La verdad es que
no tenía pensado meterme a escribir sobre lo que lleva aconteciendo en
Catalunya en los últimos tiempos, en relación con su independencia, pero los
acontecimientos que poco a poco se van desarrollando y las declaraciones de
algunos políticos catalanes llenas de mentiras e ignorancia me llevan a no
poder seguir callado más tiempo, simplemente por dignidad personal. No soy para
nada un experto en este tipo de asuntos, sólo sé sobre el tema lo que sale en
los medios de comunicación, y por tanto debo coger todo con pinzas para no
quedar marcado por la parcialidad de éstos. Lo que sí sé es que en ciertas
regiones de España, desde siempre, desde hace muchos siglos ha habido
sentimientos diferentes a los del resto del país, y esto no es malo. Lo que sí
es malo es que se tergiversen esos sentimientos y se usen argumentos falsos,
llenos de mentiras para alentarlo engañando a la gente soñadora.
Más que a muchos
les pese Catalunya es parte integrante del Reino de España, y a su vez el Reino
de España no sería en gran parte lo que es sin Catalunya. Ambas entidades, que
son una sola, se necesitan mutuamente y es bueno que esto sea así, porque todos
somos hermanos, y esto no lo digo de manera poética, porque a lo largo de toda
la historia en este país no hay sangre pura en ninguna región. Todos somos de
todas partes. Los catalanes tienen sangre, no ya solo del resto de España, sino
de parte de Europa por haber sido siempre frontera entre reinos; pero es que
los españoles también tenemos sangre catalana. Catalanes y españoles, españoles
y catalanes, eso es lo que somos, como también somos, vascos, murcianos, o
extremeños. Juntos somos fuertes, por separado, España seguiría siendo fuerte
pero bastante menos, pero Catalunya no sería ni mucho menos tan fuerte como es
ahora. Juntos podemos luchar por nuestros intereses comunes mejor y con más
fuerza que por separado. Esto es lo que algunos políticos tanto en Madrid como
en Barcelona, aunque es cierto que más en Barcelona, no quieren ver o no quieren
hacer ver.
Contra los
sentimientos no se puede luchar, ni esgrimiendo la ley de leyes como es la
Constitución ni con argumentos políticos o económicos. Esto es un axioma
indiscutible. Quien se sienta vaca aun siendo un ser humano, se sentirá vaca
toda la vida; podremos discutir si ese sentimiento viene de un trastorno
mental, pero ningún papel por muy sagrado que algunos crean que es podrá hacer
que quien se sienta vaca deje de hacerlo. Sí, éste es un argumento muy basto,
pero como el nivel de debate político en este país está siempre instalado en el
“y tú más”, creo que por mucho el nivel de mi ejemplo está por encima. No voy a
entrar a discutir los sentimientos de los catalanes, porque son legítimos, cada
uno puede sentirse de la nacionalidad que quiera. Yo tampoco me siento español,
sino europeo, porque creo en una Unión Europea de verdad sin fronteras físicas,
socioculturales, políticas o económicas. Es más soy un europeo que vive en
España, más concretamente en Madrid, y más concretamente todavía en Vicálvaro;
y nadie me va a obligar a sentirme nada diferente a lo que siento que soy, y si
algún día pasa esto no querré seguir viviendo en esta región de Europa que es
el Reino de España.
Con los
sentimientos no me voy a meter, como he dicho, pero sí quiero criticar como
miserable los sentimientos falsos alentados por argumentos engañosos que poco o
nada tienen que ver con la realidad. Los políticos catalanes últimamente
parecen expertos en usar a su propia conveniencia, como otras muchas veces en
otros muchos lugares otros muchos políticos han hecho, para alentar esos
sentimientos, para engañar a la gente, que llena de ilusión, comulgue con unas
ideas que inicialmente no eran las suyas, o si lo eran al menos no estaban
todavía fanatizadas. Creo miserable usar los sentimientos de la gente para
tapar los fallos y fracasos en la política; creo que es muy triste y rastrero
usar a la gente y su ilusión para conseguir ideas personales y proyectos
ególatras. Esto, y no otra cosa, como el seguir el deseo y voluntad del pueblo,
es lo que los políticos catalanes están haciendo, hinchar sus egos, creerse el
ombligo del mundo, y lo único que quieres es darse importancia, ser
considerados más que nadie, y se olvidan de la gente y sus problemas.
Usar los
sentimientos, y aún más tergiversarlos es barriobajero, pero es de gente amoral
y sin ética política alguna modificar la historia a conveniencia para que los
libros digan lo que se quiera que diga. Este no es un problema exclusivo de
Catalunya; siempre se ha usado la historia para promover sentimientos de
injusticia y represión. El problema es que la historia al ser pasado no se
puede contrastar como pasa con el presente, pero al igual que el presente la
historia es única, con matices según en qué lado se esté, pero única. En
Catalunya, los políticos interesados han usado la fecha de 1714 para alentar
los ánimos de independencia. En el año 1714, España, y por tanto todos sus
riñones y regiones estaban en una especia de guerra civil, con muchos tintes de
guerra “mundial” o más bien “continental”, en la que se tenía que dirimir quién
iba a ser el sucesor en el trono de España. Muerto el último rey de la dinastía
de los Austrias, Carlos II, sin descendencia en 1700 se desencadenó un
conflicto a nivel europeo. Por un lado estaban los países que apoyaban para el
trono de España a Felipe de Anjou, futuro Felipe V, nieto del Rey Sol de
Francia y por tanto Borbón; por otro lado estaban los países que apoyaban que
la corona española siguiera en manos de los Habsburgo en la persona del
Archiduque Carlos de Austria. Dos bandos a nivel internacional que dividieron
Europa, pero también dos bandos dentro de las fronteras españolas que se
plasmaron en que Castilla apoyara al francés, mientras que Aragón apoyaba al
austríaco. La guerra a nivel internacional acabó en 1713 con la firma del
Tratado de Utrecht, famoso porque los ingleses se quedaron con Gibraltar, y con
la victoria del bando borbónico y la coronación de Felipe V como rey de España.
Pero a nivel nacional siguió un par de años más, y es aquí donde los
políticos/tahúres catalanes usan la historia a su favor, tergiversándola.
Tras este cambio
en la dinastía reinante en España, es cierto que algunos privilegios que el
Reino de Aragón mantenía, y por tanto Catalunya también, fueron eliminados. El
Reino “Federal” de la España de los Habsburgo, pasó a ser un reino a imagen y
semejanza del francés, un único y centralista Reino de España. Esto no sentó
bien en Aragón, y digo Aragón porque Cataluña como tal nunca ha sido una
entidad política/administrativa verdaderamente independiente a nivel
internacional (o al menos desde que los Condados Catalanes se unieron
dinásticamente al Reino de Aragón en 1162, fecha que supongo en Catalunya pasa
desapercibida de manera interesada), puesto que perdían privilegios,
independencia y poder. En 1714, el 11 de septiembre se produjo el asalto final
a Barcelona, con el bombardeo de la ciudad desde Montjuic. Como en toda guerra
civil, en aquélla hubo dos bandos, y resultó que Catalunya, y Barcelona, estaban
con los Habsburgo que había capitulado ante los Borbónicos en Utrecht, por
tanto en el bando derrotado. Desde entonces, y no sabiendo que como en toda
guerra se comenten barbaridades e injusticias, los catalanes usan esa fecha
para justificar que desde entonces están subyugados bajo el poder tiránico de
Madrid, capital del Reino.
La historia es un
arma muy poderosa si se sabe usar para un interés y otro. Pero es un arma de
doble filo y por tanto fácilmente, con los medios de hoy en día, contrastable. La
verdad en la historia siempre termina saliendo a la luz. Toda argumentación y
justificación basada en la falsificación o uso parcial de la historia termina
derrumbándose como un gran castillo de naipes. Poco se dura basándose en
engaños. El problema está cuando el engaño se paga con dinero público, y por
tanto con fondos que son prácticamente ilimitados. Cuando desde los colegios,
institutos y universidades se enseña una historia tapando aquellos
acontecimientos que no interesa contar para justificar algo, se logra lo que a
día de hoy tenemos en Catalunya, una sociedad que piensa que lo que sabe de la
historia es verdad, porque así se lo han contado, y hablando con propiedad: un
zapatero de Reus que use la historia que le han contado para sentirse catalán y
exigir un estado independiente porque piensa que históricamente España les ha
impuesto todo, no está mintiendo, sino que simplemente repite la mentira que le
han contado y enseñado en las aulas y públicamente se ha extendido entre la
sociedad. Los catalanes no tienen la culpa de que les hayan utilizado y les
sigan usando para los intereses de unos cuantos políticos de poco nivel
intelectual y moral.
Yo quiero poder
seguir viviendo en una España que cuente con Catalunya como una de sus naciones
integrantes, como lo son también el País Vasco y Galicia. Porque si no en
Madrid lo políticos no se han dado cuenta, este país cuenta con una riqueza que
pocos países cuentan, y son sus lenguas: catalán, euskera, gallego y
castellano. Yo me siento orgulloso de que podamos contar con una diversidad
cultural tan amplia. Pero los idiomas deberían servir para unir a la gente. Sí
es cierto que toda lengua es una barrera entre dos personas; la mayor
diferencia entre Francia y España no son los Pirineos o que los quesos españoles
sean mejores que los gabachos, sino el idioma, al menos en primera instancia;
si un francés y un español quieren entenderse siempre se entenderán, uno
aprenderá algo de francés y otro algo de español y así se podrá dialogar.
España y Catalunya son dos caras de la misma moneda, y comparten una cosa muy
importante también como es un idioma: el castellano. Y esto no es poca cosa, ya
que es la segunda lengua materna más hablada en el mundo, por mucho que algún
que otro político catalán fanático y corto de miras piense que el castellano es
un arma de opresión del tiránico gobierno de Madrid. Hace muchos años estuve en
Barcelona de viaje de fin de curso, y fui a comprar unos recuerdos a una tienda
en la Rambla y la mujer que me atendió empezó a hablarme en catalán, y cuando
le dije que no la entendía muy amablemente y disculpándose pasó al castellano
para atenderme. Con esto quiero decir que nunca ha habido problema con el
idioma en Catalunya. Todo esto del idioma son problemas ficticios que, en este
caso más desde Madrid y sobre todo desde la caverna de la derecha, se ha
alentado como elemento distorsionador de la realidad. Envido a quienes viven en
Barcelona o cualquier otra parte de Catalunya por criarse y educarse, en este
caso particular de las lenguas, en dos idiomas muy ricos y con una cultura
centenaria, como son el castellano y el catalán. Pobre de aquel catalán
prejuicioso que no quiera hablar castellano porque por fanatismo se cerrará una
parte del mundo que dentro de unos años tendrá mucho peso, como es toda la
esfera hispanohablante del mundo. Hablar cualquier idioma es de por sí una
riqueza a nivel personal, lo creo firmemente.
Esta bola de nieve
que se ha terminado creando de tanto alimentarla de manera artificial,
hinchando las ilusiones de la gente, terminará derritiéndose y con ello
produciendo una frustración muy grande de la que sólo serán responsables
aquéllos políticos que hayan usado a la gente para dar satisfacción a su ego
personal. Quizá en el fondo de la cuestión de la independencia haya sentimiento
de verdad, con fundamento, pero ese sentimiento en los últimos tiempos ha
quedado totalmente alterado. Ahora la pulsión soberanista sólo tiene un
objetivo y ese no es otro que intentar tapar la enorme incompetencia de Artur
Mas para gobernar su comunidad autónoma. Para que la gente no vea la realidad
tal y como es, Mas ha distraído a todo el mundo para no poder ser criticado por
su ruinosa gestión de la economía. Mentiras y más mentiras han soltado por
doquier en cualquier foro, pero por muchas veces que se repita una mentira,
ésta no se convertirá nunca en verdad, por mucho sentimiento que se pondo en el
intento.
Pero el engorde de
esta bola de nieve no recae sólo en los políticos catalanes, mucha culpa también
se tiene desde Madrid. Desde hace muchos años desde Catalunya se ha ido
pidiendo más y más autogobierno, cuando tienen el mayor autogobierno que existe
en ninguna región de ningún país del mundo, y desde Madrid primero unos
prometiendo algo que no se podía prometer porque la Constitución no lo
permitía, y luego otros impidiendo y negando el diálogo para llegar a buen
puerto con las exigencias soberanistas, han hecho que lo que a día de hoy
tenemos sea una quimera que no tiene buen final. Entre Madrid y Barcelona se ha
iniciado un diálogo de sordos que con el novel de políticos que hay en ambos
gobiernos poca solución tiene. Pero de la incompetencia e inutilidad de los
políticos la gente sólo tiene parte de culpa, la parte correspondiente a la
elección de los mismos, los verdaderos responsables son los propios políticos
que no tienen perspectiva de futuro.
Desde Catalunya se
argumenta que Madrid quiere impedir que la gente decida su futuro, que Madrid
es un monstruo tiránico que les lleva robando el dinero de sus impuestos muchas
décadas (cuando en las últimas semanas se ha conocido la supuesta fortuna del
clan de los Pujol en paraísos fiscales, estimada en entre 1500 y 1800 millones
de euros, millones que daría para no haber hecho ningún recorte ni en sanidad
ni educación en Catalunya en estos últimos años), que Madrid quiere marginar a
Catalunya y los catalanes coartando su libertad de expresión y prohibiendo sus
símbolos nacionales históricos y su lengua. Desde Catalunya sólo se sabe decir
lo malo que es Madrid. Pero desde Madrid el panorama no es mucho mejor, ni el
nivel de los políticos más elevado. El Presidente Rajoy se aferra como la carne
a un témpano de hielo a la Constitución, diciendo que esta es la ley de leyes,
que no se puede cambiar sin amplias mayorías ni sin que la gente lo pida (salvo
cuando lo exigen Angela Merkel y PP y PSOE se unen en sagrado matrimonio para
modificarla a escondidas y lo más rápido posible para que la gente no se entere
demasiado), que la consulta sobre la independencia programada para el nueve de noviembre
es ilegal y que el futuro de Catalunya lo decidirán todos los catalanes. Como se
ven argumentos todos ellos muy pobres intelectualmente hablando.
Es cierto que la
Constitución es la ley de leyes; es el documento donde aparecen las normas que
todos nos pusimos para convivir y que todos aceptamos para empezar el juego de
la democracia. Pero aquella constitución se hizo en una situación muy
complicada políticamente hablando, sirvió para salir del paso, para pasar de
una dictadura de cuarenta años a una incipiente democracia que era lo que la
gente por aquel entonces demandaba. Pero ya ha pasado más de una generación, y
más de la mitad de los españoles no votó aquella Constitución (aquí es donde también
algunos escasos de miras y perspectiva, dicen que los americanos tampoco
votaros su constitución ni los alemanes tampoco, y yo les puedo decir que es
cierto pero en uno y otro caso se ha preguntado mucho más a menudo a la gente
cómo querían que sus respectivos países fueran avanzando), por eso creo que la
solución puede venir con una reforma en profundidad de la Constitución que a lo
mejor pudiera definir a España como Reino Plurinacional de España, y se
reconociesen esos sentimientos que hacen que algunas personas no se sientan
cómodas conviviendo en igualdad de estatus políticos, que no jurídico, con
otras regiones. Tampoco me parece un argumento acertado por parte de Madrid
decir que el futuro de Catalunya lo tienen que decidir todos los españoles,
esto es una mezquindad de tamaño considerable, ¿o es que los EE.UU., a los que
desde la caverna derechista se refieren muy a menudo para mirarse para no
cambiar la constitución, pidieron a los ingleses que se votara su futuro como nación
independiente de Inglaterra en 1776? ¿Las repúblicas bálticas pidieron permiso
a Moscú para dejar de formar parte de la URSS? Por la fuerza no se mantiene
unido nada, o está unido de manera natural o al final caerá por su propio peso.
Yo estoy por que
se vote. No tengo miedo a que la gente decida su futuro. Me parece absurdo en
un mundo como el actual tan globalizado en el que se intenta ir a sumar, a unir
fuerzas para poder defender mejor unos intereses comunes, pero si hay gente que
no lo ve así es igual de respetable que mi opinión. Que se vote. Pero con todas
y cada una de las cartas encima de la mesa boca arriba, y con luz y
taquígrafos, eso a lo que los políticos tanto miedo tienen. Porque esto último no
se está cumpliendo. El Presidente de la Generalitat catalana no pone encima
todas las cartas, no explica todo lo que conllevaría una independencia de
Catalunya. Sí, desde el minuto uno en que los catalanes votaran que quieren ser
un país más en el orbe celeste que es la Tierra, serías catalanes y nada más. Y
es aquí donde está el engaño: una vez Catalunya dejara de formar parte del
Reino de España, sería solamente Catalunya, y nada más. Dejar de formar parte
del Reino de España, es dejar de formar parte de la Unión Europea, de la OTAN,
de la ONU y de cuantas otras organizaciones internacionales pertenece España.
Esto no tiene discusión, ni en Barcelona, ni en Madrid, ni mucho menos en
Bruselas. En los Tratados Europeos e internacionales no aparece ni Murcia, ni
Melilla, ni País Vasco, ni Catalunya, aparece el Reino de España en conjunto,
como una única entidad política. De necios es pensar que se deja de formar
parte de España pero se mantiene el mismo estatus que se tiene por ser España.
Artur Mas está
usando esto, y engaña a la gente diciendo que la Unión Europea una vez sean
independiente irá corriendo a Barcelona a pedir su reingreso en el Club
Comunitario. Falso. Una vez se sale de la UE, el camino de vuelta es muy largo
y tortuoso y necesita de la unanimidad de todos los miembros del Club. Si los
catalanes votaran independencia, dejarían de estar protegidos por el paraguas
del BCE en asuntos relativos a la política monetaria, porque no formaría parte
del euro aunque lo usaran como moneda, tendrían que crear otra moneda (quizá el
pujolín). Las fronteras volverían, no
sólo con España, sino también con Francia, porque Catalunya como entidad
política independiente no ha firmado el Tratado de Libre Circulación, con todos
los problemas que ello acarrearía. Este es el engaño principal que el señor
Artur Mas, guiado por Oriol Junqueras, líder de ERC (ese señor que si se
vistiera con una camisola suelta de algodón, unos pantalones de tela gruesa y
un peto de cuero repujado sería la viva imagen de un herrero del siglo XII, sin
yo querer con esto faltar al respeto), y que a la sazón es historiador (de ahí
que se use la historia con esa parcialidad tan sangrante como se está
haciendo), está imponiendo a la sociedad. Como he dicho no tengo miedo a una
votación porque soy partidario de una mayor participación ciudadana en la
gobernanza de un país, región, ciudad o barrio; pero que se vote con seriedad,
con todas las cartas sobre la mesa y con todos los argumentos y razones que se
quieran exponer con claridad siempre.
Porque yo me
pregunto: ¿para qué la independencia? Para esta pregunta todavía no ha habido
respuesta, y yo me creo que no la va a haber porque ningún político catalán va
a querer reconocer que se hace todo este teatro al que llevamos asistiendo
tantos y tantos meses para tapar una inutilidad personal por parte del Señor
Mas. Creo que es obvio que nadie, con dos dedos de frente y con capacidad de
análisis crítico, se cree ya eso de que “España nos roba” en Catalunya.
Catalunya va mal económicamente no porque de más al resto de España que lo que
recibe del gobierno central, sino porque desde hace años se está más por la
labor de engordad egos personales que por solucionar los problemas de la gente.
Con el dinero que el señor Pujol, el gran político catalán, forjador de
consensos, el muy honorable, tiene fuera de Catalunya se pagan muchas escuelas
públicas y muchas becas de comedor y residencias para la tercera edad; y con el
dinero que se destina a esas embajadas en el extranjero en lujosos edificios de
Nueva York, Londres o París, se podría mejorar mucho la sanidad pública
catalana y los ciudadanos no tendrían que pagar por sus recetas, o por las
muletas, o por nada. Aquí nadie roba a nadie, aquí lo único que hay son ciegos,
o gente que no quiere ver, o gente a la que otros han puesto un pañuelo en los
ojos para que no vean.
Pero como dije al
principio los sentimientos son sentimientos, y no se puede cambiar ni contener.
Lo que pasa es que a veces damos por sentimientos lo que no lo son, y otras muchas
veces esos sentimientos están condicionados por el ambiente y no muestran la
realidad de nuestro corazón o conciencia. El problema catalán sólo se
solventará cuando todos seamos claros, y las cosas se planteen sin engaños ni
mentiras, sin ardides políticos encaminados a distorsionar la percepción de la
realidad. Madrid y Barcelona tienen que sentarse a hablar. El problema ahora
está en que quizá ya una cesión de más competencias, algo que de por sí es
complicado, no va a colmar esas expectativas infladas. Ahora es el momento de
mostrar el nivel político que se tiene, si es que hay tal cosa; ahora hay que
tener visión de futuro, y modificar las reglas del juego con las que lo
iniciamos hace ya más de treinta y cinco años, porque todos hemos cambiado. Las
normas, las leyes, las constituciones cambian, y deben cambiar, ni no fuera así
seguiríamos en una dictadura (no hay que olvidar que para tener la democracia
imperfecta que hoy tenemos se tuvo que cambiar la legislación anterior, rompiendo
esa norma de normas que regía la dictadura franquista). El inmovilismo no puede
ser la salida, ni en Madrid ni en Barcelona, y por desgracia en este
inmovilismo se han instalado tanto Artur Mas como Mariano Rajoy.
No quiero seguir enrollándome
más en este asunto, sobre el que no tengo toda la información a mi alcance, ni
sé todo lo que debería saber para hablar más en profundidad, y la poca
información que puedo tener está parcializada y por tanto no es del todo
verídica. Sí sé que quiero que Catalunya siga siendo lo que hoy es: España.
Quiero que los catalanes se sigan sintiendo diferentes dentro de la misma casa
donde yo vivo, porque lo son, como diferente también lo es un vasco de un catalán,
pero seguimos pudiendo convivir. Sé que con lo dicho en este artículo hay quien
me tachará de españolazo, de facha, o de nacionalista español intransigente; y
que otros muchos me tacharán de traidor a la madre patria, al himno y a la sagrada
bandera de España. Pero me da igual una cosa y la otra; y no tengo miedo de
decir lo que pienso sobre este tema como pasa tanto en Madrid como en
Catalunya, tachándote en ambos sitios de traidor. Pues seré un traidor, ¡qué le
voy a hacer!. Es posible que todo lo que haya dicho sean insensateces pero
tenía que decirlas. Quiero seguir sintiéndome catalán por ser español, y que
los catalanes se sientan catalanes por la misma razón. Espanya es en parte
Cataluña, y Catalunya es parte de España. No somos enemigos, sino todo lo
contrario, es más somos hermanos, y juntos hemos vivido mucho, bueno y malo, y
sólo juntos podremos seguir viviendo cosas buenas y compartirlas, y cosas malas
y ayudarnos.
Caronte.
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