lunes, 15 de junio de 2015

Fin de Feria

Se acaba otra edición más de la Feria del Libro de Madrid, ese gran evento cultural que tiene como centro total y absoluto a las letras y a su principal soporte, el libro. Se acaban casi veinte días de mañanas y tardes en El Retiro con ambiente literario, con letras y libros por doquier. Ya sólo falta esperar a que pasen cuarenta y nueve fines de semana para que llegue la siguiente edición. Han sido tres fines de semana muy intensos, al menos yo los he vivido con mucha intensidad. No puedo disimular que la Feria del Libro es probablemente el evento cultural, o de cualquier otro tipo, que más deseo que llegue. Desde hace ya muchos años cuando llega el mes de mayo ya empiezo sentir la ansiedad recorrer mi cuerpo, y sólo deseo que las casetas se planten en el Paseo de Coches del Retiro para poder ir a disfrutar de las mismas.

Reconozco que soy un yonqui de los libros, de la literatura en todas sus formas y casi todos sus géneros, y de las letras. Leo todo lo que puede caer en mis manos y más. Hay ocasiones en las que me encuentro en serias dificultades a la hora de elegir cuál debe ser mi próxima lectura o el siguiente libro que debo comprar. Sé que por mucho que viva será imposible que pueda leer todo aquello que me gustaría. No estoy exagerando. No voy a vivir lo suficiente como para leer todos los libros que a día de hoy tengo ya pendientes. Necesitaría más de una vida, quizá tres o cuatro, para poder cumplir mis deseos y devorar todas las historias que me faltan por descubrir o visitar todos los mundos ideados por los miles de escritores que ha dado la historia. Soy adicto a las letras. Para mí los libros y la literatura son como una verdadera droga, aunque hay que reconocer que a diferencia de otras drogas, ésta no mata neuronas sino más bien todo lo contrario. Si hay un día en que no leo me siento mal. Cuando iba en el metro leyendo y me encontraba con alguien o no iba solo me molestaba no poder leer y seguir avanzando en la historia que tocara.

Como toda adicción, la que yo sufro también está para suplir una carencia o necesidad, o quizá más bien para tapar ansiedades o realidades personales en las que uno prefiere no pensar. Para mí leer es una vía de escape muchas veces frente a la realidad, a la vida, esa vida que en este momento personal me tiene totalmente desconcertado y sin saber muy bien qué hacer. Leer me permite no sentirme solo cuando la soledad decide presentarse en mi corazón y mi cabeza para martillearme y hacerme ver por ejemplo que un fin de semana no tengo nada que hacer con nadie. No hablo ya solo de no tener pareja. Supongo que el tener novia llegará en algún momento, aunque si no cambio yo mismo y dejo de sentir ese miedo al rechazo y pierdo la vergüenza a hablar con las chicas mal camino llevo. También es cierto que cada vez más hay una parte dentro de mí, de mi cabeza o de mi corazón no sé muy bien, que me dice que mi destino, que mi futuro es quedarme soltero, vivir mi vida sin compartirla con nadie y asumir ese hecho lo mejor posible. Quizá sea la única manera de cumplir algunos de los sueños que siempre he tenido y que a veces también me vuelven a la cabeza con mucha fuerza. Pero la soledad no me viene solo por el hecho de saberme sin novia, sino también de constatar día a día y cada vez más con el paso del tiempo, que tampoco tengo amigos de esos con los que de verdad pueda compartir mi vida no ya presente, sino futura.

Llevo muchos años yendo a la Feria del Libro, tantos que ni recuerdo cuando fue la primera vez. Pero han sido los últimos, los coincidentes con mi etapa universitaria, los que más he disfrutado. Supongo que la razón para esto estriba en el hecho de que veía en los días que iba a la Feria un Oasis de paz y tranquilidad, un reducto de mis verdaderas pasiones y la arcadia de mi vocación oculta que poco a poco parece salir a la luz. Durante los últimos años, no sólo he ido a la Feria del Libro, sino que en cada edición he pisado el Paseo de Coches en más de una ocasión. Este año por ejemplo han sido cuatro las veces que he estado en la Feria: las tardes de los tres sábados de Feria y la mañana del segundo también. La Feria del Libro es la época del año que más libros compro y más dinero me dejo en ellos. Pero no sólo eso, también desde hace unos pocos años los días de Feria me sirven para conocer a mis autores favoritos y llevarles sus obras para que las firmen y poder así comentar durante los escasos minutos que hablo con ellos qué me han parecido sus libros y anécdotas varias. Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Almudena Grandes, Julia Navarro, John Connolly, Juan Eslava Galán, Eduardo Mendoza, Javier Reverte, todos ellos a pesar de que en un principio puedan parecer distantes o simplemente por la admiración que puedo sentir por ellos, pertenecientes a otro mundo muy lejos del mío, me han resultado personas encantadoras que disfrutan viendo cómo sus lectores disfrutan de sus obras.

Como todos los años El Retiro viste sus mejores galas para recibir a todo el mundo de las letras, desde obviamente a los autores, hasta por supuesto los lectores, pero no hay que olvidar a los editores y a las librerías sin cuyo trabajo no existiría ni la Feria del Libro ni la literatura a fin de cuentas. Y como todos los años, bueno este año ya no porque después de seis años haciéndolo uno termina cansado de lo mismo, les dije a mis amigos compañeros de universidad si querían venir alguno de los días conmigo. Lejos están los años en que acudía con Ángel a la Feria uno de los tres sábados. Fue con él cuando por primera vez un escritor me firmó un libro. Todavía recuerdo lo nervioso que estaba esperando en la cola para que Eduardo Mendoza me firmara su última novela. Pero Ángel hace dos años que está en Múnich de Erasmus, y aunque sé que sin pensarlo vendría conmigo a la Feria a disfrutar del Retiro en un ambiente diferente y único, probablemente estos sábados los pase en Múnich en el Englischer Garten. Lo bueno de aquellos sábados era que Ángel siempre venia encantado, y es más era él quien se acordaba de que era la Feria del Libro y me decía de ir. Eso ya no pasa, salvo este año por sorpresa y sin esperarlo.

Lo malo de la Feria (malo para quien priorice otras cosas en su vida) es que coincide con la época de exámenes en la Universidad, hecho que todos los años mis compañeros de Escuela, salvo Ángel, han explotado hasta la extenuación como excusa. No voy a negar que no entienda esa actitud. Pero cada cual es libre de dar prioridad a unas cosas sobre otras, y supongo que la Feria del Libro no aporta valor añadido a la vida profesional de mis amigos. Ellos se lo pierden. Tampoco voy a negar que me hubiera gustado, o mejor dicho, me gustaría que mis amigos compartieran mi pasión por los libros y la literatura y que todos los años por la Feria hubieran sido ellos lo que me dijeran, sabiendo lo que a mí me gusta, de ir. Eso no ha sido posible, ni probablemente lo sea. Pero por esto no voy a dejar de ir, vamos quien pensara lo contrario es un necio y no me conoce lo suficiente. Este año como los anteriores me he repartido los tres fines de semana como he podido. Uno de ellos lo reservo siempre para ir con mis padres, aunque supongo que esto pronto dejará de ser así por propia ley de la edad y por emancipación del hijo pródigo, más que nada porque también a ellos les hace ilusión, más a mi madre. Los otros dos fines de semana, pues bueno siempre tiene uno el deseo de ir con alguien, pero si no ha podido ser así también he ido solo. Por suerte durante la carrera siempre había un fin de semana, un sábado, que he podido ir a la Feria con un amigo, durante tres años con Ángel.

No hay excusas que valgan para no ir a la Feria del Libro. Todos los años ha coincidido con exámenes en mi Escuela y todos los años he ido perdiendo tres tardes de estudio, que por supuesto no he recuperado. Este año también. Y creo que no me ha ido nunca mal: voy a acabar la carrera en su tiempo justo, ni más ni menos, y no me he agobiado ni un solo momento ni por exámenes ni por nada relacionado con ella. Son decisiones personales sobre a qué dar importancia y a qué no. Mi vida es más importante de mis estudios y lo que me puedan reportar, que ya adelanto que no es nada (Bill Gates es el hombre más rico del mundo, dueño de una de las empresas más importantes de la historia de la humanidad, y no tiene una carrera). El problema de las excusas viene cuando se ve que nada tienen de reales, ni se pueden explicar; y más aún cuando la excusas se pone a un plan mientras por detrás se hacen otros. Esto me lo voy a apuntar para hacerlo yo en el futuro, es buena idea.

La Feria del Libro 2015 ya se ha acabado. Siento pena. Al mismo tiempo deseo que llegue la del año que viene, que será la primera en que no tendré obligaciones educativas, sino más bien profesionales si el destino lo quiere. Ya no habrá excusas que nadie pueda poner. Bueno, excusas habrá siempre, pero allá quienes las sigan poniendo. Todo el año que viene por la Feria será diferente en mi vida, o eso espero al menos. Como todas las ediciones anteriores acabo esperando que la siguiente sea la que pueda ir al Retiro a pasear entre las casetas y los autores con pareja, mi novia. Aunque no sé qué me dice que como todos los años anteriores tampoco será el que viene el del cambio de perspectiva. Yo seguiré yendo, aunque tanga que ser solo. Porque una de las cosas que en estos dos últimos años en que he ido al menos un día solo a la Feria he aprendido es a mirar, a observar y a vivir. Pasear sin compañía, salvo la mía propia y la de los libros que hubiese comprado, es una experiencia enriquecedora. No voy a decir que es agradable, porque no sienta bien ir solo por El Retiro cruzándose con personas que en su mayoría van acompañadas; pero lo enriquecedor, aquello que en ocasiones, aunque no lo veamos en el momento, nos hace crecer como personas, no siempre es agradable de vivir.

Ir solo permite disfrutar mucho más del hecho en sí de estar en la Feria del Libro. Este último sábado de Feria que he ido al Paseo de Coches he descubierto qué es la Feria. Me he dedicado, no sólo a ir en busca de los libros que quería, que he de decir que me costó muchísimo terminar por decidirme, sino también a observar mi alrededor y he descubierto varias cosas. Una de ellas es que la Feria está llena de gente, pero de esa gente solo una minoría son lectores y amantes de las letras. A la Feria va mucho turista, aunque viva en Vallecas desde hace treinta años. Más de la mitad de la gente con la que me crucé en la Feria no iba ni a comprar, ni a que su autor favorito le firmara un libro, ni a dejarse conquistar por la pasión por la lectura. La gente va a ver famosos. Porque esa es otra de las cosas que he terminado por descubrir. Cada vez vas más autores de libros, porque me niego a llamarlo escritores, que nunca antes han escrito nada y que simplemente por salir en la televisión se consideran creadores de historias y personajes. La gente simplemente va a echar fotos, entorpeciendo el paso de los que vamos a la Feria a disfrutar de la literatura y los libros. Y luego están los fenómenos de masas, en especial masas adolescentes. Prefiero no comentar esto porque puede que termine metiéndome en camisas de once varas y diciendo cosas de las que al final me tenga que retractar por haberme extralimitado y haber caído en la ofensa personal.

Ir solo también permite ver y escuchar cosas y palabras que con gente, acompañado, ni vería ni escucharía. Y esto también es algo muy curioso. Alguien solo puede pasar desapercibido con más facilidad que si va en un grupo, aunque también es cierto que podría llegar a pasar todo lo contrario en un mundo en el que el solitario fuera constantemente señalado como alguien marginal y asocial. Por suerte, aunque yo creo que es más bien por desgracia, vivimos en un mundo radicalmente distinto al que acabo de pintar, y el solitario es cada vez más común.

¡Ay la Feria! Ya se ha acabado. Ya solo falta recoger todo, desmontar las casetas que durante tres fines de semana ha ocupado el Paseo de Coches, dándole vida y dinamismo, y volver cada librería y editorial a su trabajo diario, luchando por sobrevivir día a día en un mundo en el que cada vez se lee menos porque supone un esfuerzo, el más duro del todos, intelectual. El Paseo de Coches y El Retiro volverán a su normalidad y serán ocupados ahora ya con el buen tiempo por familias con sus niños pequeños que irán a aprender a montar en bici o a patinar; por parejas que irán a pasarse la tarde sentados en alguno de los bancos de algún rincón perdido del parque, o a remar en una barca en el estanque, o simplemente a demostrarse como en cualquier otro lugar y momento su amor mutuo; por grupos de amigos que se sentarán en algún espacio de césped a beber, a jugar a las cartas, o que disfrutarán de su gusto por el patinaje haciendo piruetas imposibles. Yo también iré al Retiro aún cuando no haya libros que comprar ni autores que me firmen sus obras; iré y me daré una vuelta y disfrutaré de mis rincones favoritos del parque. Iré y echaré la tarde intentando llenar el tiempo de los días de la mejor manera posible dentro siempre de mis posibilidades.

La Feria ya se ha acabado, las letras se han ido del parque. Han sido tres fines de semana tan buenos como los de años anteriores. He comprado libros, he conseguido que varios autores mi firmen sus obras, he ido con mis padres, con un amigo y su novia (la mayor sorpresa de este año sin duda), y también creo que he empezado una tradición que espero continuar en el fututo en todas las Ferias del Libro a las que vaya, solo o acompañado, con frío o calor, lluvia o sol radiante, y es el ir a la Feria con mi sombrero Panamá, regalo de mis amigos de la Escuela. Muchos años llevaba diciendo que me iba a comprar un sombrero para la primavera/verano, y nunca terminaba de decidirme a hacerlo. Al final no he sido yo el que ha dado el paso, sino que más bien me han empujado a hacerlo, cosa que agradezco enormemente. A partir de este año el sombrero Panamá, y quizá otro en otoño/invierno, será un accesorio más que usaré para salir a dar una vuelta. Desapercibido no pasaré, pero es que para ser del montón ya están otros. Muchas miradas he observado que me dirigía la gente, especialmente los hombres, que para este tipo de cosas somos mucho más reactivos que las mujeres, al verme con el sombrero. Pero me daba igual, porque también he visto que no era el único que llevaba semejante atuendo, algo que al principio me temía. Creo que poco a poco voy encontrándome más a gusto conmigo mismo y poco a poco voy descubriendo cual puede ser mi destino, aunque eso nunca estará claro del todo hasta que crucemos la Laguna Estigia para entrar en el Inframundo y dar cuenta de todo a Hades. Pero de momento lo que esperaré es a que llegue la siguiente edición de la Feria del Libro.

Caronte.

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