Quién se podría
haber imaginado allá por el mes de septiembre del pasado año cuando se realizó
el sorteo, que la final más esperada del fútbol europeo a nivel de clubes, la
Final de la Copa de Europa la iban a disputar el Real Madrid (algo que puede
llegar a ser normal, siempre es uno de los grandes favoritos) y el Atlético de
Madrid (en este caso sí es un hecho histórico, no porque no haya llegado nunca
a una final, sino por las pocas veces que lo ha hecho, casi pretéritas). Quién
se podría haber imaginado que después de la fase de grupos, y las sucesivas
eliminatorias con sus consiguientes sorteos, el azar y el buen fútbol (o no)
hayan hecho posible que en Lisboa se vaya a vivir la Final más castiza de la
Copa de Europa que se puede tener.
Estos días la
capital del Reino de España se encuentra al final del curso del río Tajo, en su
desembocadura, en la luminosa y melancólica ciudad de Lisboa. Madrid estos días
no es más que una ciudad con alma lusa, o quizá sea Lisboa la que respire un
ambiente madrileño, si es que el ambiente de Madrid se puede transportar a otra
ciudad del mundo. Miles de madrileños tienen puestas sus esperanzas y alegrías
en la capital lusa, muchos incluso van de camino a ella mientras escribo estas
líneas, otros ya están allí o llegarán el mismo día del partido. Los que no
puedan dejar Madrid y acercarse a ver llegar el Tajo al inmenso océano, y
disfrutar de la final in situ, se tendrán que conformar con lo que se ha hecho
toda la vida, que es ver la final en un bar con los parroquianos de siempre, o
quedar con los amigos o la familia, con ese tío tuyo fanático, acérrimo
seguidor de su equipo de toda la vida, para ver en la mejor compañía posible la
victoria o derrota de uno de los dos equipos que se juegan traerse a la “orejona”
(nombre popular, y bastante vulgar, con muy mal gusto al menos, que se le da a
la Copa de Europa) a casa.
El Real Madrid
buscará en la tarde-noche lisboeta ganar para sus vitrinas la décima Copa de
Europa. ¡La Décima!, como muchos dicen. Muchos, sobre todos aquellos que no son
“blancos”, “vikingos”, y que más que indiferencia sienten repulsión por el Real
Madrid dirán que sólo tiene tres Copas de Europa, las ganadas con la televisión
en color, que las seis anteriores ganadas en “blanco y negro” no valen. Cada
vez que he intentado averiguar por qué esas seis Copas de Europa no valen,
nunca he obtenido más respuesta que las típicas de que si Franco, y tal y tal.
A veces parece que sólo valen las Copas de Europa que se pueden recordar. Bueno
que me voy del asunto, el Real Madrid intentará hacer historia en Lisboa tras
doce años vagando por el desierto de la Champions, intentando, a veces sin
entusiasmo ni ilusión, hacerse con el preciado trofeo. Doce años sin Copa de
Europa, no parecen muchos si comparamos con otros equipos (mismamente el
Atlético de Madrid), pero para el Real Madrid y el madridismo es una eternidad.
Doce años de espera, de dura y larga espera, de muchas noches de desesperación
y desilusiones, de mañanas en el trabajo o estudiando teniendo que aguantar a
ese compañero del eterno rival reírse de ti. Muchas noches de amargas lágrimas
se han acumulado desde aquellas de felicidad que se vertieron hace doce años
cuando el Real Madrid ganó su novena Copa de Europa en Glasgow. Muchas noches
han pasado desde aquel orgásmico gol de Zinedine Zidane, aquella magnífica
bolea que recogía un verdadero melón de Villaconejos que mandó Roberto Carlos,
y que envió al balón casi por toda la escuadra de la portería rival. Muchas
penurias ha pasado la afición madridista desde entonces, y esta final es muy
esperada, muy deseada, y todo lo que no sea alzar al cielo portugués la Copa de
Europa será considerado un fracaso monumental para el Real Madrid.
Por su parte del
Atlético de Madrid, podríamos decir que se estrena en esto de la finales de
Copa de Europa (afirmación falsa porque ya estuvo en una hace muchos años,
tantos que sólo mis abuelo podrían recordarla). Si para el Real Madrid la
espera ha sido dura y eterna, esta final para el Atlético de Madrid es
verdadero maná llovido del cielo, una culminación para una grandísima temporada
que se ha hecho ser campeón de Liga también muchos años después de la última
vez. Esta Final es un premio, quizá excesivo aunque eso sólo se verá con el
tiempo y dependerá del papel que hagan en ella, a un esfuerzo y a una
mentalidad firme, impuesta e inculcada por el “Cholo” Simeone. Una final más
que deseada por la marea rojiblanca de los aficionados del atleti, la mayoría
de los cuáles no saben qué es la gran noche del fútbol europeo, como mucho han
conseguido averiguar qué es la pequeña cena del fútbol ganando un jarrón del
IKEA (la Copa de la UEFA, premio menor del fútbol europeo, casi de
consolación). Pero al final van a saber qué es eso de poder escuchar el
grandioso y noble himno de la Copa de Europa en una Final, en la competición
más deseada de cuantas se disputan a niveles de clubes en Europa, y quizá también
en el mundo. Todo aficionado colchonero, y todo aquel que odia al Real Madrid
aunque sea del Numancia, deseará que el Atlético de Madrid consiga su primera Copa
de Europa. ¡La primera!
Aunque pueda
parecer lo contrario por currículum y antecedentes en esta competición, la
Final va a estar muy igualada. No valen ya los títulos anteriores, ni los
conseguidos en blanco y negro, ni los logrados en color. No vale tampoco que
nunca se haya llegado a una final, o al menos no se recuerde. En la noche de la
Final sólo vale jugar, y es en el campo donde se dirimirá la batalla por la “orejona”,
por la décima o por la primera. Sólo los nervios, o mejor dicho, sólo quien
mejor sepa controlar la situación y la ansiedad podrá conseguir jugar con
temple y decisión y poder conseguir tan preciado trofeo, el que todo equipo del
mundo desea ver en sus vitrinas y exponer y brindar a sus aficionados. Lo que
es seguro es que gane quien gane, habrá fiesta española ya sea en Lisboa, que
seguro que hervirá de ilusión y de alegría cuando el árbitro pite el final, ya
sea en Madrid, en la casa de los dos equipos en liza. Habrá fiesta, y habrá
desilusión, y decepción y sentimiento de fracaso también. Lo que es seguro es
que a la mañana siguiente todos los periódicos de tirada nacional, y los
regionales y los locales también, abrirán sus primeras planas con la imagen del
vencedor, y un amargo recordatorio del perdedor. Lo que es seguro que parte del
Olympo estará de celebración, podrá ser la diosa de la madre tierra Cibeles, o
el dios de los mares Neptuno, pero seguro que uno de los dos se henchirá de
orgullo por su equipo. Madrid se preparará para llorar; unos lo harán de
alegría dejando que todas las emociones guardadas durante años salgan a flor de
piel y muestren el orgullo inquebrantable que dichos aficionados sientes por su
equipo, fe y devoción en algunos caos (extremos desde mi punto de vista); otros
lo harán de pena, de desilusión y de desencanto, incluso también de impotencia
y rabia contenida, pero también llorarán con el corazón por no haber podido ver
a su equipo levantar al cielo la Copa de Europa.
Merengues y
colchoneros. Indios y vikingos. Madrid será un hervidero de nervios, Lisboa una
olla a presión. Por Lisboa no habrá quien pare, invadida como estará por las
dos aficiones castizas de la capital de su vecina España. Madrid será una
desierto, paraíso para los desertores del “deporte rey”, del fúbol, que podrán
si quieres pasear por el centro sin cruzarse apenas con algún turista de la
otra punta del mundo que quizá no sepa más que de hockey sobre hielo, o de
béisbol. Y qué decir de cómo estará la segunda ciudad del Reino, la tarde de la
Final será la mejor para visitar y conocer la Ciudad Condal de Barcelona, ya
que el orgullo catalán impedirá disfrutar con una final de la Copa de Europa
enteramente española y madrileña (siento haberme acordado aquí de quienes si
quieres jugar este año la Final de la Champions tendrán que hacerlo en el FIFA’14).
Mañana se enfrentarán dos visiones diferentes del fútbol, dos concepciones
opuestas de aficiones. Mañana se enfrenta la veteranía por estas lides del Real
Madrid por un lado, con la juventud valiente y atrevida del Atlético, menos acostumbrado
a las grandes noches europeas (aunque últimamente más que su rival). ¿Quién
saldrá ganador del encuentro? ¿Quién parte con ventaja, siendo el favorito? Difícil
contestar a estar preguntas, y más aún en el mundo filosófico del mundo (o si
no pregúntenle a Valdano, mejor no que nos podernos tirar varias horas
escuchando su argumentación). Mañana sólo uno ganará, el otro será siempre el
perdedor de la final de Lisboa.
La suerte ya está
echada para ambos equipos. Uno sólo podrá ser campeón de Europa. Uno sólo podrá
traerse a Madrid y brindar a sus aficionados la Copa de Europa. O Neptuno, o
Cibeles, serán visitados, y de reojo quien no lo sea mirará a su vecino en el
Paseo del Prado de la capital española, ya que unos metros separan los dos
lugares de peregrinación de las dos aficiones contrincantes. Ganará el más se
lo merezca (decir que gane el mejor sería injusto, porque ambos equipos pueden
considerarse los mejores este año), aunque en este punto me gustaría hacer una
advertencia de nivel personal: pienso, y digo de antemano, que una final ganada
en penaltis no es digna, y quien así gane un título no debería sentirse más
orgulloso que quien gana por incomparecencia. Mañana Madrid mirará a Lisboa, y
Lisboa se convertirá durante unas horas en la ciudad más castiza de Portugal.
Que Zeus reparta suerte a ambos equipos, y que ya sea el Madrid con su Décima,
o el Atlético con la Primera, ambos vengan con la cabeza alta tras haber
luchado y peleado por levantar la Copa de Europa.
PD: he de decir
que soy aficionado del Real Madrid, soy vikingo, aunque en el fondo no me gusta
mucho el fútbol…..o quizá por ello soy del Real Madrid, quien sabe. Mi pronóstico
para el resultado es: Real Madrid 3 – Atlético de Madrid 0.
Caronte.
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