Pues sí ya ha
llegado el día que mucha gente espera durante todo el año y otra mucha intenta
evitar o incluso ocultar para que nadie se dé cuenta: hoy es mi cumpleaños. Y
no es un cumpleaños cualquiera ya que llego a una cifra redonda. Hoy es mi
vigesimoquinto cumpleaños. Un cuarto de siglo ya. Dicho así parece que no es
mucho pero si uno se para a pensar en todo lo que en 25 años puede ocurrir en
la vida de una persona, es para echarse atrás y reflexionar sobre el asunto. En
25 años pueden ocurrir tantísimas cosas como para que a cualquiera que se
considere y esté objetivamente cuerdo se le nuble la vista ante semejante
cantidad de años vividos. Es fácil decir eso de que llevo vivido un cuarto de
siglo; podría decir también que ya he consumido un cuarto de mi vida pero no me
atrevo a decir eso porque sobre la vida nada se puede decir con seguridad, y
vivir cien años es algo en lo que me da mucha pereza pensar, es quizá mucha
vida por vivir.
Hoy está siendo un
día como el que se supone que fue el día en que vine al mundo y mi llanto se
oyó por primera vez entre la humanidad en la ya inexistente antigua maternidad
de O’Donell del hospital Gregorio Marañón de Madrid. Aquel, según me han
contado mis padres y abuelos, fue un día terriblemente lluvioso y gris, quizá
también frío aunque ese dato no lo tengo confirmado, supongo que el que hiciera
frío o calor importaba más bien poco cuando los cuerpos y conciencias de mi
familia estaba más a verme venir al mundo. Fue un día casi premeditado ya que a
mi madre la ingresaron el 3 de abril, mismo día que moría uno de mis escritores
preferidos Graham Greene, y el parto estaba más que planeado para que se
realizara por cesárea, ya que venía de nalgas sentado cual Buda observante.
Luego aquel 4 de abril de 1991 no fue un día ni de carreras ni de sobresaltos
ni de nervios acuciantes por una repentina rotura de aguas. Ya se sabía que iba
a venir al mundo.
A pesar de que el
día oficial de mi cumpleaños es hoy ha sido este fin de semana cuando he
realizado las celebraciones correspondientes. Además bastante mal día está
siendo ya hoy como para que encima tuviera que celebrar hoy mi cumpleaños de
manera oficial con familia y/o amigos. No digo que no me gustaría, ya que de
hecho sí que haría ilusión que hoy hubiera alguna sorpresa, sobre todo de
amigos, ya que de la familia ya me las puedo oler. Pero por suerte o por
desgracia hoy me toca trabajar. Esta es una diferencia fundamental ya que es el
primer cumpleaños que me pilla levantando el país, trabajando por España para
sacar adelante nuestra gran nación (nótese en esta frase un muy fina y poco
sutil ironía). Llegaré a mi casa hoy sobre las seis y media de la tarde, estaré
apenas tres minutos en ella y saldrá para la academia de inglés para seguir con
mi rutina diaria de lunes desde hace un par de meses.
No puedo negar que
me gustaría que hoy alguien decidiera darme una sorpresa a la salida del
trabajo o de la academia, pero sé que no va a pasar. Puede que de hecho no pase
porque dé la impresión de que soy una persona a la que eso no le gusta. Sin
embargo no puedo saber si me gusta o no porque nunca me ha pasado. Pero no me
ha pasado porque por norma general mi cumpleaños siempre ha caído en fechas muy
próximas a la Semana Santa y por tanto difícil para celebrar sobre todo con
amigos. Pero este año no ha sido así con lo que podría dar lugar a este tipo de
sorpresas, lo único que estoy trabajando y por tanto esto no va a pasar, no ya
por esto sino porque no tengo tampoco demasiados amigos que puedan hacerlo. Y
tampoco pareja luego me tengo que conformar, cosa que en el fondo tampoco está
mal, con la felicitación de mis padres y abuelos y tíos a lo largo del día. Un
día gris, lluvioso y totalmente asqueroso.
Hoy me toca estar
en el trabajo y celebrarlo al menos con mis compañeros, que no amigos, que
tengo aquí y con los que compartiré unos pasteles que he comprado para tomarlos
en la cafetería de la zona noble de mi escuela (llamada así no porque la gente
que allí va tenga algo de noble, sino por las paredes forradas de lo que parece
madera). La celebración oficial y principal ya se celebró el sábado en Almagro.
¡Almagro! Sí en ese lugar de la Mancha de cuyo nombre sí que quiero acordarme
ya que es allí y no en otro lugar donde tengo parte de mis raíces. En ese
pueblo de la Mancha nación mi abuela paterna y a apenas tres kilómetros mi
abuelo también por parte de padre. Luego poniéndonos exquisitos tengo un 50% de
sangre manchega y por tanto no puedo olvidar esa tierra regada por un sol
inclemente en verano.
A Almagro fui con
tres amigos, dos de los cuales son pareja, a los que quiero más de lo que la
sociedad suele ver bien confesar aunque a mí eso sinceramente me da igual, ya
que la amistad es eso querer a otras personas por muy diferentes sean a
nosotros mismos y por muchas y casi irreconciliables diferencias se hayan
podido tener en momentos pasados. El primer año de carrera, cuando toda mi vida
a nivel personal cambió celebré el cumpleaños en el Burguer King de la Puerta
del Sol de Madrid con únicamente dos amigos (uno de ellos estuvo el sábado
también en Almagro, para que otros digan…). En cuarto de carrera si no recuerdo
mal llegué a celebrarlo con casi diez personas. Espejismos baratos, ilusiones
de mercadillo, oasis en medio del desierto que dan confianza a un nómada que no
sabe dónde va.
Hay quien podría
decir que celebrar un cumpleaños con tan poca gente es algo triste. Sé que no
soy Vargas Llosa, pero tampoco pretendo serlo. No tengo muchos amigos y
prefiero que sea así mil veces a encontrarme piedras en el camino que me hagan
tropezar y no ver bien qué es lo que hay delante. Los que estuvieron en Almagro
son aquellas personas a las que quiero; personas que han seguido manteniendo el
contacto periódicamente no excusándose ni en su trabajo ni en ninguna falta de
tecnología para hacerlo. De hecho no tengo whatsapp, y ni falta que me hace. El
tener ese programita del demonio lo único que genera son ilusiones de
amistades. Sólo ante la ausencias de whatsapp uno se da cuenta de quien vale la
pena y quien no porque por móvil todo es mucho más sencillo. No tengo whatsapp
pero sí móvil y en mis cuentas en redes sociales hay información suficiente
como para contactar con migo si alguien quiere.
Eso no me
preocupa. El día pasado en Almagro ha sido extraordinario. No lo hubiera cambiado
por nada del mundo. Nada. Lo pasé en grande y creo que mis amigos también, o al
menos fingieron lo suficientemente bien como para hacerme creer que lo pasaron
bien. Sé que no fingieron y que también lo disfrutaron aunque probablemente
cuando oyeron la idea de ir a Almagro por mi cumpleaños ninguno sabría con
seguridad donde estaba ese lugar de la Mancha y pensaron que me habría vuelto
totalmente loco de remate. En el futuro, en los cumpleaños que tengan que
venir, si puedo y ojalá que pueda, celebraré mi cumpleaños como lo he hecho
este fin de semana, es decir, yendo con mis amigos a pasar un fin de semana a
alguna de las ciudades históricas de España, siempre a mi cuenta, ya que mucho
tendría que cambiar la cosa como para que mi cumpleaños lo pueda celebrar con
mi pareja, si es que en algún momento me echo pareja.
Pero el fin de
semana ya ha pasado. Hoy es el día de mi cumpleaños y de momento sólo he
recibido felicitaciones de mis padres y compañeros del trabajo. Hoy me toca
trabajar, bueno “trabajar”, ya que desde que he vuelto de la Semana Santa no he
hecho absolutamente nada, pero nada de nada de nada. Es más incluso me siento
mal por estar en el despacho del trabajo haciendo que trabajo porque en
realidad no tengo nada que hacer. Me gustaría trabajar, de verdad, estar toda
la jornada laboral haciendo cosas pero no es así. Es agobiante. No sé cómo
puede haber gente a la que le guste estar en el trabajo sin hacer nadad,
tocándose las narices, mirando las musarañas y encima recibiendo un salario por
ello. Pero hoy no me voy a quejar por no trabajar. Prefiero que sea así. En el
fondo es mi cumpleaños. Es más creo que el día del cumpleaños de uno debería
ser festivo para esa personas y su familia más cercana; tengo la convicción de
que así se ganaría en productividad e ilusión. Es una mera idea.
Hoy cumplo 25
años. Una cifra redonda y perfecta para celebrar por todo lo alto, pero no va a
ser así. No es que no me hiciera ilusión sino que no puedo hacer una
celebración por todo lo alto, primero por ser lunes y segundo porque tampoco
tendría muchos invitados a los que agasajar en una fiesta y de los que recibir
regalo (aunque esto último no es algo que me importe mucho la verdad). Hoy me
toca ver llover desde la ventana de mi despacho en la universidad. Y lo que se
dice ver, vero poco ya que aparte de la lluvia, la mañana también ha amanecido
con niebla, una niebla rara y misteriosa, una niebla que me gusta ya que me
recuerda a Londres, ciudad que este año me gustaría volver a visitar para
conmemorar el 10º aniversario de mi primer viaje a la capital del Imperio
Británico. Llueve mucho. Me encanta ver llover por la ventana. Lo que ya no me
encanta tanto es haber tardado una hora en llegar al trabajo. La lluvia en
Madrid hace que los inútiles cojan el coche y no sepan conducir.
Hoy también puede
ser el día de las desilusiones. Espero algunas llamadas y si éstas no se
producen pues quizá me hagan pensar algunas cosas. Sé que esto es egoísta por
mi parte, pero es lo que hay. No voy a recibir la llamada de mi pareja, ni la
sorpresa que me tenga preparada, porque no hay pareja que pueda hacer dichas
cosas. Tampoco tengo tantísimos amigos que vayan a colapsar mi móvil con
llamadas, o mi correo electrónico, o mis redes sociales. De hecho de toda la
gente que conozco sólo una mínima parte se acordará de mi cumpleaños y me
felicitará. De la mayoría me dará igual, ya que sinceramente me importan más
bien poco, pero hay otro grupo del que si no se produce la felicitación la
echaré en falta la verdad.
Pero bueno este
año, este día prefiero dejar a un lado todo aquello que hoy 4 de abril no se va
a producir y centrarme en aquello que sí va a pasar y de hecho ya está pasando.
A medio día invito a mis compañeros a pasteles. Por la tarde cuando llegue a mi
casa sobre las nueve de la noche quizá haya alguna celebración, aunque poca
porque mañana se trabaja y se va al colegio y al instituto. Llamarán mis
abuelos, tíos y primos; y espero que también lo hagan los amigos a los que
quiero de verdad, esos que vinieron, y se dejaron convencer para ello, a
Almagro, una de las cunas del teatro clásico español.
Cuando dentro de
365 días se acabe este primer cuarto de siglo de vida, solo me quedará por
soñar con ver otros dos cuartos más al menos. Eso no se puede ni tan siquiera
pensar: no está en nuestras manos, ni tan siquiera en la de los médicos o la
ciencia, sino en las del destino. Lo que sí que sé es que a partir del año que
viene no será ya un joven, o bueno sí lo seré pero caminaré irremediablemente
ya hacia la edad adulta, esa en la que la juventud no es más que un recuerdo
del pasado, en muchos casos lejano ya. En un libro también leí hace ya un
tiempo que una vez cumplidos los 25 no se puede culpar a nadie de lo que nos
pase, ya que las decisiones a partir de esa fecha nos corresponder únicamente a
nosotros de manera individual. Ya no tengo excusa para si hay algo que quiera
cambiar en mi vida no hacerlo, no podré ya echar más balones fuera.
Hoy cumplo 25, un
cuarto de siglo que se me ha pasado como si fuera simplemente una hora
aburrida. No creo que los próximos 25 años se pasen tan rápidamente y estén tan
llenos de emociones y situaciones diferentes, de personas que vayan y vengan,
que pasen en definitiva, por mi vida, como estos primero 25.
Para acabar me
gustaría agradecer por estos 25 años a mis padres y familia por hacérmelos
vivir tan intensamente. Y de manera especial también me apetece agradecer a
Carlos, Noe y Pablo (por orden alfabético para que nadie se me moleste, aunque
no creo que lo fueran a hacer) su compañía en Almagro para celebrar esta fecha
tan señalada. A todos los demás, los que me vayan a felicitar, como a los que
no, os deseo que paséis un buen día.
Caronte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario