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(Viene de la entrada anterior)
– Como te iba
diciendo, nos sentamos en una mesa, casi en el centro del comedor. Aquí llegó
un momento extraño porque no había nadie más para que se sentara con nosotros,
y las mesas eran de diez. Podríamos habernos sentado en la mesa donde había
otro grupo de personas con las se supone que nos llevábamos bien y con las que
hemos tenido relación en los últimos años, pero a la mayoría de los que íbamos,
entre los que me incluyo no nos hacía la más mínima gracia; además en esa mesa
faltaba un sitio. Al final se sentaron con nosotros una serie de profesores de
segunda división, y para sorpresa de todos, y sobre todo mía que no me hubiera
esperado en ningún momento esto, el director de la Escuela. Vamos que al final
sin comerlo ni beberlo estaba sentado en la mesa presidencial, con la máxima
autoridad; aunque por calidad docente no hubiera mucho que decir.
– Y luego dices
que no te has cambiado de acera y caminas ahora por donde lo hace la casta.
– Que cabrón. Con
esto vas a tener para muchos chistes y varios meses, ¿eh?
– No lo sabes
bien. Por lo que me estás contando no parece que nada fuera mal, ni que
estuvieras incómodo.
–No, tienes razón
y por eso también parte de la impotencia, la rabia y lo demás que me salió
anoche. Pero sí tienes razón con lo de que hasta el momento me lo estaba
pasando muy bien.
– ¿Cómo se empezó
a torcer todo entonces? Con la fiesta supongo.
– Sí, pero todo
lleva sus plazos. De hecho todo cambió de repente cuando dos de mis amigos, los
que más ganas tenían de ir a la discoteca, no ayer, sino desde que se
anunciaron estos fastos de graduación, empezaron a insistir en ir a la
discoteca después de la cena. Yo no quería, pero ellos seguían insistiendo.
>> Ya por la
mañana por el móvil habían estado intentando mover ficha para que el resto
decidiéramos ir, yo me había negado esgrimiendo la excusa del precio de la
discoteca, otros treinta euros que me hacía tanta gracia gastarme como tener
una fístula en el recto.
– Qué gráfico.
Menos mal que ya me he acabado el café.
– Grafico no,
realista. Parecía que la tormenta había quedado aplacada por el grupo de móvil
cuando los otros dos amigos del grupo dijeron que no les apetecía. En ese
momento me tranquilicé viendo que podía tener dos aliados a mi favor. Pero en
la cena los otros dos amigos volvieron a insistir al calor del ambiente general
de fiesta y desfase que se sentía. Yo seguía sin querer ir. Me horrorizaba la
idea de ir a la discoteca. Tenía miedo de tener una crisis de ansiedad allí y
que todo acabara mal para mí. Seguían insistiendo y entonces me di cuenta como
los dos aliados que podría haber tenido se debilitaron y cedieron también ante
el ambiente general.
>> Ante esa
situación todo cambió. Me empecé a agobiar. Ya no estaba nada a gusto. Perdí el
apetito, ya me daba igual la comida, el filete de ternera, o la cena. Solo
pensaba en que muy probablemente terminaría en la discoteca para no ser lo de
siempre un marginado, el raro, el monstruo. Al notar que a mí me había cambiado
el ánimo y que estaba empezando a sentir un poco de ansiedad, los dos amigos
que tenía a ambos lados sentados en la mesa me intentaron animar y convencer
para que fuera a la discoteca, e hicieron que la insistencia de los otros dos
fuera menor para que no siguiera agobiándome. Uno de ellos incluso me dijo que
si era por dinero que me la pagaba él.
– Un gesto que
honra a quien te lo dijo, así como al otro que te intentó animar y se preocupó
por ti.
– Lo sé. Pero la
picadura ya se había producido, solo faltaba que el veneno hiciera efecto. Al
final cedí y dije que sí que iba a la discoteca.
– ¿Pero si no
querías ir, por qué terminaste por aceptar?
– Porque no quería
quedarme separado del resto, estar solo y lo que es peor sentirme solo.
– Ya pero si sin
ir a la discoteca ya te habías puesto así de nervioso y la ansiedad ya había
empezado a hacer de las suyas, deberías haberte negado.
– No quería
equivocarme. No quería defraudar a mis amigos. No quería fallarles.
– ¡Pero qué
tontería es esa! ¿Y te da igual fallarte a ti mismo?
– Sí.
– Pues es un
error. Te lo he dicho muchas veces en estos años, por el primero que tienes que
mirar, aunque suene egoísta es por ti mismo. Tienes que estar a gusto contigo
mismo y con tu vida, y deber ser tú mismo. Si nos fallamos a nosotros mismos no
podemos esperar no fallar a los demás.
– Es muy fácil
decirlo cuando se tienen amigos y personalidad fuerte.
– Mira no me
vengas con estas. Sé que lo difícil es aplicar esto que te digo a la vida real,
pero es lo que tienes que hacer para ser feliz. Tú no tienes que demostrar nada
a nadie salvo a ti mismo. Si fallas a la gente no es problema tuyo sino de la
gente, y si a alguien decepcionas por tu forma de ser es que ese alguien no
merece la pena, ¿me escuchas?
– Sí te escucho, pero
no podía fallar a mis amigos ayer. No tengo muchos y no puedo permitirme
perderlos. Me lo estaban pidiendo por favor. No podía negarme.
– Ya. ¿Y esos
amigos que te lo pedía por favor, dónde están hoy? ¿Te han preguntado qué tal
te lo pasaste? ¿Se han preocupado?
– Las cosas no son
así.
– ¿Y cómo son
entonces?
– Más complicadas
de lo que parecen.
– Por supuesto que
serán más complicadas de lo que parecen. Las relaciones humanas son muy
complicadas. La vida es complicada. Por eso todo modo de simplificarla es bien
recibido. Sabías qué podía pasar yendo a la discoteca, no allí probablemente,
sino después. No querías ir, no te hacía ilusión, es probable que te diera
miedo no saber comportarte, ni estar allí, que temieras no estar a gusto y
llenarte de ansiedad. Sabías que no yendo ibas a estar más tranquilo, entonces
¿por qué decidiste ir? Sigo sin entenderlo.
– Pues por lo de
siempre otra vez. Porque no quería ser el raro, el que no va a una discoteca,
el que no sabe divertirse, el que...
– Hay muchas
maneras de divertirse, y creo sinceramente que una discoteca no es una de
ellas. Siempre he sido de la opinión que una discoteca no es más que un lugar
donde la gente, sobre todo los jóvenes, va para intentar ser otra persona, para
tapar carencias personales y donde cree que se está divirtiendo simplemente
porque es lo que la mayoría de la gente hace. Es una ilusión de ignorantes.
– ¿Y qué? No ir
sabiendo que el resto de mis amigos iba a ir tampoco hubiera sido mucho mejor
para mí, quizá incluso peor, por hacerme ver todavía de manera más clara que
estoy solo.
– Bueno. ¿Cómo siguió la cosa?
– ¿Dónde me he
quedado?
– Habías terminado
por aceptar ir a la discoteca.
– Eso. Terminamos
la cena y antes de dirigirnos a la fiesta en el restaurante nos tomamos la
primera copa. Bueno mis amigos se tomaron la primera copa. Yo no bebí nada más
en toda la noche. Como digo fue en el restaurante donde empezó la fiesta a
caldearse. Mientras unos organizaban el traslado de los futuros borrachos, ¿o
era ingenieros?, a la discoteca el resto empezamos a bailar.
– Habría que verte
a ti bailando.
– Ya. La verdad es
que no bailé mucho, tampoco es que sepa cómo se baila en una fiesta o en una
discoteca si no vas con pareja o como era mi caso con un grupo en el que todos
éramos hombres y la única chica que había era la novia de un amigo.
– Es complicado.
Aunque también te digo: en una discoteca no se baila, se sufren ataques de
epilepsia y neurosis.
– Bueno lo que
sea. El caso es que los que sí bailaron, aunque fuera por insistencia mía y del
resto del grupo fueron mi amigo y su novia. Me dio mucha envidia verles ahí
bailar con el resto de las gente que también iba en pareja o al menos formaba
parte de un grupo en el que había chicas. En un momento dado decidí salir del
local a la calle a que me diera el aire. Aunque en el fondo salí para no estar
dentro viendo cómo todo el mundo incluidos mis amigos, en pareja o sin pareja,
sabían disfrutar de una fiesta y pasárselo bien. Salí para intentar calmarme y
prepararme para la discoteca diciéndome que no iba a pasar nada y que en el
momento en que quisiera podría irme.
>> Dio la
casualidad que no volví a entrar en el restaurante, no porque no quisiera
volver a hacerlo, sino porque todo el mundo empezó a marcharse camino ya de la
discoteca. Era bastante tarde y ya íbamos con retraso.
– El retraso
algunos lo lleváis de serie, así que no pongas como excusa que ayer ibais con
retraso.
– Tienes razón. A
la discoteca fuimos con mi coche. Solo uno de mis amigos fue en uno de los
autocares que habían alquilado para la ocasión. El camino se hizo muy rápido. A
esas horas no había mucho tráfico, ni por la carretera del noroeste, ni por el
centro de la ciudad. Tuvimos suerte y aparcamos sin dar mucha vuelta, por
cierto no muy lejos de por aquí. Y fuimos a la discoteca.
>> Camino de
la entrada uno de mis amigos, el que iba con su novia, se me acercó y me dijo
que estuviera tranquilo que no iba a pasar nada y que lo disfrutara todo lo que
pudiera. No voy a negar que estuviera nervioso. Llegamos a la puerta de la
discoteca y esperamos a que llegara nuestro amigo que venía en autobús. Cuando
lo hizo entramos en la discoteca sin esperar colas ni nada porque llevábamos
una pulserita, asquerosamente incómoda, que nos hacía ser guays, casi VIPS, o
mejor dicho mamarrachos.
– No creo que
tengas que usar esos apelativos. Hay mucha gente que va a discotecas.
– Sí, y siempre es
el mismo tipo de gente y para lo mismo.
– Creo que tienes
una serie de estereotipos que no se corresponden con la realidad. No todo el
mundo que va a una discoteca va a lo mismo.
– Es verdad, hay
gente que va para estar tranquilamente tomándose algo y charlando con sus
amigos, con su pareja, o para conocer gente nueva mediante el intercambio de
pareceres sobre el gobierno o el último libro de Vargas Llosa.
– Te vas siempre a
los extremos. La gente usa las discotecas para divertirse.
– Ye te he dicho
antes lo que pienso de eso. La gente va a las discotecas a desfasar, a emborracharse,
y a ver si se puede liar con alguna, o alguno para terminar en la cama o en un
puto rincón del baño dándose el lote y comportándose como animales sin
raciocinio.
– No creo que eso
sea así sinceramente. Aunque no he ido a muchas discotecas. De todas maneras,
¿viste tú eso ayer entre tus compañeros o amigos?
– No del todo.
– Ves.
– No veo nada
porque te he dicho que no del todo. La gente ya iba mamada, algunos ya ni
enfocaban correctamente; otros no eran totalmente conscientes de su cuerpo.
– Me da a mí que
estás exagerando.
– No estabas allí.
– Cierto. Sigue
contando entonces.
– Entramos en la
discoteca nos condujeron hacia una sala que estaba especialmente habilitada
para nuestra fiesta de graduación, aunque también había un par de grupos que
nada tenían que ver con nosotros. Una cosa que me llamó la atención y que me
reafirma en mis ideas preconcebidas sobre las discotecas, es que los seguratas
nos miraban a todos como si fuéramos parte del mismo ganado de siempre, como si
fuéramos delincuentes a los que hay que vigilar para que a ninguno nos dé por
hacer de las nuestras. Por eso pienso que a las discotecas van los desechos de
la sociedad, esas personas sin dos dedos de frente que lo único que van a hacer
en el futuro es formar una sociedad de la que por desgracia formaré parte pero
de la que renegaré toda la vida por no ser como ellos.
>> Me jode
mucho que a todos los jóvenes se nos meta en el mismo saco. Yo no soy igual que
la mayoría de los que estuvieron ayer en la fiesta de graduación, yo no soy de
los que busca divertirse a través del alcohol como única vía de esparcimiento.
Ni me gusta la fiesta como se entiende en este país, ni considero que sea una
forma decente de divertirse. Es una forma ignorante de pasarlo bien, para gente
de bajo nivel intelectual.
– Ten cuidado con
lo que dices. Yo que tú me guardaba esos pensamientos para cuando estuvieras
con gente que piense como tú, o que sea muy tolerante, porque no sé si sabes
que en este país la fiesta es sagrada, y de lo que más se valora fuera.
– Claro porque es
exótico, vulgar, barriobajero, propio de salvajes. ¿Por qué en Europa nos gustan
tanto los zoológicos o viajar a países subdesarrollados? Porque no es algo que
se vea todos los días.
– ¿Y qué tiene que
ver?
– Joder, pues que
en el resto del mundo gusta España y su fiesta porque no la hay fuera. Hacer
balconing se puede hacer en Newcastle, pero los jóvenes ingleses vienen a
Mallorca a hacerlo porque aquí no desentonan. Es todo lo mismo. Vulgaridad,
falta de cultura, falta de decencia y exceso de salvajismo.
– En parte estoy
contigo, pero creo que tienen posturas demasiado radicales, y poco realistas.
¿Tus amigos ayer se comportaron como animales sin raciocinio?
– ¿Eh? Bueno, no.
– ¿Y estuvieron
cómodamente y a gusto en la discoteca, pasándolo bien?
– Sí. Y es por eso
por lo que cuando me fui todo me terminó por salir y acabé explotando de rabia,
tensión y ansiedad. Pero eso fue luego. De momento y para mi sorpresa estaba
tranquilo. La sala se empezó a llenar, creo que por encima de su capacidad. Era
imposible moverse sin rozarse o golpearse con alguien. Apenas había sitio para
bailar cuando empezara la música. Nos colocamos cerca de unos sillones en una
zona con relativamente poca gente. Como era imposible ir a pedir nada a la
barra para beber estuvimos sin nada un buen rato.
>> Antes de
empezar la fiesta propiamente dicha se entregaban los premios del final de
carrera, una especie de pantomima encaminada a favorecer las relaciones entre
nosotros y el compañerismo, así como para reírnos un poco y soltar tensiones
acumuladas durante seis años. De hecho yo estaba nominado en una de las
categorías, cosa realmente sorprendente, teniendo en cuenta que al final la
clase estaba dividida en sectas, y yo por suerte no pertenecía a ninguna, que
yo supiera.
>> Al final
eso de los premio fue lo de siempre, una farsa total y absoluta, una verdadera
payasada.
– Porque no
ganaste.
– No. La verdad
que aunque me hizo ilusión estar nominado en lo que era una conjura de necios
en los que la mayoría de nominados en las categorías eran siempre de los mismos
grupitos de gente cool, no quería
ganar, me daba vergüenza. Pero como te decía todo fue una gran farsa, porque al
final los que ganaron eran los de siempre, los miembros de grupitos sectarios.
Algunos premios me parecieron verdaderas bromas. Otros tenían algo más de
sentido, pero la mayoría eran dignos de una comedia surrealista.
>> Tras los
premios empezó la fiesta de verdad con música y gente bailando, dando saltos,
desfasando, bebiendo como esponjas marinas, tirando los tejos a las chicas,
algunas de las cuales se dejaban hacer con facilidad, vertiendo sin darse
cuenta del pedo que ya empezaban a llevar parte de su bebida al suelo,
subiéndose a las mesas o sofás, flases de cámaras inmortalizando la fiesta.
Todo de altura.
>> Yo no me
separé de mis amigos. En el fondo tampoco conocía a nadie más con quien poder
estar, y además con los míos era con los que me sentía cómodo.
– No creo que
hicieras mal. En el fondo si sabías que así ibas a estar más tranquilo y
controlando la situación es lo que debías hacer.
– Por eso. La sala
estaba a reventar y hacía un calor de mil demonios. Uno de mis amigos debido a
esto decidió marcharse. Me sorprendió no ser el primero en irse. Aunque
entendía que mi amigo se marchara porque hubo un momento que era insoportable estar
allí metido. Se notaba mucho agobio.
Caronte.
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