jueves, 10 de marzo de 2016

Europa ha muerto

Hace tiempo que lo llevaba intuyendo pero no ha sido hasta esta semana cuando he terminado de constatar que la Unión Europea no existe, ha muerto. El problema quizá no está en que se haya muerto recientemente sino en que muy probablemente llevara muerta ya varios años y no me hubiera dado cuenta. Siempre he sido un europeísta convencido: he nacido siendo europeo al contrario que mis padres que les pilló ya creciditos y a punto de casarse, y siempre he visto en el sueño de unión de la sociedad europea como algo que solo podría traer a la sociedad cosas buenas. Pero ya no puedo seguir fingiendo y soñando. Esta semana me ha dado de bruces con la realidad, y no puedo más que lamentar que la Unión Europea no existe, que lleva muerta varios años, quizá alguna década y que por desgracia no ha sido por causas naturales sino que ha sido asesinada por los líderes europeos sucesores de aquellos padres de la Unión.

En 1951 se firmó en París el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, la CECA. Más tarde en 1957 en Roma en un gran salón que actualmente pertenece a los Museo Capitolinos, Italia, Francia, Alemania y el Benelux conformaron realmente lo que hoy se conoce, o hasta hoy se conocía, como Unión Europea. En aquel entonces los líderes europeos dejaron atrás sus diferencias, y probablemente sus odios históricos (no hay que olvidad que Francia y Alemania siempre han sido enemigos en Europea) y se unieron para conformar una hermandad que compartiera valores y dejara atrás conflictos y guerras que lo único que conseguían era empobrecer y destruir a los países y romper familias generando miles de muertos, sangre y dolor.

Pero el ideal de aquellos primeros grandes hombres con pinta más de humanistas casi que de personalidades de estado egoístas y egocéntricas, duró más bien poco. Los valores que llevaron a fundar la Unión Europea como una sociedad de países hermanados en busca de la paz y la prosperidad social poco a poco fue degenerando únicamente en una búsqueda del beneficio económico individual de cada país, obviando al conjunto de la sociedad. El egoísmo sustituyó al altruismo y a la generosidad de los países que sabían que si todo el conjunto de la Unión progresaba lo harían todos y cada uno de sus miembros.

Quizá desde los primeros años el germen del mal, de ese virus que lo ha destruido todo desde que Adam Smith planteó sus síntomas, fue calando profundamente sin que nadie se diera cuenta, o sin que nos quisiéramos dar cuenta. La Unión Europea siguió creciendo buscando el bienestar social, basándolo y justificando el progreso económico como única herramienta para lograrlo. El capitalismo o mejor dicho, ya que no me considero para nada comunista, el capitalismo mezclado con el liberalismo más radical y duro, fue haciéndose hueco en la agenda europea. Poco a poco los objetivos de la Unión dejaron de ser sociales y humanistas, como el principio pretendían también ser, para ser únicamente económicos.

Cada país se fue conformando como un ente independiente, como una empresa, que sólo miraba por el conjunto si esa visión iba a beneficiarle económicamente en algo. A día de hoy la Unión Europea es un conjunto compartimentado, un recipiente de vasos incomunicantes, de países que poco a nada tienen que ver los unos con los otros, cosa que de hecho debería de ser buena, pero que además no quieren saber nada los unos de los otros salvo para asuntos económicos. ¡Así no nació Europa! No entiendo cómo a los líderes europeos no se les cae la cara de vergüenza al pertenecer a una UE que a día de hoy ha terminado por perder todos los valores que llevaron a su fundación. Nada queda de 1957, del Tratado de Roma, salvo un papel mojado que sirve a algunos nostálgicos de la verdadera Unión para cerciorarse de que en algún momento sí que existió algo que se denominó Unión Europea.

Pero claro, generalmente los proyectos complejos, esos para los que son necesarios muchos esfuerzos, mucho valor y muchas ganas, o como diría Churchill (aunque la cita no es correcta): sangre, sudor y lágrimas; estos proyectos siempre van bien por una de las siguientes dos opciones: la primera, porque todo funciona bien, no hay problemas graves y por tanto no hay que enfrentarse a crisis de envergadura considerable y por esto mismo quienes estén al frente de dicho proyecto poco o nada tienen que hacer más que administrar bien, y eso se aprende en cualquier escuela de negocios; o bien, y aquí viene la segunda de las opciones, los líderes del proyecto son de tal envergadura, con la suficiente capacidad de reacción, agallas y valor como para enfrentarse sin titubear a cualquier circunstancia por muy enrevesada que sea y por muy delicada que se pueda llegar a poner, logrando así mantener el proyecto a flote y aprender de esas situaciones delicadas.

Dicho lo anterior cabe señalar que la Unión Europea siempre ha funcionado bien mientras las crisis a las que se ha tenido que enfrentar en su historia se podían resolver mediante una buena gestión y administración de las mismas, y mientras las medidas a tomar simplemente fueran económicas, fueran quienes fueran los líderes de los países miembros y fueran cuales fueran sus capacidades por muy mediocres que éstas pudieran llegar a ser. Pero ahora esto ya no vale. Europa ha dado con la horma de su zapato: la crisis de los refugiados. Nótese que se usa la palabra “crisis” como si ésta pudiera ser resuelta como una crisis económica, o agrícola, o política. Pero si hemos de ser correctos usando el lenguaje deberíamos de estar hablando de “Éxodo masivo”.

Como comencé diciendo un poco más arriba, Europa ha muerto, ha sido asesinada esta semana. Si todavía alguien tenía esperanzas de que Europa y sus gobernantes estuvieran verdaderamente a la altura de las circunstancias, éstas han quedado tiradas por el barro de los campos de refugiados, por no llamarlos de concentración, donde se hacinan miles de personas sin posibilidad de vivir dignamente. El pacto con Turquía por el que en el fondo se venden personas por unos 3000 millones de euros, repito, por 3000 millones de euros, ha terminado por asestar un golpe mortal a todos aquellos valores que en su día conformaron la comunidad de países, la unión de sociedades más avanzada del mundo, envidiada por mucha más gente de la que lo reconocía abiertamente.

Los refugiados sirios, iraquíes, afganos, libios, están huyendo de sus países e intentan llegar a Europa: esa tierra que siempre hemos vendido como la tierra prometida para todo aquel que quisiera mejorar, vivir bien y tener un futura decente. Porque en el fondo esto ha sido siempre Europa hasta los últimos años: una tierra de oportunidades, el viejo continente donde todo funcionaba bien, donde la generosidad estaba por encima de toda individualidad, donde el bien común siempre ha reinado por encima de los intereses particulares de un único estado miembro. Pero como también he dicho ya en este artículo todo iba bien hasta que han llegado los problemas importantes, hasta que la Unión y sus gobernantes de turno se han tenido que enfrentar a asuntos verdaderamente importantes que no se resuelven con un Consejo Europeo extraordinario que dure hasta las tantas de la madrugada.

No voy a hablar aquí de la situación de los refugiados y de los motivos que les llevan a arriesgar sus vidas y la de sus familias, a pagar un dinero que no tienen vendiendo probablemente a sus hijas y mujeres a mafias para ser violadas durante una temporada, por llegar a Europa para simplemente tener un futuro, y no muerte por delante. Ya he hablado de esto en otro artículo en el blog. No voy a repetirme.

El problema de los refugiados es algo que Europa directa o indirectamente, tampoco voy a meterme a analizar las cuestiones geopolíticas que han conducido hasta esta situación, ha provocado. La guerra civil en Siria, iniciada durante esa Primavera Árabe que tanto se aplaudió en Europa y EE.UU. porque estaba derrocando a dictadores, previamente asentados en sus respectivos tronos de poder absoluto por esas mismas democracias de ambos lados del Atlántico, se ha convertido en un conflicto semi-dormido, casi olvidado, que está destruyendo un país, que amenaza con extenderse debido al terrorismo islamista de ISIS y que parece que se va a enquistar si no se pone remedio de verdad a la situación. Pero no se va a hacer nada por una simple razón: Siria no tiene nada que ofrecer a Occidente de lo que Occidente pueda aprovecharse. Siria es un desierto, un montón de kilómetros cuadrados de arena y roca, sin petróleo, ni gas, ni recursos minerales como tiene África. Siria es un erial y no interesa. Siria solo tiene una cultura milenaria, alberga de las más bellas ciudades antiguas del mundo; pero eso es cultura y no se puede traficar con ella, no genera millones de millones de millones.

Europa se ha traicionado así misma con su actitud para con los refugiados. En 1989 desde el corazón del viejo continente, allí donde las diferencias surgidas durante la Guerra Fría tras el albor de la IIGM, desde Berlín se dio un gran ejemplo de humanidad al mundo con la Caída del Muro de Berlín. Hoy también desde el viejo continente, tan largamente envidiado por su calidad de vida, se enseña al mundo cómo se puede ser racista, intolerante, mezquinos, zafios, ruines y egoístas mediante la construcción de nuevos muros y alambradas de espino que eviten la llegada de personas “non gratas” y nuestra tierra. Lamentable, vergonzoso, asqueroso.

Los líderes europeos, todos sin excepción, han demostrado con el pago a Turquía por que se haga cargo de los refugiados, su nivel de humanismo. Nada queda de la época dorada de Europa donde la generosidad imperaba. El viejo continente ha olvidado su pasado de refugiados; hemos olvidado las guerras, las tragedias humanas, el hambre, la muerte y el sufrimiento de la sociedad. Desde los despachos de las cancillerías y las diferentes presidencias de gobierno el mundo se ve muy lejano y lo que menos quieren los líderes es que el mundo real llegue hasta el alféizar de sus ventanas.

Hace meses Europa acordó acoger a miles de refugiados y a repartirlos por cuotas, como si fuera ganado o toneladas de cereal, entre los diferentes países miembros. Parecía que Europa estaba reaccionando a un drama humanitario que no se ha conocido desde la IIGM. Pero eran simples espejismos. De todas aquellas palabras bienintencionadas solo queda papel mojado, mojado por la sangre de las miles de personas que mueren cada mes intentando llegar a las costas y a las tierras europeas. Llegan miles de personas todas las semanas pero no se hace nada: simplemente se hacinan en campos de refugiados, que siempre queda mejor que llamarlos de concentración, ya que las reminiscencias nazis parece que sí que están presentes; cuando lo que estos campos lo único que son es campos de concentración donde los refugiados están obligados a quedarse porque no se les quiere acoger en ningún sitio. Tampoco difieren muchos líderes europeos de Hitler o Mussolini, al menos en cuanto a racismo se refiere.

Obviamente el problema con los refugiados es delicado, quizá el más complejo al que Europa se haya tenido que enfrentar nunca. Pero se supone que los líderes europeos están para algo, ¿no? No hay respuesta para esto. Los líderes europeas están solo para que sus respectivos países vayan bien económicamente, y si te he visto no me acuerdo. La Unión ya no es más que una asociación económica de países egoístas que busca generar riqueza al precio que sea y si hay que sacrificar a miles de personas que intentan buscarse un futuro lejos de una guerra, pues da igual. ¡Es ruin! No sé qué va a ser de Europa en los próximos tiempos pero no auguro nada bueno.

Cada vez que veo en las noticias, leo en los periódicos o escucho en la radio alguna noticia relativa a los refugiados o a las medidas que Europa se supone que está tomando para solventar la situación, siento una mezcla de pena, rabia, impotencia y también asco. No me siento representado con la Unión Europea actual. No puedo ya decir con orgullo, como antes decía, que me siento casi más europeo que simplemente español. El problema es que tampoco puedo decir simplemente que me siento orgulloso de ser español porque la actitud del gobierno con referencia a este asunto no es que esté siendo ejemplar (ni en este asunto ni en otros muchos); muy pronto España ha olvidado que hace no muchas décadas también nosotros éramos refugiados en Francia o México, ¿qué hubiera pasado si nos hubieran hacinado en un campo de concentración y nos hubieran tratado como mierda de vaca?

Hay quien me tachará de oportunista, de demagogo e hipócrita por simplemente escribir pero no hacer nada más. Y en parte tendrán razón aquellos que me critiquen por ello, pero lo que sí sé es que no sería cobarde como lo están siendo los líderes europeos, ni tampoco ruin ni miserable. La Unión Europea no puede llamarse así mientras consienta los campos de concentración de refugiados. De hecho el nombre Europa cada día que pasa vuelve a tener únicamente el significado que tuvo en su día, a saber, uno de los continentes. Nada más. Es una pena que costara tanto esfuerzo y sufrimiento crear la Unión Europea para que unos líderes cobardes y miserables, unos vendidos al dinero y a los mercados que quizá sea una descalificación peor aún, la hayan matado en apenas un par de años. Sólo falta gritar eso de: ¡Europa ha muerto, larga vida a la vergüenza!

Caronte.

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