Ha tenido que ser
el último día de las vacaciones de Navidad el primero que no haga absolutamente
nada. Ya era hora. He estado todas las vacaciones, desde el pasado día 19 de
diciembre, trabajando de diez de la mañana a dos de la tarde, y de cuatro a
ocho y pico, todos los días para poder terminar mi Proyecto Fin de Carrera. Y
esto me ha quitado mucho tiempo para otras cosas. Tiempo y ganas. Porque no es
ya simplemente el tiempo que he tenido que invertir diariamente en hacer mi Proyecto,
que en el fondo es algo que tengo que hacer para poder aprobar la carrera, sino
el desgaste intelectual y físico que me ha acarreado. Todos los días acababa
sin ganas de nada, salvo hacer el vago lo que quedaba de día. Algo lamentable.
Es más incluso si me ponía a leer ya a última hora, o a escuchar música para
relajarme un poco, me sentía culpable y mal por estar “perdiendo el tiempo”.
No sé si esto le
habrá pasado a más gente, a otros compañeros de clase y de penurias. Es posible
que sí, aunque siempre habrá quienes pasen por la vida como tal cosa, sin
inmutarse por nada y sin ninguna preocupación. Pero es lo que tenemos los
tontolavas que nos sentimos mal por no hacer lo que “debemos” hacer. Ojalá
pudiera cambiar eso. Aunque ese cambio conllevaría uno mayor, más a nivel
personal general, y sería cambiarme a mí mismo por otra persona, y a pesar de
que me ha constado, al final me he terminado por encontrar a gusto siendo quien
soy. Eso no lo puedo remedir. Puedo paliarlo, pero no remediarlo.
Por culpa del PFC
no he podido hasta hoy, una semana después de que estrenáramos el año 2015,
escribir nada en el blog. Esto sí que me molesta mucho. El no tener tiempo para
escribir por culpa de algo que no sirve de nada y que no merece la pena, me
fastidia mucho. No os pedís hacer una idea de cuánto. Porque por mucha
importancia que nos hagan pensar los profesores de la carrera que tiene el PFC,
yo estoy seguro que ningún tutor se termina leyendo todo lo que se entrega,
como mucho leerán un diez por ciento del total. Por esta razón me fastidia
emplear mi tiempo, que lo valoro muchísimo, en hacer algo que empezará a coger
polvo desde el primer momento en que entreguemos las carpetas con todos los
documentos. Sacrificar tiempo de escribir por haber estado haciendo el PFC me
ha dolido mucho.
Pero si solo fuera
tiempo de escribir lo que me ha quitado el Proyecto tampoco sería mucho. Pero
es que tengo muchos asuntos pendientes desde hace mucho tiempo que se han ido
acumulando tanto en mi cabeza en ideas y planes no llevados a cabo o apartados,
como físicamente en mi escritorio. Por ejemplo tengo todavía pendiente ordenar
y clasificar los sellos que Correos me ha mandado correspondientes a los dos
últimos trimestres del año pasado y que todavía no he sacado siquiera de los
sobres en los que venían. Puede resultar algo extraño, pero me gustan los
sellos, y los colecciono. Esto afiliado al servicio filatélico de correos y
cada tres meses me mandan un envío con los sellos que han salido en ese
periodo. Pues bien, tengo apilados en m habitación los dos últimos envíos, sin
haberlos apenas abierto y visto, y mucho menos colocado en sus correspondientes
álbumes. Espero poder tener tiempo, si no hoy, estos días, para poder
colocarlos y clasificarlos para que no estén rodando por mi habitación.
Incluso esta
mañana dando una vuelta a todos los papeles que tengo sobre mi escritorio en mi
habitación he encontrado un par de sellos más antiguos que compré en el
Monasterio del Escorial cuando estuve visitándolo allá por el mes de octubre.
Es que no he tenido tiempo y los asuntos pendientes se me han ido acumulando.
Puede parecer absurdo, pero creo que no lo es. Soy una persona que por norma
general es ordenada y no me gusta tener manga por hombro nada. Pero este año
estoy faltando a esta característica de mi personalidad y tengo en mi
habitación un desorden desconocido en mí hasta ahora. Espero poder remediarlo
lo antes posible ahora que a pesar de que el estrés no ha acabado al menos el
asunto del PFC va a estar calmado durante unas semanas.
Sin embargo el que
no haya PFC no quita que vaya a tener más tiempo para ir poniéndome al día con
los asuntos que he ido dejando apartados y amontonados. Porque a finales de
este mes por desgracia llegan los exámenes. Exámenes para los que a día de hoy
todavía no he tocado ni un ápice. Aunque no es algo que me termine de quitar
mucho el sueño. Creo que voy más pillado de tiempo que en años anteriores, pero
también pienso que a diferencia de años anteriores tengo la tranquilidad de que
antes o después todo se termina arreglando y acabaré sacando los exámenes, sea
como sea. Quizá el asunto pendiente de no haber estudiado nada de ninguna
asignatura tenga que ver más con que he vagueado más este año que los
anteriores, más que con el Proyecto. Pero es que estoy como muy desganado con
respecto a la Escuela. Esto no es algo nuevo, pero parece que este año, a lo
mejor por ser el último, me cuesta mucho más todo y me da como repulsa ponerme
a hacer nada relacionado con la carrera. Pienso que todo lo que hago me acerca
al final. Un final que he estado esperando desde hace unos años, harto de la
carrera y del ambiente en la misma, pero que ahora al verlo tan cerca no quiero
que llegue. Y no quiero que llegue porque implica acabar una etapa completa de
mi vida. Implica cambiar por completo mis esquemas mentales y empezar a vivir
en el mundo en el que todo el mundo vive. Eso me da vértigo, porque no sé qué
voy a hacer con mi vida una vez acabe mi relación con la Escuela. Otro asunto
más pendiente que tendré que afrontar con seriedad en algún momento.
Por esto creo que
los asuntos pendientes se me van a seguir acumulando durante al menos un mes
más. Y luego quizá también, porque acabarán los exámenes de los primeros
parciales y llegarán de nuevo las semanas en las que el PFC me consumirá mucho
tiempo. Es un año complicado. Eso ya me lo imaginaba antes de empezar. Lo que
no sabía es que iba a serlo tanto. Y no lo digo ya sólo por tener que
compaginar la redacción de un Proyecto Fin de Carrera de manera individual, al mismo
tiempo que me intento sacar el último curso de la carrera lo mejor posible,
sino por todo aquello que una vez llegue junio llegará a mi vida, y muy
probablemente también a la de mis compañeros.
Desde que empezó
el año toda parece recordarme que este año se supone el final de una etapa de
mi vida, la de estudiante. Este año dejaré de ser estudiante para pasar a ser
un joven trabajador, o emprendedor, o si se quiere entender de otra manera, un
joven adulto. Por muchas carreras que se saque una persona uno deja de ser
estudiante en el momento que acaba la primera, o en el momento que decide
voluntariamente dejar de estudiar. Y esto es lo que va a pasar este 2015, no
que vaya a dejar voluntariamente de estudiar, sino que voy a acabar la carrera.
¿Y luego qué? Pues realmente no lo sé. Tengo un lío monumental en la cabeza.
Muchos son los planes que se me han ido cruzando por la mente y que mi espíritu
ha ido viendo con buenos ojos e ilusión pero una vez que he pensado en ellos
con mayor seriedad los he dejado apartados. Incluso en el Concierto de Año
Nuevo de hace una semana (¿una semana ha pasado ya? Cómo vuela el tiempo, qué
barbaridad) todo parecía indicado para un estudiante de ingeniería con varias
piezas relacionadas con el mundo académico y la universidad.
Si a día de hoy
tengo asuntos pendientes que no puedo atender por mucho que quiera por tener
que estar atendiendo mis deberes y obligaciones, no quiero ni imaginarme los
asuntos que empezaré a tener pendientes en el momento en que empiece a trabajar
a las órdenes de algún empresario tiránico que es la raza autóctona de este
país. Pero eso pertenece al ámbito del futuro y aunque quisiera no estoy
licenciado en futurología. Muchos asuntos pendientes. Entre ellos la lectura,
esa gran pasión que tengo y que durante estas fiestas de Navidad no he podido
disfrutar tanto como me hubiera gustado. Todos los años durante estas fechas de
excesos alimenticios, aumento de colesterol, visitas familiares abundantes y
compras y más compras, me he leído al menos un libro de tamaño medio. Bueno
pues este año no. Este año lo más que he conseguido hacer es comenzar uno que
tenía pendiente desde hace un año de Vargas Llosa, y apenas lo he avanzado unas
cien páginas.
La lectura en
estas fechas siempre me había ayudado a sobrellevar sin pensar mucho en ello el
hecho de no tener novia con la que compartir estas fiestas y vacaciones y
disfrutarlas como mucha gente hace. Sé que puede ser absurdo, es más sé que es
absurdo pensar así, pero yo lo hago. Soy absurdo. La lectura de un libro junto
con las horas normales de estudio siempre me hacían tener la mente concentrada
y ocupada durante muchas horas durante el día, y por tanto no tenía tiempo de
pensar en lo demás. Pensar en lo demás siempre me ha hecho ponerme muy de bajón,
y puedo aseguraros que soy de los que piensa en lo demás más a menudo de lo
recomendado científicamente por los investigadores de la Universidad Estatal de
Iowa. Los libros y las letras en general han sido y son en estos momentos también
mis grandes amigos y me ayudan a evadirme y salir durante unos minutos al día
de mi propia vida llevándome a compartir vivencias e historias muy dispares en
muchas partes del mundo, algunas muy lejanas y exóticas. Pues tampoco el PFC me
ha dejado mucho tiempo estas Navidades para poder leer. Pero lo más lamentable
como ya comenté al principio es que cuando he podido sacar unos minutos, cerca
ya de las nueve de la noche muchos días, para poder sentir en mis manos el duro
lomo de un libro me he sentido culpable por hacerlo. La mente humana es
maravillosa, pero de tan maravillosa a veces es absurda.
He hablado de la
lectura y la escritura como podía haber hablado del cine. Aunque en este caso
sí tengo que decir que estas Navidades he ido un par de veces a una sala a ver
alguna película. En el fondo el ir al cine no depende de tener mucho trabajo o
no, simplemente de que me apetezca o no, y de la calidad de las películas que
haya en cartelera. Por esto quizá el cine, a pesar de que podría haber sido un
asunto pendiente no lo ha sido del todo. Aunque también me he sentido culpable
y mal por ir a ver las películas que he visto.
A punto estuve al
principio de las Navidades de no escribir mis ya tradicionales, míticas,
rancias y anticuadas felicitaciones navideñas o christmas. Casi siempre me
suele pillar el toro, y ha habido alguna vez que han llegado pasado el día de
Navidad, pero suelo enviarlas para que lleguen los días de antes sobre el 22 de
diciembre. Aunque la verdad no sé porqué sigo enviando felicitación alguna,
porque para que de las quince felicitaciones sólo me agradezcan de palabra o
devolviendo la carta cinco o seis personas, la verdad es que uno acaba desmoralizándose.
Pero bueno, las envío porque a mí me apetece y porque me parece una manera
agradable de felicitar el año, al menos original, no por nueva porque es más
antigua que la casulla de Jesucristo, sino porque de tan antigua es algo diferente,
y lo diferentes por mucho que se empeñen algunos es original. No tengo en
consideración esto de las felicitaciones, es absurdo hacerlo, porque tendría
que enfadarme con casi toda mi familia y esta es para toda la vida.
Pero bueno. Ya
hemos vuelto de nuevo y por última vez a la carga. Poco me queda ya de
estudiante. Siento cierta nostalgia de los primeros años de universidad que tan
lejanos me parecen hoy. Pero la vida es lo que tiene, que o la vives o no
puedes volver atrás y por tanto lo que no se ha vivido en un momento no se
puede volver a experimentar: es irrepetible. Y como es irrepetible no merece la
pena dejarse la vida, las ganas y las ilusiones en dar vueltas a esos asuntos:
a no haber pasado las navidades de los dieciocho años con novia, ni la de los
20, ni la de los 22. No merece la pena reconcomerse las entrañas pensando que
el año pasado en vez de haberme pasado la mitad de las vacaciones de Navidad
haciendo una carretera para un profesor amargado podría haber disfrutado mucho
más de una época que me gusta especialmente. Ni tampoco puedo pensar que en vez
de haber estado haciendo el PFC como un condenado a galeras podría haber salido
más y haber hecho una vida más normal (en el fondo tampoco hubiera habido opción
porque a todo amigo que se lo he propuesto me ha dado un no por respuesta, salvo
cuando uno que lleva casi año y medio a más de 2000 kilómetros de distancia me
propuso quedar a tomar algo que dije que sí sin pensármelo y posponiendo un
plan personal a otro día).
Lo único que puedo
remediar de lo no hecho o vivido son los asuntos pendientes. Y es ahora cuando
me tengo que poner las pilas para que mi habitación y mi cabeza recobren poco a
poco el orden habitual al que siempre han estado habituados (aunque muchas
veces el orden lo único que traiga sean disgustos, y cerrazones mentales que ni
con palanca se pueden abrir, aunque quizá con una buena ostia sí). Así que eso
es lo que me queda ahora pendiente: mis asuntos pendientes.
Caronte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario