jueves, 8 de enero de 2015

Asuntos pendientes

Ha tenido que ser el último día de las vacaciones de Navidad el primero que no haga absolutamente nada. Ya era hora. He estado todas las vacaciones, desde el pasado día 19 de diciembre, trabajando de diez de la mañana a dos de la tarde, y de cuatro a ocho y pico, todos los días para poder terminar mi Proyecto Fin de Carrera. Y esto me ha quitado mucho tiempo para otras cosas. Tiempo y ganas. Porque no es ya simplemente el tiempo que he tenido que invertir diariamente en hacer mi Proyecto, que en el fondo es algo que tengo que hacer para poder aprobar la carrera, sino el desgaste intelectual y físico que me ha acarreado. Todos los días acababa sin ganas de nada, salvo hacer el vago lo que quedaba de día. Algo lamentable. Es más incluso si me ponía a leer ya a última hora, o a escuchar música para relajarme un poco, me sentía culpable y mal por estar “perdiendo el tiempo”.

No sé si esto le habrá pasado a más gente, a otros compañeros de clase y de penurias. Es posible que sí, aunque siempre habrá quienes pasen por la vida como tal cosa, sin inmutarse por nada y sin ninguna preocupación. Pero es lo que tenemos los tontolavas que nos sentimos mal por no hacer lo que “debemos” hacer. Ojalá pudiera cambiar eso. Aunque ese cambio conllevaría uno mayor, más a nivel personal general, y sería cambiarme a mí mismo por otra persona, y a pesar de que me ha constado, al final me he terminado por encontrar a gusto siendo quien soy. Eso no lo puedo remedir. Puedo paliarlo, pero no remediarlo.

Por culpa del PFC no he podido hasta hoy, una semana después de que estrenáramos el año 2015, escribir nada en el blog. Esto sí que me molesta mucho. El no tener tiempo para escribir por culpa de algo que no sirve de nada y que no merece la pena, me fastidia mucho. No os pedís hacer una idea de cuánto. Porque por mucha importancia que nos hagan pensar los profesores de la carrera que tiene el PFC, yo estoy seguro que ningún tutor se termina leyendo todo lo que se entrega, como mucho leerán un diez por ciento del total. Por esta razón me fastidia emplear mi tiempo, que lo valoro muchísimo, en hacer algo que empezará a coger polvo desde el primer momento en que entreguemos las carpetas con todos los documentos. Sacrificar tiempo de escribir por haber estado haciendo el PFC me ha dolido mucho.

Pero si solo fuera tiempo de escribir lo que me ha quitado el Proyecto tampoco sería mucho. Pero es que tengo muchos asuntos pendientes desde hace mucho tiempo que se han ido acumulando tanto en mi cabeza en ideas y planes no llevados a cabo o apartados, como físicamente en mi escritorio. Por ejemplo tengo todavía pendiente ordenar y clasificar los sellos que Correos me ha mandado correspondientes a los dos últimos trimestres del año pasado y que todavía no he sacado siquiera de los sobres en los que venían. Puede resultar algo extraño, pero me gustan los sellos, y los colecciono. Esto afiliado al servicio filatélico de correos y cada tres meses me mandan un envío con los sellos que han salido en ese periodo. Pues bien, tengo apilados en m habitación los dos últimos envíos, sin haberlos apenas abierto y visto, y mucho menos colocado en sus correspondientes álbumes. Espero poder tener tiempo, si no hoy, estos días, para poder colocarlos y clasificarlos para que no estén rodando por mi habitación.

Incluso esta mañana dando una vuelta a todos los papeles que tengo sobre mi escritorio en mi habitación he encontrado un par de sellos más antiguos que compré en el Monasterio del Escorial cuando estuve visitándolo allá por el mes de octubre. Es que no he tenido tiempo y los asuntos pendientes se me han ido acumulando. Puede parecer absurdo, pero creo que no lo es. Soy una persona que por norma general es ordenada y no me gusta tener manga por hombro nada. Pero este año estoy faltando a esta característica de mi personalidad y tengo en mi habitación un desorden desconocido en mí hasta ahora. Espero poder remediarlo lo antes posible ahora que a pesar de que el estrés no ha acabado al menos el asunto del PFC va a estar calmado durante unas semanas.

Sin embargo el que no haya PFC no quita que vaya a tener más tiempo para ir poniéndome al día con los asuntos que he ido dejando apartados y amontonados. Porque a finales de este mes por desgracia llegan los exámenes. Exámenes para los que a día de hoy todavía no he tocado ni un ápice. Aunque no es algo que me termine de quitar mucho el sueño. Creo que voy más pillado de tiempo que en años anteriores, pero también pienso que a diferencia de años anteriores tengo la tranquilidad de que antes o después todo se termina arreglando y acabaré sacando los exámenes, sea como sea. Quizá el asunto pendiente de no haber estudiado nada de ninguna asignatura tenga que ver más con que he vagueado más este año que los anteriores, más que con el Proyecto. Pero es que estoy como muy desganado con respecto a la Escuela. Esto no es algo nuevo, pero parece que este año, a lo mejor por ser el último, me cuesta mucho más todo y me da como repulsa ponerme a hacer nada relacionado con la carrera. Pienso que todo lo que hago me acerca al final. Un final que he estado esperando desde hace unos años, harto de la carrera y del ambiente en la misma, pero que ahora al verlo tan cerca no quiero que llegue. Y no quiero que llegue porque implica acabar una etapa completa de mi vida. Implica cambiar por completo mis esquemas mentales y empezar a vivir en el mundo en el que todo el mundo vive. Eso me da vértigo, porque no sé qué voy a hacer con mi vida una vez acabe mi relación con la Escuela. Otro asunto más pendiente que tendré que afrontar con seriedad en algún momento.

Por esto creo que los asuntos pendientes se me van a seguir acumulando durante al menos un mes más. Y luego quizá también, porque acabarán los exámenes de los primeros parciales y llegarán de nuevo las semanas en las que el PFC me consumirá mucho tiempo. Es un año complicado. Eso ya me lo imaginaba antes de empezar. Lo que no sabía es que iba a serlo tanto. Y no lo digo ya sólo por tener que compaginar la redacción de un Proyecto Fin de Carrera de manera individual, al mismo tiempo que me intento sacar el último curso de la carrera lo mejor posible, sino por todo aquello que una vez llegue junio llegará a mi vida, y muy probablemente también a la de mis compañeros.

Desde que empezó el año toda parece recordarme que este año se supone el final de una etapa de mi vida, la de estudiante. Este año dejaré de ser estudiante para pasar a ser un joven trabajador, o emprendedor, o si se quiere entender de otra manera, un joven adulto. Por muchas carreras que se saque una persona uno deja de ser estudiante en el momento que acaba la primera, o en el momento que decide voluntariamente dejar de estudiar. Y esto es lo que va a pasar este 2015, no que vaya a dejar voluntariamente de estudiar, sino que voy a acabar la carrera. ¿Y luego qué? Pues realmente no lo sé. Tengo un lío monumental en la cabeza. Muchos son los planes que se me han ido cruzando por la mente y que mi espíritu ha ido viendo con buenos ojos e ilusión pero una vez que he pensado en ellos con mayor seriedad los he dejado apartados. Incluso en el Concierto de Año Nuevo de hace una semana (¿una semana ha pasado ya? Cómo vuela el tiempo, qué barbaridad) todo parecía indicado para un estudiante de ingeniería con varias piezas relacionadas con el mundo académico y la universidad.

Si a día de hoy tengo asuntos pendientes que no puedo atender por mucho que quiera por tener que estar atendiendo mis deberes y obligaciones, no quiero ni imaginarme los asuntos que empezaré a tener pendientes en el momento en que empiece a trabajar a las órdenes de algún empresario tiránico que es la raza autóctona de este país. Pero eso pertenece al ámbito del futuro y aunque quisiera no estoy licenciado en futurología. Muchos asuntos pendientes. Entre ellos la lectura, esa gran pasión que tengo y que durante estas fiestas de Navidad no he podido disfrutar tanto como me hubiera gustado. Todos los años durante estas fechas de excesos alimenticios, aumento de colesterol, visitas familiares abundantes y compras y más compras, me he leído al menos un libro de tamaño medio. Bueno pues este año no. Este año lo más que he conseguido hacer es comenzar uno que tenía pendiente desde hace un año de Vargas Llosa, y apenas lo he avanzado unas cien páginas.

La lectura en estas fechas siempre me había ayudado a sobrellevar sin pensar mucho en ello el hecho de no tener novia con la que compartir estas fiestas y vacaciones y disfrutarlas como mucha gente hace. Sé que puede ser absurdo, es más sé que es absurdo pensar así, pero yo lo hago. Soy absurdo. La lectura de un libro junto con las horas normales de estudio siempre me hacían tener la mente concentrada y ocupada durante muchas horas durante el día, y por tanto no tenía tiempo de pensar en lo demás. Pensar en lo demás siempre me ha hecho ponerme muy de bajón, y puedo aseguraros que soy de los que piensa en lo demás más a menudo de lo recomendado científicamente por los investigadores de la Universidad Estatal de Iowa. Los libros y las letras en general han sido y son en estos momentos también mis grandes amigos y me ayudan a evadirme y salir durante unos minutos al día de mi propia vida llevándome a compartir vivencias e historias muy dispares en muchas partes del mundo, algunas muy lejanas y exóticas. Pues tampoco el PFC me ha dejado mucho tiempo estas Navidades para poder leer. Pero lo más lamentable como ya comenté al principio es que cuando he podido sacar unos minutos, cerca ya de las nueve de la noche muchos días, para poder sentir en mis manos el duro lomo de un libro me he sentido culpable por hacerlo. La mente humana es maravillosa, pero de tan maravillosa a veces es absurda.

He hablado de la lectura y la escritura como podía haber hablado del cine. Aunque en este caso sí tengo que decir que estas Navidades he ido un par de veces a una sala a ver alguna película. En el fondo el ir al cine no depende de tener mucho trabajo o no, simplemente de que me apetezca o no, y de la calidad de las películas que haya en cartelera. Por esto quizá el cine, a pesar de que podría haber sido un asunto pendiente no lo ha sido del todo. Aunque también me he sentido culpable y mal por ir a ver las películas que he visto.

A punto estuve al principio de las Navidades de no escribir mis ya tradicionales, míticas, rancias y anticuadas felicitaciones navideñas o christmas. Casi siempre me suele pillar el toro, y ha habido alguna vez que han llegado pasado el día de Navidad, pero suelo enviarlas para que lleguen los días de antes sobre el 22 de diciembre. Aunque la verdad no sé porqué sigo enviando felicitación alguna, porque para que de las quince felicitaciones sólo me agradezcan de palabra o devolviendo la carta cinco o seis personas, la verdad es que uno acaba desmoralizándose. Pero bueno, las envío porque a mí me apetece y porque me parece una manera agradable de felicitar el año, al menos original, no por nueva porque es más antigua que la casulla de Jesucristo, sino porque de tan antigua es algo diferente, y lo diferentes por mucho que se empeñen algunos es original. No tengo en consideración esto de las felicitaciones, es absurdo hacerlo, porque tendría que enfadarme con casi toda mi familia y esta es para toda la vida.

Pero bueno. Ya hemos vuelto de nuevo y por última vez a la carga. Poco me queda ya de estudiante. Siento cierta nostalgia de los primeros años de universidad que tan lejanos me parecen hoy. Pero la vida es lo que tiene, que o la vives o no puedes volver atrás y por tanto lo que no se ha vivido en un momento no se puede volver a experimentar: es irrepetible. Y como es irrepetible no merece la pena dejarse la vida, las ganas y las ilusiones en dar vueltas a esos asuntos: a no haber pasado las navidades de los dieciocho años con novia, ni la de los 20, ni la de los 22. No merece la pena reconcomerse las entrañas pensando que el año pasado en vez de haberme pasado la mitad de las vacaciones de Navidad haciendo una carretera para un profesor amargado podría haber disfrutado mucho más de una época que me gusta especialmente. Ni tampoco puedo pensar que en vez de haber estado haciendo el PFC como un condenado a galeras podría haber salido más y haber hecho una vida más normal (en el fondo tampoco hubiera habido opción porque a todo amigo que se lo he propuesto me ha dado un no por respuesta, salvo cuando uno que lleva casi año y medio a más de 2000 kilómetros de distancia me propuso quedar a tomar algo que dije que sí sin pensármelo y posponiendo un plan personal a otro día).

Lo único que puedo remediar de lo no hecho o vivido son los asuntos pendientes. Y es ahora cuando me tengo que poner las pilas para que mi habitación y mi cabeza recobren poco a poco el orden habitual al que siempre han estado habituados (aunque muchas veces el orden lo único que traiga sean disgustos, y cerrazones mentales que ni con palanca se pueden abrir, aunque quizá con una buena ostia sí). Así que eso es lo que me queda ahora pendiente: mis asuntos pendientes.

Caronte.

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