A veces por mucho
que queramos perdonar algo no somos capaces de hacerlo, a veces incluso cuando
hemos perdonado pensamos que ese perdón que hemos dados no debería haber
existido. También hay perdones que queremos dar pero que al final nos resultan
muy complicados y no sabemos cómo proceder, y cuando queremos darnos cuenta no
los hemos hecho y por tanto el perdón que pudo ser al final no fue y se pierde,
no se da. Perdonar es algo que solo compete al ser humano, los animales no
saben perdonar, o mejor dicho no tienen la necesidad de perdonar o no, no
tienen el concepto de ofensa ni el de afrenta y por tanto tampoco tienen la
necesidad de deshacer esa ofensa o afrenta. Los seres humanos sí, las personas
sí ofendemos y afrentamos muchas veces sin querer hacerlo y otras muchas
sabiendo que es injusta esa ofensa y por tanto las personas sí necesitamos del
perdón para intentar restaurar el tiempo al instante previo a haber producido
esa ofensa o afrenta.
Perdonar es una
característicamente humana, y que demuestra gran sentido humanístico. Perdonar
no sólo es recibir una disculpa de otra persona, es un gento de olvido, de
intentar borrar de nuestra cabeza y en muchas ocasiones también de nuestro
corazón algo que nos haya podido hacer daño, doler, ya fuera una palabra, un
acto, un gesto o una omisión. Quien perdona sabe generalmente qué es pedir
perdón y por tanto sabe que en la disculpa hay implícito un gesto grande de
contrición y arrepentimiento, y sabe que este gesto no es sencillo de llevar a
cabo porque en la propia naturaleza humana, como vestigio de que una vez fuimos
seres tan irracionales como los animales tenemos un sentido del orgullo que,
aunque en ciertas personas esté más dormido que en otras, siempre está latente.
Perdonar y pedir perdón son actos que no pueden ir separados, quien está
dispuesto a perdonar siempre espera que cuando reciba una ofensa que se la
profese sea capaz de disculparse; quien pide perdón siempre suele esperar que
la persona a la que ofendió le perdone y olvide aquella ofensa realizada. Pero
a veces esto no es así. Hay ocasiones que se pide perdón por imperativo y por
tanto ese perdón se dice sin sentimiento, sin sentirlo realmente, como cuando a
un niño que le ha dado un puñetazo a otro porque le ha quitado la pelota con la
que estaba jugando sus padres o su profesora le dicen que pida perdón al otro
niño y le de la mano; el niño que pega el puñetazo no siente arrepentimiento,
quizá porque ese sentimiento se aprende a medida que se madura, no se tiene
cuando uno es pequeño, y por tanto si pide perdón es para evitar una reprimenda
mayor o un castigo por parte de sus padres o profesora. Pero este es el perdón
más vacuo, ya que las ofensas realizadas cuando somos unos críos no son más que
cosas de críos y por tanto sin repercusión más allá de una tarde en el parque;
las afrentas infantiles se olvidan con el sueño y lo que una tarde puede
parecer una enemistad cruenta entre dos niños al día siguiente se convierte en
camaradería infinita y amistad. Pero en el fondo estas cosas ni son ofensas de
verdad, ni perdones en condiciones, porque mientras somos niños, meros críos,
no concebimos el verdadero significado del perdón, ni realmente ofendemos en
serio, somos apenas unos cachorros de ser humano. Sólo a medida que se crece, y
nos adentramos de verdad en el mundo de los sentimientos, de los adultos, sólo
entonces es cuando empezamos realmente a saber qué es el perdón, cuándo debemos
pedirlo y cuándo saber perdonar.
Sin embargo a
pesar de que sólo a medida que maduramos nos damos cuenta de que con nuestros
actos y nuestras palabras, a veces incluso con nuestros silencios y omisiones,
podemos ofender y hacer daño a terceras personas, en muchas ocasiones no
queremos reconocer esas ofensas que generamos ni tampoco perdonar las que
recibimos. ¿Todo se puede perdonas? Está pregunta tan recurrente en la
conciencia de cada persona, que se plantea cada vez que nos vemos en un trance
en el que tenemos que decidir si realmente una ofensa que nos han hecho merece
la pena perdonarla, asumiendo el error ajeno, o simplemente se puede olvidar
sin más y ni exigimos ni necesitamos un perdón. Desde mi más humilde punto de
vista creo que todo en cierta manera es perdonable. O si no todo, una inmensa
mayoría de las cosas. Pero hay una cosa que creo que no se puede llegar a
perdonar nunca, y es la reiteración en la ofensa, cometer una y otra vez los
mismo actos que hicieron mal a una persona, el decir una y otra vez las mismas
palabras que una vez dañaron a otro corazón. Tampoco creo que pueda ser
perdonable nunca la traición, en ninguna de sus formas, pero sobre todo en la
que tiene que ver con las relaciones personales. La traición implica faltar a
la palabra dada de manera explícita o de manera implícita, cualquiera de las
dos. La traición siempre va ligada a la confianza y por tanto cometer un acto
traidor implica romper esa confianza que una persona ha puesto en ti, ya sea
contándote sus secretos, sus sueños, sus deseos, sus ambiciones o sus
preocupaciones, ya sea contando contigo para saber simplemente que en un
momento malo estará ahí. Romper esa relación tan fuerte como es la confianza,
aparte de ser un acto de los más vil y ruin posible, implica un gesto que sólo
los humildes y con mejor corazón podrían en algún momento perdonar. Pero la
mayoría de la gente no tiene ese corazón tan grande capaz de perdonar hasta los
actos más crueles en cuanto a ruptura de la confianza se refieren. Confiar en
alguien es un vínculo sagrado entre dos personas y se da tanto en la amistad
como en la pareja, como en la familia. Confiar implica querer a esa persona en
la que te intentas apoyar, a la que permites saber tus inquietudes y
pensamientos más profundos y privados; por esto quien traiciona esa confianza
muy difícilmente podrá esperar el perdón. Es posible que si el vínculo entre
dos personas en muy fuerte, o simplemente con que una de ellas no quiera
romperlo por mucho que pase, la traición se pueda llegar a perdonar, al menos
una primera vez. No hay que olvidar que como seres humanos podemos errar,
cometer errores, nadie es perfecto y nadie vivo puede decir que nunca en su
vida ha cometido un error, que haya fallado, sólo los muy prepotentes y
orgullosos, los más cretinos cuyo corazón en gris y duro y su alma ruin,
creerán no haber fallado nunca, pero se equivocarán nada más pensarlo.
Perdonar es un
gesto de aceptar los errores que otros han cometido, y pedir perdón implica
asumir una culpa, pero por encima de todo es un gesto de amor, solo quien es
capaz de amar y querer a otras personas es capaz de perdonarlas si en algún
momento esas personas comenten algún error y ofenden o traicionan la confianza
de los que las quieres y aman. Perdonar también conlleva pasar página sobre
asuntos que nos pueden haber causado malestar, incluso daño, palabras o gestos
que pueden llegar a quebrar la confianza entre dos amigos, o en una pareja y
que por tanto pueden llegar a romper esa amistad o ese amor. Perdonar casi
siempre es posible, o al menos eso pienso yo, siempre y cuando alguien pida
perdón claro está, pero esto último no tiene porqué darse siempre y hay
ocasiones en las que se perdona a una persona antes de que ésta haya sido capaz
de pedir perdón, de arrepentirse por unas palabras erróneamente dichas o
equivocadamente calladas, de asumir unos gestos que nunca debieron producirse o
que quizá sí debieron haber salido del corazón pero que por circunstancias que
sólo quien debe hacer esos gestos no se produjeron. A veces el perdón también
puede llegar tarde, o incluso puede no llegar porque quien debiera haber pedido
disculpas no lo hace y, como ya he comentado alguna vez, el tiempo hace que lo
que en un momento pudo ser perdonado, las palabras que en un instante pudieron
haber sido rectificadas, los gestos que en determinada situación podrían haber
sido disculpados, en otro momento, una vez pasado el tiempo, que no espera a
que nos decidamos a disculparnos y a arrepentirnos, ya no lo son y por mucho
que se pida perdón el perdón no llegará porque el tiempo habrá borrado la
posibilidad de perdonar, la ofensa se habrá fijado más de lo que debería haber
hecho y hasta es posible que se haya terminado por enquistar y por tanto
ninguna disculpa, ningún perdón podrá llegar a recomponer una amistad, o el
amor en una pareja, o la relación con tu padre o con tu madre o con un
compañero de trabajo, y ese amor, ese cariño y esa amistad ya no podrán volver
al instante previo a ese gesto o esa palabra o esa ausencia o ese silencio que
provocó la ruptura de la confianza que mantenía viva esa relación.
Pedir perdón y
perdonar también son actos que terminar trayendo paz a uno mismo ya sea a quien
perdona como a quien pide disculpas. En muchas ocasiones cuando ya el perdón no
va a poder recomponer una relación de confianza que ya sea por haber dejado
pasar mucho tiempo desde que empezó a quebrarse o porque en el fondo se sabe
que por mucho perdón que se pida, incluso inmediatamente después de haber hecho
o dicho algo que ha empezado a resquebrajar esa confianza, las cosas no va a
poder ser como antes, el perdón sirve para quedarse a gusto, para quedar en paz
sabiendo que se ha hecho lo que había que hacer aunque ese gesto, el de pedir
perdón y a su vez el de perdonar, no valgan para nada efectivo y lo que se
rompió no se vaya a poder recomponer. Pero a veces ni siquiera este gesto para
quedar en paz es posible realizarlo porque, perdonar y asumir errores van
siempre ligados a los sentimientos y no se pueden hacer sin que éstos
intervengan. Una disculpa sin sentimiento, sin sentir esa disculpa podrá ser
aceptada, pero tanto el que asume esa disculpa como el que la da saben que es
puro teatro, como cuando de niños ante las órdenes del profe pedías perdón a un
compañero simplemente para que no te siguieran echando más bronca. Una disculpa
sin sentimiento no es nada, y quien tiene que perdonar sabe cuando alguien se
está disculpando simplemente “de boquilla” y no de sentimiento ni de corazón,
eso se nota. Se nota en cosas muy pequeñas que para quien observa desde fuera
son imperceptibles pero para los implicados en el perdón son gestos muy
significativos.
Pero como he dicho
hay ocasiones que perdonar es muy difícil aunque haya una parte de nosotros
mismo que quiera llegar a perdonar. Hay veces en las que el quiebro en la
confianza, la ruptura en esa relación tan personal, entre dos amigos,
compañeros, en una pareja, es tan obvia y tan dolorosa (siempre para uno de los
lados de la relación) que poco se puede hacer por mucho que se quiera. La
reiteración de las acciones, de las palabras, y de las omisiones, también
juegan un papel fundamental en esta imposibilidad de perdonar, así como el
orgullo que todos tenemos en lo más profundo de nosotros, como animales que
somos, pero que en algunos domina en la personalidad e impide que se pueda
pedir disculpas aunque se sepa que se ha obrado mal y se haya hecho daño. La
imposibilidad de perdonar no llega por un gesto muy o una palabra muy dura, a
veces simplemente llega después de haber perdonado en varias ocasiones; a veces
llega por hastío al darnos cuenta que por mucho que intentemos perdonar, o incluso
pedir disculpas admitiendo también nuestra parte de culpa en el quiebro de la
confianza, lo que llevó a romper una amistad, o una relación de pareja es la
reiteración de los hechos y la constatación de que las veces que nos habían
pedido perdón era para figurar en la foto, para cumplir con su malograda
conciencia, una conciencia negra, oscura, envilecida por el orgullo, ruin.
Perdonar y pedir
perdón son en definitiva dos caras de la misma moneda: sin lo uno no existe lo
otro, pero a la vez pueden existir de manera independiente. Si no existiera el
perdón, si los seres humanos no tuviéramos la capacidad de perdonas, el pedir
disculpas carecería de toda razón de ser y por tanto sería absurdo hablar de
pedir perdón; pero también se puede perdonar sin que se nos pida perdón por
algo aunque solo los mejores de corazón son capaces de esto último, por norma
general el ser humano, por ese orgullo que siempre está presente, por mucho que
perdone sin que se le haya pedido perdón necesita de ese gesto también aunque
en el momento en que se produce se reste importancia al mismo. Por mucho que
una persona le diga a otra que no es necesario pedir perdón, esta persona
siempre necesita que la otra lo haga, simplemente por el hecho de escucharlo de
palabra, aunque de corazón ya haya perdonado. Sin embargo también se puede
negar el perdón aunque se pidan disculpas por algo dicho o hecho, o darlo
simplemente para cumplir, es decir, así como hay personar que piden perdón
simplemente por pedirlo, sin sentirlo, también hay personas que perdonan por
pasar el trámite, no sintiéndolo y no borrando la ofensa recibida, a veces
porque esa persona prefiere seguir teniendo esa ofensa presente para poder
usarla en el futuro contra la persona que en algún momento le hizo daño. A veces
el daño es tan grande, la relación de confianza ha quedado tan quebrada y el
tiempo en el que llega el perdón es tan tardío que perdonar no siempre es
posible.
Caronte.
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