martes, 14 de junio de 2016

Lo que nadie pregunta


Desde que sé que me voy a marchar a trabajar a casi 5.000 km de distancia de mi casa, de mi vida en el fondo, hay una cosa que he ido observando con una mezcla de sentimientos: incredulidad y tristeza. No ha sido fácil tomar la decisión de marcharme. También es cierto que al no tener muchas otras opciones de trabajar como ingeniero en una obra de magnitud relevante, ya fuera a pie de obra manchándome los bajos de las vaqueros y las botas de campaña de barro, o en oficina a salvo de las inclemencias caprichosas del tiempo, no he tenido muchas alternativas al “sí, me voy”. Aun así ha sido muy complicado tomar la decisión, no tanto por el tema económico o laboral, ya que la oferta es muy buena, de las que en España no hay, sino sobre todo debido al ámbito personal.

Ya hablé hace unos días en el blog del hecho de marcharme donde no se me ha perdido absolutamente nada. No voy a repetir hoy lo mismo que entonces. Sí voy a hablar, sin embargo, de una cosa que he notado cada vez que le decía a alguien ya fuera amigo o no, conocido, vecino, compañero de trabajo o estudios, o que tuviera cualquier otra relación conmigo. Absolutamente ninguna persona a la que he dicho que me voy a trabajar al extranjero que me haya preguntado cómo me sentía. Nadie se ha preguntado qué se me pasaba por la cabeza, qué pensaba, qué notaba a nivel personal. Todo el mundo se decía como si fueran ellos los afectados que esa oferta de trabajo era una grandísima oportunidad laboral para coger experiencia, ganar dinero y aprender. ¿Y qué? ¿Eso es todo? ¿Eso es lo que de verdad importa en la vida? Es muy triste.

Parece que la parte personal de la vida se ha desechado desde el principio. No me puedo creer que hayamos llegado al punto de obviar por sistema todo lo que afecta al lado personal de la vida. Si me voy a miles de kilómetros de mi casa no es porque vaya a ser una grandísima experiencia personal, porque la oferta laboral es muy buena, porque la experiencia laboral que voy a ganar estando allí el tiempo que esté será incalculable, que la experiencia laboral que voy a ganar también será invalorable porque me permitirá probar mis límites, porque hará que vea cómo será a partir de ahora mi vida de manera independiente. Nada de eso. Si me voy a marchar tan lejos es porque en el fondo sé que no puedo pasar esta oportunidad, porque mi cabeza me dice que me tengo que ir, que es lo que debo hacer. Sin embargo no es lo que quiero hacer.

Si hiciera caso a mi corazón no me marcharía. No sé qué puedo ganar marchándome, solo una vez lo haya hecho lo descubriré; sin embargo sí sé qué puedo perder yéndome. Y lo que puedo perder es todo personal. Nunca antes me he sentido tan a gusto como hoy. Mi vida está tranquila, se ha estabilizado después de unos años en la universidad de crisis personales y existencias, de dudas ante mi vida y mi futuro. Tengo personas a las que quiero y a las que no deseo perder por nada del mundo. Por eso no me quiero marchar. Pero por esto no pregunta nadie. A nadie le importa lo que pueda perder marchándome sino todo lo que puedo ganar haciéndolo, cuando eso son meras suposiciones. Será una experiencia nueva, de choque, brutal, que hará que todo mi planteamiento vital se vea modificado. Pero me da igual.

Durante estas semanas me he dado cuenta que la sociedad está totalmente perdida, que el factor humano de la vida, el elemento personal, el de los sentimientos que atañen a las personas, los que emanan directamente del corazón, no se tienen en cuenta. Por eso la sociedad en su inmensa mayoría es infeliz. La felicidad no existe, no importa. Solo importan el dinero, lo materia, la experiencias personal. Solo importa el mañana, el vivir bien en el futuro, cómodamente, con tranquilidad. ¿Y el hoy? ¿Y el mañana? ¿Dónde queda el vivir todos los días como lo que son, un regalo que nos da la existencia para vivir y disfrutar de lo que nos llene de verdad? No está por ningún lado, y lo que es peor, no importa nada.

A mí sí que me importa. De qué me puede servir una gran experiencia profesional, laboral, una gran oportunidad económica para hacer dinero y ahorrar y todo lo demás si luego todo eso no lo puedo compartir con nadie más que con mi propia sombra. ¿De verdad que hemos llegado ya al punto en el que nos hemos terminado de deshumanizar e ignoramos por completo nuestros sentimientos? Por desgracia creo que así ha sido. Lo personal no es más que anecdótico, es eso que puedes hacer en tu tiempo libre. Es una pena. Ya no se quiere a nadie. No importan ni pareja ni amigos, no importa nada que tenga reminiscencias personales. ¿Si tuviera pareja a día de hoy todo el mundo me seguiría diciendo que el marcharme es una grandísima oportunidad, o cambiarían las cosas? Para esto no tengo respuesta.

Es cierto que no tengo pareja. Nunca la he tenido y sinceramente, aunque suene derrotista y deprimente, no creo que vaya a tener pareja en mucho tiempo por como soy. Es una realidad. Quizá por eso a todo el mundo se le ha olvidado preguntarme si dejo a alguien atrás, si dejo a alguien aquí en España, que aparte de mis padres y mi familia, me vaya a echar de menos o a quien vaya a echar de menos. En sentido estricto no dejo a nadie atrás. Como he dicho no tengo pareja que me ate y de la que me cueste separarme. Quizá si la hubiera tenido no hubiera tomado la decisión de marcharme. Pero sí que hay gente que dejo atrás aparte de mis padres. Dejo a un amigo al que quiero mucho, y a su novia a la que también quiero y aprecio. Dejo atrás una vida que he terminado por conseguir después de mucho tiempo; una vida a la que no quiero renunciar y que no quiero perder. Pero el tiempo y la distancia para esto son dos elementos muy traicioneros de los que uno no puede fiarse nunca.

Pero a nadie importa esto. En el fondo sólo a estas dos personas de las que hablo les ha importado, y sin preguntarme directamente cómo me estoy sintiendo en todo este proceso de marcharme, saben de mis miedos y temores. Desde que empecé a comunicar que me marchaba fuera a trabajar, y no a un país fácil que se diga, todos los comentarios han ido dirigidos al ámbito profesional, nada al personal. Nadie ha preguntado por eso, al menos no a mí directamente. Bueno, de hecho sí que ha habido una persona que me ha preguntado algo que no estuviera relacionado con la parte material de toda esta aventura/locura que estoy viviendo desde hace unos meses. La persona en cuestión fue un compañero de francés, un hombre de la edad de mis padres con un puesto más o menos importante en una gran multinacional que desde que le conozco, y ya han pasado varios meses de eso, ha viajado por medio mundo, desde Sudáfrica a Viena, pasando por Oriente Próximo y Nueva York. Esta persona es la única que nada más comentar yo que me marchaba fuera a trabajar me preguntó directamente que qué pensaba de ello, que qué sentía. Es el único que me preguntó también si dejaba algo atrás.

Quiero pensar que el que haya dado con gente que no me preguntase nunca cómo me sentía yo, que qué me decía el corazón es algo anecdótico y no generalizado. Quiero pensar que en el fondo a la gente todavía le importan los sentimientos y valoran el ámbito personal de las relaciones. Quiero pensar que quien ha sido una minoría en mi caso es mayoría en la vida real. Pero para qué me voy a engañar, he hablado de todo esto con mucha gente, mucha gente ha ido sabiendo que me marcho lejos a trabajar, gente de todo tipo y condición, muy diversa, de creencias y formas de vida muy dispares, y ninguna me ha preguntado tan directamente como mi compañero de francés. Me preocupa que la sociedad esté tan deshumanizada. Me da pena que nadie se preocupe por la felicidad, por ser feliz. Quizá es que la felicidad no exista, que en un mundo desarrollado, en un país medianamente rico la felicidad no exista. Quizá la felicidad solo se puede encontrar siendo un desheredado de la tierra, cuando no se tiene nada y se sabe que nada se va a tener.

Puede que este sea el futuro que nos espera en unos años: una sociedad sin sentimientos, deshumanizada del todo, en la que lo material sea lo único y lo más importante y que todo lo demás sean accesorio. Yo no me resigno a eso. Quiero tener una vida adulta en el que lo importante sea vivir, sin más. Vivir todo lo que me pase como si fuera algo único, como lo que realmente es. Vivir intensamente todo, y sólo se puede vivir intensamente si se tiene a alguien con quien vivir. No se puede vivir en soledad, no se puede vivir sin querer, sin amar. Marcharme a trabajar a un país tan diametralmente opuesto al mío me traerá lo que me tenga que traer en el futo, pero lo que de momento me ha traído es miedo de perder a esas personas a las que tanto quiero, a ese amigo al que tanto me ha costado tener.

Si en algún momento de mi existencia logro formar una familia y tener hijos, y hablo en plural ya que no quiero tener solo uno y que sea hijo único como lo he sido yo, jamás les permitiré que miren algo que no sea su bienestar personal, su felicidad. No permitiré que antepongan su futuro económico y material al su futuro sentimental. Jamás permitiré que sólo piensen con la cabeza porque así se termina por dejar de sentir con el corazón.

También es posible que el raro sea yo. Que el hecho de ver que nadie me ha preguntado nada relativo a mis sentimientos en el ámbito personal en las últimas semanas no es nada raro, sino más bien todo lo contrario, que sea lo más normal del mundo. Pues yo me planto. La oferta de trabajo es muy buena, no creo que haya posibilidad de que en España fuera a tener una oferta semejante ni de lejos no ya este año sino en varios años vista. ¿Y qué? Nada. Todo es una mierda. El mundo se está viviendo abajo arrastrado por el liberalismo económico, por el capitalismo más voraz que fagocita cualquier tipo de sensación personal donde los sentimientos tengan algo que ver. Ya no hay cabida para el corazón, para las personas. No somos más que máquinas de hacer dinero para vivir bien en el futuro. ¿Pero de qué vale el futuro si no tienes a nadie, si no se es más que un miserable que no sabe mantener una relación personal, ya sea de amistad o de pareja con nadie?

A mí un futuro así no me servirá de nada. Ojalá no tenga nunca ese futuro. Pero lo veo negro. He sacado a colación la política y las ideologías económicas. He citado al capitalismo y al liberalismo. No soy comunista ni lo voy a ser jamás. Creo en la libertad personal por encima de todo y en todos los ámbitos. En lo que no creo es en el tipo de individualismo que nos ha impuesto ese capitalismo, ese liberalismo radical que tanto han fomentado esta sociedad de consumo sin alma si sentimientos. Vivimos para trabajar, ganar dinero, gastarlo y ganar más aún. ¿Dónde está la gente? ¿Dónde están los sentimientos? Perdidos. Algunos acusarán al comunismo de haber causado miles de muertes en el mundo, no lo niego es más lo corroboro; pero yo añado algo más, el capitalismo y el liberalismo han matado aún a más personas, porque han matado la felicidad, o la han transformado en algo que no es felicidad y nos han vendido como tal.

Me marcho lejos a trabajar por mi cabeza, porque sé que al final puede ser una gran aventura más allá de lo laboral y profesional. Me quedaría aquí si de verdad hiciera caso a mi corazón que me dice que no quiere alejarse de esas personas a las que tanto quiero: mis padres, mi familia, mi gran amigo y su novia, y el resto de personas de la universidad con las que sigo manteniendo algo de contacto. Espero que a la vuelta todo siga igual porque de lo contrario nada habrá merecido la pena. Nada habré conseguido marchándome, si una vez de nuevo en España lo único que importa es el dinero que haya podido ganar y ahorrar y la experiencia profesional que haya podido adquirir para poder tener aquí una trabajo más valorado (no hay que marcharse a tomar por culo a la izquierda para eso, simplemente si en vez de tantos enchufes y contactos se valorara más las cualidades personales individuales de cada cual todo sería muy diferente).

Ojalá el mundo se moviera simplemente por la felicidad, pero por la felicidad real no la impostada y disfrazada de bienestar y comodidad diaria. Ojalá todo fuera diferente y las decisiones se tomaran más por cuestiones personales que por elementos materiales. Ojalá todo esto fuera así, pero si el mundo y la sociedad funcionaran así, simplemente buscando la felicidad y el desarrollo personal, el capitalismo de amiguetes y el liberalismo radical que preconiza que solo el más fuerte y listo es el que puede tener éxito estarían en riesgo de extinción, no habría guerras y por tanto la industria de la muerte gratuita tendría sus días contados, no habría conflictos y por tanto la política no existiría mandando al par miles de personas inútiles que no tienes ni oficio ni beneficio. Ojalá un día la primera cuestión preguntada a alguien a quien se le ofrece un trabajo como el que empezaré en unas semanas sea la que nadie me ha preguntado hasta la fecha.

Caronte.

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