sábado, 30 de abril de 2016

La piara universitaria

Esta semana ha sido el último jueves del mes de abril y casi como manda la tradición en Ciudad Universitaria, en Madrid, miles de sanos jóvenes se dieron cita en todo el campus universitario para celebrar de manera alegre y cívica la llegada del buen tiempo, de las tardes soleadas y cálidas, y la aproximación de los exámenes que conllevarán el final de un curso más. A priori todo esto no debería causar más noticia que la de que los jóvenes se junten para socializar en grupo, para pasárselo bien y disfrutar de un día que por norma general suele ser de buen tiempo, buenas temperaturas y buenas intenciones. Sin embargo, esta mañana, ya viernes, la Ciudad Universitaria no era más que un verdadero estercolero, una vertedero donde ente incívica maleducada y sin sentido de la educación ha dejado por doquier decenas de toneladas de mierda generada por lo que se puede decir es el futuro de nuestro país.

No voy a ser objetivo en este artículo, tampoco lo pretendo ni mucho menos. Muchos años me he terminado por callar sobre esta desagradable y lamentable situación, pero este año no voy a seguir mudo ante la vergüenza generada por los “jóvenes” de nuestro país y de nuestra ciudad, Madrid. Tampoco estoy en contra del botellón, o al menos no lo estaba de manera radical. El botellón es una manera actual que tienen los jóvenes de estar pasando una tarde en una plaza o parque, de socializar y de todo lo demás. No he asistido nunca a un botellón pero puedo entender que la gente asista creyendo que así van a integrarse en la sociedad y en diferentes grupos juveniles.

Pero ya está bien. Ya no aguanto más. Esta mañana de camino al trabajo en la universidad me he encontrado una verdadera pocilga. Ya desde que he salido del vagón del metro en Ciudad Universitaria me he encontrado con un andén lleno de mierda, con el suelo pegajoso consecuencia de vómitos, alcohol y refrescos derramados por estudiantes y jóvenes que probablemente ayer volviendo ya a su casa ciegos de efluvios de Baco no tuvieran la sincronización necesaria en sus miembros como para sostener un vaso de manera adecuada. No creo que nadie encuentre eso normal por mucho que defienda a ultranza el botellón. Andenes, pasillos, escaleras mecánicas estaban llenos de porquería. En el ambiente había un aroma ácido todavía. Pero lo peor ha llegado en el vestíbulo de la estación donde los charcos semi-secos y las papeleras llenas de botellas de plástico, los vasos y las latas de cerveza, creaban una situación verdadera mente asquerosa.


Sin embargo, y para vergüenza de todo aquel que tenga dos dedos de frente, un poco de civismo ciudadano y cierto sentido de la educación colectiva, el espectáculo verdadero ha llegado fuera de la estación del metro: en los jardines y explanadas de la Ciudad Universitaria. Entre el metro y la Escuela en la que trabajo hay un paseo no muy largo pero que me lleva a recorrer varios caminos y zonas ajardinadas del campus universitario, luego sé de lo que hablo porque esta mañana he tenido que sufrir como ese camino, que por lo normal es hasta agradable con muchos árboles y césped que en esta época están muy bonitos, se había convertido gracias al futuro de nuestra sociedad en un basurero maloliente.

Había mierda por todos los lados, se mirase por donde se mirase. Montañas de bolsas de plástico blancas, verdes, amarillas, de ese tipo de plástico malo que tarda en descomponerse decenios. Las aceras también estaban llenas de cartones de vino malo, botellas de litronas de cerveza, latas, botellas de plástico de refrescos, sangrías, alguna también de agua, etc. En la calzada también había resto de todo esto y sólo había una zona central de la misma sin basura ni porquería abierta probablemente por los coches que hayan pasado durante la tarde de ayer, la noche y esta mañana.

Todo esto lo llevo observando ya varios años y va a peor. Cada año que pasa la situación empeora, cada vez viene más gente a San Cemento, que es el nombre que para darle algo de dignidad a una celebración, por llamar a este evento de alguna manera,del incivismo tan sobrenatural como esta. Miles de jóvenes, esos por los que se mira mal a cualquiera menor de treinta años, llegan hasta Ciudad Universitaria para celebrar su ignorancia, porque eso es lo que hacen bebiendo como esponjas, dejándose la conciencia y también por qué no ser claro, la dignidad por el camino.

No solo había basura esta mañana en Ciudad Universitaria, también olía mal, como a estercolero. Pero no me extraña porque ayer camino del metro después del trabajo, sobre las seis de la tarde, vi a unos cuantos de esos “jóvenes” orinar sin pudor alguno en cualquier sitio para poder así hacer hueco en sus cuerpos a más alcohol y líquidos varios. El ambiente esta mañana estaba cargado, olía a alcohol, a desechos orgánicos en proceso de podredumbre, a basura recalentada y húmeda y también a orines. No quiero ni imaginarme la posibilidad de que también hubiera heces, ya que viendo cómo los futuros médicos, arquitectos, ingenieros, farmacéuticos, periodistas y demás profesionales de este país meaban en cualquier lugar quizá también sus grandes mentes súper-desarrolladas concluyeran que era normal cagar en medio de un parque.

Sólo una vez en mi vida he asistido a San Cemento, fue el primer año de universidad para ver qué era eso, para que nadie me tachara de raro y por ignorante y anormal para sentirme más integrado en el grupo. No he vuelto. Y agracias a la providencia. Tengo amigos y compañeros que no se saltaban un San Cemento, pero me da igual, también va por ellos todo lo que estoy diciendo. Voy a generalizar, lo sé, y aun así me da igual. No entiendo que procesos mentales llevan a una persona, a un animal racional como es el ser humano, a dejar a un lado su conciencia, su principio y su dignidad y beber hasta perder toda noción de la realidad. Tampoco comprendo cómo es posible que alguien entienda que eso es divertirse. No me cabe en la cabeza, pero quizá es que soy un tanto especial, raro y asocial, o simplemente prejuicioso o clasista. Puede que sea todo esto, pero si alguien hubiera venido esta mañana a Ciudad Universitario hubiera comprobado todo lo que estoy diciendo y nadie podría quitarme la razón.

Sólo encuentro una explicación a que un grupo de jóvenes que están recibiendo formación universitaria de alta calidad, o eso creo, sean así de sucios, de guarros, de asquerosos. La explicación es que en su vida no hayan recibido la suficiente educación por parte de sus padres, ni ninguna noción de civismo, o que la hayan perdido simplemente por el hecho de participar en lo que todo el mundo que es joven participa. Pero a ninguno de esos jóvenes que ayer vinieron a Ciudad Universitaria les importara cómo quedaran jardines, aceras y calzada; a ninguno le importará que hay gente, como son los barrenderos del servicio municipal de limpieza de Madrid, que tienen que recoger mierda y basura a toneladas generada por niñatos y niñatas porque sí, en aras de la diversión; a ninguno le preocupará el olor que dejen, ni la suciedad, ni la mierda, ni la basura, ni por supuesto el coste que eso general, económico y medioambiental.

Esta es la verdadera juventud que tenemos, la que un determinado día al año deja a un lado su condición de animal racional y se convierte en una grupo de gente analfabeta, sin dignidad ni vergüenza, en sucios borregos y cerdos que con la excusa de la juventud se emborrachan.No entiendo cómo divertirse consiste en beber hasta el punto de vomitar todo lo que se lleva ingerido. Pero creo que también uno puede emborracharse, ser un borracho, sin ensuciar ni generar molestias a otra mucha gente. Si por mi fuera la mierda que generan los estudiantes, los jóvenes de nuestro futuro, serían ellos mismos los encargados de limpiar su propia mierda, de pasarse varias horas oliendo mal, tocando aunque se con guantes botellas pegajosas, cartones húmedos y bolsas llenas de cualquier desecho. Si por mí fuera también se doblaban los impuestos al alcohol y se controlaba su venta, como hacen los países nórdicos que tanto envidiamos para algunas cosas.


Si Ciudad Universitaria esta mañana parecía una verdadera pocilga, aunque probablemente los cerdos en las granjas sean mucho más limpios, era por culpa de todos los participantes. Habrá mucha gente que justifique a estos “jóvenes” por ese mismo hecho, porque son jóvenes, pero yo no los justifico. Yo también soy joven y esta mañana atravesando la piara en la que se había convertido Ciudad Universitaria lo único que he sentido no ha sido pena por una juventud, a la que se supone que pertenezco, ignorante, analfabeta e incívica, sino asco. Ha sido vomitivo caminar por el campus universitario, oler lo que he olido y tener que esquivar montones de basura. No es justificable generar semejante cantidad de mierda simplemente porque hay jóvenes que sólo encuentran esa forma de divertirse. Eso no es divertirse, es hacer el ridículo.

Pero es lo que hay en un país como España en el que cosas como la que ayer sucedió en Ciudad Universitaria se ven como algo normal y lógico. Todo esto es normal en una sociedad hipócrita, sin valores y sin objetivos en la vida; una sociedad que se queja de que Madrid está sucio cuando no se da cuenta de que si eso pasa así porque la propia suciedad la genera la sociedad. No tenemos remedio, se diga lo que se diga. Me podré indignar todo lo que quiera pero no podré hacer nada. Y es lamentable, porque los miles de “jóvenes” que ayer dejaron de ser seres humanos para convertirse en elementos sin cabeza se supone que son el futuro de nuestra sociedad, ¡pues vaya futuro! ¡Qué pena! ¡Qué vergüenza!

Todo esto da igual, no es más que la opinión de una persona como yo a la que no le gusta el alcohol, esa droga a la que nadie quiere llamar tal cosa porque ¡¿cómo se va a comparar la cerveza con la heroína?! Estoy indignado, sí, y no lo oculto, pero también estoy enfadado. Si mi hijo el día de mañana me dice que se va de botellón yo no se lo impediré, pero esa noche no podrá entrar en casa a dormir, que lo haga en un banco como los borrachos de verdad.

No sé tampoco qué se puede hacer en conjunto como sociedad para evitar estas cosas, puede que la única manera sea prohibir todas estas celebraciones, castigar con algo que duela de verdad a los jóvenes, probablemente deteniendo a los más incívicos y haciéndoles trabajar durante dos meses seguidos las noches de viernes y sábados limpiando las calles de la mierda que gente como ellos deja por las calles. Quizá así se den cuenta de cómo dejan la ciudad cuando deciden dejar a un lado la dignidad humana, aunque también dudo de que estos jóvenes tengan eso, o sepan lo que es. Quizá así Ciudad Universitaria no se convierta en la Piara Universitaria más veces.

Caronte.

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