Se acaba otra
edición más de la Feria del Libro de Madrid, ese gran evento cultural que tiene
como centro total y absoluto a las letras y a su principal soporte, el libro.
Se acaban casi veinte días de mañanas y tardes en El Retiro con ambiente
literario, con letras y libros por doquier. Ya sólo falta esperar a que pasen
cuarenta y nueve fines de semana para que llegue la siguiente edición. Han sido
tres fines de semana muy intensos, al menos yo los he vivido con mucha
intensidad. No puedo disimular que la Feria del Libro es probablemente el
evento cultural, o de cualquier otro tipo, que más deseo que llegue. Desde hace
ya muchos años cuando llega el mes de mayo ya empiezo sentir la ansiedad
recorrer mi cuerpo, y sólo deseo que las casetas se planten en el Paseo de
Coches del Retiro para poder ir a disfrutar de las mismas.
Reconozco que soy
un yonqui de los libros, de la literatura en todas sus formas y casi todos sus
géneros, y de las letras. Leo todo lo que puede caer en mis manos y más. Hay
ocasiones en las que me encuentro en serias dificultades a la hora de elegir
cuál debe ser mi próxima lectura o el siguiente libro que debo comprar. Sé que
por mucho que viva será imposible que pueda leer todo aquello que me gustaría.
No estoy exagerando. No voy a vivir lo suficiente como para leer todos los
libros que a día de hoy tengo ya pendientes. Necesitaría más de una vida, quizá
tres o cuatro, para poder cumplir mis deseos y devorar todas las historias que
me faltan por descubrir o visitar todos los mundos ideados por los miles de
escritores que ha dado la historia. Soy adicto a las letras. Para mí los libros
y la literatura son como una verdadera droga, aunque hay que reconocer que a
diferencia de otras drogas, ésta no mata neuronas sino más bien todo lo
contrario. Si hay un día en que no leo me siento mal. Cuando iba en el metro
leyendo y me encontraba con alguien o no iba solo me molestaba no poder leer y
seguir avanzando en la historia que tocara.
Como toda
adicción, la que yo sufro también está para suplir una carencia o necesidad, o
quizá más bien para tapar ansiedades o realidades personales en las que uno
prefiere no pensar. Para mí leer es una vía de escape muchas veces frente a la
realidad, a la vida, esa vida que en este momento personal me tiene totalmente
desconcertado y sin saber muy bien qué hacer. Leer me permite no sentirme solo
cuando la soledad decide presentarse en mi corazón y mi cabeza para
martillearme y hacerme ver por ejemplo que un fin de semana no tengo nada que
hacer con nadie. No hablo ya solo de no tener pareja. Supongo que el tener
novia llegará en algún momento, aunque si no cambio yo mismo y dejo de sentir
ese miedo al rechazo y pierdo la vergüenza a hablar con las chicas mal camino
llevo. También es cierto que cada vez más hay una parte dentro de mí, de mi
cabeza o de mi corazón no sé muy bien, que me dice que mi destino, que mi
futuro es quedarme soltero, vivir mi vida sin compartirla con nadie y asumir
ese hecho lo mejor posible. Quizá sea la única manera de cumplir algunos de los
sueños que siempre he tenido y que a veces también me vuelven a la cabeza con
mucha fuerza. Pero la soledad no me viene solo por el hecho de saberme sin
novia, sino también de constatar día a día y cada vez más con el paso del
tiempo, que tampoco tengo amigos de esos con los que de verdad pueda compartir
mi vida no ya presente, sino futura.
Llevo muchos años
yendo a la Feria del Libro, tantos que ni recuerdo cuando fue la primera vez.
Pero han sido los últimos, los coincidentes con mi etapa universitaria, los que
más he disfrutado. Supongo que la razón para esto estriba en el hecho de que
veía en los días que iba a la Feria un Oasis de paz y tranquilidad, un reducto
de mis verdaderas pasiones y la arcadia de mi vocación oculta que poco a poco
parece salir a la luz. Durante los últimos años, no sólo he ido a la Feria del
Libro, sino que en cada edición he pisado el Paseo de Coches en más de una
ocasión. Este año por ejemplo han sido cuatro las veces que he estado en la
Feria: las tardes de los tres sábados de Feria y la mañana del segundo también.
La Feria del Libro es la época del año que más libros compro y más dinero me
dejo en ellos. Pero no sólo eso, también desde hace unos pocos años los días de
Feria me sirven para conocer a mis autores favoritos y llevarles sus obras para
que las firmen y poder así comentar durante los escasos minutos que hablo con
ellos qué me han parecido sus libros y anécdotas varias. Javier Marías, Antonio
Muñoz Molina, Almudena Grandes, Julia Navarro, John Connolly, Juan Eslava
Galán, Eduardo Mendoza, Javier Reverte, todos ellos a pesar de que en un
principio puedan parecer distantes o simplemente por la admiración que puedo
sentir por ellos, pertenecientes a otro mundo muy lejos del mío, me han
resultado personas encantadoras que disfrutan viendo cómo sus lectores
disfrutan de sus obras.
Como todos los
años El Retiro viste sus mejores galas para recibir a todo el mundo de las
letras, desde obviamente a los autores, hasta por supuesto los lectores, pero
no hay que olvidar a los editores y a las librerías sin cuyo trabajo no
existiría ni la Feria del Libro ni la literatura a fin de cuentas. Y como todos
los años, bueno este año ya no porque después de seis años haciéndolo uno
termina cansado de lo mismo, les dije a mis amigos compañeros de universidad si
querían venir alguno de los días conmigo. Lejos están los años en que acudía
con Ángel a la Feria uno de los tres sábados. Fue con él cuando por primera vez
un escritor me firmó un libro. Todavía recuerdo lo nervioso que estaba
esperando en la cola para que Eduardo Mendoza me firmara su última novela. Pero
Ángel hace dos años que está en Múnich de Erasmus, y aunque sé que sin pensarlo
vendría conmigo a la Feria a disfrutar del Retiro en un ambiente diferente y
único, probablemente estos sábados los pase en Múnich en el Englischer Garten.
Lo bueno de aquellos sábados era que Ángel siempre venia encantado, y es más
era él quien se acordaba de que era la Feria del Libro y me decía de ir. Eso ya
no pasa, salvo este año por sorpresa y sin esperarlo.
Lo malo de la
Feria (malo para quien priorice otras cosas en su vida) es que coincide con la
época de exámenes en la Universidad, hecho que todos los años mis compañeros de
Escuela, salvo Ángel, han explotado hasta la extenuación como excusa. No voy a
negar que no entienda esa actitud. Pero cada cual es libre de dar prioridad a
unas cosas sobre otras, y supongo que la Feria del Libro no aporta valor
añadido a la vida profesional de mis amigos. Ellos se lo pierden. Tampoco voy a
negar que me hubiera gustado, o mejor dicho, me gustaría que mis amigos
compartieran mi pasión por los libros y la literatura y que todos los años por
la Feria hubieran sido ellos lo que me dijeran, sabiendo lo que a mí me gusta,
de ir. Eso no ha sido posible, ni probablemente lo sea. Pero por esto no voy a
dejar de ir, vamos quien pensara lo contrario es un necio y no me conoce lo
suficiente. Este año como los anteriores me he repartido los tres fines de
semana como he podido. Uno de ellos lo reservo siempre para ir con mis padres,
aunque supongo que esto pronto dejará de ser así por propia ley de la edad y
por emancipación del hijo pródigo, más que nada porque también a ellos les hace
ilusión, más a mi madre. Los otros dos fines de semana, pues bueno siempre
tiene uno el deseo de ir con alguien, pero si no ha podido ser así también he
ido solo. Por suerte durante la carrera siempre había un fin de semana, un
sábado, que he podido ir a la Feria con un amigo, durante tres años con Ángel.
No hay excusas que
valgan para no ir a la Feria del Libro. Todos los años ha coincidido con
exámenes en mi Escuela y todos los años he ido perdiendo tres tardes de
estudio, que por supuesto no he recuperado. Este año también. Y creo que no me
ha ido nunca mal: voy a acabar la carrera en su tiempo justo, ni más ni menos,
y no me he agobiado ni un solo momento ni por exámenes ni por nada relacionado
con ella. Son decisiones personales sobre a qué dar importancia y a qué no. Mi
vida es más importante de mis estudios y lo que me puedan reportar, que ya
adelanto que no es nada (Bill Gates es el hombre más rico del mundo, dueño de
una de las empresas más importantes de la historia de la humanidad, y no tiene
una carrera). El problema de las excusas viene cuando se ve que nada tienen de
reales, ni se pueden explicar; y más aún cuando la excusas se pone a un plan
mientras por detrás se hacen otros. Esto me lo voy a apuntar para hacerlo yo en
el futuro, es buena idea.
La Feria del Libro
2015 ya se ha acabado. Siento pena. Al mismo tiempo deseo que llegue la del año
que viene, que será la primera en que no tendré obligaciones educativas, sino
más bien profesionales si el destino lo quiere. Ya no habrá excusas que nadie
pueda poner. Bueno, excusas habrá siempre, pero allá quienes las sigan
poniendo. Todo el año que viene por la Feria será diferente en mi vida, o eso
espero al menos. Como todas las ediciones anteriores acabo esperando que la
siguiente sea la que pueda ir al Retiro a pasear entre las casetas y los
autores con pareja, mi novia. Aunque no sé qué me dice que como todos los años
anteriores tampoco será el que viene el del cambio de perspectiva. Yo seguiré
yendo, aunque tanga que ser solo. Porque una de las cosas que en estos dos
últimos años en que he ido al menos un día solo a la Feria he aprendido es a
mirar, a observar y a vivir. Pasear sin compañía, salvo la mía propia y la de
los libros que hubiese comprado, es una experiencia enriquecedora. No voy a
decir que es agradable, porque no sienta bien ir solo por El Retiro cruzándose
con personas que en su mayoría van acompañadas; pero lo enriquecedor, aquello
que en ocasiones, aunque no lo veamos en el momento, nos hace crecer como
personas, no siempre es agradable de vivir.
Ir solo permite
disfrutar mucho más del hecho en sí de estar en la Feria del Libro. Este último
sábado de Feria que he ido al Paseo de Coches he descubierto qué es la Feria.
Me he dedicado, no sólo a ir en busca de los libros que quería, que he de decir
que me costó muchísimo terminar por decidirme, sino también a observar mi
alrededor y he descubierto varias cosas. Una de ellas es que la Feria está
llena de gente, pero de esa gente solo una minoría son lectores y amantes de las
letras. A la Feria va mucho turista, aunque viva en Vallecas desde hace treinta
años. Más de la mitad de la gente con la que me crucé en la Feria no iba ni a
comprar, ni a que su autor favorito le firmara un libro, ni a dejarse
conquistar por la pasión por la lectura. La gente va a ver famosos. Porque esa
es otra de las cosas que he terminado por descubrir. Cada vez vas más autores
de libros, porque me niego a llamarlo escritores, que nunca antes han escrito
nada y que simplemente por salir en la televisión se consideran creadores de
historias y personajes. La gente simplemente va a echar fotos, entorpeciendo el
paso de los que vamos a la Feria a disfrutar de la literatura y los libros. Y
luego están los fenómenos de masas, en especial masas adolescentes. Prefiero no
comentar esto porque puede que termine metiéndome en camisas de once varas y
diciendo cosas de las que al final me tenga que retractar por haberme extralimitado
y haber caído en la ofensa personal.
Ir solo también permite
ver y escuchar cosas y palabras que con gente, acompañado, ni vería ni
escucharía. Y esto también es algo muy curioso. Alguien solo puede pasar
desapercibido con más facilidad que si va en un grupo, aunque también es cierto
que podría llegar a pasar todo lo contrario en un mundo en el que el solitario
fuera constantemente señalado como alguien marginal y asocial. Por suerte,
aunque yo creo que es más bien por desgracia, vivimos en un mundo radicalmente
distinto al que acabo de pintar, y el solitario es cada vez más común.
¡Ay la Feria! Ya
se ha acabado. Ya solo falta recoger todo, desmontar las casetas que durante
tres fines de semana ha ocupado el Paseo de Coches, dándole vida y dinamismo, y
volver cada librería y editorial a su trabajo diario, luchando por sobrevivir
día a día en un mundo en el que cada vez se lee menos porque supone un
esfuerzo, el más duro del todos, intelectual. El Paseo de Coches y El Retiro
volverán a su normalidad y serán ocupados ahora ya con el buen tiempo por
familias con sus niños pequeños que irán a aprender a montar en bici o a
patinar; por parejas que irán a pasarse la tarde sentados en alguno de los
bancos de algún rincón perdido del parque, o a remar en una barca en el
estanque, o simplemente a demostrarse como en cualquier otro lugar y momento su
amor mutuo; por grupos de amigos que se sentarán en algún espacio de césped a
beber, a jugar a las cartas, o que disfrutarán de su gusto por el patinaje
haciendo piruetas imposibles. Yo también iré al Retiro aún cuando no haya
libros que comprar ni autores que me firmen sus obras; iré y me daré una vuelta
y disfrutaré de mis rincones favoritos del parque. Iré y echaré la tarde
intentando llenar el tiempo de los días de la mejor manera posible dentro
siempre de mis posibilidades.
La Feria ya se ha
acabado, las letras se han ido del parque. Han sido tres fines de semana tan
buenos como los de años anteriores. He comprado libros, he conseguido que
varios autores mi firmen sus obras, he ido con mis padres, con un amigo y su
novia (la mayor sorpresa de este año sin duda), y también creo que he empezado
una tradición que espero continuar en el fututo en todas las Ferias del Libro a
las que vaya, solo o acompañado, con frío o calor, lluvia o sol radiante, y es
el ir a la Feria con mi sombrero Panamá, regalo de mis amigos de la Escuela. Muchos
años llevaba diciendo que me iba a comprar un sombrero para la
primavera/verano, y nunca terminaba de decidirme a hacerlo. Al final no he sido
yo el que ha dado el paso, sino que más bien me han empujado a hacerlo, cosa
que agradezco enormemente. A partir de este año el sombrero Panamá, y quizá
otro en otoño/invierno, será un accesorio más que usaré para salir a dar una
vuelta. Desapercibido no pasaré, pero es que para ser del montón ya están
otros. Muchas miradas he observado que me dirigía la gente, especialmente los
hombres, que para este tipo de cosas somos mucho más reactivos que las mujeres,
al verme con el sombrero. Pero me daba igual, porque también he visto que no
era el único que llevaba semejante atuendo, algo que al principio me temía.
Creo que poco a poco voy encontrándome más a gusto conmigo mismo y poco a poco
voy descubriendo cual puede ser mi destino, aunque eso nunca estará claro del
todo hasta que crucemos la Laguna Estigia para entrar en el Inframundo y dar
cuenta de todo a Hades. Pero de momento lo que esperaré es a que llegue la
siguiente edición de la Feria del Libro.
Caronte.
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