miércoles, 24 de septiembre de 2014

Lo que yo diría ante la Asamblea General de la ONU

Señoras y Señores Jefes de Estado y de Gobierno, Señor Secretario General de las Naciones Unidas, Señor Presidente de la Asamblea General, señoras y señores representantes de todos los pueblos del mundo:

Un año más aquí en Nueva York nos reunimos para intentar debatir sobre los principales problemas y asuntos que conciernen a todo el planeta. Un año más, y ya van sesenta y nueve, esta ciudad, donde la desmesura inunda todos los rincones y hasta el más orgulloso de los seres humanos se siente pequeño y humilde, ve cómo las Naciones Unidas celebran su periodo de sesiones destinado como en su día se ideó para ser el mayor foro abierto del mundo donde todas las opiniones, razas, creencias, religiones y pueblos pudieran ser oídas, y donde los asuntos de mayor importancia para la paz mundial pudieran discutirse sin prejuicios.


Muchos y muy variados son los asuntos y problemas que desde el pasado período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas han golpeado al mundo, y también muchos problemas siguen presentes año tras año sin visos de que nada vaya a cambiar si no hay voluntad política para el acuerdo. La paz cada año es un bien más escaso, y cada día que pasa siempre hay alguna parte del mundo que ve cómo la paz es amenazada constantemente. No podemos quedarnos cruzados de brazos esperando a que el tiempo traiga la paz. La paz hay que lograrla día a día, y con voluntad, sin esto último por muchos empeños y esfuerzos que se pongas nunca se conseguirá una paz verdadera sino simplemente un sucedáneo que podrá pasar por paz, pero que no lo será. Las Naciones Unidas, como reza en su carta fundacional, deben asegurar la paz en todo el mundo y la convivencia pacífica de todos los pueblos que lo habitan independientemente de sus razas.

En los últimos meses mucho ha pasado que ha amenazado la tan débil paz de la que hablo. Cómo un volcán dormido, el odio y la intolerancia se ha apoderado de varias regiones del mundo como Siria, Ucrania y de nuevo Irak. Quizá por encima de todas esas amenazas a la paz mundial, ese tesoro que esta honorable casa como son las Naciones Unidas están llamadas a preservar y lograr para todos los habitantes del mundo, hay una que destaca sobre todas y esa es de nuevo la amenaza del terrorismo yihadista. El Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS en sus siglas en inglés), es a día de hoy la más acuciante de todas las amenazas que se ciernen sobre el mundo. Estos terroristas que enarbolan la bandera de la religión musulmana, amparándose en el Corán y en la ley islámica para cometer todo tipo de atrocidades, están expandiendo un terror nunca visto hasta la fecha por amplias zonas de Irak y Siria. Pero no sólo se quedan ahí, estos cobardes encapuchados, pretenden extender su califato de terror e ignominia por todo lo que un día, y siempre según ellos y su fantasía, formó parte del imperio musulmán, con lo que la amenaza no sólo se circunscribe a las ya citadas regiones de Oriente Medio, sino que también alcanza al Norte de África y a Europa, tanto por su parte occidental en España, donde pretenden recuperar Al-Ándalus, como por la parte oriental, empezando por Turquía. Las naciones del mundo, aquellas que vivimos en paz, y que debemos intentar que otras muchas naciones de las que también somos hermanos vivan a su vez en esta paz, debemos unirnos como muchas otras veces hemos hecho y combatir juntos contra estos terroristas inhumanos, estos monstruos que sólo se guían por un falso Dios, ya que ni Alá, ni Mahoma, ni el Corán dicen que haya que cometer semejantes barbaridades contra los seres humanos.

No podemos permitir por más tiempo que el ISIS siga campando a sus anchas por Oriente Medio, inestabilizando todavía más una región ya de por sí muy golpeada por las diferentes guerras que a lo largo de la historia y por motivos no siempre justificados por conseguir la paz se han desarrollado en aquellas tierras. No podemos permitir que unos fanáticos persigan y sometan a todos aquellos que no piensen como ellos; no podemos consentir en modo alguno que sigan asesinando a todos los que no cedan en convertirse al islam, violando a las mujeres y decapitando a hombres, ancianos y niños. Es hora de pasar de las palabras que instaban a estos terroristas a deponer su actitud, palabras que de todas formas han sido constantemente ignoradas, a los hechos. Sé que la Asamblea General de las Naciones Unidas no es el lugar apropiado para hacer un llamamiento para conseguir apoyos para inicial un ataque contra nadie, pero creo que con estos terroristas es imposible cualquier negociación, la diplomacia no es una palabra que esté en su vocabulario, y muy a pesar mío, que soy contrario a cualquier enfrentamiento armado que pueda causar víctimas, creo que en este caso el uso de la violencia está justificado contra aquellos que la usan de manera más arbitraria aún contra toda persona, no importando edad ni género, ni condición. Pero el momento de actuar es ahora, no mañana porque quizá si esperamos a mañana sea demasiado tarde y más gente inocente muera, o tenga que huir dejando atrás su vida y sus recuerdos y pertenencias aunque estas sean escasas.

Pero como he dicho el ISIS no es más que otro problema más a añadir a una región del mundo donde los enfrentamientos regados con el odio visceral entre culturas es el pan de cada día. Siria es desde hace ya un par de Periodos de Sesiones un asunto inconcluso, una herida abierta en la frágil paz de esa parte del mundo. El conflicto en Siria está estancado, y esto es así por la inacción general de la comunidad internacional que se ha perdido en un laberinto de palabras, y cumbres de amigos de los rebeldes sirios, y conferencias de donantes y demás palabrería y falta de acción. El régimen de Bachar al-Asad es dictatorial por muchas falsas elecciones se celebren en Siria. Hace mucho se tuvo que haber ayudado a la oposición siria que en sus primeros momentos estaba básicamente encabezada por gente que, al menos de primeras, tenía ansias de libertad y verdadera democracia. Pero a día de hoy, esos rebeldes sirios a los que se pretende animar y armar para deponer a Bachar al-Asad son tal amalgama de facciones no todas ellas con afán democratizador para Siria, que resultaría sumamente peligroso intervenir. Me da pena comprobar que una de las grandes civilizaciones del mundo antiguo, aquella que tenía base en Damasco, perla del mundo musulmán, y que engrandeció la cultura del mundo en ciudades como Palmira o Alepo, está siendo destruida por un tiránico líder que se aferra al poder como un carroñero a su presa moribunda.

De la situación en Siria tenemos culpa toda la comunidad internacional. Nuestra hipocresía y quizá también en gran parte nuestra ceguera congénita que nos impide ver y razonar más allá de nuestros intereses particulares como naciones individuales. Siria no es un país que pueda ofrecer petróleo y por ello la palabrería y las conferencias regadas con buenos vinos y condimentadas con sabrosos manjares, celebradas en grandes palacios europeos, han sustituido a la acción. Sólo cuando los intereses de las grandes potencias mundiales está en juego, y hablo a ambos lados del Atlántico y en los dos confines del mundo, es cuando se actúa y de manera rápida, aunque no siempre diligente. De estos errores, difícilmente subsanables a día de hoy la comunidad internacional al completo debería aprender para mejorar, y para enseñarnos que la hipocresía es la peor de todas la cualidades humanas, esa hipocresía que tantos países aplican a sus relaciones internacionales.

No quiero dejar esta región del mundo y los problemas que la asolan sin hacer mención al penúltimo capítulo del conflicto israelo-palestino, o palestino-israelí como quieran escucharlo, del que este verano hemos sido testigos. No voy a repetir ante ustedes algo que creo que es de recibo y más que razonable como es que Palestina tiene el mismo derecho de existir del que tiene Israel, y éstos tienen todo el derecho que les da la historia para ocupar las tierras de los padres de los padres de sus padres. Ambas existencias deberían ser compatibles, y es más creo profundamente que lo son. Pero la actitud constante de Israel ocupando terreno que nunca le fue concedido cuando se acordó en su día la creación de un estado israelí, arrebatándoselo a los palestinos es inaceptable y me gustaría denunciarla una vez más públicamente en este foro. Volviendo al episodio bélico de este verano; sí es cierto que esta vez ha sido Hamás, otra organización terrorista, que gobierna legalmente en la Franja de Gaza, la que ha empezado este nuevo enfrentamiento. Esto no tiene discusión ni disculpa alguna. Pero lo que es intolerable es que Israel responda a una pedrada, porque sólo así se puede considerar los cohetes caseros que se lanzan hacia territorio israelí si me permiten la exageración, con varias toneladas de bombas lanzadas contra objetivos que poco o nada tienen de militares.

Israel siempre se excusa en que los terroristas de Hamás usan a la población civil de la Franja como escudos humanos, cuando tiene que disculparse por haber matado a niños, mujeres y ancianos inocentes. Es más que intolerable que el ejército de Israel haya bombardeado en varias ocasiones este verano varias escuelas regidas por esta noble casa como son las Naciones Unidas. La bandera azul de la ONU ondeaba en esas escuelas que Israel identificó como arsenales de Hamás y que personal de esta Organización negó rotundamente. ¿Qué hizo la comunidad internacional ante tamaña violación de las normas internacionales? Nada. Sólo calló, y con su silencio se convierte en cómplice del asesinato, y no daños colaterales, de decenas de niños inocentes. Once miembros de la ONU murieron en este último episodio de guerra, y por ellos me gustaría honrar a todo el personal de esta organización que intenta y persigue sin tregua ni descanso la paz en el mundo. Israel, con su fuerza bruta sólo consigue generar más y más odio cada vez que responde con la brutalidad que le es habitual ante estos ataques; odio que arraigará en las siguientes generaciones haciendo que este conflicto se prolongue sine die hasta el final de nuestros días. No podré aceptar nunca que Israel por cada ciudadano suyo que muera en el conflicto mate a más de treinta palestinos. Muchas veces se habrá dicho pero vale la pena que repetir que con la ley del “ojo por ojo” todos acabaremos ciegos o tuertos. Todos los muertos en el conflicto son iguales y por ello condeno a ambos bandos, pero sería cínico igualar como se hace siempre al Gobierno de Israel con Palestina, no están en igualdad de condiciones. Palestina tiene derecho a existir, repito e Israel debe dejar que exista. Los odios hay que dejarlo a un lado si se quiere avanzar; el problema es que creo que no interesa avanzar, sobre todo a Israel, ya que sin guerra los ricos israelíes dueños de empresas armamentísticas no podrían hacer dinero y aumentar sus fortunas.

Pero si la actitud de Israel ha sido vergonzosa, aunque esta vez quizá haya podido estar justificada, siempre teniendo en cuente que ninguna muerte de civiles inocentes podrá nunca estar justificada, la actitud que la comunidad internacional ha mantenido ha sido más que vergonzosa. La inacción ha sido la tónica general; el silencio se apoderó de todas las gargantas de los diferentes líderes mundiales de occidente. Esto es lo peor de todo, y por desgracia seguirá ocurriendo. Hasta que Europa no se quite esa pesadísima losa forjada durante la ceguera que invadió a los europeos durante la Segunda Guerra Mundial, losa en la que están cincelados todos y cada uno de los nombres de los millones de judíos asesinados cruelmente por la voluntad de una mente enferma y diabólica; como digo hasta que Europa no se libre de esa losa, y de esa culpa que se sigue achacando aun habiendo pasado casi setenta años, no se podrá avanzar en el conflicto. Hasta que no nos demos cuenta de que lo que hace setenta años una mente perversa y maldita hizo no tenemos ya culpa alguna y que una y mil veces se ha pedido perdón por ello y recompensado con creces a los hijos de aquellos que sufrieron aquella maldad; hasta entonces no se solucionará el conflicto. Mientras esa culpa y vergüenza esté en la espalda de Europa Israel seguirá arguyendo esos argumentos para defender que tiene derecho a responder ante cualquier ataque que se haga contra los judíos. Creo que ya es hora de superar el pasado, para construir un futuro diferente, porque en nada se distingue un campo de concentración de la Segunda Guerra Mundial con la Franja de Gaza, pequeña fracción de terreno abarrotada de gente  aislada del mundo por voluntad del Gobierno de Israel. Un año más, creo que es necesario que palestinos e israelíes se sienten a hablar y que ambos lados cumplan con las resoluciones de las Naciones Unidad, sobre todo Israel que es el lado fuerte de este conflicto. Palestina debe existir e Israel deberá cohabitar si quiere vivir algún día en paz., por esto insto a las autoridades palestinas a que den el paso y proclamen el Estado de Palestina, no creo que se vayan a quedar solos en esa declaración.

Por desgracia el odio imperante en algunas regiones del mundo este año también se ha transportado hasta prácticamente el corazón de Europa. Ucrania ha explotado como un polvorín y las consecuencias de la guerra que se ha desatado en parte de ese país están llegando a todos los rincones del viejo continente. Pero el problema no es que en Ucrania haya diferentes concepciones de país, o que haya dos grandes grupos sociales en aquella fría región, por un lado los que quieres acercarse a Rusia como antiguo imperio al que un día pertenecieron, y aquellos que quieren mirar el futuro, futuro que pasa por un mayor acercamiento a Europa. El problema radica en que Rusia no quiere aceptar que su tiempo de dominio general en parte del mundo se ha acabado, que las órbitas de influencia política son cosas del pasado, conceptos anacrónicos que no tienen nada que ver con la actualidad del mundo. En un mundo más que globalizado como es el que vivimos Rusia no puede seguir pretendiendo dominar e influir en una parte del mundo. Rusia es de por sí un gran país, con suficiente influencia de por sí, y por eso debe dejar de entrometerse en asuntos ajenos y dejar que los países que un día formaron parte del pasado, de la Unión Soviética, sigan el camino que más les convenga y si ese camino se aleja de Rusia por algo será.

La Unión Europea está más que concienciada con las sanciones a Rusia, y seguirá imponiendo más medidas económicas contra todos los grandes oligarcas rusos si el presidente Putin, que mediante triquiñuelas legislativas ha vuelto al poder para perpetuarse cual zar imperial en el trono del Kremlin de Moscú, sigue alentando a los rebeldes prorrusos de Ucrania. Sin embargo para ser fiel a mis propias ideas, y no caer en cinismos e hipocresías como muchos de los líderes que hablarán ante esta Asamblea General harán, he de decir que la Unión Europa se equivocó en su día en apoyar un gobierno rebelde al resultado de las urnas en Ucrania. Nos equivocamos a la hora de poyar una revuelta que quitara del poder al anterior presidente ucraniano simplemente porque no iba a firmar el acuerdo económico de colaboración con la UE, sino que iba a hacerlo con Rusia. En el momento en que desde Bruselas y otras capitales europeas se apoyó la revuelta y se negó la autoridad de Kiev, deberíamos haber quedado invalidados para quejarnos ahora de que Rusia haya apoyado la secesión de varias regiones ucranianas que han decidió no hacer caso de Kiev y se han reincorporado a la Federación Rusa. Estos son los peligros de las dobles varas de medir que tanto nos gusta esgrimir en Europa creyéndonos dueños y señores, guardianes de la democracia y de la legalidad internacional. Ambas actitudes, la europea al principio del conflicto y posteriormente la rusa, mucho menos aceptable por la guerra que ha desencadenado y los asesinatos y atentados contra la humanidad que está amparando, son inaceptables y condenables. Rusia y la UE, así como EE.UU. que desde su apacible posición lejos de las costas europeas apoya a la UE y al actual gobierno de Kiev, más por contrariar a Moscú intentando rememorar los tira y afloja que se daban durante la Guerra Fría que tantos disgustos nos dio hace ya varios lustros, que por verdadera convicción democrática, deberían sentarse a hablar y negociar con Kiev también ya que es el principal afectado el pueblo ucraniano que está en medio del juego de poder territorial que los líderes llevan a cabo desde cómodos salones imperiales.

No me quiero olvidar de recordar los grandes conflictos olvidados que desgarran la paz en el mundo y que impiden a la gente poder vivir tranquilamente en sus hogares y mejorar su calidad de vida, estén en el continente que estén. Libia con sus problemas internos que desde la caída del régimen de Gadafi asolan a ese país por el petróleo, negro oro líquido que podría ser su camino para una mejor vida pero que es su tumba y su herida sangrante que acabará con ellos; por desgracia la comunidad internacional pronto se ha olvidado de este país norteafricano. Es en África donde más conflictos bélicos olvidados y dormidos existen todavía, guerras civiles cruentas alimentadas constantemente con el odio entre etnias, entre hermanos. Las grandes potencias mundiales con EE.UU., Rusia y China a la cabeza prefieren mirar para otro lado de manera oficial mientras entre bambalinas, en la oscuridad de los bajos fondos de los estados proporcionan ayuda a diestro y siniestro, no importando el bando en el que acabe dicha ayuda armamentística. Las potencias internacionales sin mancharse oficialmente las manos prefieren dejar a los países africanos, Uganda, El Congo, Sierra Leona, que se desangren ellos solos para así luego, una vez la desolación y la ruina inunden todo poder sacar la suculenta tajada que guarda el corazón de la tierra africana. Esto es inmoral, como lo es el dinero que corrompe constantemente desde que se inventó los corazones y los espíritus de occidente, aniquilando cualquier resquicio de ética y moral que pudiera quedar en las acomodadas sociedades occidentales, que para calmar sus conciencias fomentan el apadrinamiento y la adopción de niños africanos. Puro cinismo.

No me quiero ir de África todavía en mi discurso, porque es allí donde hoy día se está desarrollando una batalla invisible contra el ébola. Miles de personas ya han perecido ante este virus mortal que por ser lejano a las sociedades ricas poco o nada se investiga, y si se hace no es con la diligencia y rapidez con que la investigación para otras enfermedades de ricos están siendo investigadas. Sólo cuando el color de la piel de los infectados ha sido blanco, el mundo occidental desarrollado se ha alarmado. Sólo cuando se ha visto a los que nunca se ven, a los misioneros, médicos, religiosos y cooperantes que bajo muchas y muy duras dificultades intentan hacer, sin apenas medios, el bien, el mundo occidental ha decidido actuar. Pero siempre a distancia. Sólo cuando se ha visto que la vida de médicos blancos, ciudadanos de las grandes potencias ha estado en peligro, ¡milagro!, han aparecido, no uno, sino varios tratamientos experimentales contra el ébola que los laboratorios occidentales estaban desarrollando. ¿Hasta cuándo iban a estar ocultando dichas investigaciones? ¿Hasta cuándo, si no es por los casos de médicos blancos, iba a seguir permitiendo que los ciudadanos negros africanos siguieran muriendo? ¿Hasta que el tratamiento fuera rentable y por tanto esos laboratorios pudieran hacer más y más dinero? Es inaceptable que sociedades como a la que yo mismo pertenezco, se crean superiores a otras. Es inaceptable esa hipocresía total que se basa en que salvo a mis ciudadanos pero dejo que sigan muriendo los africanos. Hay que hacer algo más que evacuar a los misioneros enfermos, y hay que hacerlo ya, y allí sobre el terreno. No basta que la OMS se reúna en Ginebra a debatir, como más gusta a hacer a los organismos internacionales, cómo dar respuesta a esta emergencia internación para que no se propague y llegue hasta la plácida, rica y cómoda Europa. Hay que evitar que el ébola siga matando gente en África ya.

No quiero terminar mi intervención ante la Asamblea General sin hablar de otra epidemia que día a día sigue su expansión a nivel mundial; una enfermedad que poco a poco irá invadiendo todos los rincones del planeta; un virus que no se ve pero que irá afectando a todos los seres vivos que tienen en la Tierra su hogar. Durante estos días también aquí en Nueva York y en esta misma sala donde hoy nos reunimos se ha celebrado la Cumbre Mundial del Clima en la que se han expuesto las conclusiones de los diferentes informes elaborados por expertos de toda índole y campo científico sobre el cambio climático, y las propuestas de los países participantes para paliar las futuras consecuencias que éste tendrá en el devenir del mundo.

Puede que siga habiendo escépticos en este tema, pero las evidencias científicas son hechos probados y refutados por la ciencia, y ante eso ni el más escéptico puede argüir ningún argumento. El clima está cambiando y eso por mucho que no nos creamos el concepto de cambio climático hay que asumirlo porque las evidencias son muchas. Cada vez los tifones y huracanes son más potentes y destructivos como consecuencia del cambio del clima que afecta a la temperatura del agua del mar; cada vez los períodos de sequía en África y otras regiones son más duras y largas, y al mismo tiempo se suceden año tras año lluvias torrenciales donde antes nunca se habían producido tales eventos. Y esto ya no sólo afecta a zonas del mundo que tradicionalmente siempre han sufrido estas catástrofes naturales, poco a poco los lugares afectados por estos fenómenos son más variados y dispares, y regiones que hasta ahora tenían un clima moderado en cuanto a períodos de sequía, lluvias u otros fenómenos cada vez se están viendo afectadas por estos eventos climáticos extremos.

El cambio climático y sus consecuencias existen, y existen para todo el mundo, se sea escéptico o devoto creyente. Todos vamos a notar sus consecuencias. El mundo se está muriendo y los países debemos empezar a actuar para intentar preservarlo lo mejor posible para las futuras generaciones, no ya para nuestros hijos o nietos, sino mucho más allá. No podemos seguir con los brazos cruzados reuniéndonos cada año, o cada dos años en una ciudad diferente del planeta para seguir dialogando como zombies sobre el tema. Esto es serio. Los polos se está derritiendo, cada año la superficie helada en el Polo Norte es menor, y si sigue esta tendencia pronto podrá establecerse una ruta marítima permanente por aquellas latitudes incluso en invierno. Miles de especies de animales y plantas están extinguiéndose, y nosotros seguimos sin hacer nada. Debemos dejar de ser egoístas, porque el cambio climático nos afectará a todos, desde China a Argentina, de Canadá a Sudáfrica, desde Islandia hasta Malasia. Nadie será inmune a la elevación del nivel de los océanos, ni a la extensión de las zonas desérticas, ni al aumente en número y virulencia de los huracanes y tifones.

Sé que muchos países, sobre todo aquellos que están en vías de desarrollo piensan que este asunto del cambio climático es un capricho de los países ricos para poder seguir disfrutando de paisajes verdes e idílicos por todo el mundo, pero esa misma creencia es pura ignominia. China, Rusia, India, Brasil, dicen que no pueden bajar sus emisiones de efecto invernadero porque están en plena expansión económica, y yo les pregunto ¿piensan que podrán tener algún tipo de expansión económica si cada vez los fenómenos naturales extremos afectan a sus fábricas y factorías de producción? ¿Piensan que el aumento del nivel de los mares les va a ser beneficioso? ¿Piensas que la destrucción de cosechas por culpa de las sequías o lluvias torrenciales cada vez más frecuentes permite algún tipo de expansión económica? ¿Cree China que por muy pujante que sea su economía, por muy impresionante sea su producción industrial, el nivel de contaminación de sus ciudades y con ello el aumento de enfermedades respiratorias que puede acabar con la vida de miles de personas, potenciales trabajadores de fábricas, va a hacer que China siga creciendo? Piensen con detenimiento estas preguntas porque a lo mejor se llevan una sorpresa al descubrir cuál es la respuesta. Hay que reducir las emisiones de gases contaminantes, y hay que hacerlo ya.

Debemos preservar el planeta y por ello hay que reducir el consumo de combustibles fósiles, aunque esto no vaya a gustar a todos los países que única y exclusivamente viven de esto. Ya es la hora de cambiar las políticas energéticas en todo el mundo, empezando claro está por los países que podemos económicamente desarrollar otras fuentes de energía como son las renovables. Debemos ser los países ya desarrollados los que más ejemplo demos a aquellos que todavía están en vías de desarrollo y que por tanto más margen deberían tener para reducir emisiones, sin por ello obviar su obligación. Rusia, China, y aunque cada vez menos EE.UU., deben darse cuenta que ignorando el cambio climático no van a llegar a ningún sitio. Ellos, por ser países grandes, serán los que en el futuro más sufrirán las consecuencias del calentamiento global, sus economías por muy fuertes que parezcan no serán inmunes a este problema. Dejemos los egoísmos atrás y combatamos juntos este problema que atañe a todo el mundo, a todas las razas, creencias y continentes, pero sobre todo a los que siempre salen peor parados como son los pobres del mundo, aquellos que nada tienen y que nada aspiran a tener por haber perdido toda esperanza. Este es un problema global y por tanto necesita de soluciones globales y no únicamente parches que países más concienciados con este asunto van poniendo poco a poco, porque por mucho que Dinamarca, o Suecia, u Holanda apuesten por las energías renovables, no servirá de nada si China y Rusia siguen contaminando al ritmo que lo hacen.

Y con este llamamiento al entendimiento entre los países para adoptar soluciones que puedan conservar esta maravilla de planeta en el que todos, y repito todos vivimos y debemos convivir, acabo mi discurso ante la sexagésimo novena Asamblea General de las Naciones Unidas. Espero que mi humilde contribución a lo que estos días en esta tribuna abierta al mundo se diga no caiga en saco roto, como por otra parte he asumido que puede ocurrir y seguramente ocurra, porque rara es la vez que una verdad dura y contundente es asumida por los que la niegan sin poner reparos. Espero volver el año que viene a esta gran ciudad como es Nueva York y poder dirigirme a todos ustedes en términos más optimistas a los que en esta ocasión he utilizado, mostrar mi alegría porque se hayan podido eliminar algunos problemas que hoy he expuesto, y la paz cada día sea más fuerte no por la fuerza sino por la convicción de que en paz el mundo es mejor lugar para vivir.

Muchas gracias por su atención Señoras y Señores Jefes de Estado y de Gobierno, Señor Secretario General de las Naciones Unidas, Señor Presidente de la Asamblea General, señoras y señores representantes de todos los pueblos del mundo.

Caronte.

Nota personal: este pseudo-artículo que publico hoy es algo que siempre me ha rondado en la cabeza hacer. Siempre llegado este mes esperaba con mucha atención las noticias que desde las Naciones Unidas llegaban sobre los discursos de los diferentes Jefes de Estado y Gobierno del mundo para ver si en verdad aquellos ideales que un día me llevaron a desear ser diplomático, o incluso político, eran ciertos. Poco a poco me fui dando cuenta que muchas veces todos estos discursos están vacíos de contenido y no expresan más que vagas ideas de cambio (quizá este también sea así), falsas en muchos de los casos, expresadas públicamente para calmar las conciencias de quienes las pronuncian. No he querido más que plasmar lo que si en algún momento tuviera la ocasión y la valentía de hacer, haría. No me importa que este artículo sea el menos leído o el que menos guste, para mí es el que más ilusión me ha hecho escribir.

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