sábado, 13 de diciembre de 2014

Causa de la muerte: PFC

No sé por qué pero llevo unas semanas en las que apenas me sale escribir nada. Y no es porque no lo intento, ni porque no me ponga manos a la obra con ello. Hay veces que he querido escribir algo que se me ha pasado por la cabeza pero una vez delante de la hoja en blanco de Word no me ha salido nada, por mucho que haya empezado a escribir unas líneas. He dicho que no lo sé, pero en el fondo la razón está más que clara: tengo la mente totalmente agotada. Agotada de pensar, calcular, redactar y estructurar de la mejor manera posible mi Proyecto Fin de Carrera (a partir de ahora si vuelve a salir esto lo abreviaré con PFC).

Por suerte, o según el día que tenga y como lo mire por desgracia, ya estoy en sexto de carrera. ¡Sí, sexto! Sé que parece raro pero han existido las carreras de seis años naturales, aunque como los ornitorrincos siempre han sido especies algo raras y que la verdad no tenían mucho sentido de ser. Pero ya estoy acabando, y encima en tiempo, es decir a curso por año, lo que según dicen las malas lenguas es algo que pocos han conseguido (supongo que será porque no tuvieron que vivir la última promoción de este plan antiguo de seis años, ya que tengo la impresión de que no es que hayan levantado la mano es que, haciendo un símil ingenieril, han abierto las compuertas de la presa y los desagües de fondo para quitarnos de en medio lo más rápido posible; aunque siempre hay profesores y catedráticos, y pienso en Resistencia e Hidráulica especialmente, que tras haber fumado algo de crack en mal estado y creyéndose dioses están poniendo las cosas más que complicadas a más de uno, entre ellos a algún amigo). Yo supongo que o con mucha suerte, o de manera más que inmerecida, estoy en sexto y limpio de cursos anteriores, tras haberme aprobado, que no haber aprobado yo, varias asignaturas desde que llevo en la carrera (física, hormigón, hidráulica, etc.).

Como he dicho ya estoy en sexto. Y por fin se cumple eso que desde que entré en la Escuela decían de todos los curos: “segundo es más fácil que primero”, “tercero es más fácil que segundo”, “cuarto ya no tiene nada que ver con lo anterior”. Y es cierto por fin, sexto en sí, y sin contar con el PFC, es un curso casi diría yo de trámite. Me explico para que nadie me malentienda o se piense que voy de sobrado (aunque lo que piense la gente, desde hace ya un tiempo como que me da bastante igual y me resbala bastante). Si tengo que comparar los apuntes que tomaba en cursos anteriores con los que tomo este año, puedo decir que este curso apenas estoy tomando apuntes en una asignatura, en todas las demás voy a clase o bien porque los profesores pasan lista para ayudar a quien asista a clase en la nota final (cosa un poco miserable por mi parte), o bien porque no me queda más remedio. Una cosa que quiero apuntar aquí a nivel más personal, es que lo de pasar lista en clase en la universidad me parece muy infantil por parte de los profesores que lo hacen. Si la universidad es voluntaria, nadie nos debería obligar a estar calentando unos asientos, que por otra parte son incomodísimos, simplemente para henchir el ego de algunos profesores/catedráticos. Lo que pasa es que si a esa voluntariedad de asistencia a clase se suma la ineptitud docente de algunos profesores (que en algunos casos raya lo lamentable), es normal que algunos para creerse buenos pasen lista de asistencia y así evitar que sus clases queden desiertas.

Volviendo al asunto que pretendo tratar (aunque no sé muy bien cuál es la verdad). Si sexto fuera sólo el ir a clase, aunque sea obligado por el control de asistencia, sería un paseo de rosas. ¿Pero cómo van a permitir desde mi Escuela que un solo curso de su prestigiosísima carrera sea un paseo de rosas? De ninguna de las maneras, algo había que hacer para que esto no fuera así, y que los alumnos tuviéramos un curso por fin en el que volviéramos a tener vida personal o privada, por muy miserable, triste y desgraciada que esta sea. Así se inventó el PFC: ese grano en el culo permanente que recuerda al alumno todos los días del curso que está puteado. Todo lo que diga a partir de ahora del PFC será poco y muy lejano a la realidad.

Es el maldito PFC el que ha terminado de vencerme y el que me impide escribir, tanto por tiempo, ya que me quita muchas horas, como por inspiración. Muchas tardes las intento planificar para que me dé tiempo a hacer algo del PFC, ir poco a poco avanzándolo y estructurándolo, buscando información y redactando; pero también para que pueda tener un rato para estudiar las asignaturas de sexto curso, y que además me quede algo de tiempo para escribir un poco todos los días para publicar de vez en cuando (con bastante menos frecuencias que el año pasado y de la que a mí me gustaría por desgracia) algún artículo en el blog. Pero esto es simple y pura planificación y todos sabemos que los planes, de cualquier tipo, nunca salen como se piensan o se imaginan, por muchas vueltas que se les den para perfeccionarlos. Y por tanto como todo plan el querer dividir mi tiempo de trabajo entre el PFC, sexto y la escritura, nunca termina saliendo. Y el culpable es el PFC, porque por mucho que me digo que no puedo estar toda la maldita tarde con él, siempre acabo invirtiendo todo el tiempo en el mismo.

Si sólo fuera tiempo lo que invierto en el PFC, dentro de lo que cabe no sería tanto problema ya que podría sacar más de debajo de las piedras, simplemente durmiendo menos, no yendo a la piscina dos días en semana, y a la academia de francés otros dos, tendría tiempo. Pero no voy a sacrificar absolutamente nada por ello, básicamente porque no me merece la pena, y creo que de manera objetiva el PFC en su conjunto (y casi diría que por extensión, mi carrera, y todas las carreras en general) no merece la pena.

Recuerdo con gracia cuando a finales del curso pasado para orientarnos sobre cómo iba a ser el PFC y todo lo que teníamos que hacer para inscribirnos, elegir tipo de proyecto y la manera de evaluarlo y presentarlo, en mi Escuela organizaron una charla. En dicha charla el responsable del departamento del Proyecto Fin de Carrera nos dijo que el hecho de que hiciéramos el PFC a la vez que cursábamos sexto era un privilegio que teníamos. Vamos que nos vino a decir que era una especie de favor, de deferencia, que por tradición ha tenido la Escuela hacia sus alumnos de sexto para que no tuviera que estar un año más todavía haciendo el proyecto, como suele pasar en todas las carreras normales. No puedo evitar reírme – básicamente por no llorar – cada vez que me acuerdo de aquello. ¿Pero cómo me pueden venir diciendo que hacernos tener que realizar un proyecto de ingeniería civil al mismo tiempo que tenemos que sacarnos el último curso de la carrera es un favor que nos hacen? Si de verdad hubieran querido hacernos un favor hubieran retocado todo el sistema del PFC. Sistema que por otro lado es totalmente anticuado, anacrónico y está bastante desfasado con el mundo real. Ese mundo para el que se supone, y repito se supone, nos están formando.

Podría ponerme a hablar durante horas, y escribir folios y folios criticando el sistema educativo de mi Escuela, y su plan de estudios, pero sería igual de inútil que intentar contar cuantos granos de arena hay en la Playa de la Malvarrosa de Valencia (aunque quizá haya algún catedrático, que por estado psiquiátrico, se ponga a hacerlo). Muchas son las cosas que no entiendo de cómo lleva estructurada mi carrera durante décadas, pero creo que una de las peores es el PFC. No entiendo el objetivo que tiene en el mundo profesional actual hacer que un alumno que todavía no tiene el recorrido necesario desarrolle él solo y prácticamente sin la ayuda ni el consejo de nadie, a pesar de que todos tenemos asignado un tutor. Porque lo del tutor es una de las mayores mentiras que existen en el mundo, al mismo nivel que Papá Noel o los Reyes Magos de Oriente, ya que por mucho que teóricamente todos tengamos nuestro tutor asignado para que nos guíe, oriente, aconseje y ayude a sacar adelante semejante tarea, la realidad es muy distinta y según el tutor que te toque éste puede llegar a parecerse algo a la teoría, pero lo más normal será que pase de ti como de comer saltamontes rebozados en salsa barbacoa y más que ayudar y dar ánimos ponga palos en la rueda.

Que alguien me explique con tres argumentos razonados de qué sirve hacer un proyecto, ya sea de un puerto deportivo (como es mi caso), una carretera, un tramo de AVE o un polideportivo con piscina cubierta, solos, cuando en el mundo profesional los proyectos de hacen de manera conjunta dentro de un equipo de profesionales. Si alguien hay que me pueda dar estas tres razones que pido que empiece a echar una solicitud para trabajar en la Escuela como profesor y perpetuar la docencia absurda que se da desde sus ilustres aulas. Yo no veo razón alguna. Y no la veo porque creo sinceramente que no la hay. Es absurdo que sin haber visto en toda la carrera absolutamente nada de cómo realizar un proyecto – ya que la asignatura donde se deben ver y “aprender” estas cosas se da en sexto, al mismo tiempo que estamos haciendo por nuestra cuenta el PFC – nos digan que hagamos uno, y solos. Sin referencia alguna salvo lo que dicen que tienen en la Cátedra de Proyectos y las clases que vamos dando de dicha asignatura. Clases que por otra parte se centran en una gran mayoría en obras lineales (carreteras y trazados de ferrocarril con sus correspondientes puentes, la gran obra de referencia que parece que únicamente sabemos hacer los ingenieros); ¿qué pasa con aquellos alumnos que no tenemos una obra lineal? Que nos den buena morcilla de Burgos.

Obviamente es mi parte sobrequemada por el proyecto la que está escribiendo esto. Pero sinceramente no creo que esté diciendo ninguna chorrada. El PFC tal y como está a día de hoy concebido, creo que es algo que en su día se inventó en mi Escuela para tener a los alumnos jodidos trabajando más que ningún año dejándonos la vida y las ganas de vivir en algo que sólo nos servirá para acabar la carrera y para que nos den un papel firmado por Su Majestad el Rey en el que pondrá que somos Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Pero sobre todo creo que el PFC fue ideado para que no nos demos cuenta de que si en algún momento hubiera habido una mente decente y brillante en la Escuela que se hubiera dado cuenta de que el mundo iba avanzando, mientras que nosotros seguíamos anclados en la mitad del siglo XX (tanto por métodos docentes, como por medios materiales, como por profesorado momificado), y hubiera tenido las agallas suficientes para enfrentarse a la estructura casi mística de la Escuela, ahora no estaríamos como estamos: encerrados en una burbuja irreal que nos venden desde los estrados los profesores haciéndonos creer que el mundo es tal como nos lo pintan ahí dentro.

Mucho podría cambiarse en mi Escuela, y quizá si se empujara más desde el alumnado que en el fondo somos mayoría con respecto a los que mandan (tanto en las cátedras como en la administración de la universidad), podría lograrse. Pero esta escuela anula la voluntad de cambio, porque mata las ganas y las fuerzas de luchar por lo que nos pueda parecer justo. Si a sexto se llega ya bastante quemado después de cinco años viviendo lo que es una escuela anclada en métodos docentes del siglo pasado con profesores que se creen verdaderos dioses en la tierra y material académico propio de una película ambientada en los años cincuenta del año pasado, el PFC es como la puntilla que se termina de dar a un toro en el ruedo. El PFC tal como está estructurado a día de hoy no invita más que a buscarse la vida como sea para copiar algún otro proyecto semejante al que te hay tocado para salvar la cara, y más si el tutor que te ha tocado pasa olímpicamente de su tarea. Esto es otra cosa que no entiendo. Si un profesor es tutor de PFC es porque ha elegido serlo libremente, sin coacciones y sin que ningún estudiante haya ido con un cuchillo de la cafetería (de esos que no cortan ni la mantequilla tierna) a amenazarle. Partiendo de esta premisa no veo lógico que haya tutores que parezca que están haciendo ese trabajo por obligación, o casi como hobby en su tiempo libre y por tanto primen su actividad profesional (totalmente legítima) ya sea pública o privada. Pero al menos por decencia si se es tutor se debería uno implicar un poco más.

Yo no sé si el resto de mis compañeros, al menos los que están a mi nivel, es decir aquellos que no pueden pedir a papá ingeniero (diría también mamá ingeniera si esta carrera no hubiera sido históricamente machista) que les echen un cable con el PFC o que incluso que se lo hagan, si se sienten como yo: igual de agotados física y mentalmente por el proyecto. Sé que yo me siento como muerto cada vez que una tarde dejo de hacer el PFC, agotado como nunca antes en la carrera había estado, sin ganas más que de sentarme un rato en el sofá a ver la tele o simplemente a que se acabe ese día y poder descansar en la cama. Veo que el tiempo pasa, se consume y me consume poco a poco, sin ver avances reales en el PFC. Hay tardes que sí, que me digo: “bien hecho, he avanzado en algo importante, ya me queda menos”, porque veo que el tempo que he pasado delante de mi ordenador ha sido de provecho, aunque tras el cual sigua estando igual de muerto. Sin embargo hay tardes que pasa todo lo contrario. Otros días después de haber estado más de tres horas dedicado al PFC cuando acabo, ya harto de él, me doy cuenta que esas tres horas no han servido de nada, o esa es la sensación que tengo. Esos días me veo completamente derrotado. Me siento como perdido en un desierto en el que mire donde mire solo veo arena y dunas, y me es imposible orientarme ni siquiera con el sol.

Por suerte todavía hay unos pocos oasis reales en medio de ese desierto en el que algunas veces parezco encontrarme. La lectura por ejemplo es uno de ellos, gracias a la cual puedo imaginar mundos, lugares y personajes muy lejanos al tiempo presente. Personajes imaginarios, ficticios, irreales que me hacen sentir como uno más de ellos y por tanto me alejan del estado comatoso o vegetativo en el que me deja el PFC. También recurro en muchas ocasiones a la música, en especial a la música clásica; y Tchaikovski, Wagner, Beethoven o la familia Strauss me hacen no pensar, me llevan a un paraíso donde la mente sólo tiene que disfrutar y reposar. Pero la crueldad y la absurdez del PFC no tienen ni límites ni misericordia, y muchas tardes y muchos fines de semana ni siquiera tengo ganas de irme a esos oasis. Lo único que quisiera esas tardes, esos días, sería cerrar los ojos, descansar y que el día presente acabara y llegara pronto el siguiente. Pero el día siguiente llega, como todo lo que tiene que ver con el tiempo que no para ni siquiera para mirarnos cuando pasa, y vuelve a ser como el anterior. Pero nunca es igual al anterior porque mi capacidad de aguante está un poco más mermada.

Lo que más me fastidia del PFC no es el hecho de que me deje hecho unos mixtos cada tarde que me pongo con él. Lo peor es que me impide dedicar algo de tiempo a escribir, afición que en el último año había conseguido algo que pensaba no iba a lograr nunca: devolverme la ilusión por algo. No me quedan ganas para escribir porque no tengo nada de lo que hacerlo. El PFC requiere tanto esfuerzo mental para estructurar, redactar y dar coherencia a lo que pretendo plasmar en él, que mi mente acaba muerta, con encefalograma plano. Estoy seguro que si me hicieran un escáner después de estar una tarde entera con el proyecto no aparecería cerebro. Estaría consumido. Por muchas ideas que a lo largo del día se me pasan por la cabeza y de las que pienso que podría escribir alguna historia o reflexión interesante, tras el PFC han desaparecido.

No sé si de verdad al final el PFC servirá de algo, o simplemente será una experiencia más que algún día podré compartir con mi chica (si algún día me echo alguna), o contaré a mis nietos (si es que los tengo, premisa relacionada con la anterior sin la cual esta no se cumplirá ni de lejos). Puede que después de todo, lo que ahora me parezca una absurdez, un sinsentido y una pérdida total y absoluta de tiempo, termine siendo la actividad más educativa de mi vida. Sinceramente no lo creo, pero como dicen que no hay que perder la esperanza tengo que decirlo. Lo que está de momento claro es que el PFC es la causa de la muerte de mi cerebro cada tarde.

Caronte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario