transición ha querido dejar ver en
sus declaraciones. Los resultados de las elecciones europeas del pasado 25 de
mayo son la consecuencia del asco que la gente tiene ya hacia esa casta
profesional en que se han convertido los políticos; son el resultado de que la
gente está ya hasta la coronilla de que los políticos les tomen por imbéciles,
por gente analfabeta que se cree todo lo que dicen, todos sus embustes, todas
sus mentiras, y que va a aceptar sus tejemanejes y corruptelas. Hay que acabar
con los cortijos políticos como los de Andalucía y Valencia. Se ha mandado un
mensaje que creo que está muy claro y es que los ciudadanos somos los que damos
nombre a la Democracia, y no los políticos; que la política deben hacerla los
encargados por los ciudadanos para representarnos en las Cortes pero con
nosotros y no a nuestra espalda, con nocturnidad y alevosía (como el cambio constitucional
de hace un par de años, acordado en cónclave por PP y PSOE). El PSOE ha
iniciado un cambio que debería haberse producida hace mucho tiempo, pero nunca
es tarde si la dicha es buena; y espero que lo sea porque si no el ridículo que
van a hacer va a ser monumental.
Pero el mayor
golpe, ese que nadie se esperaba, ese que va a hacer que se tambaleen los
cimientos del Estado español, el que puede provocar mayores cambios, más
profundos y de mayor calado ha sido la abdicación del Su Majestad el Rey Don
Juan Carlos I. La abdicación ha sido algo que nadie, por mucho que ahora haya
gente que se quiera colgar la medallita del “yo ya lo dije hace unos meses”, se
esperaba, y llega en el peor momento para el Rey debido a su baja valoración popular.
Y esto es algo histórico, ya que por norma general un rey muere rey; y en
España en pocas ocasiones se ha producido una abdicación: Carlos I (vaya nombre
para un Rey, apunte mental personal) que lo hizo a favor de su hijo Felipe II
(curiosa coincidencia) y Felipe V que lo hizo a favor de su hijo Luis I pero
que tras la muerte prematura de éste hizo que volviera a colocarse la corona.
Hay quien le quitará importancia a este hecho, porque no le importe lo más
mínimo o porque se crea superior a la historia y diga que esto no le afecta,
pero quien así piense se engaña, la abdicación del Rey es algo histórico y
somos unos privilegiados por estar viviendo estos momentos que pasarán a los
libros de historia y que se estudiará. Sin embargo parece que la abdicación está
de moda en Europa, el año pasado vivimos los relevos en Holanda primero, donde
es tradición, y después en Bélgica, donde como en España también fue novedad.
Habrá quien considera que las elecciones europeas no tienen nada que ver con la
decisión del Rey, pero se equivocan porque en esas elecciones la ciudadanía (o
al menos la que fue a votar) reclamó cambios, reclamó el comienzo de una nueva
etapa, en la vida política, económica, social y cultural de este país. La decisión
de abdicación se tomó en enero según dicen, pero ha sido después de esa gran
llamada de atención en las urnas cuando se ha anunciado el cambio es está
empezando a producir. Y el cambio ha comenzado por la Jefatura del Estado,
cuando debería haber comenzado mejor dicho por la Jefatura del Gobierno, pero
no hay que olvidar que el Gobierno lo preside Don Mariano Rajoy, que gobierna respaldado
por la mayoría silenciosa; pues es probable que esa mayoría silenciosa que
según él le respalda haga valer ese silencio y termine por reventar los
tímpanos de esos políticos sordos. Quiero señalar la importancia que tiene la abdicación
en una persona con el carácter y los genes de Don Juan Carlos, un Borbón de
pura cepa, orgulloso y prepotente, a veces incluso cabezón, alguien a quien se
le educó pensando que un rey lo es hasta que llega a su lecho de muerte y
espera a que sus antepasados le reclamen. La decisión de abdicar en el caso del
Rey es algo que le honra y que hace ver que por muchos errores que haya
cometido (algunos republicanos piensan que una Presidente de la República no
comete errores) siempre ha pensado en España por encima de todo, o al menos eso
pienso yo en mi inmensa ingenuidad. Hay también quien dice que debido a la afición
futbolera del Rey por el Real Betis Balompié (afición que un buen amigo mío
tocayo del monarca sostiene con uñas y dientes) Juan Carlos I ha abdicado
porque su corazón no ha aguantado más el descenso del Betis a segunda división.
Para gustos los colores. También es probable que sólo decidiera abdicar una vez
el Real Madrid ganara la Décima por eso de que sólo el Madrid sólo gana Copas
de Europa con Franco o con Juancarlitos. Otra posibilidad es que la abdicación
sea un premio a un colchonero de pro como lo es el Príncipe de Asturias, futuro
Felipe VI.
Se abre una etapa
nueva en España, una etapa que ninguno de los que vivimos podemos decir cómo
será porque nadie ha vivido algo así. Nos esperan días largos días de
especiales en televisión, radio y prensa, en internet también por supuesto. Nos
esperan días de largos debates sobre si hay que consultar al pueblo español por
la forma de estado que prefiere, es decir si quiere ver coronado a Felipe VI, o
proclamada la III República. No quiero entrar yo en dicho debate, más aún
cuando siempre me he considerado monárquico, si bien es cierto también que en
los últimos años ha sido el primero en desencantarme con el Rey Juan Carlos y
que ha criticado sus formas y actuaciones, y tampoco soy un necio como para
negar que España será una República el día que me vaya a criar malvas, pero
creo que todavía queda un tiempo para que ese cambio se produzca, todavía
escuece mucho la Guerra Civil y la Dictadura, todavía nos llamamos rojos y
fascistas unos a otros, todavía falta tolerancia y moderación en la sociedad
española, nos falta pulirnos un poquito y dejar de ser los brutos que hemos sido
durante todo el siglo XX, y empezar a usar la cabeza que nos dio Dios, no para
que el cuerpo terminara armónicamente en punta, sino para pensar antes de
hablar y actuar, para pensar en frío, cosa que de momento no pasa y por lo que
pienso que una República todavía es inviable. Sí es cierto que llegada a la
madurez intelectual de la sociedad española habrá que preguntar a la sociedad,
y deberá ser ésta la que decida todo. Y es esto el núcleo de la cuestión, este
es el ojo del huracán levantado en las urnas el pasado 25 de mayo, que debe ser
la sociedad la que dirija la sociedad y elija periódicamente y de manera directa
a sus representante a quienes encarga la administración del Estado, y el cómo
se administra ese Estado. La sociedad muestra signos de madurez y estos signos
se materializan en ganas de cambiar el estado habitual de las cosas. Si los que
ahora se suponen que representan a esa sociedad hacen oídos sordos lo van a
pasar muy mal.
La noticia de la abdicación
por desgracia me ha pillado en clase asistiendo a una clase preparatoria para
un examen, una clase que no sirve de absolutamente nada y que demuestra muchas
cosas entre otras la necedad de los que asistimos a la misma. Soy una persona a
la que le gusta vivir en primera persona estos acontecimientos históricos
porque sé que relevancia tienen, por lo menos para mí, hay a quien le parecerá
más importante que su equipo de fútbol suba a primera o que gane la champions;
es por esto por lo que me ha fastidiado sobremanera perderme el desarrollo de
la noticia desde su nacimiento. Podía haberme salido de clase en cuanto se ha
conocido el alcance histórico del anuncio de abdicación pero ya que había ido a
la universidad para esta clase de “repaso” no me iba a volver, y además ya me
perdí la anterior clase de repaso en el cuatrimestre pasado, y aunque no me
hubiera servido de nada haber asistido entonces, en esta ocasión decidí ir.
Pero me ha dado mucho coraje estar allí, cuando yo mismo me estaba traicionando
a mí mismo por asistir a una pantomima de clase, ya que Arte es una asignatura
a la que normalmente vamos un puñado de personas, pero a la que hoy ha asistido
como diez veces más gente que lo normal, entre ellos yo que me he dejado llevar
por mi sentido del deber y he colaborado al teatro que se ha llevado a cabo,
cuando podría haber estado perfectamente en mi casas enterándome de todo lo que
estaba pasando y que forma parte de la historia. Más me hubiera fastidiado
tener examen y no enterarme de nada hasta que todo hubiera pasado por no poder
mirar el móvil (por una vez mi móvil ha sido de utilidad), como les ha ocurrido
a algunas personas en mi escuela, bolonio o de los otros no sé, pero que
supongo que tampoco les importará mucho el bombazo informativo de hoy.
Aún así estamos
viviendo la historia, de esa que no se repite. ¿Quién me iba a decir a mí que
iba a vivir la abdicación de un Rey de España? Pero no solo esto, mi generación
está viviendo momentos muy importantes e inéditos en la historia: la renuncia
de un Papa y la consiguiente cohabitación de dos Santos Padres, la elección del
primer Papa no europeo, dos cónclaves, la elección del primer presidente negro de
los EE.UU., abdicaciones en diferentes monarquías Europeas, que una película
muda, francesa y en blanco y negro gane los Oscars, que Jordi Hurtado sigua
vivo y presentando Saber y Ganar…Ya en serio, esta abdicación podrá ser
interpretada de muchas maneras, se le podrán buscar muchos significados,
incluso conspiraciones judeomasónicas, pero lo que es seguro es que es algo
histórico que estamos viviendo, y que muy probablemente no volvamos a vivir (lo
más seguro es que lo siguiente que veamos de tal envergadura sea la proclamación
de la III República española). A mí esto me gusta, vivir la historia en el
momento que se produce, y no entiendo que nadie lo vea como y, como algo
histórico que merece la pena vivir, entiendo que hay cosas mucho más
importantes en la vida como el ascenso a primera del Eibar, el examen de Arte
de la universidad, el cumpleaños de tu mascota o que Mario Vaquerizo te firme
su último libro, pero la abdicación de un Rey no se vive todos los días, y
habrá alguna ocasión en el futuro en la que recordaremos este día y lo que estábamos
haciendo; yo por desgracia estaba en la universidad perdiendo el tiempo, aunque
también puede llegar a ser una suerte y ese hecho en sí me permita recordar
este momento siempre.
Caronte.
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