Ya ha pasado todo
un año desde la última edición de la Feria del Libro de Madrid. ¡Quién lo iba a
haber dicho! ¡Cómo vuela el tiempo! Muchas cosas han pasado desde que el año
pasado el segundo fin de semana de junio me despedí de la 74 Edición de este evento
dedicado en cuerpo y alma al mundo del libro y por tanto de la escritura. Un
año en el que he pasado de ser estudiante, por junio del año pasado aunque a
punto de terminar todavía era un pipiolo estudiantil sin oficio ni beneficio, a
estar trabajando (aunque en el mismo lugar en el que he pasado seis duros años
estudiando). Un año en definitiva de cambios radicales en mi vida. Sin embargo
los cambios más importantes están por venir y quizá esta 75 Edición de la Feria
del Libro sea un tanto diferente por varios motivos. Pero la diferencia no
tiene porqué ser mala, de hecho simplemente al ver por qué edición va ya este
evento a un amante de la cultura debería hacerle sentir orgulloso. La
diferencia es solo eso, diferente, cambiante, única.
Como cada año
desde hace ya varios, al menos que yo recuerde ya diez, vuelvo a sentirme lleno
de emoción por poder pasear de nuevo por un Paseo de Coches del Parque del Retiro
atestado de gente que como yo busca libros, ojearlos, comprarlos, olerlos, y a
sus autores, para conocerlos, saludarlos, exigirles cosas, pero ante todo
agradecerles su trabajo. No puedo ocultar mi entusiasmo y alegría ante esta
cita con los libros en el parque. Soy un apasionado de la lectura y la
escritura, estoy algo enfermo supongo. Puede que sufra de libropatía aguda.
Pero me da igual. Estos tres fines de semana que se presentan por delante entre
mayo y junio son para mí las fechas más importantes del año. Y no estoy
exagerando.
Al empezar un
nuevo año no me doy cuenta, pero a medida que pasan los meses, termina el
invierno y entra la primavera, voy sintiendo en mi interior las ganas y casi la
ansiedad por la Feria del Libro. Espero que mucha atención que vayan saliendo
poco a poco las noticas de la edición de cada año, la presentación del cartel,
el país invitado, y sobre y ante todo los escritores que participarán en la
Feria y firmarán sus libros. No lo puedo evitar, hay algo superior a mis
fuerzas que me atrae a la Feria del Libro, es una especie de adicción. También es
posible que este amor platónico y obsesivo con la Feria venga del hecho de que
tampoco es que los fines de semana del resto de año sean mucho mejores en
cuanto a cosas que hacer o compañía. No tener pareja ayuda a que estos tres próximos
fines de semana sean los mejores días del año. Sobre todo los sábados por la
tarde, aunque el año pasado por necesidades imperiosas (la firma de un libro
por parte de uno de mis escritores favoritos) también fui un día por la mañana.
La Feria tiene
algo especial. No sé explicarlo muy bien. Puede ser el ambiente general. Miles
de personas reunidas en el Parque del Retiro no para malgastar su tiempo
echados en el césped, o en el timo de las barcas, o escuchando alrededor del estanque
a los diferentes individuos que a modo de juglares del siglo XXI atraen a su
alrededor a decenas de personas para ver qué se cuentan o hacen. Puede ser que
todavía los fines de semana que dura la Feria hace un tiempo agradable: son los
días más largos del año, la temperatura todavía no es asfixiante y la amenaza
de algún que otro chaparrón refrigerador siempre está presente. O puede que sea
simplemente que el mero hecho de ver a tantísima cantidad de gente interesada
por la cultura los libros y la literatura, estando en un país como España en el
que la cultura no es que sea lo que mejor visto esté entre la sociedad, lo que
me hace sentir bien caminando esquivando a la gente los días que voy a la
Feria.
No soy amante de
las aglomeraciones pero la Feria del Libro me encante. Además la exposición
fotográfica que ponen al mismo tiempo en la zona del Florida Park es aún mejor
y da más aire y ambiente a la Feria. Puede que este amor, esta pasión por este
evento sea absurda, pero quizá yo también sea absurdo. Todo aquel que ame la
cultura, que se considere culto o que quiera adquirir cierta cultura debe
pasarse por la Feria estos días. Hay quien odia la Feria. Pues bien yo odio a
esa gente; bueno quizá no es odio, pero sinceramente si me cruzara en mi vida
con una persona así intentaría que saliera de mi vida lo antes posible. Quien
considere que la Feria del Libro es una pérdida de tiempo y que lo único que
hace es ocupar un espacio inmenso en El Retiro quitándoselo a los patinadores,
a las parejas de niñatos adolescentes que no tienen nada que hacer en la vida,
simplemente deberían pensar en hacerse una lobotomía, quizá se ayudarían a sí
mismos y a la gente de su alrededor. Puede que haya sido algo radical en las
palabras anteriores pero sinceramente gente así, que sin duda la habrá, debería
no existir.
Este año además de
cumplir la Feria tres cuartos de siglo se produce una coincidencia muy extraña.
Es posible que este primer sábado de Feria sea uno de los sábados con menos
gente de la historia debido principalmente al fútbol, ese deporte de masas más
que de cerebros, aunque por suerte y para prestigio de dicho deporte también
hay algún que otro aficionado de renombre en las artes y las letras españolas.
Este primer sábado de Feria se juega la final de la Copa de Europa, o Liga de
Campeones (me niego a usar anglicismos en un artículo como este, en vez de usar
palabras en castellano que dicen lo mismo mucho mejor; siento no ser tan guay).
Este año esta final, como ya pasó hace dos, vuelve a estar protagonizada, o
monopolizada, por España, en concreto por Madrid. Atlético de Madrid y Real
Madrid jugarán con toda el alma por conseguir o su primer trofeo o su undécimo,
respectivamente.
Esta coincidencia
espacio-temporal, aunque la final se juega en Milán, puede que haga que este
primer sábado en que los libros inundan un parque como El Retiro, descanso
antaño de reyes y nobles. Pero casi que mejor. Lo digo porque por norma general
en la Feria del Libro se mezclan verdaderos amantes de la lectura y la
literatura, con pseudoaficionados y simples paseantes y curiosos que solo
ocupan espacio físico y no aportan nada al nivel intelectual de la Feria. Si el
fútbol consigue en parte vaciar el Paseo de Coches por mí mejor, más espacio
tendremos los que vamos a la Feria por devoción y casi necesidad. También es
cierto que quizá hace unos años, sin ir más lejos en esa última final europea,
yo hubiera sido de los primeros en no ir a la Feria del Libro un día como el de
mañana, pero ya no. Hace tiempo que me desenganché del fútbol y nadie se
imagina lo bien que se vive sin él.
Pero este año hay
algo que dentro de mí me dice que va a ser diferente. Este primer fin de semana
de Feria es muy probable que vaya con un muy gran amigo, al que quiero más de
lo que probablemente querría a un hermano, y su novia. Los dos siguientes
supongo que también iré acompañado, al menos uno de ellos con mis padres, casi
más como tradición que porque realmente a mí me guste. En el fondo dentro de
unos años, aunque esto ya hace varios que me lo digo, me gustaría ir con mi
pareja, pero no hay visos de que esto vaya a ocurrir al menos en el corto
plazo. A pesar de todo esto la Feria de este año será diferente porque no sé si
será la última en un par de años a la que pueda asistir.
Me voy. No sé cuándo
pero me voy de Madrid. Me marcho lejos, a muchos kilómetros de distancia, a
trabajar, a ganarme el pan, a hacerme un futuro. Un futuro que por diversos
factores, ninguno bueno, aquí no puedo encontrar con condiciones al menos
dignas, sin ser explotado e infrapagado. La distancia siempre jode las cosas y
adonde marcho la distancia es un punto, eso y que no es barato viajar aunque la
empresa me pague cuatro viajes al año. Dejaré Madrid con pena, a disgusto, no
porque realmente quiera marcharme, sino más que por otra razón por obligación.
Lo peor es que no sé cuándo me voy como acabo de decir. Esa incertidumbre
ahonda mi sensación de despedida de todo. Cada día que pasa puede ser el último
que pase haciendo algunas cosas. Y ahora que empieza la Feria del Libro siento
aún más esa sensación. Siento que quizá sí que pueda ir los tres fines de
semana a la Feria de este año, pero quizá el año que viene y al siguiente e
incluso al siguiente no pueda y eso me duele.
Mañana iré a la
Feria del libro sabiendo lo anterior y sintiéndome raro. Mis visitas este año a
la Feria tendrán sabor casi de despedida. No puedo asegurar que el año que
viene pueda estar en El Retiro a finales de mayo paseando por su Paseo de
Coches atestado de gente, llevando mi sombrero panamá, con bolsas repletas de
libros comprados y/o llevados a propósito desde mi casa para ser firmados. No
lo puedo asegurar porque no lo sé. Esa maldita incertidumbre que tienen estos
viajes por necesidad, pendientes de decisiones que nada tienen en el fondo que
ver con nosotros y sobre las que por tanto no podemos actuar a propia voluntad.
Me apena y me
ilusiona al mismo tiempo esta Feria del Libro. Me apena porque quizá en unos
años no pueda volver a recorrer sus casetas buscando los libros que previamente
he decidido comprar en la Feria. Me ilusiona poder ir un año más sabiendo que
después de 75 ediciones la Feria del Libro de Madrid tiene buena salud y
probablemente, aunque yo viva un paréntesis de un par de años sin pisar el
asfalto del Paseo de Coches, los libros seguirán ocupándolo como invasores
pacíficos y buenos de un territorio habitualmente ocupado por otros
asentamientos y pobladores. Aunque no pueda venir en las próximas ediciones,
aunque con el tiempo futuro uno nunca puede asegurar nada y menos en mi
situación actual, sé que la Feria seguirá siendo un foco cultural
imprescindible en Madrid, mi ciudad. Sé que cuando vuelva a pisar la Feria ésta
seguirá siendo la misma de siempre y aunque pasen varios años será como si no
hubiera faltado a ninguna edición.
Aun así me es difícil
pensar en la Feria de este año. 2016 está siendo un año de cambios, muchos,
variados y muy rápidos. Pero la vida es un cambio constante ningún día es como
el anterior, nosotros cada día que pasa somos diferentes hasta que llegado el
momento desaparecemos, dejamos de ser y estar. Yo dejaré de estar en Madrid,
pero nunca abandonaré esta ciudad. Dejaré de estar en la Feria del Libro quizá
durante un par de ediciones, aunque si puedo hacer coincidir algunas vacaciones
con algún fin de semana de Feria lo haré, pero nunca dejaré de ser una amante y
defensor fanático de la Feria, los libros, la literatura, la lectura y la
cultura en general. Intentaré disfrutar de esta edición de la Feria del Libro
como si no hubiera otra, como si fuera un evento único que solo se produce un
par de veces por generación. Disfrutaré de estos próximos fines de semana al
máximo, porque esta es una Feria del Libro un tanto especial.
Caronte.
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